Partida Rol por web

Te pareció percibir una risa en aquella figura, aunque no podrías asegurarlo.

-Eso no importa. Sé muchas cosas, pero tampoco eso nos llevaría a ninguna parte porque lo único importante es aquello que pueda demostrar, no cuanto pueda saber. De hecho, hasta ahora ha permanecido fuera del radar precisamente porque sabía poco; demostrar que sabe mucho le hará vivir poco tiempo, Teniente Scott.

La figura se paseó un poco por el apartamento, aunque no salió en ningún momento de entre las sombras, para evitar ser visto perfectamente por ti.

-Esa niña no es el problema, créame. Aquel pobre hombre solo hizo lo que le dijeron que debía hacer. Olvídese de la niña. La encontrará sin demasiadas dificultades con las pistas que tiene. Pero si quiere conocer la verdad, tendrá que profundizar más. Ninguna muerte se produce por qué sí. Hay siempre una razón. Encuentre el por qué, y encontrará al quién, aunque al final, eso tampoco será de ninguna importancia. Busque el por qué, Scott. Búsquelo.

Sin esperar a que dijeses nada, abrió la ventana y salió por ella, desapareciendo en la noche. Tu edificio tenía escalera contra incendios, por lo que no le costaría bajar hasta la calle y desaparecer.

Él parecía saber todo de mí, pero yo no sabía nada de él. Este personaje me incitaba mucha curiosidad y mis dudas eran mil. ¿De qué lado estaba? ¿Cómo me conocía? Y así muchas más.

También parecía hablar de forma enigmática, casi en trabalenguas, hasta por un momento pensé que se contradecía a si mismo. ¿Hay que saber cosas, pero no hay que demostrarlo y al mismo tiempo me incita a que investigue?

- ¿Por qué quiere que investigue? - Mi pregunta flotó en el aire. Quedó sin respuesta pues el tipo ya bajaba por la escalera de incendios. Me asomé. No iba a iniciar una persecución, pero quizá pudiera ver algo más, como su ropa, o la dirección que tomaba.

Suspiré, por alguna razón creí a ese hombre. Seguía pensando que había una lucha de poderes, pero ahora me quedó más claro que había dos bandos, en caso de hacerle caso a mi compañera e investigar, no estaríamos solos. Alguien más, quería que la verdad se supiera. Y eso aunque parecía una tontería, para mi no lo era.

Algo me hizo sentir mejor en mi interior. Quizá mañana hablara con Rachel y aceptara su propuesta. Pero ahora, apreté las bombillas, aseguré y atranqué la ventana y me dispuse a cambiarme y salir en dirección al Paradiso, me lo había ganado.

El Paradiso era un lugar como tantos otros, pero al mismo tiempo, diferente. En su interior no existían clases sociales aunque si diferencias entre aquellos que pagaban lo mejor y los que se contentaban, quienes querían servicios especiales y los que se conformaban con algo rápido y sin contratiempos.

La puerta estaba siempre cerrada, pero tú eras un cliente conocido, así que Drax, que era el nombre del guarda, te dejó pasar en cuanto retiró la mirilla y vio de quién se trataba.

Una vez dentro, todo era cuestión de dejarse llevar y olvidarse por cuanto había más allá de aquel lugar.

A aquellas horas ya había clientes suficientes como para que el negocio estuviese en plena ebullición. Las chicas se mostraba semidesnudas o con lencería casi transparente. Había reservados para "calentar" a los clientes y por supuesto, habitaciones de lujo, en los que se ofrecía todo cuanto quisiera el cliente, siempre que tuviese dinero para pagar.

Muchos podrían calificar estos lugares de detestables, pero seguramente esa gente tenia su pareja, su familia, o simplemente tenían paz mental. Para mi, este lugar era una necesidad; mi rato de desconexión, mi oasis.

Y particularmente el lugar tampoco importaba demasiado, era Alexa con la que logré complicidad, como si de una psicóloga se tratara me atendía tanto en lo físico como en lo mental. Las otras mujeres que por aquí exhibían sus atributos, no es que sobraran, pero para mi eran secundarias.

Me acerqué a la barra para pedir una copa. El alcohol también ayuda un poco en esa transición para olvidar toda la mierda que había ahí afuera.

La chica que servía las bebidas se acercó contoneándose, haciendo que sus enormes pechos bailasen al mismo son que sus piernas y que los ojos de todos los hombres que estaban sentados a la barra, la siguiesen con la mirada, independientemente de que estuviese o no con una o varias mujeres más a su lado.

Al llegar a ti, te miró con una sonrisa.

-Hola, Scott. ¿Qué te apetece hoy? ¿Estás de humor para jugar o para emborracharte? -te preguntó. Habías ido allí tantas veces y había visto con Alexa en tantas ocasiones, que era imposible que no te conociese. Sabía que eras un controlador, pero no iba a decir esa palabra en aquel lugar, no porque hubiese un peligro real de que cerrasen, puesto que la prostitución no solo era legal sino que generaba una riqueza extraordinaria, sino porque siempre había alguien, algún cliente, que podía ponerse nervioso.

Era malo para el negocio.

Pero Scott... era un cliente más, uno de tantos que venía a olvidarse de la vida por unas horas.

Las costumbres sirven de mucho. Conocía el local, conocía a las chicas, conocía hasta a los clientes habituales. Tener un entorno más o menos controlado, se podía decir que me reconfortaba. Quizá por eso me había centrado en Alexa, sabía lo que era, pero había complicidad entre ambos, y eso para mi, era un plus.

Por no hablar de que aquí sabían que era controlador y había discreción en ambas direcciones. Además trataban bien y con respeto a las chicas y eso era importante.

Le dediqué una sonrisa a la chica - No quiero emborracharme, pero sírveme una copa que me ayude a divertirme - Ese era el resumen perfecto - ¿Has visto a Alexa? - Cuando estaba ocupada solía esperarla aquí en la barra, otras veces me decían directamente donde ir a por ella.

La chica te sirvió una copa sin dejar de sonreír, preparándola delante de ti.

-Alexa está terminando arriba con un cliente. No creo que le quede mucho -te explicó, mientras te servía la copa. 

El hecho de ser habitual facilitaba las cosas en muchos sentidos, como por ejemplo, en que te sirviesen alcohol sin aguar, aunque los precios no cambiasen un ápice, y también en la rapidez con la cual te atendían, además de cierta honestidad en el trato. A los nuevos siempre había que camelárselos. A los habituales como tú, muchas chicas los trataban bien porque sencillamente, les caían bien. 

A tu alrededor se sucedían las escenas de "conquista" y las miradas llenas de hambre. Las chicas hacían bien su trabajo y por ese motivo era uno de los locales más populares.

-¿Seguro que no prefieres a alguna otra? A muchas de las chicas no les importaría estar contigo. Tienes... buenas referencias -te comentó la muchacha.

No era casualidad que viniera aquí. Lo que más me gustaba era el anonimato, el trato y por supuesto Alexa, que a parte de ser mi maestra del placer se podría decir que era mi psicóloga al mismo tiempo.

Observe como me servía la bebida y no tardé en darle el primer trago. Sonreí ante su propuesta, no dudaba que otra chica sabría como entretenerme. Quizá si Alexa estuviera indispuesta o ausente todo el día, pero de no ser así merecería la pena la espera - Se agradece la propuesta, pero por el momento esperaré.

Fue halagador lo de las buenas referencia. Le guiñé un ojo a la camarera. Aprovecharía estos minutos para saborear mi bebida y relajarme escuchando la música.

Tuviste que esperar unos veinte minutos antes de que Alexa hiciese su aparición. Tus ojos se volvieron hacia las escaleras, por donde la viste descender con aspecto de estar cansada, sin duda por el esfuerzo que había debido realizar con su último cliente. No siempre eran fáciles de satisfacer, ni tampoco agradable. En ocasiones veías a Alexa como una amiga con derechos, pero la realidad era que se trataba de una prostituta, con todo lo que ello conllevaba.

En cuanto llegó abajo, saludó a algunas compañeras y también a algunos clientes, pero al dirigir la vista hacia la barra y verte, su rostro formó la sonrisa con la cual estabas tan familiarizado.

-Vaya, hola, Scott. ¿Qué haces por aquí? Hoy no es tu día habitual, ¿no? -te dijo, dándote un abrazo y un beso en la mejilla, como haría con alguien a quien conociese y apreciara.

La chica del bar se acercó a Alexa.

-Pareces cansada -le dijo, colocando una bebida delante de ella, una especie de refresco que sabías no contendría alcohol, pues la noche era larga y no podía permitírselo.

-Lo estoy. He tenido que trabajar mucho -le dijo, cogiendo el vaso y tomando un buen sorbo. Después, se volvió hacia ti.

-¿Cómo estás? Supongo que habrás tenido un día difícil y que por eso estás aquí.

No me importaba esperar, pero si el aspecto cansado que presentaba. Tal vez tuviera mis privilegios por veteranía, pero a mi no me valía lo del "placer a toda costa", bueno, se vería. Era extraña la relación que tenía con ella. Pero en resumen se podría decir que satisfacía mis carencias.

Respondí a su saludo y su sonrisa. En cuanto a su pregunta - Así es. Supongo que se podría decir que no he tenido un buen día - Tampoco era la primera vez que me pasaba.

- No obstante si quieres retirarte a descansar, puedo volver otro día - Y lo dije con total sinceridad, la complicidad era mutua. Ahora la pelota estaba en su tejado y aceptaría cualquier decisión con agrado - O podemos simplemente charlar un rato. Sabes que pagaré igualmente por ello.

Alexa te miró con una sonrisa. Siempre se había portado bien contigo, no sabías si era por su profesionalidad pero albergabas la esperanza de que fuese por algo más, que te viese como algo más que un cliente cualquiera. De querer sexo a toda costa, te hubiese valido otra y no habrías tenido que esperar ni tampoco dudar.

Pero con Alexa sentías que era distinto, aunque ignorabas si para ella también era igual.

-Charlar está bien. Disponemos de unos minutos. Estaré bien, no te preocupes. Además, se pueden hacer muchas cosas sin cansarse.

Su voz sonaba cansada pero sincera por lo que si había accedido era porque de verdad lo quería. Nadie podía obligarla a irse con un cliente. Aquel lugar no era como los antiguos prostíbulos, en donde las mujeres estaban explotadas; solo era una manera de concentrar el negocio y ofrecer un lugar seguro para llevarlo a cabo, pero las chicas funcionaban casi de manera independiente. En teoría, hasta podían marcharse, aunque los emolumentos que ofrecían eran tan altos que difícilmente podían ser rechazados, al menos mientras fuesen jóvenes.

No sabías tampoco mucho sobre Alexa; solo que no era de allí, pero desde que te cruzaste con ella, no hubo nadie más. No hablaba de su vida, ni de su pasado, muy pocas veces acerca de lo que ocupaba su tiempo, pero estar con ella y hablar con ella era lo único que necesitabas para sentirte bien, por mucha mierda que tragaras.

-Háblame de lo que te preocupa. ¿Es muy grave? -te preguntó, mientras seguía tomando su bebida.

¿Qué tenía Alexa? Y no era una pregunta trivial. Y esta venía referida a como me hacía sentir. Su presencia me calmaba, me sentía relajado. Y era algo que solo lograba ella. Por ello ni me daba cuenta de la facilidad con la que me hacía sonreír.

Como con aquello de que podían hacerse cosas sin cansarse. Aunque en el fondo, cosa que me costaba reconocer, me gustaría tener a Alexa solo para mi. Tenerla disponible para cansarla yo hasta tal extremo, siempre que me viniera en gana. Por suerte, no me solía rallar con esas cosas, no era de esa clase de persona. Quizá por eso sentía que también le gustaba a ella, o lo parecía por como se comportaba conmigo.

- Supongo que lo de siempre - Le dije al fin - Un día duro en la oficina - Le guiñé un ojo pues ella sabía de sobra, que mi trabajo no era de oficina - ¿Podemos charlar en privado? - No me gustaba airear mis trapos sucios en la barra y además, en privado mi relax sería máximo. A parte de lo que pasara en lo sexual, o no.

Si había algo que Alexa tenía era una gran capacidad para transmitir calma. Sus movimientos eran pausados, como una brisa que soplase de pronto y que apenas fuese perceptible pero que aún así, te hiciera sentir un frescor inesperado. Su mirada era penetrante, pero parecía refrenarse, como si no quisiera indagar demasiado en los ojos de los demás; y sobre todo, estaba aquel rostro tan perfectamente formado, que parecía atraer a todos como si ella fuese el centro de un universo creado a su alrededor.

A tu guiño respondió con una de sus plácidas y confiables sonrisas, además de colocar una mano sobre la tuya. Su piel se sentía suave y cálida, en realidad una continuación de lo que ella en su conjunto, conseguía emanar con cada una de sus palabras y miradas.

-Desde luego -te dijo, moviendo su mano para coger la tuya y tirar de ti con suavidad hacia las escaleras.

El pasillo de la planta superior conducía a las habitaciones, pero se habían preocupado porque no transmitiese una sensación de ahogo, sino de comodidad y seguridad. La penumbra colaboraba en ambos sentidos, pero sobre todo, obligaba a que el cliente siguiese fielmente a la chica a donde quiera que ella lo condujese. Tú sabías a la perfección a donde, puesto que cada una disponía de una habitación personal. Puede que hubiesen pasado muchos clientes por ella, pero solo Alexa, y eso también ayudaba.

La ventilación se ponía en marcha sobre todo cuando las chicas salían de las habitaciones, pero continuaba con menor intensidad al entrar. Eso favorecía que el aire se mantuviese limpio y sin olores de aquellos que habían pasado antes por allí. Sabías que Alexa se ocupaba de cambiarlo todo antes de salir y que mientras estaba fuera, las habitaciones se dejaban lo más limpias posibles. Típico de Alexa eran también las vistas; le gustaba poner en el panel del fondo vistas al mar, siempre refrescantes, que alejasen al cliente de aquella sensación de sordidez y claustrofobia a la que solían estar acostumbrados en otros sitios.

También sabías que en la habitación de Alexa había toda clase de artilugios sexuales en un panel oculto de la pared, pero en aquellos momentos, aquella habitación era completamente normal; solo podía verse la cama doble, perfectamente arreglada y con sábanas nuevas, y el baño, igualmente limpio.

-Siéntate, te lo ruego -te dijo, señalándote el sofá de dos plazas que había frente a la cama. Muchas veces te habías sentado allí, aunque fuese solo para hablar, si bien también había sido el comienzo de algo más en incontables ocasiones -. Mientras tanto, no quiero quejas. Voy a servirte otra copa y te la tomarás como un buen chico mientras descansas unos momentos.

Y efectivamente, Alexa preparó un combinado y te lo sirvió en una hermosa copa. Después se sentó a tu lado y te invitó a que te recostaras.

-La vida puede ser muy complicada en muchas ocasiones. Hay días en los que a todos nos gustaría empezar a correr y alejarnos de todo, mientras que otros.... no cambiaríamos nada de lo que tenemos. Creo que estás en uno de los primeros. ¿Me equivoco?

Que... ¿Querría a Alexa solo para mi? Evidente. Seguro que sería el hombre más feliz del mundo con Alexa esperándome en casa al finalizar cada jornada de trabajo. Pero dudaba que ella pensara igual. Quién querría vivir con un ¿fracasado? como yo...

Pero eso era simplemente una de las cosas queme amargaban y... venir aquí no era para amargarme, todo lo contrario.

Me paré un instante delante de aquel panel, casi me parecía sentir las gotas del agua salpicarme. Pura ficción, pero cumplía con su cometido.

Me dirigí al sofá de dos plazas y puse mi brazo sobre uno de los reposabrazos. Sonreí y me sentí como un niño chico cuando me dijo aquello de que no quería quejas. No dejaba de sorprenderme de la facilidad que tenía para encauzarme e incluso anticiparse.

Acepté la copa, le di un sorbo y la dejé en la mesita que había delante. Me llevé la mano al lateral de mi cabeza, con dos de los dedos en la frente. Mirándola de soslayo.

Sonreí de medio lado con sus conclusiones sobre mi día - Así es. Me gustaría vivir como en uno de esos cuentos o películas en los que no hay preocupaciones, en los que, no hace falta ser rico. Sería suficiente una pequeña granja, rodeado de uno de esos bosques que había en el pasado, solo preocuparme por cortar leña y cuidar de los animales - Resoplé - Una utopía. Quizá en otra vida hice algo así, sino no me lo explico - Traté de bromear.

Alexa sonrió al ver como la mirabas, de aquella manera que siempre hacías, como si bromeases con ella, igualando un juego que había empezado desde las primeras veces que nos encontrasteis. No era la primera vez que le confesabas aquel hastío por la vida que llevaba y el deseo de alejarse de ella, pero al mismo tiempo, los dos sabíais que era solo una vía de escape, la mejor manera que tenía de tomarse unas pequeñas vacaciones al pensar en otra clase de vida.

Seguramente se imaginaba siendo una persona diferente, quizás porque odiaba ser quien era, como si fuese una especie de ejercicio liberador. Sin embargo, no creía que hubiera sido otra persona en el pasado, sino que le gustaría ser otra persona en aquel momento, aunque no dijo nada al respecto. 

-Sí, claro que sí. Lo que quieres decir es que odias quien eres en estos momentos y que darías lo que fuese por ser alguien diferente. Creo que es algo que todos deseamos en un momento dado. Siempre acompaña a esa pregunta de... ¿qué hubiera ocurrido si en lugar de esto... hubiera hecho aquello?

Alexa alargó una mano y acarició tu rostro en un gesto de cariño que era habitual en ella, al menos contigo.

-No pasa ni un solo día sin que piense en ello y sin embargo, perder todo cuanto soy quizás fuese demasiado doloroso. No creo que estuviese dispuesta a olvidarme de mí misma. ¿Tú sí? ¿Accederías a dejar de ser tú, Scott, a cambio de dejar de sentir dolor? ¿Acaso los demás no lo sienten también, a su manera, según sus vidas?

Su mirada cambió; de repente se volvió oscura y lleno de tristeza, pero fue solo durante un instante. Rápidamente, volvió a adoptar un gesto más sosegado y alegre.

-Recuerda que el dolor de hoy es parte de lo que serás mañana -te dijo, aproximándose un poco más a ti y pasando ambos brazos alrededor de tu cuello - y pregúntate qué tienes que hacer para intentar mitigarlo.

Con Alexa había algo más. Ahora mismo era la única persona con la que podía ser yo mismo, la única con la que podía hablar con sinceridad.

Me habló con esa naturalidad tan suya, profundizó en mi como un cuchillo en la mantequilla. Y al mismo tiempo también dejó entrever algo de ella, o eso creí, esa mirada que cambió no podía engañar.

Pero como otras veces no tuve miedo, hablar con ella era terapéutico.

- Si... pero en parte. No odio realmente quien soy. No quien soy por dentro. No quiero ser otro. Odio... el escenario, esta obra de teatro que parece ser el mundo en el que vivimos - Cuando acarició mis rostro entrecerré los ojos.

- ¿Renunciar a todo? Parece imposible. Y tal vez ese sea el problema, que me siento encasillado, controlado, sin libertad. Y no creo que solo me pase a mi. Creo que de algún modo a todos nos obligan a adoptar un papel, nos manipulan - En ciertos lugares esto podría considerarse unas palabras peligrosas. Pero ahora yo acaricié su brazo.

Por sus palabras ¿A ella le pasaba lo mismo? Se podría pensar que decía lo que quería oír, pero aquella mirada triste... 

Suspiré - Es complicado, pero una parte de mi mente no se quiere cerrar a esa posibilidad. Tal vez si se dieran las circunstancias... - Dejé la frase en suspenso, tanto en mis labios como en mi mente.

La miré como un cachorrillo cuando me pasó los brazos por el cuello - Tal vez simplemente sea un escape de la mente, pero... creo que es importante tener sueños. En esta vida de mierda... ¿Qué nos queda sino? - Mi sonrisa se amplió - Como estos momentos contigo. Afortunadamente es un sueño que puedo cumplir algunos ratitos a la semana - Me acerqué y besé sus labios.

Cuantas veces Alexa había actuado más como confesora que como acompañante. En demasiadas ocasiones tenía claro que no se trataba nada más de sexo, que los cuerpos podían tener necesidades que satisfacer, pero que las mentes eran quienes necesitaban realmente liberarse por unos momentos de la vida que les ataba como una soga al cuello.

Obviamente, algunos hombres eran animales poseídos por una necesidad suprema y no parecían dejar espacio para otra cosa que no fuese saciar sus impulsos, pero incluso en aquellos casos, su fragilidad era más que evidente.

Para Alexa, Scott necesitaba aquellos momentos como ella podía necesitar un baño de espuma de vez en cuando, que la envolviese y lograse hacer que se olvidase de todo y le permitiera al mismo tiempo liberarse de la suciedad que había ido acumulando a lo largo de las horas o los días.

La mujer entreabrió ligeramente los labios para recibir los de Scott, acariciándolos al tiempo que introducía ligeramente su lengua, sin profundizar, pero sí reforzando la conexión. Era el momento en el cual las mentes se desconectaban, permitiendo a los cuerpos disfrutar sin límites del placer de la libertad.

-¿Estás cansado? Deja que me encargue de todo -te dijo, besándote igual que habías hecho tú antes, solo que presionando tus labios durante más tiempo y acompañándose con las manos, que acariciaban tu rostro como si te encontrases sobre un manto de flores.

A continuación se separó ligeramente, te desnudó por arriba, con rapidez y habilidad, y comenzó a besar tu cuello, para descender beso a beso, centímetro a centímetro, a lo largo de tu torso. Su lengua se detuvo unos instantes en uno de tus pezones, humedeciéndolo y besándolo, y después prosiguió su camino a través de la línea central, en dirección a tu cintura.

Después de toda aquella "exorcización" de mis pensamientos, no hubo debate ni discusión. Ella hablaba de otro modo, con su lenguaje corporal. Con aquella incursión sutil de su lengua. 

- Bueno... - Casi jadeé tras el beso y sus palabras. Sabía de su cansancio y casi me sentía un poco mal por ello. No iba a proponerle nada en concreto, pero al surgir de ella misma... ¿Quién se podría negar a la cosa más fantástica del mundo?

Respondí a su beso. Me quitó la parte superior de tu ropa, y antes de que pudiera quitarle yo ya suya, comenzó a descender por mi cuerpo.

- No es necesario si estás muy agotada... - Dije finalmente, pero con un tono que reflejaba lo que me estaba gustando y que no deseaba que se detuviera. Alexa excitaba primero mi mente, y lo de mi cuerpo... venía solo. 

Sus besos eran caricias que se quedaban justo en el punto de agradables, causándome un poco de cosquillas, pero nada insoportable, todo lo contrario. Acaricié levemente su cabello cuando lamió mis pezones - Ummm - Fue imposible mantenerme en silencio.

Alexa percibió el súbito cambio en tu cuerpo, que pasó de estar agotado a reaccionar ante sus besos con energía renovada. El placer no era solo un objetivo por sí mismo, sino una herramienta que permitía lograr otra serie de cosas. Para muchas mujeres y muchos hombres, suponía la culminación de algo perseguido y como tal, enarbolaban el acto frente a otros y otras, mostrándolo como todo un éxito.

No para Alexa, que deseaba transmitir sensaciones, conseguir despertar emociones y proporcionar lo que ella consideraba como unas vacaciones, de uno mismo, de las preocupaciones, de la vida en general.

De la misma manera, tus palabras también se perdieron en el silencio creado de pronto entre ambos, con suaves gemidos y sutiles movimientos, que despertaban sonrisas en Alexa, la cual ya conocía a la perfección tus reacciones.

-Veo que quieres que siga, así que no te preguntaré nada -te dijo, desabrochándote los pantalones y bajándotelos, arrastrando también la ropa interior, hasta llegar a las rodillas.

Alexa separó entonces los labios para envolver tu miembro, completamente erecto, obsequiándote con una oleada de humedad y de sensaciones, a medida que sus suaves labios descendían desde el extremo hasta superar la cabeza, para ascender a continuación con idéntica velocidad, como si se estuviera deleitando en cada centímetro que recorría, acompañando sus movimientos con su lengua, incrementando así el efecto.

Sabía que llegados a este punto, podría incluso comerme la cabeza, con cosas existenciales, mi vida... Pero me conocía lo suficiente como para saber que a veces, sobre todo con Alexa, era suficiente con poner la mente en blanco y dejarse llevar.

Me hizo sonreír con su comentario, signo de complicidad - Touché - Le hice ver su acierto.

Alexa comenzó con una exquisita felación. Podía sentir perfectamente sus labios y su lengua dándome el máximo placer posible - Oh... - Habló el placer y me recliné más hacia atrás, levantando incluso un poco la pelvis cuando sentía su boca rodeando mi miembro por completo.

Al mismo tiempo llevé mi mano a su cabello, no para forzarla sino para acariciarla - Eso es si... no te olvides de mis huevos... - Cuando el sexo es intenso, el lenguaje fino siempre queda atrás; pero siendo sinceros, eso da algo más de morbo.