Partida Rol por web

- Es verdad! - por fin, de nuevo, su blanca sonrisa volvía a verse relucir en la oscuridad de esa noche. El quarterback da un pequeño impulso a las piernas de su hermano hacia arriba para cogerlas mejor y poder seguir el ritmo de Jimmy, lo cual hace casi sin esfuerzo, espoleado por volver al lugar del que no debían haber salido en toda la noche. Camina con más fuerza y por tanto sus pisadas se hunden más en el barro, como si fuera mantequilla, acompañadas por un ritmico chapoteo, pero consiguen salir con facilidad dejando enormes huellas a su paso- Greg, tio, vete espabilando que casi hemos llegado...- comenta esperanzado.

Los jóvenes pasan a cierta distancia del edificio bajo destinado a almacenar grano y que les dio acceso a las catacumbas del lugar. A partir de ahí, la pesadilla se acrecentó.

La biblioteca es el siguiente edificio. Las piernas notan un alivio inmediato cuando el barro y la tierra dejan paso al cemento y la piedra del exterior del lugar. La puerta de la biblioteca aparece abierta de par en par, como la boca de un cadáver. Las luces que en su momento creyó divisar Steve desde el árbol ya no están. El silencio es total, salvo por la lluvia, el viento y los árboles.

La oscuridad al otro lado del dintel es absoluta.

El corazón os da un vuelco cuando las linternas se dirigen al teórico lugar donde debería estar aparcada la furgoneta de Greg.

Si se han pirado.... ¿por qué cojones sigue la furgoneta estacionada en el mismo sitio?

Dejemos a Greg en una de las mesas, hay que encendeer el fuego otra vez.

Con un último esfuerzo lleva, ayudado por su otro hermano, a Greg hasta una de las mesas. Al depositarlo el alivio es total, sólo ahora se da cuenta del esfuerzo y el terrible cansancio. Los extraños sucesos que han ocurrido vuelven como una mosca cojonera a las retinas del joven mientras trata de hacerse una idea de que es lo que esta ocurriendo.

No entiendo nada, la furgo sigue ahí, ¿qué sería ese motor que oímos? tal vez podamos buscar huellas luego, ahora hay que encender la chimenea, aun deben estar los rescoldos calientes, solo hace algunas horas que nos marchamos.

Jimmy avanza hacia la chimenea y a la mitad se para y les dice a sus hermanos.

Yo también me he dado cuenta de que no hay ni cristo, no se donde estan los demás. Pero vamos a ir problema por problema, estoya punto de volverme loco.

- Sería entonces algún coche que pasase por el camino que nosotros tomamos para llegar hasta aquí- comenta Diamante tan extrañado como Jimmy al ver la furgoneta en el mismo sitio donde la habían aparcado. El rubiales había colocado una silla en ángulo sobre una pared para poder romperla y obtener algunos trozos de leña- Seguramente estos cabrones al estar aquí tan cerca de la puerta tuvieran tiempo de salir para pararlo y pirarse cagando leches- el respaldo de la silla pagó la furia que aún sentía el quarterback, recibiendo una fuerte patada que quebró la madera en varios trozos con un fuerte crujido- Esperemos que tengan algo de decencia de avisar a la policia o a quien sea para que vengan a por nosotros cuando pongan sus culos a salvos- dos o tres patadas más sirvieron para dejar la silla echa añicos y de paso relajar a Steve- Ahí tienes para encender la hoguera. Echale un par de hojas de papel y esas maderas. Yo voy a buscar en la furgoneta a ver si alguien traía algunas pastillas por si le sirvieran a Greg. Las tias suelen cargar con esas cosas...-y, tras encontrar las llaves de la furgoneta en los bolsillos de su hermano mayor salió de la biblioteca mientras echaba un vistazo a su alrededor- Dame una voz si pasara algo raro, Jimmy.

Acomodan a Greg cerca de la chimenea para que el fuego le caliente. Los rescoldos están aún calientes. Un rápido vistazo denota que las cosas no han cambiado mucho desde la última vez que estuvísteis aquí. La mesa que bloqueaba la puerta y que Rick apartó de un manotazo sigue por allí, su inscripción a cuchillo en otro lugar también. La silla que voló sin explicación, como lanzada por una potente fuerza telequinética, sigue echa pedazos en una esquina. La escalera que Eliz usó para encaramarse a la zona más alta de las estanterías de libros también aparece inmóvil. Nada indica que haya sucedido nada especial, excepto...

¿Pero qué coño es eso?

- ¿en esto se han distraido? - se pregunta sintiendo vergüenza ajena al ver la ouija. Pensar que mientras ellos estaban sufriendo bajo tierra sintiendo incluso que jamas podrían escapar de las catacumbas donde se habían visto encerrados, el resto del grupo se había dedicado a intentar conectar con espiritus como estúpidos adolescentes le estrujaba el estómago - Tiene cojones...en fín, voy a ver si encuentro algo para Greg - y, sin dar ninguna importancia al tablero, salió para buscar algún medicamento en la furgona.

Jimmy observa la Ouija extrañado, le produce una sensación de ambigüedad muy cercana al pavor, ni siquiera buscando en lo más recóndito de si es capaz de encontrar un chiste para hacer. Poco a poco se obliga a apartar la vista del extraño tablero y a ocupar la mente en otra cosa.

De acuerdo Steve, yo trataré de encender el fuego otra vez y que Greg entre en calor.

El joven recoge una brazada de astillas y trozos de silla, los coloca en la chimenea añade una bolas de papel para que prenda rápido.

Ninguno de los hermanos Skilton aún consciente parece prestar atención al hallazgo encontrado en la biblioteca. Una ouija. ¿Quién cojones habrá tenido la brillante idea?

Steve sale de la biblioteca de nuevo al exterior y se dirige a la furgoneta en busca de pastilla para el fuego y algún medicamento.

Por su parte, Jimmy se queda con su hermano, intentado reavivar el fuego de la chimenea...

Dejas a Greg acomodado cerca de la chimenea y te centras en el fuego. Pones toda tu atención en ello. Es probable que si alguiien hubiera entrado en la habitación, consiguiera llegar hasta ti y tocarte el hombro sin que lo percibieras. Abanicas y soplas los rescoldos de la chimenea. Las cenizas grises vuelan y se levanta humo. El crepitar de la madera da paso a una débil llama que en pocos minutos se convierte en algo sólido.

Para algo debían de servir tantas acampadas y tanto encender fuegos en el bosque...

Greg tirita a tu lado.

Vuelves a adentrarte en la penumbra de la noche... Diriges tu linterna hacia la furgoneta de Greg. Te mueves sin desviarte y veloz. Si algo te pasara estando solo... nadie podría ayudarte. El suelo está absolutamente embarrado y hace que tus pasos pesen demasiado.

Llegas a la furgoneta. El corazón se te encoge cuando diriges la luz a través del cristal goteado por la lluvia. Has visto decenas de películas de terror en las que este gesto es continuado por una mano que se pega al otro lado del cristal, o por la aparición súbita de un rostro deformado...

Dios...

Tiras de la manilla de la puerta del piloto. Vamos tío, tranqui te dices a ti mismo.

Te diriges a la parte trasera del vehículo buscando las pastillas para el fuego. Registras por encima alguna que otra mochila. Bien! Un paquete de pastillas para hacer fuego aparece en tus manos. Y ahora algo para Greg.

Sigues rebuscando. Los segundos caen sobre ti como losas pesadas. Sientes que cada instante en soledad te acerca cada vez más a algo fatídico.

Bien! Es mi día de suerte! Un paquete de pastillas sale del neceser de alguien. Lo tomas y te diriges al asiento del copiloto. De haber estado más sereno podrías heber recordado que Greg guarga el botiquín en un compartimento pequeño en un lateral de la caja trasera del vehículo. Pero no has caído. Al abrir la guantera en busca de algo más que pueda ser útil, te encuentras con una sorpresa, vaya! un arma! Una pequeña pistola.

Uno...dos...tres...

Un buceador avezado sabe que dispone de tres o cuatro minutos para realizar su inmersión. Si lo supera sabe que sus células consumiran todo el oxígeno de su sagre, sus pulmones se colapsaran y su cerebro dejará de trabajar. Debe medir el tiempo del que dispone, contar mentalmente los segundos que le quedan para calcular bien el momento de volver de nuevo a la superficie si no quiere perecer ahogado.

...cuatro...cinco...seis...

Diamante también llevaba la cuenta en su cabeza. Empezó a contar justo desde que atravesó el dintel de la puerta y pisó de nuevo el barro, ahora en solitario, una inmersión en una noche oscura que ya había exhibido suficientemente su peligrosidad. Su cuerpo también estaba empapado, todo lo que le rodeaba era agua, lluvia, charcos, ropa mojada y si no volvía de nuevo a la biblioteca, si estaba en esa asfixiante atmósfera desconocida y aterradora más tiempo del necesario, puede que jamás volviera a respirar.

...siete...ocho...nueve...

Se había vuelto a cubrir con la capucha, atándose la pequeña cuerda de ésta dejando sólo a la vista su nariz y los ojos. Le había dado un fuerte tirón a sus mangas, suficiente como para estirar la tela y que cubrieran sus manos. No quería dejar ni un solo centímetro de su cuerpo expuesto, no quería tocar nada...no quería que le ocurriese lo mismo que a Greg.

...ventidos...veintitres...veinticuatro...

No podía tardar mucho. El tic tac de su reloj avanzaba en su contra, aumentando con cada segundo las posibilidades de que algo malo ocurriera. Había entrado en la furgoneta...¿Como iban a haberse ido los demás con ella si no tenía gasolina?...y rebuscaba entre las pertenencias del grupo torpemente, con las manos cubiertas por sus mangas, dejando un gran revoltijo de ropas y útiles de aseo en la parte de atras donde iban las mochilas.

...venga...date prisa...

Bingo! Ni siquiera se había fijado en el nombre de la caja pero había guardado rápidamente las pastillas que había encontrado en una de las bolsas de aseo. Serían aspirinas o algo de eso, él no tenía tiempo para pararse a mirar el prospecto ni Greg tampoco en la situación en la que se encontraba. Junto con la pastilla para encender fuego ya tenía todo lo que necesitaba. Sin embargo, algo le atrajo a la guantera con su símbolo de VW.

...que mierda hace esto aquí?...

Miró rápidamente por detrás del asiento hacía la zona de atrás y bajó la ventanilla para ver a su alrededor sin que las gotas del cristal distorsionaran el exterior. Buscaba a alguien. Alguien que la hubiera colocado allí, quien sabía las razones, pues sabía que su hermano Greg jamás llevaría una pistola en la guantera de su coche...ya no...En cualquier caso, no tenía tiempo para pensar más. Debía salir de allí y volver a la biblioteca. El miedo estaba empezando a estrujar sus pulmones, como hacía la falta de oxígeno en el pecho del buceador. Puede que por eso la cogiera, sería útil para aguantar en esa mansión todo lo que les quedaba de noche, como una bomba de oxígeno permitía al buceador permanecer más tiempo bajo el agua...nunca había tenido una en su poder, intentó manipularla para ver si estaba cargada o no y, metiendosela por dentro del pantalón a la altura de su cintura decidió que era el momento de volver a la biblioteca con sus hermanos...

Pum pum. Pum pum. Pum pum.

Los latidos de tu corazón resuenan en tus oídos. Decides guardarte el arma. Nunca has disparado una, y no sabes por qué demonios Greg tiene una en la guantera de la "furgo". Pero si alguna vez ha habido un día en el que estarías dispuesto a abrir fuego contra algo que te amenzace, ese día es hoy... Esta maldita noche insana de locos.

Contemplas el metal negro y la forma de la pistola. En cierto sentido te sientes poderoso. Seguro de ti mismo.

Qué ha sido eso? No me jodas Steve! Dime que no has oído algo!

Giras la cabeza hacia el edificio principal del Convento. La puerta de entrada está abierta. Solo ves oscuridad más allá del dintel. Pero jurarias que has oído algo. Voces, susurros, movimiento...

Y yo con la puta linterna encendida! Joder!

Tu mano se aferra ahora a la pistola, sintiéndola aún más cercana.

La cabeza de Steve se gira bruscamente hacía el lugar de donde provenía aquellos ruidos, la oscura mansión, el convento...sale de la furgoneta y lanza una mirada rabiosa hacía aquel edificio, su figura erguida y altiva, sus brazos colgando a ambos lados de su cuerpo, en la derecha la linterna, que cuelga de su mano alumbrando el suelo, en la izquierda, su mano buena, la pistola que acaba de encontrar. Podrían ser sus compañeros, podrían haber entrado allí de nuevo pero Diamante ni siquiera llegó a considerar tal opción en su cabeza, no habrían sido capaces, no se hubieran atrevido...¿qué?...¿Quereis jugar?...¿no ha sido suficiente, verdad?...Estaba claro que algo o alguien los había estado manipulando a su antojo desde que aparcaron en esos terrenos y, hasta entonces, el joven quarterback se había limitado a correr y escapar, a huir y esperar a que algo malo volviera a ocurrir, el temor había ido por delante y había ido tirando de Steve a placer sin que éste hubiera podido resistirse en ningún momento. Sin embargo, había tenido momento de respiro, había tragado una fuerte bocanada de aire en esa inmersión de estrés y pánico.

Aprieta la pistola que acaba de encontrar con fuerza...¿le permitiría ir más allá?...¿Sería suficiente la bocanada de seguridad que le había infundido?...¿se atrevería a seguir buceando en esa noche de caos, a alejarse de la superficie de una realidad que aún podía controlar y mirar cara a cara al desconocido abismo que parecía llamarle? Su respiración comienza a agitarse, es cada vez más veloz, el oxígeno inunda su sangre e inunda sus músculos, ofreciéndoles el vigor necesario, su mente, acelerando sus pensamientos que se suceden en milésimas de segundo.

Cierra el furgón de un portazo y en tres zancadas llega a la biblioteca donde estaban sus hermanos. No llegó a entrar. Lanza las pastillas que había encontrado para Greg y para encender el fuego a su interior y emprende un paso decidido hacía el imponenete convento. Su hermano Jimmy apenas le da tiempo a observar como se aleja, aún lleva la capucha atada fuertemente cubriendole la cabeza que hace que, curiosamente, parezca un buzo embutido en su traje de neopreno.

Hasta aquí...no más...

No más miedo, no más gimoteos. Él era Steve Skilton, Steve "Diamond", "DIAMANTE", se había comportado toda la noche como una nenaza pero ahora iba a demostrar quien era él. Sus pasos cada vez se acercan más a la puerta de donde provenía el ruido, se mueve agilmente, braceando con fuerza y pisando con decisión hasta llegar al umbral. Allí se detiene, cruzando sus manos estiradas hacía el frente, en una la pistola, en otraz la linterna, iluminandole el interior mientras su cabeza se inclina hacía la izquierda en una pose chulesca...vamos...parece querer decir con su expresión corporal...estoy preparado...

Steve irrumpe de repente en la biblioteca. Entra como un vendaval. Su paso es seguro y decidido, a grandes zancadas. Apenas entra un metro en el interior de la biblioteca. En una mano la linterna, y en la otra… ¿Qué cojones...? Saca con dificultad algo y lo lanza con decisión hacia Jimmy, que permanece cerca de la chimenea con el fuego recién encendido. Débil pero seguro. Las pastillas para hacer fuego vuelan por la estancia y caen justo al lado del mediano de los Skilton dando un golpe seco. Tras ella, una segunda caja mucho más pequeña y ligera cae también al suelo. Parece una caja de medicamentos. Steve lleva la capucha puesta. Su semblante no se aprecia pero su lenguaje corporal delata que ha tomado una decisión que no va a cambiar. Está dispuesto. Y está cabreado.