Partida Rol por web

Mina volvió a agarrar la pistola con ambas manos. Por la forma en la que la sujetaba parecía ir a hacerse más daño ella que al hombre, pero por el momento era suficiente. La pianista esperaba no tener que apretar el gatillo, aunque era más probable que diese a un ángel antes que a Chapman de darse el caso.

El coche traqueteó saliendo de Chicago y Chapman no dejó de mirar a Mina de un modo que le revolvía el estómago. Era como si le advirtiera que un día, dentro de unos años, sería ella la que se encontrase en su situación, esposado y amordazado y a punto de ser asesinado por su reemplazo. Al menos, eso era lo que había dicho antes.

Matthias paró en una zona boscosa y apartada. Nadie les molestaría allí.

Iba tan pendiente del retrovisor que un par de veces estuvo a punto de salirse de la carretera, pero por suerte no llegó a ocurrir ningún altercado de importancia. Al llegar se bajó del coche y saco arrastras a Chapman sin ningún miramiento. Tenía el revolver cargado y apunto para volarle la cabeza a tiros y un arma afilada por si eso no era suficiente. Él mismo había sobrevivido a un tiro que le había rozado el corazón. No se iba a arriesgar a pifiarla.

-No tienes por qué ver esto, Mina -le dijo a la ghoul, serio. Lo último que le hacía falta a la pobre es ver una atrocidad como aquella.

-Yo... -comenzó a decir. No era muy honorable por su parte apartar la vista de la ejecución de alguien que era su problema. Chapman le había acosado y agredido a ella, no a Matthias, pero aún así...

Mina miró a Chapman una vez más antes de alejarse y dar la vuelta al coche. Por primera vez echaba en falta tener algún vicio que ocupase sus pensamientos, como el tabaco. "Esto no está pasando...", pensó abrazándose y mirando lo poco que podía percibir del oscuro paisaje.

El ghoul agarró a Chapman y, asegurándose de que la pistola estaba cargada, se alejó de aquel lugar todo lo posible para que Mina no tuviese que escuchar nada de lo ocurrido. Aunque por mucho que se alejase, no podría evitar que los disparos resonasen.

Matthias arrastró a aquel hombre hasta que dejó de ver el coche. Entonces le obligó a ponerse de rodillas, apuntándole con el cañón de la pistola. Le deshizo de la mordaza de la boca, al menos para que dijese algo antes de morir. Esas palabras probablemente le pesarían en la conciencia, pero todavía le quedaba algo de honor. No mataba por la espalda, si podía, sino mirando a los ojos de su víctima.

-¿Algo que decir? -dijo, impasible.

Chapman jadeó.

-Algún día tú estarás donde estoy yo. Algún vampiro se cansará de ti y te querrá sustituir o alguien creerá que no merece que sigas viviendo. El tiempo que tienes es prestado. La única manera que tienes de sobrevivir es el Abrazo, y nadie quiere un rival nuevo cuando puede tener un esclavo.

El ghoul escupió en el suelo.

-Que te jodan a ti y a la otra. Que le jodan a Veronica. Que os jodan a todos.

Matthias no dio respuesta. Ni siquiera se inmutó ante sus palabras pues no había nada nuevo en ellas. Tenía razón: lo sabía, aunque Mina viviese ajena a todo aquello. Más tarde se lo explicaría, si quería escucharle. Así que, sin alargar la espera, alojó tres balas en su cráneo. El trabajo estaba hecho.

Tras varios disparos Matthias regresó para coger una pala del maletero. No miró a Mina, al menos directamente, hasta que echó a andar de vuelta a donde se había producido el asesinato.

-Ven -dijo, aunque sonó a orden inamovible.

Caminaba con pasos firmes y una sombra poco halagüeña nublaba su rostro. El cadaver de Chapman estaba bocarriba, sin mordaza y con varios agujeros sangrantes dispersos en la cabeza. El ghoul comenzó a cavar en la tierra para proporcionarle una tumba a aquel hombre, y mientras lo hacía no podía evitar imaginarse que dentro de no mucho tiempo él mismo se encontraría en aquel lugar, tendido sobre la tierra y totalmente frío. Hizo una pausa en sus rítmicos movimientos para volverse hacia Mina.

-¿Qué piensas de todo lo que ha dicho? -quiso saber mientras clavaba la pala en el suelo y se deshacía de la gabardina.

Mina se estremeció con los disparos y cerró los ojos con fuerza. Ya estaba hecho y, por alguna razón, no se sentía nada bien sabiendo que su agresor estaba muerto. No esperaba llenarse de alegría, pero al menos algo de alivio si se había imaginado que sentiría. Seguía intranquila y disgustada y eso le perturbaba. Tenía ganas de echarse a llorar, pero la voz de Matthias le hizo contenerse. Mina le siguió como si no tuviera voluntad propia y observó el cadáver de Chapman en el suelo.

-No lo se... -apartó la mirada del muerto-. Yo... Hum... Verónica nunca haría eso conmigo -dijo no muy convencida de sus propias palabras-. Me curó, me dio su sangre. ¿Por qué lo habría hecho si no me quisiera a su lado?

A diferencia de Matthias, Mina no lograba imaginarse a Verónica dándo la orden de matarla.

El ghoul dejó aparte la gabardina y volvió a sujetar la pala con firmeza, hundiéndola en la tierra.

-¿Sabes por qué está muerto este hombre, Mina? Porque Verónica me lo ordenó a cambio de que le diese sangre a un muchacho que perdió la movilidad. Su futuro ghoul. Probablemente en cuanto mi Domitor se entere de lo que he hecho me mate y Verónica deje de lado a John, pero, ¿cuánto crees que tardarás en acabar como Chapman? Verónica me dijo que fue su sirviente durante décadas -dejó de cavar y se volvió hacia ella, señalándole con un gesto el cadáver-. Yo que tú me andaba con cuidado. 

Y dicho aquello, salió del agujero para coger los pies de Chapman y arrastrarlo a su improvisada tumba. Si Tommy no lo mataba, lo haría Verónica después de averiguar las dudas que ahora acosaban a la joven. Tampoco se sintió muy mal por ello.

Cuando el cadaver cayó al agujero, Mina decidió que había visto suficiente por una noche y volvió su rostro hacia la espesura. No era tan fácil. Matthias era un hombre de recursos, pero ella podía perder más si se iba del lado de Veronica que si se quedaba. Perdería la vista, a su tío, su ya escasa fama... ¿Cuando duraría huyendo ciega y sin nada en los bolsillos? No, desde luego no era tan fácil.

-No quiero seguir hablando de esto, Matthias... De verdad. No quiero -sentenció colocándose mejor la bufanda con manos temblorosas.

-Como quieras.

Y continuó con la labor de devolver la tierra a su lugar.