4 de abril de 1924 - 20:35
Hacía mucho que Mina no regresaba al Club. Aprovechando que Tommy no vendría ese día, esperó a la pianista junto a la puerta. No convenía que los vieran juntos mucho tiempo. Al verla llegar, el gangster le hizo una señal y dejó que subiera al coche.
Veronica le había dicho a Mina que iban a ocuparse del hombre que la acechaba. Tenía que confiar en su antiguo jefe y mantenerse fuera de peligro. Sería su sabueso, y cuando lo encontraran, ya no habría nada que temer.
Matthias esperaba fumando, recostado en el asiento del coche y oteando el horizonte. Recibió a Mina con una calurosa sonrisa acompañada de dos besos.
-Me alegro mucho de verte, Mina. ¿Cómo te encuentras?
Mina sonrió a Matthias al acercarse.
-Yo también me alegro de verte... por primera vez -apuntó la joven a la vez que se arrebujaba en su grueso abrigo. Casi vestía como una artista famosa-. Estoy bien, gracias. Algo preocupada, pero espero que hoy podamos solucionarlo. ¿Y tú cómo te encuentras? ¿Qué tal Cristen?
La pianista no tenía ni idea de que iba a pasar ni de como tenían que hacer las cosas. Sinceramente no le apetecía nada volver a ver la cara del hombre que la acosaba.
El griego guardó unos segundos de silencio.
-Falleció. Al final la enfermedad pudo con ella, pero es mejor así -agregó rápidamente, tratando de quitarle importancia al asunto-. Y tranquila, arreglaremos este asunto.
Mina miró a Matthias sorprendida. Sus mejillas palidecieron, pero pronto empezaron arderle por la vergüenza de no haberlo sabido antes. Su nuevo ritmo de vida le había hecho perder muchos contactos.
-Oh, lo siento mucho. No lo sabía -le dijo intentando excusarse por su torpeza-. Pero seguro que ahora está en un lugar mejor, tienes razón.
La pianista frunció los labios compungida e intentó acelerar la situación para pasar el mal rato.
-Gracias... ¿Entonces nos vamos?
-Claro. -Matthias le dedicó un gesto agradable y puso en marcha el coche-. Bueno, ¿qué puedes contarme de ese desgraciado?
Mina se sentó en el asiento de atrás. Quizá no era lo más educado, pero estaba demasiado acostumbrada a que le hicieran de chofer y, de hecho, nunca había ido en el asiento del copiloto. La joven miró a Matthias a través del retrovisor y frunció el ceño intentando recordar al hombre.
-Pues... No se muy bien como explicártelo, no estoy acostumbrada a describir a la gente por su aspecto. Solo se que tenía unos ojos mezquinos, del color de los tuyos. De hecho su piel también era muy parecía a la tuya... ¿muy morena? Y el pelo lo tenía peinado hacia atrás.
Mina recordaba más cosas, sensaciones, olores, pero no sabía como explicárselas a alguien que siempre había sido vidente. Ella no había sido ciega toda su vida, pero había muchas cosas que a lo largo de los años se habían convertido en recuerdos borrosos y abstractos, como los colores y las formas.
-Por lo demás no se nada de él. No se por qué me acosa de esta manera... ¿Esto es seguro Matthias? -se interrumpió a si misma-. Ese hombre es muy violento.
Matthias se sonrió.
-Tranquila, ya me lo señalarás cuando lo reconozcas -la excusó, tratando de colocarse en su situación. Debía de ser un cambio sumamente novedoso y extraño, parecido al que John iba a tener si aquello salía a pedir de boca, cosa que, en realidad, dudaba -. No realmente, Mina. Por eso, si la situación se vuelve tensa, no tengas reparos en irte. Y mucho menos si te doy esa misma orden. Le prometí a Verónica que te devolvería sana y salva, y soy un hombre de palabra. No dejaré que nada te ocurra.
Las palabras de Matthias parecieron aplacar sus temores, al menos de momento.
-Lo sé -le sonrió.
Mina suspiró y apartó la vista del retrovisor para mirar a través del crista de la ventanilla: hacía una noche preciosa.
Let's do this. Let's kill the betch!
Por lo que había conseguido averiguar a costa de no dormir demasiado aquel día, Chapman gustaba de beber en uno de los cientos de bares clandestinos que habían florecido en Chicago en los últimos años. El bar Black Diamond se encontraba en el centro, y se proveía del propio alcohol de Whelan por medio de sus intermediarios. Matthias debía de haber matado a alguien por el whisky que bebería Chapman aquella noche. También tenía que matarlo a él. Una vez entrabas en el juego, era difícil dejarlo. Se te iba de las manos.
Matthias aparcó el coche cerca del bar y le indicó a su acompañante que habían llegado al lugar. El humo del Black Diamond era mucho más denso que en el Green Mill. No había banda, sino un gramófono escupiendo canciones de vodevil que quedaba ahogado por las conversaciones y los juramentos. El Black Diamond era, decididamente, un sitio de peor calaña que su club.
La nariz de Mina se llenó de infinidad de olores. El tabaco hacía que le cosquilleara la pituitaria. Era imposible descubrir a su atacante entre toda aquella gente.
Astucia+Compostura.
Matthias se mantuvo junto a Mina, como si fuese su guardián o protector. Erguido y todavía con el sombrero puesto, oteó aquel club apestoso en busca del hombre que debían barrer. No lo conocía, de modo que esperaba que Mina le advirtiese de su presencia, si es que estaba allí.
-Cuando sepa quién es -le dijo en tono quedo mientras se desabrochaba la chaqueta-, nos iremos de aquí y esperaremos a que salga. No puedo armar una trifulca en este lugar. También existe la posibilidad de que tú lo saques fuera, pero no quiero ponerte en ese compromiso si no es necesario y si no quieres.
Motivo: Miau
Dificultad: 8
Tirada (5 dados, se repiten 10s): 1, 8, 6, 6, 2
Éxitos: 1, Fracaso
Matthias no conocía a Chapman, pero le habían dicho que era violinista. Su vista se detuvo sobre el estuche de violín en el que tamborileaban los dedos de un hombre grueso y de aspecto sudoroso. Estaba solo en una mesa, pero había dos vasos en ella. La silla de su lado había sido apartada ligeramente.
Cuando Matthias se lo dijo, Mina vio a un hombre sentado en una mesa con un estuche de violín a su lado. No era Chapman.
Mina también se caló su elegante sombrero. La pianista rodeó el brazo de Matthias con el suyo y apartó la mirada del estuche del violín para volverla sobre su hombro pretendiendo ser discreta.
-No es ese... -susurró-. Pero parece que hay alguien más con él, quizás esté en el servicio.
-Está bien. Nos quedaremos ahí -Señaló una mesa vacía que quedaba en un mal ángulo-. Cuando se vaya seguimos con el plan de antes. A no ser que se te ocurra algo mejor.
Matthias le dio unas palmadas suaves en la mano para tranquilizarla.
-¿Te apetece tomar algo?
-Creo que una tila -dijo a la vez que tomaba asiento con una media sonrisa-. Pero con mucho azúcar... Quiero que me abandonen los nervios, pero no tanto como para no poder salir corriendo si es necesario.
Mina miró de nuevo hacia el hombre gordo y se preguntó por que estaría sudando tanto.
Al poco tiempo, alguien se sentó a la mesa del violinista. Era un hombre más delgado y joven. Llevaba el pelo engominado hacia atrás y un traje algo ajado, y fumaba. Se tomó su bebida de un trago y entabló una conversación con su acompañante. Mina lo había visto antes. Era él.
Tirada oculta
Motivo: -
Dificultad: 1
Tirada (2 dados, se repiten 10s): 3, 7
Éxitos: 0, Fracaso
Matthias se acercó a la barra para atender la petición de Mina y pedir un whiskye. Después regresó a la mesa echando un vistazo a la mesa de Chapman.
-Es él -susurró Mina. Un escalofrío recorrió su espalda cuando vio sus ojos oscuros y maliciosos-. Es ese hombre, el que se acaba de sentar.
El griego asintió, mucho más serio que antes. Se tomó la libertad de sujetar la mano de Mina y susurrarle unas palabras tranquilizadoras. Ahora solo cabía esperar y rezar para que aquel impertinente no reparase en su presencia y armase un escándalo en público. Aquello sería penoso.