Partida Rol por web

Ya que tenía un bar y un restaurante lo primero era buscar comida, principalmente comida enlatada, refrescos y cosas que no se estropeen con el tiempo, lo metería en una bolsa. Para entrar en cualquier edificio siempre buscaría las zonas más iluminadas y con la escopeta en la mano por si surgía alguno de los bichos. Una vez tuviese provisiones para varios días sería el momento de buscar un buen refugio.

|Hotel|

Cuando llegué al corredor, giré a la derecha y me dispuse a investigar alguna habitación para ver si podía encontrarme algo útil, pero me encontré con que ambas puertas estaban bien cerradas así que terminé por coger el otro pasillo. La primera puerta que probé, estaba cerrada también pero la siguiente que encontré estaba abierta. Aferrando bien mi vara metálica, abrí con rapidez y me pues en guardia para comprobar que la habitación estaba vacía.

Mark consigue coger un par de latas y las arroja para ver si hay algún tipo de reacción. Sabe que no se trata de un bicho, porque el ruido se produjo en la zona iluminada, pero podría ser cualquier otra cosa... entonces... ve a una mujer con un carrito de compras.

Lenore ha conseguido cargar algo de alimentos y bebidas y está en la puerta doble por la que entró, con su carrito, dispuesta a ir a casa cuando... de pronto... una lata cae muy cerca a sus pies. La chica vé que es una lata de caballa, de color azul. La misma rueda por el suelo. Una segunda lata golpea una de las cajas registradoras. Lenore no puede evitar mirar hacia atrás antes de salir, como un acto reflejo.

Ve a un hombre, de barba, con campera y un arma en su mano. Él la ha visto y fue el responsable del tirado de latas, a menos que por el virus se pueda creer que los objetos han cobrado la habilidad de moverse. Está parado mirandóla, sorprendido.

Carl ingresa en la tienda, tiene el arma levantada y apunta con ella a los rincones oscuros. Entra, se acerca al primer mostrador. Aquí hay luz natural así que se siente protegido todavía. Mira que en este mueble se encuentra la caja registradora, unas tarjetas de baseball, de los jugadores; abajo del cristal que tiene este escritorio largo (mostrador) se ve el primero de los cajones de cada hilera. Ve toda una serie de pelotas: de tenis, de baseball, de golf. Además hay zapatillas de deporte, en otro cajón se vé guantes de baseball, y gorras de distintos colores. Para ver qué tienen los otros cajones, tendría que pasar del otro lado, o sea desde donde el vendedor atiende a los clientes y abrirlos.

Detrás del mostrador hay un mueble que tiene distintos palos de golf, bates y un par de raquetas de tennis. Lo malo de esa zona es que hay una parte bastante ensombrecida, al final, cerca a una puerta que hay al costado.

"ninguna linterna" Carl esta sudando demasiado, "tal vez solo sea un perro"

sin dejar la pistola y de mirar al fondo Carl tantea con la mano izquierda para recoger una pelota y luego la tira con fuerza hacia la zona en sombras donde escucho el ruido

Al principio no puedo creer lo que ven mis ojos. Otro ser humano, después de tanto tiempo. Entonces caigo en la pinta que tengo que tener, armado hasta los dientes y arrojando latas...

Dejo caer mi arma y salgo a la luz con las manos en alto. La alegría de encontrar otro ser humano me ha hecho abandonar cualquier precacución, ya que ella continua armada. Me acerco con pasos cortos.

Hola...eres...¿normal? 

Richard tomó la escopeta y la colocó en su espalda. Se acercó a la casa. Comprobó que una ventana estaba abierta y entraba suficiente luz en el interior para no tener que temer nada. Entró por ella y se encontró en un baño. Había una tina grande, vacía. Un inodoro, papel higiénico, un botiquín adosado a la pared, la cual estaba tapizada de azulejos verdes, o de un color que en algún tiempo había sido verde. En el suelo había un tapete que decía "Love" y estaba hecho en forma de corazón.

Richard entreabrió la puerta del baño y descubrió que daba a un comedor en donde entraba alguna que otra luz de una ventana medio abierta. En el centro se hallaba una mesa circular sobre la que se habían dispuesto cuatro platos. Una fuente y unas botellas de vino coronaban el centro. Richard notó que, en una de las sillas, había un esqueleto humano, atado y con la boca abierta.

Los esqueletos no eran infectados, esa era la buena noticia, la mala es quién había hecho semejante atrocidad. Richard podía primero mirar el botiquín y luego pasar al comedor o salir nuevamente y probar otra entrada o irse con la camioneta, si que andaba, porque sí tenía la llave.

Rinus se acercó a la parte trasera del camión. Apoyó su cabeza contra el frío metal de la puerta trasera y trató de oír. Al principio no escuchó nada, pero luego de un minuto oyó unas palabras.

Eran palabras, sí, de eso no cabía duda. Pero qué decían o quién las profería seguía siendo un misterio para el hombre. Intentó escuchar algo más pero solamente le llegaba el rumor de unas voces diciendo algo. No había manera de lograr captar más, a menos que pudiese abrir el candado. Rinus buscó algún objeto con el que hacer una especie de llave provisoria y escuchar ese mágico "click". Entonces vió un pedazo de metal, pequeño, como un cordel o algo circular y pequeño con el que maniobrar la cerradura.

Rinus se acercó a la puerta del camión y pensó si podía intentarlo. También podría hablar y ver si alguien le respondía, hasta ahora nada de eso había pasado.

Por un instante, Lenore perdió el aliento y quedó petrificada, como un venado frente a los faros de un auto, con la boca entreabierta en un gesto de espanto.
El hombre dejó caer su arma y el ruido que produjo, la hizo dar un respingo. Sus ojos dilatados por la sorpresa se clavaron en el hombre barbado, que se adelantó lentamente.

—Hola...eres...¿normal? —le preguntó.

Lenore apuntó el frente del carrito hacia el desconocido, como si éste fuera capaz de formar una barrera protectora ante su avance. Inmediatamente se dio cuenta de que la idea era estúpida, pero no soltó el carrito. Caminó lentamente hacia atrás, en dirección a la salida, sin perder de vista al hombre.

—No te me acerques —le advirtió con voz quebrada por el miedo.

Miró de reojo, hacia el exterior. Se preguntó si sería capaz de ganar la salida, antes que el sujeto se le echase encima.

Ben entra al restaurante. Comprueba que es una especie de restaurant de estilo italiano: mesas redondas, con dos sillas cada uno, están coronadas con manteles a cuadros rosas y blancos. En el medio de cada una hay una vela, ahora apagada, y un pequeño florerito con una flor artificial. Las sillas son de madera clara, y toque rústico.

Ben va a la puerta que corresponde a la cocina y encuentra la heladera, plateada y de grandes dimensiones, llena de los siguientes víveres:

Carne congelada, huevos, leche y algunas verduras variadas.

Ben sabe que dado que la infección pasó hace un año podría ser que todo esto esté en mal estado, pero por otro lado, se sabe que no todas las ciudades cayeron al mismo tiempo. ¿Podría ser que esta fue una de las últimas en caer? Si eso fuese así, los productos tendrían entre dos a tres meses, y bien fríos serían comestibles.

Por otro lado había una puerta que tenía un cartel en el cual se leía: "Depósito". Ben podría probar allí, pero siendo un depósito era de entender que se tratara de un sitio oscuro.

Joy entra a la habitación. Lo primero que nota es que la luz de los ventanales cubre la misma, por lo cual no tiene por qué sentir miedo. Ingresa y vé una cama doble, una heladerita llena de bebidas, entre ellas algunas alcohólicas, un ventilador de techo y una puerta que da al baño, la cual está entreabierta. Joy asoma la cabeza por aquí. La luz está encendida, aunque sea plena mañana y un esqueleto se encuentra en la ducha, tirado sobre un rincón, debajo de la regadera. Joy no ve más que eso y el botiquín de primeros auxilios, que tiene unas aspirinas, un poco de jarabe para la tos, un par de cepillos de dientes nuevos, otro usado y oscuro, lleno de bacterias y un par de pomos pequeños con pasta dental.

Abre la canilla y ve que el sitio aún conserva agua corriente.

Me acerqué atento y nervioso. Iba a forzar la cerradura... lo hubiera hecho igual sin haber oido los ruidos, pero la esperanza de encontrar a alguien vivo me apresuraba. Por otro lado también podría ocultarse un engendro de la noche ahí. "Es de día, vamos, no podrá salir..vamos", me animaba a mí mismo intentando ocultar el miedo que sentía.
La cerradura no parecía difícil de abrir. el trozo de cordel con metal, le bastaría..."la pistola!!"pensó de repente. La saqué del interior de mi ropa, asegurándome que estaba cargada. Tenía algo de prática con ella, no era un experto, pero si lo suficiente para saber usarla adecuadamente. Se la puso en la cintura del pantalón.
.-QUIÉN ESTÁ AHÍ DENTRO?!!. HAY ALGUIEN?!.- gritó dándo unos golpes en la puerta trasera del camión, esperando respuesta.

No me daba ninguna confianza esa productos, arriesgarme a comerlo podría hacerme enfermar del estómago, tendría que arriesgarme a entrar en el “depósito”, antes de abrir esta puerta busqué alguna bolsa donde poder meter comida, de no encontrarla cogería uno de los manteles, que bien “empaquetado” podría hacer la misma función, así, con el rifle preparado y con la mano izquierda sujetando el cañón del rifle pero además con la linterna encendida así vería justo lo que apunto con el rifle, abrí esa puesta para buscar comida.

-Ey...tranquila. Tú también me has pegado un buen susto a mí. Intento sonreir buscando algo de complicidad con la mirada.

-¿Este lugar es tu refugio? Lo siento, chica, pensaba que estaba abandonado. Señalo nerviosamente los pasillos Sólo entré para pillar un par de cosas y me largaré enseguida. No pienso hacerte ningún daño, quédate el bate si quieres...

Continúo sin hacer ningún gesto amenazador y con las manos levaantadas.

-Eres la primera persona viva que veo en mucho tiempo. ¿Sabes si aún existe gobierno o autoridad o algo?

—Ey...tranquila —trató de calmarla el desconocido—. Tú también me has pegado un buen susto a mí.

Lenore no respondió y retrocedió unos pasos más hacia la puerta, observando al hombre con tensa cautela.

—¿Este lugar es tu refugio? —preguntó el sujeto—. Lo siento, chica, pensaba que estaba abandonado —señalo nerviosamente los pasillos—. Sólo entré para pillar un par de cosas y me largaré enseguida. No pienso hacerte ningún daño, quédate el bate si quieres.

Lenore dio un paso más hacia la salida. Las puertas de doble hoja de acrílico se abrieron, al detectar su proximidad. Miró al tío con detenimiento. Su rostro ya no expresaba temor, sino más bien desconfianza. Negó con la cabeza.

—No vivo en un jodido supermercado —respondió, recuperando su tono normal—. Sería un suicidio. La sección de deportes está llena de bats. La gente que saqueó este sitio no estaba pensando en echarse una partida de baseball, precisamente. Lo que necesito es comida que no esté podrida. —observó el arma tirada en el suelo y se encogió de hombros—. Pero si quieres, te cambio el carrito por el rifle.