Partida Rol por web

Entendió lo que estaba sucediendo; sabía lo que los Vigilantes habían hecho. Cuando vives en el distrito tres, sabes esas cosas. Lo que no sabía era por qué. ¿Había puesto al público en su contra al matar a Hans o...?

Aún estaba vivo. Eso era lo importante. Quitó la mano de la palanca que había mantenido encendida la motosierra, porque no quería sustos, y se volvió. La chica había echado a correr, pero el otro seguía allí. Con un grito salvaje se acercó a él y trató de hundirle la sierra en el vientre.

El tributo del distrito 12 estaba ya demasiado herido como para poder evitar un ataque. Debilitado y cansado, casi dio las gracias cuando la sierra acabó con su sufrimiento, desplomándose sobre Dane y soltando el arco de su mano derecha. Sonó otro cañonazo.

Sarah seguía corriendo y dejando un rastro de sangre tras de sí. A pesar de estar tan herida, corría considerablemente y ya le sacaba una buena ventaja al tributo del distrito 3.

Cuando Antwoine cayó sobre él tuvo que retroceder un pie para no perder el equilibrio. Empujó al tributo para quitárselo de encima y soltó la motosierra, a falta de tiempo para arrancarla del vientre de Antwoine.

No tenía tiempo para coger aliento. Al girar la cabeza vio a Sarah, ya muy lejos, corriendo por la llanura. Echó mano de lo primero que pudo alcanzar para correr detrás de ella: el arco. No se dio cuenta hasta que ya estaba corriendo detrás de la chica que el arco por sí solo era inútil. Tendría que improvisar.

La carrera de Sarah quedó interrumpida por una cortina de gas apestoso que surgía del suelo. En cuanto Dane quedó a diez metros de ella, una circunferencia de géiseres y gas los encerró dentro. Una voz del cielo dijo:

-Sólo puede quedar uno. ¡Suerte y felices Juegos!

Dio un respingo cuando los géiseres estallaron, pero pudo por fin dejar de correr. No tenía tiempo para recuperar el aliento. Ya estaban cerca del final. Se iba a acabar, por fin. Él tenía un palo y una cuerda; Sarah, un cuchillo. Daba igual. Estaba muerta.

Sudoroso y sin aliento se lanzó sobre Sarah, dispuesto a acabar con ella. Con la mano que tenía libre trató de agarrar la mandíbula colgante y dar un tirón hacia abajo para tirarla al suelo antes de que tuviera oportunidad de atacar.

El hueso cedió y Sarah lanzó un chillido horrible, como si se ahogase en su propia sangre. Cayó al suelo y se estremeció, sabiendo que iba a morir.

Se tiró sobre ella y terminó sentado a horcajadas sobre su pecho. Aún temiendo el cuchillo, la golpeó en la mano y la muñeca con el arco hasta que lo soltó. Sin más dilación, apretó el palo curvado contra su cuello, utilizando ambas manos para ejercer presión.

Trató de mirar, pensó que era lo justo. Pero la cara horriblemente deformada, con la mandíbula prácticamente desaparecida y la carne, la piel y buena parte de los labios convertidos en carne picada, los restos de la lengua al descubierto, aún moviéndose, y los ojos oscuros abiertos como platos, de puro terror, a medida que las partes aún visibles de su piel iban tornándose moradas, todo eso fue demasiado. Apretó la mandíbula y miró hacia delante, hacia el muro de géiseres que se alzaba ante ellos.

Y apretó. Apretó hasta que ya no oyó los horribles gorjeos, ni notó el cuerpo de Sarah removiéndose bajo su peso, tratando de librarse de él. Entonces, apretó más. Hasta escuchar el cañonazo.

Había terminado. Soltó el arco como si quemara y se dejó caer de costado junto al cadáver horriblemente mutilado de la penúltima superviviente de los Juegos del Hambre. Él, él había sido el último. Se quedó tumbado bocarriba en una posición muy incómoda debido a la mochila que aún llevaba a la espalda, respirando pesadamente y mirando el cielo encapotado. Esperando a que le sacaran de allí. A que le llevaran a casa.