2 de diciembre
Dynblaid. Barricada del pueblo
Taliesin asintió a sus palabras, aunque arrugó el entrecejo.
-Sigo creyendo que al final es una ilusión, nosotros lo llamamos escoger pero…- Tras pensarlo un poco, el rubio se dio por vencido encogiéndose de hombros y soltando ruidosamente aire por la boca, a fin de cuentas Ewan tenía razón.
Si giró hacia su amigo con los ojos como platos cuando propuso aquel “plan”.
-¡¿Qué?!- Al ver la sonrisa de Ewan, Taliesin no pudo evitar soltar una carcajada. En aquella risa iba parte de la tensión que había ido acumulando esos días- Sabes… preferiría enfrentarme de nuevo al clan vampírico antes que decirle eso a alguna- Pensaba, por supuesto, en la reacción de una en concreto. Para su sorpresa le divirtió la idea de que no funcionase y verse a sí mismo en ridículo. Pero… ¿Y si funcionaba realmente?
-Creo que lo de los colmillos esta pensado más para nosotros que para ellas.
Su tono ya no tenía tanta seriedad como antes, y a todas luces estaba más relajado, aunque eso no evitaba que su frase tuviese un tinte amargo. Desde luego, la idea de verse arrastrado a una lucha contra sus hermanos por el deseo de poseer a una doncella no era algo que le agradase.
Se sorprendió un poco ante la pregunta de su amigo, pero era demasiado evidente, sobre todo para él. Sin embargo su descripción le hizo girarse, quedando apoyado con la espalda y los codos en el parapeto.
-Vaya, vaya- Sonrió de forma burlona- Y pensaba que de los dos, yo era el mejor poeta- Le dio un puñetazo suave en el brazo, se aclaró la garganta teatralmente:
Valientes, sin duda, cual diosa al alba
Pero tus ojos revelan su causa
No engañes con versos de gloria y honor
Confiesa, ¿por quién arde tu corazón?
¿Qué flor te roba el sentido?
¿A cuál de las rosas miras perdido?
Taliesin sonrió de oreja a oreja, creía haber visto en Ewan una cierta emoción, una muy similar a la que podía tener él, sumado eso a los claros signos de cansancio que mostraba… quizás tuviese algo que contar. Si su amigo también había sentido algo o se había fijado en alguna doncella, nada le habría agradado más que saberlo y apoyarle.
Pero no jugaría a las evasivas, no con él, por tanto, tras la chanza, respondió con calma.
-Hay una que sí me ha hecho perder el sentido- Ewan sabía que el autocontrol para Taliesin era sagrado- Fui con Meira al bosque tras la llegada al pueblo. Ella quería recobrar algo que había perdido y yo tenía que protegerla, era nuestra misión- Se excusó un poco- Hay algo en ella que me atrae. Pero no sé si es por la marca. No sé cómo actúa el celo.
2 de diciembre
Dynblaid. Barricada del pueblo
Ewan bajó los hombros; en parte, su amigo tenía razón. No es que ellas fueran tan libres como deberían, pero, dentro de sus posibilidades, les brindaría toda la capacidad de elección que estuviera a su alcance. Aun así, al escuchar la risa de Taliesín, no pudo evitar sonreír con amplitud y asintió con firmeza.
- Sí, creo que yo también lo preferiría, pero... te sacaría de dudas y, si no, a ella le arrancaría una sonrisa.
Le guiñó un ojo, dejando entrever un atisbo de picardía, mientras meditaba sobre lo de los colmillos. No tenía claro cómo abordar ese tema, pero reconocía que su amigo había dado en el clavo. Sin perder esa sonrisa tan suya, volvió a asentir con convicción.
- Y eres mejor poeta. Si tengo que conquistar a alguien con mi labia... o con mi físico... lo tengo complicado.
Lo dijo con una honestidad desarmante. Estiró el cuello con suavidad, sin apartar la mirada de los ojos de su amigo.
- El celo... si fuese eso, lo sabrías, créeme. Es como un fuego abrasador que consume desde dentro. Lo que tú describes suena más... profundo. ¿Meira, no? ¿Cómo es, físicamente? -negó enseguida con la cabeza, ¡la que había salvado! Menuda pregunta más tonta había hecho- Aún no me sé sus nombres, lo siento. Pero deseo de corazón que, si es quien guía tus sueños, consigas despertar a su lado.
Finalmente, dejó escapar un suspiro leve y alzó la vista hacia las nubes.
- Más que perder el sentido, no termino de comprenderla. Maeve, la pelirroja que salvé. No sé si es temeridad o locura, pero se sobrepone a las cosas con una facilidad sorprendente y tiene bastante claro que quiere que la ayude cuando empiece a... cambiar. No sé bien cómo sentirme -le dedicó una mirada cómplice y un amago de sonrisa-. Incluso... nos besamos. Pasé una noche... agitado.
A falta de una palabra más precisa.
2 de diciembre
Dynblaid. Barricada del pueblo
No pudo evitar sonreír ante el comentario de Ewan, pues pensaba en la posibilidad de decirle aquella frase a Meira y que no funcionase. El resultado sería cualquiera menos una sonrisa por parte de la chica.
La certeza con la que su amigo creía haberse analizado a sí mismo hizo que Taliesin pusiese una mueca de desagrado. Negó con la cabeza con vehemencia y puso un brazo sobre los hombros de Ewan, zarandeándolo un poco.
-Nada de autocompasión. Puede que no seas el mejor luchador del clan, ni tampoco el mejor orador, pero tu corazón es el más noble con diferencia y también el más valeroso- Acercó su rostro al de Ewan y bajó la voz, como si contase un secreto- Es muy fácil ser valiente cuando tienes un físico intimidante o cuando eres un as en la batalla, pero serlo cuando estás en clara desventaja… Ahí se demuestra el valor.
Le retiró el brazo y se puso enfrente suya, sonriendo para darle ánimos, aunque lo que diría a continuación lo dijo con plena sinceridad, no para únicamente animar a su amigo.
-Además, para conquistar a alguien a veces no hay que ser el mejor, solo ser tu mismo. Maeve caerá rendida ante ti cuando te conozca, estoy seguro de ello. Y además…- Abrió los ojos como platos e incluso su boca se abrió un poco cuando Ewan mencionó que ya se habían besado- ¡No pierdes el tiempo!- No pudo evitar reírse. Pensaba que Ewan sería más tímido e iría con más calma- ¿Habrá sido cosa de esa Maeve o tendrá algo que ver la marca? Cuánto se sentirá atraída por Ewan realmente- No dio voz a esas dudas para no estropearle al joven su emoción, pero no pudo evitar preocuparse por él.
Recobró la compostura para intentar aconsejarle
-No es poca cosa lo que te pide… Si estás con ella cuando todo empiece y te asalta el celo, ya sabes lo que sucederá, más si ya os habéis besado…- Dirigió una mirada interrogante a su amigo, a fin de cuentas había descrito el celo con demasiada exactitud, pero no preguntó más. Si deseaba decirle algo, lo haría.
Suspiró cuando le tocó hablar a él sobre Meira, pero mentiría si dijese que no le apetecía soltarlo todo, como si guardárselo hubiese sido una pesada carga. Al parecer, por el estado físico de Ewan, la carga que habían estado soportando era similar. ¿Sería para todos así?
Meto a Meira con mi siguiente post haciendo como que pilla a Tal con las manos en la masa xD (así no pilla los chismes sobre Ewan)
2 de diciembre
Dynblaid. Barricada del pueblo
En la distancia podían escucharse algunas risas sueltas y murmullos de conversación. No se podría apreciar de qué se estaba hablando, pero la figura de los dos jóvenes, sobre el muro de la empalizada, era visible desde el interior del poblado, si es que alguien prestaba suficiente atención. Ambos parecían inmersos en una conversación que parecía ir variando entre la seriedad, la broma y también el secretismo por los momentos en que bajaban la voz. No eran los únicos guardias en toda la empalizada, pero sí de los pocos que a todas luces relegaban la tarea de vigilancia a una segunda posición, como poco.
Absortos en la conversación como estaban, no fueron conscientes de una figura que iba acercándose cada vez más y ya podía escuchar de fondo parte de lo que ambos cuchicheaban, aunque ahora le tocaba al rubio y parecía estar dando un grandilocuente discurso.
-Si (...) Es(…) rasgos afilados (...)muy (...) - Y a medida que se acercaba, las palabras cobraban sentido- tiene unos ojos siempre desafiantes y alerta, fuego en la mirada y acero en la voz- Sin darse cuenta Taliesin había empezado a sonreír, a ojos de algunos, de forma bastante estúpida- Lleva el cabello suelto y algo rizado, lo que le da un toque salvaje. Ewan, ella es… No sé como describirlo- Chasqueó los dedos buscando las palabras, sin preocuparse por estar subiendo quizás demasiado el tono de voz- Es fuerte, indómita, no se quiebra ni se dobla, no pide permiso- Si no hubiese sido Ewan quien recibía aquella descripción, Taliesin se habría cortado hace mucho, pero con él tenía libertad, así lo sentía- Cuando me transformé y la olí… Me recordó a algo. No puedo quitármelo de la cabeza. Espero de verdad que sea como dices...
Se acercó a su amigo, bajando la voz, en su cara se reflejaron ahora todas las dudas del chico, tanto por su última frase como por lo que estaba a punto de comentarle. Puso mucho cuidado en lo que decía, como si se tratase de una especie de traición.
-Sé que aquí se marchitaría, hermano. Todo esto… de alguna forma sé que no lo aceptará nunca.
2 de diciembre
Dynblaid. Barricada del pueblo
No pensaba quedarme de brazos cruzados. No cuando el tiempo jugaba en mi contra. Tras confirmar parte de mis sospechas con el resto de doncellas había intentado permanecer alejada de todos los habitantes de aquel pueblo, explorado concienzudamente los alrededores de Dynblaid. Me llevaría varios días hacerme un esquema mental de aquella parte del bosque, pero tenía que familiarizarme con el terreno antes de planear nada. Quería marcharme. Iba a marcharme. Pero no sin antes saber más sobre esa dichosa marca.
Salí de la taberna con la determinación pintada en los ojos. Necesitaba respuestas, y aunque prefería mantener las distancias para evitar ser arrastrada por aquella extraña influencia, Taliesin era mi mejor baza. O eso intenté justificarme a mí misma. Quería volver a hablar con él, aunque una parte de mi cuestionaba si era realmente porque lo sentía de verdad o porque estaba siendo sugestionada.
No lo encontré en el taller. Tampoco en los establos. Finalmente reconocí su silueta sobre las murallas de madera. El primo de Drakhan, el chico que, junto a su... ¿padre?, se había interpuesto cuando empujé a ese arrogante estaba con él. Los observé desde lejos, perdiendo un poco la confianza de acercarme.
— Quizás es mejor así. — me dije dubitativa. Estar con él a solas definitivamente no era buena idea, pero no sabía hasta qué punto sería sincero teniendo a otro de sus hermanos delante. Suspiré. No tenía nada que perder por intentarlo.
Me aproximé a la empalizada sin intención de ocultarme. No esperaba escuchar nada de lo que Taliesin estaba diciendo y la sorpresa me hizo detenerme a unos pasos.
— (...) No puedo quitármelo de la cabeza.
Sentí un hormigueo en el estómago, como si un grupo de mariposas agitara sus alas y me hiciera cosquillas. Estaba a punto de darme la vuelta para no interrumpir justo en el peor momento cuando mis ojos se cruzaron con los de Ewan. Taliesin me daba la espalda y terminó de hablar sin saber que yo estaba ahí. Carraspeé e inconscientemente reafirmé mi postura, tratando de aparentar que no había oído nada.
— No sé si es buen momento, pero... necesito hablar contigo. O con los dos — añadí apresuradamente, para que no pareciera que insinuaba una conversación privada. Tragué saliva y aguardé, sintiendo cómo mi propia determinación titilaba por un segundo.
INDUMENTARIA
2 de diciembre
Dynblaid. Barricada del pueblo
Reía animado junto a su amigo. No tenía intención de corregirlo; además, cuando este empezó a hablar de ella, sus palabras capturaron por completo su atención, como si fuera un niño escuchando embelesado a un cuentacuentos. Asentía de vez en cuando, tan absorto que ni siquiera notó la llegada de Meira.
- El olor... -un escalofrío le recorrió la espalda- Eso es auténtico, amigo.
Se inclinó un poco hacia él para escuchar aquella última reflexión en secreto y, con el mismo tono confidencial, respondió:
- Aquí es muy grande. Sólo necesitan un hogar... uno de verdad.
El carraspeo inesperado lo hizo ponerse firme de inmediato, como si un superior los hubiese sorprendido en plena procrastinación. Incluso empalideció un poco. Y entonces... vio a Meira y no pudo evitar soltar una carcajada sonora. No sabía si aquello mejoraba o empeoraba la situación, pero sin duda lo hacía más divertido y memorable. Le señaló con un dedo mientras se quitaba una incipiente lágrima de risa del ojo.
- Sólo conozco a otra persona capaz de aparecer en momentos tan precisos: la vieja Minerva. Soy Ewan y tú... debes ser... Meira, ¿cierto? -aguantó una risita, negando con la cabeza- Siempre es un buen momento para decir lo que necesites. Si no te importa, me quedaré; quizá pueda ayudar.
Con esas últimas palabras, su expresión se volvió más seria y se inclinó con respeto ante la joven, dejando entrever una mezcla de curiosidad y cortesía.
2 de diciembre
Dynblaid. Barricada del pueblo
Me quedé momentáneamente estática, mirando a Ewan con el ceño ligeramente fruncido sin entender su repentina carcajada. Cuando me señaló con el dedo, comprendí que la situación me había delatado. Un leve calor me subió a las mejillas.
— Así es. Meira. — confirmé, con un ligero asentimiento.
Forcé una media sonrisa, algo incómoda, y cambié el peso de un pie a otro, buscando disimular mi nerviosismo.
— Está bien — accedí finalmente, aunque mi tono sonó más titubeante de lo que me habría gustado. — No es nada que deba mantenerse en secreto. Creo... — desvié la mirada un segundo, consciente de que ambos me observaban, y me crucé de brazos, como si ese gesto pudiera darme algo de seguridad. — ¿Qué podéis decirme sobre la marca de la luna? — pregunté al fin, esforzándome por sonar firme. Y, tras una breve pausa, añadí en un tono más bajo, pero cargado de significado — ¿Y qué no...?
Asintió con ganas a las palabras de Ewan, quería creer en ellas de verdad, aunque no pudiese desprenderse de todas sus dudas.
-Eso es auténtico... Si, quizás, el olor... ¿El olor?- Se dió cuenta de que había dejado de recordarlo y volvía a notarlo en la realidad. Pero fue demasiado tarde. El carraspeo llevo a Taliesin a una reacción similar a la de Ewan, sin embargo, en vez de palidecer, su cara enrojeció sobremanera, siendo imposible de ocultar por el tono pálido de su tez.
Se giró lentamente, intentando prolongar el giro para rebajar el sonrojo. No le hizo falta escuchar la voz de la joven para saber quién estaba tras él.
Dio un golpe a Ewan en el pecho cuando este se rio a pleno pulmón, pero sin poder evitar que su risa le hiciese curvar ligeramente los labios.
El rubor no había desaparecido cuando se inclinó levemente a modo de saludo ante Meira.
-Por supuesto- Respondió por lo bajo, temiendo que su voz temblara demasiado. No sabía cuanto había escuchado de lo que le estaba confesando a su amigo, no sabía ni si había hablado demasiado alto, ni si había gesticulado en exceso. Demonios, en esos momentos no sabía ni lo que había dicho. Solo sabía que estaba perdido ante la mirada de aquella joven. Aunque una cosa actuó en su favor, perderse en las líneas de su rostro le hizo olvidar la vergüenza poco a poco y el rubor fue descendiendo hasta desaparecer.
-Ewan es como de mi sangre. Puedes hablar sin temor.
Tras el posible ridículo, quizás necesitase de apoyo.
Al escuchar la pregunta de Meira, agradeció aquel apoyo- Siempre tan directa...- cruzó una mirada de complicidad con Ewan, su descripción había sido bastante acertada.
Con Ewan allí, la lealtad hacia su pueblo, la tradicion y el juramente se vio reforzada. Pero... No fue suficiente.
Se amparó en la justicia para justificar su traición, pero en el fondo sabía que no era ese el sentimiento que le motivaba.
-La marca despertará el Celo- comenzó con fuerza, las preguntas hechas sin miedo merecían una respuesta a la par. No aparto su mirada de los ojos de la joven. Una mezcla de sentimientos se arremolinó en su interior. Si le explicaba todo ¿Como convencerla, a ella y a él mismo, de que aquello no era una ilusión?- Segunda regla,no hablarles de la marca- Os sentís atraídas hacia nosotros, sobretodo en nuestra forma lobuna. Os podéis resistir, pero es difícil- En sus ojos se entreveía una tristeza creciente- Nosotros, cuando sentimos vuestro celo, nos... -Miro de reojo a Ewan, recordando sus palabras- nos perdemos. No nos está permitido deciros nada de todo esto- Quinta regla, no mencionar la existencia de éstas restricciones. Siento haberte arrastrado conmigo, Ewan.
Clavó sus ojos en los de Meira, como si pudiese leer en ellos lo que pasaba por su mente.
-¿Qué piensas de todo esto? ¿Querrás huir? ¿Que creerás de mi? ¿Pensarás que todo ha sido un sueño o... una pesadilla?
2 de diciembre
Dynblaid. Barricada del pueblo
¿Había dicho... celo?
Descrucé los brazos lentamente, dejándolos caer flácidos a los costados. La perplejidad se reflejó cada vez más en mi rostro a medida que hablaba. Celo. Como las yeguas. Como las... lobas. No necesitaba que me lo explicaran con detalle. Mi instinto, esa parte primitiva y enterrada de mí, ya comprendía lo que significaba. Lo había sentido la noche anterior, de una forma tenue, como el eco de algo mucho más grande aguardando bajo la superficie.
Desvié la mirada por un instante, como si necesitara apartarme mentalmente de la conversación para procesarlo. Todo encajaba. La marca. La atracción. La sensación de pérdida de control. Pero había algo más, algo que aún no entendía del todo. Volví a mirarlo, a él, a Ewan, buscando en sus ojos respuestas que quizá no podrían darme.
— ¿Qué les sucede a las que no se someten? — inquirí, con un desafío apenas contenido en la voz.
Los latidos de mi corazón me tamborileron en las sienes, con un ritmo cada vez más insistente. Sabía que ellos no dictaban las reglas, que no tenían nada que ver con lo que me estaba pasando, pero eran parte de este mundo. Tenían que saberlo.
— ¿Dónde están las doncellas de los años anteriores?
2 de diciembre
Dynblaid. Barricada del pueblo
Escuchaba con serenidad a la doncella, tomando un momento para reflexionar ante la primera pregunta. El orgullo asomó en su expresión al oír a Taliesin explicar que eran de la misma sangre, aunque pronto dio paso a una resignación divertida. Se llevó ambas manos a la cabeza, deslizándolas luego por el rostro mientras dejaba escapar una sonrisa ladeada.
- La suerte está echada.
Concluyó en voz alta, y en el fondo, no podía evitar sentirse satisfecho con cómo se desarrollaban las cosas.
- Y hablando de valor...
Musitó, guiñándole un ojo a su amigo antes de volver la atención a Meira, que ahora le dirigía la palabra directamente. La franqueza en sus preguntas le hizo bajar ligeramente los hombros y asentir, entre resignado y firme.
- ¿Te sometes al hambre? -inquirió, devolviendo la misma sinceridad-. Puedes elegir qué comer. Incluso retrasar el momento hasta estar segura de lo que deseas. Pero si no comes, pereces -esbozó una sonrisa, aunque con un matiz forzado, manteniendo la mirada fija en sus ojos-. No sé hasta qué punto es cosa de la Marca, si es la Marca la que lo provoca o el mero hecho de tenerla es lo que lo desencadena. En estos temas... Minerva es quien más sabe.
Le dejó unos segundos para asimilarlo antes de continuar con una calma medida.
- A nosotros también nos afecta, nos nubla el juicio cuando estáis cerca -admitió, observando sus propias manos como si buscasen respuestas-. A veces, hasta respirar se vuelve difícil. Cambiamos sin querer y llegamos a enfrentarnos entre hermanos -regresó a los ojos de Meira, esperando que compartir el peso de aquella verdad suavizara el impacto-. Todo es bastante más complejo de lo que parece. Ojalá... ojalá pudiera darte una respuesta más clara. Una salida.
Ladeó la cabeza con un suspiro contenido.
- Las que han aprendido a vivir con ello están entre las mujeres de la aldea.
Concluyó finalmente, con una nota de esperanza en la voz.
Buscó la mirada de su compañero. Si había que romper las reglas, lo harían juntos hasta el final.
2 de diciembre
Dynblaid. Barricada del pueblo
No le pasó desapercibido el cambio de actitud en Meira. A Taliesin no le hizo falta mucho esfuerzo para ponerse en su piel y vislumbrar cómo podía sentirse.
-Entregada por su pueblo, maldecida y esclava de unos impulsos que no desea.
No pudo aguantar su mirada y la desvió, dejándola caer al suelo.
-Pensará que nada de lo que ha sentido hasta ahora es real, que todo es fruto de esa marca. Y quizás tenga razón.
Se giró hacia Ewan cuando mencionó el valor y pudo ver el guiño que le dirigía. Taliesin negó con la cabeza. Empezar a contar la verdad a Meira no creía que fuese un acto de valor si no de insurrección. Desde el principio había estado intentando dar con la mejor forma de sabotear aquel “rito” y ¿esto era lo que mejor se le había ocurrido? Quién sabe cómo se tomaría todo aquello.
En ese momento Ewan cogió carrerilla, tomando a Tal por sorpresa- He cavado una zanja y él se ha tirado conmigo.
Mientras hablaba, Taliesin se mesó el ceño, ocultando su rostro.
-Creo que había otras comparaciones más… sutiles- Comentó por lo bajo. Para ellos era más fácil, podían alejarse, escoger no participar huyendo, pero para Meira y las otras no había tal alternativa- A todas luces la estaban forzando y quizás para las otras doncellas no fuera tan malo siempre que alguno de los licántropos les gustase, pero para ella sería imposible de asimilar.
Pese a que él lo habría dicho de otro modo, no podía evitar sentirse agradecido con Ewan. Sabía que había dado un salto de fe por él, no porque se plantease si contar todo aquello era correcto o no. Le puso una mano en el hombro.
-No tenías por qué romper tu también las normas- Apretó con fuerza y después lo soltó.
Tras esto, se volvió de nuevo hacia Meira.
-Cuando te saqué de la escaramuza en el bosque, una parte de mí quiso devolverte con los tuyos- Explicó, algo que en aquel momento no había podido hacer- Pero… Se sabe que las doncellas que no se ligan a ningún licántropo perecen, pero no se sabe la causa exacta. Si te ayudaba a huir, puede que fuese para mal.
Su mirada titubeó un instante, solo un momento- Si, quizás pueda hacer algo más- Antes de volverse más decidida y clavarse en los ojos marrones de aquella mujer.
-Se supone que es un licántropo quien debe contener el celo. Y lo hace mordiéndola- Alzó las manos, intentando que no le juzgase antes de que terminase- No es necesario nada más, puede que solo con el mordisco la doncella quede libre del destino que impone la marca. Al menos eso es lo que nos han explicado. Si el licántropo tiene el suficiente autocontrol, será capaz de morderla y no hacer nada más- O eso creo- A paritr de ahí, el celo de esa doncella solo afectará a ese licántropo
Quiso acercarse un poco a ella, como había hecho en el bosque, quizás para transmitir su apoyo ante el golpe de toda aquella información. Pero habría sido peor aún. Por eso se contuvo, quedándose en el sitio.
-Lo siento. Es lo único que se me ocurre ahora mismo.
2 de diciembre
Dynblaid. Barricada del pueblo
Quería respuestas. ¡Y por todos los diablos ya las tenía!
El viento meció varios rizos sueltos de mi melena, cosquilleándome en la cara, y permanecí ahí, inmóvil, completamente superada. Habían confirmado lo que más temía: si me marchaba, moriría. El silencio cayó como una losa. Miré a Ewan, estudiando sus facciones durante unos segundos, y después a Taliesin.
Entonces me reí. La risa brotó de mi pecho de forma espontánea, inesperada, como un reflejo traicionero. No fue una risa alegre, ni burlona. Era hueca, tensa, quebradiza, de esas que nacen cuando el absurdo de una situación te golpea con tanta fuerza que solo puedes reír o llorar.
Porque era ridículo. Todo aquello era ridículo.
Me llevé una mano a la cara, todavía riendo, pero cuando la aparté, mi expresión había cambiado. Inspiré hondo, dejando que el aire llenara mis pulmones, que la risa muriera en mi garganta.
— Así que esas son mis opciones — murmuré, con un deje de incredulidad aún dibujado en los labios. — Ceder, o morir.
Las palabras pesaban más al ser pronunciadas en voz alta.
Di dos pasos hacia la barricada, manteniendo las distancias, y oteé entre las ramas el vuelo de las aves, como si alguna de ellas pudiera ofrecerme otra solución. Un escape. Algo. Pero no. En su lugar me encontré con el recordatorio de aquella familiar atracción que tanto me repugnaba, tan embriagadora como siempre, y con aquella dichosa carcajada. Burlona, maliciosa, imponiendose en mis pensamientos como una tirana.
— ¿Lo sabías, verdad? — susurré de manera casi inaudible, sin dirigirme a nadie en particular.
Un escalofrío me recorrió la espalda, erizándome la piel.
— A nosotros también nos afecta (...) Ojalá... ojalá pudiera darte una respuesta más clara. Una salida.
Escuché la voz de Ewan como un eco amortiguado. Ojalá... Volviendo el rostro, lo miré. Parecía igual de noble que su amigo, igual de sincero. Asentí en silencio, agradeciendo sin palabras su intento de consolación, y me quedé callada. Tenía lo que había venido a buscar. No había más motivos para quedarme ahí ¿o sí?
Ví cómo Taliesin le agradecía con camaradería su complicidad y yo... yo me perdí en sus ojos azules cuando de repente clavó la mirada en mí. A diferencia de Ewan, la atracción que me sacudía cuando nos mirabamos era mucho más fuerte, más demandante ¿Sería por que nos habíamos rozado en su forma lobuna? Lo escuché con atención, recolocando mi postura para encararlos a ambos, y terminé esbozando una media sonrisa sardónica. Tú solo... no me muerdas. Eso le había dicho antes de que se transformara. Tragué saliva, sintiendo cómo la ironía de la situación me apretaba la garganta.
— ¿Es alguna especie de unión? — inquirí, valorando sus palabras. ¿Estaría dispuesto a morderme? — pensé, sin atreverme a dar voz a mis pensamientos — ¿Y a dejarme marchar? ¿Querría irme? ¿Seguiría siendo dueña de mis decisiones?
2 de diciembre
Dynblaid. Barricada del pueblo
Ewan miró a su compañero y se encogió de hombros; en realidad, era de las comparaciones más certeras que se le ocurrían. Sin embargo, cuando le dijo que no tendría por qué romper las normas, una sonrisa pícara asomó en sus labios.
- Te equivocas, amigo. No tenía ningún motivo para seguirlas, que no es lo mismo. Además, solo he hablado de comida, ¿no?
Se acarició la nuca con un gesto despreocupado, pero no le interrumpió más. Para él, aquel momento era importante y, desde luego, no sería Ewan quien se lo rompiese.
Y Meira rió, y aquella risa hueca atenazó el pecho del joven licántropo con una tristeza inesperada. No pudo evitar estirar la mano para posarla en su hombro, en un intento torpe pero sincero de consuelo. Le habría dado un abrazo sin dudarlo si hubiesen estado a solas, y se forzó a mantener la compostura. Inspiró hondo y, con un suspiro casi inaudible, terminó por sentarse en el suelo, mirándoles desde abajo. Al hacerlo... pudo notarlo. No solo era él, también ella... Se masajeó el puente de la nariz antes de mirar a su amigo. No necesitaba preguntarlo; él estaba dispuesto a lo que aquello significaba.
- Como he dicho, también puedes retrasarlo un poco... o incluso escoger a alguien temporalmente mientras te aclaras. Por eso lo mencioné en la reunión: vosotras decidís. Es lo menos que podemos ofreceros.
Seguía en el suelo, sin responder a lo de la unión; no, no le correspondía a él hacerlo. Se rascó la nuca, mirando a ambos con una sonrisa leve y algo cómplice.
- ¿Hoy me tocaba ayudar a mi padre a supervisar el entrenamiento de los cachorros?
Meditó en voz alta, dejando caer la pregunta con la clara intención de darles espacio.
2 de diciembre
Dynblaid. Barricada del pueblo
Asintió sin mucho convencimiento a la explicación de Ewan. Por supuesto, se apoyaba en formalismos, y si había un castigo, este sería para ambos.
Fue tras el breve silencio que surgió la risa de Meira.
Era la primera vez que la escuchaba reírse, pero no le agradó en absoluto, pues en ella sintió la frustración, la incapacidad de Meira de resistirse a algo que, de hacerlo, significaría su final. Taliesin era empático por naturaleza, pero se sorprendía de cuanto dolor le infligía el sufrimiento de aquella doncella.
Ewan fue más rápido que él a la hora de intentar consolarla poniendo la mano en su hombro. Aunque, a decir verdad, habría tenido todo el tiempo del mundo, pues el rubio, desde que la conocía, siempre había intentado evitar el contacto físico. Temía lo que podía pasarles a ambos.
No pudo evitar analizar la reacción de Meira ante aquel contacto, una sola mirada, una sola duda, gesto o estímulo le confirmaría que en realidad todo había sido forzado por la marca.
Si fuese así, jamás se lo hubiera tenido en cuenta a Ewan, antes al contrario, pues le sacaría de todos los dilemas y dudas que le asolaron desde que la vio por primera vez.
Pese a ese razonamiento, solo el hecho de imaginárselo hizo que su corazón se saltase un latido y todo a su alrededor se moviese más despacio.
Finalmente respondió a la pregunta de Meira, aunque algo más abatido por aquellos pensamientos:
-Si…- ¿Unión? No. Esa palabra se queda corta… ¿Cuántas normas voy a saltarme en un solo día?
Pero el viento agitaba sutilmente los cabellos de la joven, y aquel aroma golpeaba el rostro de Taliesin como una ola que rompe contra la roca hasta erosionarla- Debo hacer lo que haga falta- Ni si quiera la más firme roca aguanta el oleaje incesante.
- En realidad, es mucho más. Tanto el lobo como la doncella que recibe el mordisco, quedan ligados para siempre. Como una cicatriz que siempre les acompañará. Él puede cambiar de comportamiento y volverse más… dedicado. Desconozco cómo afecta a la doncella, pero sé que a partir de entonces su celo solo afectará a ese lobo y la marca no entrañaría peligro alguno.
El silencio de Ewan cuando dio la idea sobre el mordisco le sorprendió. Pensaba que intentaría detenerle o al menos le incitaría a dudar, sabiendo lo que significaba. Le dedicó una mirada significativa.
-Quizás me entienda más de lo que yo mismo lo hago.
-Lo que dice Ewan también es posible, sin tener que llegar a morderla. Pero creo que al final, para contener la marca, habría que dar ese paso de todas formas.
Alzó la ceja y sonrió ante la pregunta retórica de su amigo.
-Siento haberte entretenido, hermano- Respondió llevándose una mano al pecho a modo de saludo. Aquella despedida formar encerraba una deuda mucho mayor que Tal querría devolverle en el futuro.
2 de diciembre
Dynblaid. Barricada del pueblo
Cuando Ewan me tocó hice un amago instintivo de apartarme. Apenas un ligero retroceso del hombro, una reacción automática, natural. Cualquier otro día, en cualquier otra circunstancia, lo habría hecho sin pensarlo dos veces. Pero esta vez... esta vez me detuve. Y me sentí culpable.
Alcé la mirada, encontrándome con sus ojos grises. No sabía si había notado mi rechazo o si simplemente lo había pasado por alto, pero el peso de la culpa ya se había instalado en mi pecho. No debería sentirme así. No por esto. Y, sin embargo, la marca hacía que ese simple gesto se sintiera reprochable. Apreté los labios, obligándome a dejarlo pasar, y desvié mi atención hacia Taliesin.
Su explicación no trajo el alivio que esperaba. En su voz no había duda: el mordisco no era solo una marca, no era solo un medio para contener el Celo. Era un vínculo. Permanente.
Sentí un nudo formarse en mi estómago. La palabra unión apenas le hacía justicia. Evalué a Taliesin, siguiendo las líneas de su rostro. Si me mordía, si se lo pedía y accedía, estaría arrebatándole la opción de encontrar un vínculo real con otra persona. Pero si tenía que confiar en alguien, si debía apostar por alguien, ese solo podía ser él. No estaba segura de si quería arrastrarlo conmigo en esto. Tampoco quería morir.
Inspiré hondo, obligándome a no dejar que el pánico me devorara. Al notar que Ewan se disponía a marcharse, decidí hacer lo mismo. No quería quedarme a solas con Taliesin. No todavía.
— Yo también debería... Necesito tiempo para... — Mi voz sonó más tensa de lo que pretendía. Aclaré la garganta y aparté la mirada. — Para pensar.
No era mentira. No podía tomar una decisión en ese momento, no con la cabeza tan embotada y el peso de aquella revelación aplastándome el pecho. Apreté los brazos contra mi cuerpo, como si eso pudiera contener la sensación de ahogo que me oprimía. Mi mirada vaciló entre ambos por un instante, sin saber qué esperaba encontrar en sus rostros.
— Os agradezco vuestra sinceridad. A los dos. — Añadí en un intento de suavizar mi repentina retirada.
Di un paso atrás, marcando distancia, dispuesta a marcharme antes de quedarme atrapada en una conversación para la que aún no estaba preparada.
2 de diciembre
Dynblaid. Barricada del pueblo
Contuvo el aliento hasta que Meira finalmente respondió. En su cabeza se agolpaban todas las posibilidades: Que ella se negase a todo e intentase huir, que se riese de él y escogiese a otro, que no escogiese a nadie y pereciese, o que aceptase... Todas ellas le aterrorizaban, pero sabía que solo podría haber aceptado una, la que más deseaba y por ello también la que más temía.
Cuando pidió tiempo para pensar, Taliesin se lo agradeció en el fondo. Era la decisión más inteligente, pues ahora que había empezado a confesarle todos los secretos en cuanto al Celo y la marca, temía que si se quedaba a solas con ellas su lengua le traicionase aún más.
-Desde luego- Respondió con tacto, en el tono amable que siempre utilizaba con ella- Si necesitas cualquier cosa... -No terminó la frase, cerró los labios y asintió- No insistas, déjala, dale el tiempo que necesite.
No pudo negar el dolor que le causó ver a la joven querer alejarse de ellos, pero lo entendía, y en ese entendimiento se apoyó para que no le afectase más de lo que podía asumir.
Respondió al agradecimiento con una sonrisa- Al menos eso lo he hecho bien. No merecía seguir en la oscuridad sobre todo cuanto acontecía a su alrededor. Aunque ese conocimiento la aleje.
Dejó que tanto Ewan como Meira se fuesen por su lado, pero él se quedó en la empalizada, se frotó el rostro con las manos y suspiró. Pasaron los minutos mientras observaba el bosque sin apenas moverse, dejando que el viento desordenase su cabello.
-Ya lo tengo- Susurró para sí, mientras una sutil sonrisa se dibujaba en su rostro- Al menos un misterio está resuelto- Soltó aire y relajó la postura.
Abandonó la empalizada y se dirigió hacia el bosque. Tenía que distraerse y sabía cómo.