Partida Rol por web

Tras revisar nuestras provisiones, añado:

-Y también nos conviene cazar algo, ahora que el clima y las fuerzas nos lo permiten. Sin usar balas, que debemos ahorrarlas.. Podemos fabricar estacas afiladas con el machete, o preparar trampas. También intentar pescar.. Pero debemos comer, aprovisionarnos para varios días y pensar cómo podemos transportar agua por la isla. Quizás con los paracaídas impermeables se pueda improvisar alguna especie de bolsas*

Leroy puso los ojos en blanco y renunció a intentar inculcar algo de sentido común en las obtusas mentes de sus compañeros. Estaba claro que allí estaban pasando cosas... cosas raras... que no tenían explicación aparentemente. Pero, y de eso estaba seguro, debían tenerla.

Aún así, se mostró receptivo a las siguientes propuestas del profesor. ¡Al fin empezaba a decir algo con sentido! Sí, sin duda el hambre y la deshidratación estaban pasando factura a la mente del pobre hombre. Currie le dio unas palmaditas en el hombro, con aire condescendiente, mientras asentía despacio. Estuvo a punto de decir, casi sin pensar, "bien hecho, buen chico", pero ocasiones anteriores similares le habían enseñado, de mala forma, que la gente tendía a sentirse ofendida ante frases de aquel tipo. No acababa de entender por qué.

- Bien, profesor. En primer lugar, nadie debería quedarse solo. Sea lo que sea que pasa aquí, está claro que esta isla es un lugar peligroso. Propongo que usted y la señorita Krilov se queden aquí, en el avión, mientras Stode y yo damos una vuelta por los alrededores, buscando comida. Usted parece agotado, profesor, es mejor que se quede aquí y recupere fuerzas. Y en cuanto a la señorita Krilov - la miró intentando disimular el poco respeto que tenía hacia las charlatanas de su calaña - bueno, creo que todos coincidiremos en que la jungla no es lugar para una mujer.

- Pues, señor Currie, espero que la próxima vez sea usted capaz de clavar por sí mismo el cuchillo en la siguiente criatura que nos ataque, pues yo me quedaré, como pide, cuidando del profesor.

Durante lo que se podía llamar conversación, no desaparece de mi rostro la sonrisilla de condescendencia que siempre dedicaba a aquellos incapaces de ver más allá de sus narices y que tarde o temprano terminan chocando contra un muro. Algo me decía que con esa actitud, Leroy no iba a durar mucho en este lugar, y que en algún momento se tendría que retractar de sus palabras, o morir en su ignorancia.

Deseché recriminarle a Currie sus palabras hirientes, puesto que Irina sabía defenderse, y lo hizo con pasmosa elegancia.

-Será mejor no separarnos demasiado, si. Pero no por lo que usted sugiere, señor Currie, sino porque no vamos lo suficientemente armados para hacerlo, y hemos visto lo peligrosa que puede ser la isla. Aun haciendo tareas distintas, podemos permanecer cerca unos de otros. Vaya a cazar, si quiere, a ver si tiene más suerte que en acertar con las palabras. Por mi parte no pienso quedarme quieto. Voy a fabricar más estacas puntiagudas con el machete. Nos servirán tanto para cazar como de defensa.

Mientras Irina duda qué hacer, y Leroy parece estar con un concepto muy grande de sí mismo, según la opinión del Profesor, Ezekiel mueve los hombros y camina en busca en cañas de bambú mientras prepara el machete en su mano para tallar algunas puntas afiladas. Dado que ya está haciendo un sol de justicia, incrementado además por el reflejo que produce la chapa del Electra, Felix descansa en el interior del avión, en el asiento de la piloto.

Salgo en busca del bambú, unas cañas ligeramente flexibles, pero resistentes y fácilmente tallables. Procuré no alejarme mucho del entorno de mis compañeros, y me puse a trabajar.

Para no cansarme inútilmente y para que no resonasen demasiado en el relativo silencio de la selva, intentaba que los golpes fuesen cuidados y efectivos. Afilaba el borde de las cañas, que podrían servir para cazar presas relativamente grandes, y para defendernos si era el caso.

Mientras el profesor busca bambú, bajo mi atenta mirada, yo me acerco al árbol más cercano y arranco algo de su corteza con la intención de recoger la savia.

Después, vuelvo al avión. Desde fuera Ezequiel me puede escuchar trastear, como si buscase algo.

Encontrar un trozo de metal del Electra no te resulta muy complicado. Encontrar materiales secos y hacer fuego, y luego llevar a cabo el ritual te supone unas 3 horas de trabajo, así que cuento con que te dispones a ello.

Mientras que Irina parece dispuesta a hacer algo, el Profesor, pacientemente, trabaja con el machete y diversas cañas de bambú. Lo hace lentamente, buscando la tranquilidad que la espantosa criatura le arrebató el día anterior.

Irina va de aquí para allá, con un trozo de chapa del Electra. Parece ocupada en su tarea al mismo tiempo que mueve los labios en silencio intentando recordar algo.

Leroy permanece inactivo, al igual que Felix.

Al cabo de un par de horas, con el sol del mediodía haciendo hervir la olla en que se ha convertido la vegetación, Felix Strode sale del Electra y dice: - Profesor, ¿puede acompañarme un momento? Quiero que vea una cosa.

Dejo los bambúes inmediatamente. La voz de Felix no denota prisa, pero no quise hacerle esperar. Dadas las circunstancias, cualquier descubrimiento podía ser vital.

-Voy enseguida. ¿Ha encontrado algo?

Me encamino hacia donde está, preparándome para cualquier cosa. 

Felix se adentra en el avión, seguido de cerca por el Profesor Ezekiel.

Felix camina hasta la cabina de la piloto Amelia y señala el panel con la mano abierta.

- Profesor, fíjese. ¡Es una radio!

Incrustado en el panel, hay un transmisor de radio del tamaño de una cesta de pan, algo más pequeña que las que se encuentra en algunos talleres de la universidad, faros o bases militares. Seguramente un prototipo de la conocida marca que luce en el frontal: Tesla Technologies, de Santa Clara, California.

- He pensado que usted quizá sepa hacer funcionar este tipo de aparatos - dice Felix, mientras se sienta en el asiento del copiloto -. No quiero aporrear esos botones yo mismo sin tener ni idea de lo que estoy haciendo.