Partida Rol por web

No podía demorar más, de alguna manera u otra tenia de soltarse y la idea de remojar las cuerdas tomo sentido pero con tanta tensión no era nada fácil aun así alivio su vejiga, huuuummmmm una extraña sensación se apodero de su cuerpo le recorrió un escalofrío, el alivió por un lado y el calor del liquido por el otro fue un pequeño paréntesis en su afán de soltarse y aprovecho para escuchar si se oía algo mas en su entorno, y procedió a seguir su empeño en desasirse. Parecía que las ataduras mojadas facilitarían su desenredo, o eso creía ella. ¿habrán mas como yo?, ¿se habrán soltado ya?, y si es así ¿aprovecharán esa ventaja contra mi? El echo de no poder ver nada inquietaba inmensamente a la enana, ya que ni en las noches mas oscuras tenia esa sensación.

  - ¿Cómo demonios he llegado hasta aquí? No recuerdo nada que haya podido llevarme a esta situación, bueno, no es que sea muy popular, ni tampoco muy amigable, pero no creo haberle hecho nada a nadie como para que me odie tanto... Bueno, mejor dejo de pensar 

  La situación empezaba a ser preocupante y el Gnomo mostraba signos de impaciencia por liberarse y encontrar a quien le había puesto en aquella tesitura.

  -  ¡EH EH EEEH! ¿HAY ALGUIEN AHÍ? EXIJO QUE SE ME LIBERE INMEDIATAMENTE OH... ¡LIBERADME U OS MORDERÉ UNA OREJA! - No parecía ser la mejor manera de intentar escapar de allí, pero a lo mejor le daba resultado, quién sabe.

La chica guardó la venda con la que le taparon los ojos, luego se levanto y fue hasta donde estaba el pollo, lo tomo y se lo llevo a donde estaba el cofre, junto con la silla - este pollo no huele tan mal - pensó antes de ir por el pollo. Así se sentó sobre el cofre y usando la silla como mesa improvisada comió algo del pollo, un muslo y una pierna. Empujo la silla con el pollo, un poco, para luego inclinarse sobre el cofre. Trato de abrirlo usando las manos, tratando de girarlo y rebuscando por sus orillas, sus aristas y vértices - Que podría haber aquí - pensó.

El semielfo se tomó unos instantes para analizar aquello que había a su alrededor, aunque cuando reparó en la presencia de Colmillo, se lanzó rápidamente a por él, con intención de librarle de sus ataduras. 

-Colmillo, ¿estás bien? ¿Te han hecho algo?-preguntó a su amigo, mientras echaba una ligera ojeada por su pelaje, esperando que el animal no estuviera herido. Lo siguiente en la lista de prioridades era alimentarse. El druida se acercó al pollo asado, y procuró dividirlo de manera que ambos quedaran más o menos satisfechos. Cuando hubieron dado buena cuenta de aquella comida, dirigió su atención al cofre y los barrotes. Debía haber alguna manera de abrir aquello y salir de allí. Quizás si diera con una piedra o algo para romper la cerradura...

O quizás, y solo quizás, habría algo interesante más allá de los barrotes. Por éso, Thandalar echó una ojeada, aunque aún se preguntaba como iba a poder salir de allí. 

La Sombra casi brincó al escuchar a otras criaturas hablar a su alrededor. Los humanos le habían encarcelado junto a otras bestias. ¿Tan pronto querían que corriera la sangre? Lo que tenía claro La Sombra es que tenía que liberarse de aquellas cuerdas antes de tomar ninguna decisión.

Esto era malo, las ataduras no eran tan sencillas para el como creia que deberian serlo. Aunque nadie dijo que iba a ser facil, sino que para empezar nadie le dijo que iba a empezar atado, o siquiera de alguna forma. Pero la situacion era que estaba en algun lugar del cual desconocia casi todo, solo, con los ojos vendados y atado a un silla de madera con buenos nudos.

Si no podia deshacerse de la cuerda que lo ataba a la silla, entonces seria la silla, con lo cual comenzo a hacer fuerza con sus piernas, espalda, hombros y brazos, para poder forzar la madera de la que estaba hecha.

"Parece que la situacion esta... Tensa" Ghee sabia que el tiempo apremiaba. No podia permitirse perder ni un segundo más.

Quien sabe si sus competidores habrian superado su primera prueba. Tampoco se oia nada que la advirtiera de peligro. Pero precisamente por eso era una razon suficiente para mantener a Ghee en alerta constante, la calma precede a la tempestad.

Al comprobar que sus ataduras estaban firmemente atadas se puso en pie acercandose a la fuente de aquel olor a "comida" buscando sentir algo de calor que la advirtiera de la presencia de fuego en la zona, que serviria para quemar sus ataduras.

Eso si al tiempo que se puso en pie aprovecho para forcejear mas con las cuerdas a ver si, con la ayuda de la suerte, este movimiento le ayudaba a deshacerse de su aprisionamiento.

Estaba en el suelo y en una posición bastante vulnerable cuando comenzaron a escucharse voces alrededor. -Mejor me quedo en silencio- pensó mientras se volvía a transformar en humanoide. Cuando quedo completa, se relajo y respiro profundamente, necesitaba estar relajado para que los nervios no lo traicionaran.

Cuando por fin lo consiguió se puso metódicamente a luchar contra las cuerdas, intentando ser sutil y no usando la fuerza, por miedo que la magia hiciera que las cuerdas se le enterrarán mas en las muñecas.

Habías estado antes tanto tiempo tirando de la parte de la cuerda inadecuada, que ahora que parecía que habías encontrado una parte perfecta para deshacerte de ella, la habías apretado tanto que no había manera de soltarla. Tendrías que seguir perdiendo aquel tiempo tan valioso, para tratar de soltarte. Mientras tanto, el resto de tus enemigos posiblemente se estuviesen despedazando ya vivos.

Buscar por toda la habitación para no encontrar nada que te sirva para abrir el cofre o la puerta te desespera bastante. Hasta que te das cuenta que quizá, los huesos del pollo puedan ayudarte. Comienzas a quitar parte de la carne de éste, tratando de evitar pegarle un bocado a éste. Tenías hambre, y aquello suponía un trabajo muy duro para ti. Pero cuando pasaron unos instantes te habías hecho con unos cuantos huesos de pollo, cuya forma, quizá, podría ayudarte a abrir alguna de las cerraduras.

Esperas... esperas... y esperas... pero nada parece ocurrir... Si seguías perdiendo el tiempo de aquella manera, lo más probable es que alguno de tus enemigos terminase por encontrarte y matarte. Lo mejor sería deshacerte de las cuerdas cuanto antes, no podías perder más el tiempo así... o morirías muy pronto...

Te comes a gran velocidad el pollo que había en la celda, degustando cada sabor y su textura. Llevaba ya tiempo hecho, pero aquello, sin duda, te había sabido a gloria. Ahora, con el estómago lleno y con un alijo de huesos de pollo entre tus manos decidiste probar a ver si alguno de ellos encajaba con el cofre.

Efectivamente, tu instinto no te había fallado, y uno de aquellos huesos encajó perfectamente con la cerradura, y en cuanto escuchaste un "click", la tapa se levantó como un resorte, y un par de dardos saltaron hacia ti.

Con tu cuerpo empezando a estar ya herido te asomas para ver qué es lo que habías encontrado, cuando te das cuenta que el cobre está repleto de monedas de oro. Miles de monedas que llenan el baúl hasta arriba del todo. ¿De qué iban a servirte esas monedas en un combate a muerte como en el que te encontrabas?

Tenías las muñecas doloridas de la presión que ejercían las cuerdas. Pero por fin, tras varios acertados movimientos lograste deshacerte de la prisión que impedía moverlas. Los humanos que te habían atado no lo habían hecho con gran soltura, por lo que no te costó tanto liberarte.

Ahora que tenías las manos libres, el siguiente paso fue más que obvio, quitarte la venda de la cara para poder ver qué era lo que te rodeaba y qué había allí que pudiera mejorar la situación en la que te encontrabas.

Tal y como habías supuesto estabas encerrado en una celda. Por suerte estaba todo iluminado por una serie de mohos fosforescentes. Allí, en el centro de la sala, había una silla de madera en donde te habían atado. En una de las esquinas oscuras de la habitación, había una bandeja de metal con un pollo asado sobre ella. Al otro lado, un cofre enorme de madera oscura cerrado con una cerradura de acero. En la tercera esquina un agujero que servía de letrina para los prisioneros de aquella celda. El sonido del agua pertenecía a una gotera que había encima del agujero, que hacía que un agua oscura y opaca cayese lentamente sobre el agujero. Y frente a ti una serie de barrotes de hierro, completamente negros y escasamente separados entre sí. Uno de ellos parecía ser parte de una puerta, pues también tenía una cerradura.

Te comes a gran velocidad el pollo que había en la celda, degustando cada sabor y su textura. Llevaba ya tiempo hecho, pero aquello, sin duda, te había sabido a gloria. Ahora, con el estómago lleno y con un alijo de huesos de pollo sobre la bandeja, decidiste acercarte al cofre para comprobar que desgraciadamente se encontraba cerrado.

Habías estado antes tanto tiempo tirando de la parte de la cuerda inadecuada, que ahora que parecía que habías encontrado una parte perfecta para deshacerte de ella, la habías apretado tanto que no había manera de soltarla. Tendrías que seguir perdiendo aquel tiempo tan valioso, para tratar de soltarte. Mientras tanto, el resto de tus enemigos posiblemente se estuviesen despedazando ya vivos.

Tenías las muñecas doloridas de la presión que ejercían las cuerdas. Pero por fin, tras varios acertados movimientos lograste deshacerte de la prisión que impedía moverlas. Los humanos que te habían atado no lo habían hecho con gran soltura, por lo que no te costó tanto liberarte.

Ahora que tenías las manos libres, el siguiente paso fue más que obvio, quitarte la venda de la cara para poder ver qué era lo que te rodeaba y qué había allí que pudiera mejorar la situación en la que te encontrabas.

Tal y como habías supuesto estabas encerrado en una celda. Por suerte estaba todo iluminado por una serie de mohos fosforescentes. Allí, en el centro de la sala, había una silla de madera en donde te habían atado. En una de las esquinas oscuras de la habitación, había una bandeja de metal con un pollo asado sobre ella. Al otro lado, un cofre enorme de madera oscura cerrado con una cerradura de acero. En la tercera esquina un agujero que servía de letrina para los prisioneros de aquella celda. El sonido del agua pertenecía a una gotera que había encima del agujero, que hacía que un agua oscura y opaca cayese lentamente sobre el agujero. Y frente a ti una serie de barrotes de hierro, completamente negros y escasamente separados entre sí. Uno de ellos parecía ser parte de una puerta, pues también tenía una cerradura.

De pronto la voz de alguien te sobresalta:

La madre que parió a los humanos, tan enclenques y raquíticos pero... cómo saben comer. Esto si que es una buena cocina. Los elfos no saben asar tan bien la carne... Aunque he de reconocer que en esta bandeja falta una guarnición de patatas.

Esperas... esperas... y esperas... pero nada parece ocurrir... Si seguías perdiendo el tiempo de aquella manera, lo más probable es que alguno de tus enemigos terminase por encontrarte y matarte. Lo mejor sería deshacerte de las cuerdas cuanto antes, no podías perder más el tiempo así... o morirías muy pronto...

Analizaste cada rincón a conciencia, y por mucho que mirabas cada esquina y cada rincón, no encontraste nada que te sirviera a mo de llave. En aquella habitación solo estaba el medio pollo que aún te quedaba, con sus huesos esparcidos por encima de la bandeja de metal; la silla, la cuerda que te había atado las manos, el cofre, que parecía estar cerrado y la repugnante letrina a la que no parecía que hubieses querido acercarte.