Partida Rol por web

13 de Julio de 1918

    La vida en las trincheras continúa tan aburrida, monótona y desquiciante como siempre, durante el día nos vemos obligados a permanecer horas enteras parapetados protegiéndonos de los obuses de la artillería enemiga y del fuego de sus francotiradores.

    Por la noche después de nuestro turno de guardia, de reparto de suministros o de mantenimiento del alambre espino que los alemanes destrozarán con sus cañones la mañana siguiente, nos sumimos en un duermevela perpetuo, apartando las ratas más grandes que un palmo que recorren por nuestras piernas y despertados por el ruido lejano de algún disparo.

    Cada día cae alguno de los nuestros, más afortunados son heridos por metralla y evacuados a un hospital de campaña, en el que al menos por unos días pueden olvidarse de este horror. Los menos caen abatidos por un afortunado disparo enemigo y nos vemos obligados a enterrarlos cerca del parapeto para que las ratas no se los coman.

    Al menos el verano ha llegado y con él, el barro y el frío han desaparecido. Durante estos meses de pisar sobre el lodazal he visto como los dedos y pies de algunos de mis compañeros se volvían negros, empezaban a supurar y como el oficial médico se veía obligado a amputárselos.  Pie de trinchera le llaman, un nombre bastante aséptico para lo que en realidad es.

    Aunque ya las he oído varias veces antes, las noticias que nos llegan son esperanzadoras, nos cuentan que estamos ganando esta guerra, pero desde donde me encuentro no sería capaz de aventurar tales hechos.

    Te dejo, pues la noche se aproxima y tengo que cumplir el primer turno de guardia, esperando que las noticias sean ciertas y podamos volver a casa pronto.

    Siempre tuyo, Joe.

En marcha. - dice el capitán.

Las ordenes son claras, aprovechando la noche os inflirtraéis por la tierra de nadie hasta un nido de ametralladoras alemán y lo silenciaréis. La artillería ha abierto durante el día un camino entre las alambradas enemigas por el que, en teoría, podéis llegar facilmente hasta él.

Hay varias misiones simultaneas con objetivos similares, por lo que es probable que mañana al alba vuestro regimiento se lance a conquistar la trinchera alemana y es vital que las ametralladoras enemigas no disparen.

Justo antes de llegar al punto desde donde saldréis de vuestra trinquera, el capitán se para hablaros.

No quiero que ningún disparo alerte a los boches. Si nos encontramos a alguno -hace un gesto como de cortarle el cuello- ¿Alguna pregunta?

Despiertas.

No sabes cuando te has dormido pero acabas de despertarte. El suelo sobre el que duermes está duro y frio como el marmol, mucho más que de costumbre.

Al abrir los ojos ves que no te encuentras en la trinchera, sino encima de una mesa de piedra en una sala inmensa alumbrada por antorchas. Giras la cabeza a izquierda y derecha y compruebas como a ambos lados hay otras mesas con hombres encima.

Despiertas.

No sabes cuando te has dormido pero acabas de despertarte. Tienes frío y estás muy incómodo, de pie y con ambos brazos y levantados sobre tu cabeza.

Abres los ojos y compruebas horrorizado que estás desnudo de cintura para arriba y esposado a la pared. Los grilletes metálicos que te aprisionan las muñecas están unidos mediante una cadena oxidada a una argolla situada dos metros por encima de tu cabeza.

El lugar donde te encuentras parece excavado en la roca, pues tanto el suelo como las paredes son de piedra y una abertura del tamaño de una puerta la separa de algo parecido a un pasillo.

Puedes ver todo esto pues el tenue reflejo de una luz titilante entra desde el pasillo.

Tienes los ojos cerrados y estás arrodillado con las manos cruzadas como si estuvieras rezando.

-Palabra de Dios. Te rogamos oye...- escuhcas  a tu lado

¿No tenías turno de guardia? ¿Como es posible que estés en misa? Abres los ojos para darte cuenta que has debido quedarte dormido.

Estás en la iglesia de tu pueblo arrodillado y rezando junto a tus padres, pero no debes tener más de ocho años, llevas puesto el traje que siempre te ponían para ir a misa.

Estás en una fila, delante y detrás tuyo están tus compañeros del segundo regimiento, puedes oirlos habar, aunque la espesa niebla no te deja ver con claridad más allá del que tienes justo delante y eso solo si te das prisa y no lo pierdes.

A lo lejos y en la dirección en la que camináis se ve una luz.

Miro alrededor, desconcertado. Tengo puesta la ropa de los domingos, tengo ocho años y estoy con mis padres en misa. Evidentemente estoy soñando ¿Pero no dicen que cuando uno descubre que sueña se despierta?

Pues va a ser que no, hay que joderse.

La escena es bastante clara, incluso el olor del incienso (ese que a veces era tan fuerte que me daba arcadas) esta ahí. Al principio no sé muy bien cómo actuar, la costumbre y la imposición paterna son muy fuertes; sin embargo estoy soñando, así que hago algo inesperado, algo que jamás me hubiese atrevido a hacer a esa edad: me pongo de pie, me pongo de pie y miro tranquilamente la escena, decidiendo si voy a salir de allí tan sólo para ver hasta donde puedo estirar el sueño.... y pensando con cierta dificultad que si en el "mundo real" se nos mete un alemán en la trinchera la cagaremos todos por mi culpa.

Se queda mirando al resto que lo acompañan, mientras por su mente solo piensa que mierda hace un profesor como él, en un lugar como este.Podría haber tenido un destino mejor, pero eso significaba haberle pedido ayuda a su padre, y no, no pensaba pasar por ahí, aunque muera esta noche, nunca le daría ese regocijo a su progenitor. ël que siempre le tildó de blando, se habrá quedado sentado y sin palabras, cuando algun capitan le informara al Coronel  el destino y fortuna de su hijo.

Observa en silencio, mientras intenta colocarse bien la mochila pesada, y cargar con el fusil a sus espaldas.Es fuerte, pero sus brazos estan acostumbrados al peso de libros y estudios, no al frio metal de armas.

El soldado trató de incorporarse. ¿Donde estaba? Parecía una especie de hospital de campaña. Trato de frotarse los ojos con el dorso de las manos tratando de distinguir alguno de sus hombres en aquel lugar. ¿Como había llegado alli? Apenas recordaba nada de lo sucedido en las trincheras y ahora se encontraba ahí tumbado y aparentemente a salvo.

¡Derek! ¡Quieres comportarte! - dice tu madre en voz baja mientras de un tirón a tu chaqueta te vuelve a poner de rodillas. - Estamos en misa, deja de hacer el tonto.

La segunda lectura pasó velozmente mientras te preguntabas porque no te despertabas de aquel sueño; llegando incluso a pellizcarte disimuladamente, pues habías oído que en un sueño no sentias dolor, aunque en este caso si que lo sentiste, tal vez no fuera un sueño.

El sacerdote acababa en ese momento de consagrar el pan y el vino, tus padres se pusieron en la fila para tomar la comunión, llevandote entre medias de ellos.

Los informes de artillería habían sido correctos, habían abierto un agujero entre las alambradas alemanas que un grupo de valientes soldados podría aprovechar. Lentamente avanzáis hacia el nido de ametralladoras, a veces en cuclillas, aunque la mayoría del tiempo arrastrándoos para no ser vistos por los alemanes que están arreglando partes de alambrada en ese mismo momento.

Podríais acabar con ellos, pero el objetivo son las ametralladoras y los evitais en la medida que podéis.

Bajo la luz de las antorchas miraste a los hombres que yacían sobre las camas fabricadas en bloques de piedra negra, inmediatamente reconociste los rostros de los más cercanos, eran miembros de tu compañía.

Al incorporarte comprobaste que lo que tumbado parecía ser una sala inmensa, en realidad no lo era tanto, aunque había bastantes camas de esa extraña piedra. Las contaste, cinco filas de seis camas cada una y en todas ellas había un cuerpo.

Todas las caras que alcanzaste a ver eran de tus compañeros de armas.

a pesar de lo abultado e incomodo de su equipo, comienza a caminar, para terminar con su cuerpo en el suelo, empezando a moverse cual serpiente silenciosa..

"¿Pero que coño?" pensó Derek mientras dudaba entre seguir con lo que se esperaba de el a los ocho años o no. Y decidió que si ese era SU sueño pues haría lo que le viniese en gana, asi que no se le ocurrió nada mejor que decir:

-Pues ya esta bien de todo esto!-

Mientras se soltaba con una sacudida de la encerrona de sus padres y empezaba a caminar hacia la puerta de la iglesia.

Derek, vuelve aquí ahora mismo- La voz de tu padre sonó amenazante, no necesito levantar la voz, pero sabías o recordabas, que oponerte a sus ordenes solía equivaler a recibir una buena azotaina en el trasero.

Como no obedeciste inmediatamente, el también salió de la fila y con toda la tranquilidad del mundo caminó hacia donde estabas.

Ya había imaginado la reacción de su padre, asi que lo que hizo fue salir corriendo por el pasillo en dirección a la puerta mientras pensaba "Lo bueno de esto es que al menos al despertar ya no me dolerá la hostia..."

La verdad estaba intrigado de hasta dónde podía llegar todo este extraño sueño ¿Cambiaría?¿Estaría el pueblo fuera de la iglesia?¿O su mente imaginaría alguna otra cosa?

Thomas entrecierra los ojos varias veces para acostumbrarse a la luz de la sala. No recordba haber sido capturado y hecho prisionero y tampoco que le hubieran arrestado por hebler hecho algo indevido y menos él.

Miró por lo que parecía la puerta y se concentró en escuchar algún sonido que pudiera venir por él, pues aunque en aquella sala estuviera él solo, era posible que en otras salas hubiera más gente prisionera, o sus carceleros.

Harry se palpó a si mismo en busca de la herida que le había hecho acabar allí mientras que con los ojos, aún sin decir nada, buscaba algún compañero despierto o quizás una enfermera que pudiera aclararle lo sucedido.

Nada, no encontraste ni un solo rasguño, ni manchas de sangre en tus ropas ni nada que indique que habías sido herido. Después levantaste la cabeza para ver si algún otro compañero estaba despierto, pero nada, desde donde estabas no viste a ninguno moverse ni tampoco rastro de ninguna enfermera.

Aunque te esforzaste no oíste ningún ruido procedente del pasillo, ni otros prisioneros, ni captores ni absolutamente nada.

Pasaste, lo que pensaste que serían tres horas sin escuchar nada, y cuando ya casí perdías la esperanza de que hubiera alguien más en aquella gruta, de repente creíste escuchar unos pasos en el pasillo.