Partida Rol por web

Meses y meses cementando sobre tierra yerma y castigada, petrificando las lágrimas de una muerte añeja. Desesperación, frustración, abandono y desamparo, pintados de sangre culpable. La ponzoña había fermentado durante estaciones, ensañándose en el propio crisol de su morada.

La grieta se extendió por el debilitado interior como la sima en el fragor del temblor. Las palabras destilaron en su boca ajada como un geiser descontrolado. El torrente de sentimientos arremetió contra todo y contra todos, en una visión del guerrero de extremo a extremo inusitada:

-¡¡NO!! ¡¡MENTIRAS!! ¡¡MENTIRAS DE UNA IGLESIA PODRIDA PARA JUSTIFICAR LOS IMPERDONABLES PECADOS DE QUIENES SE LLAMAN SUS APÓSTOLES!!- comenzó el torrente, aneando la reciente tranquilidad en un velo de desconcierto.

Casi como un reflejo de su propio dolor, la límpida hoja de acero abandonó su funda y se extendió al cielo, desafiando a los dioses por el infortunio de su mano amante. Los villanos se echaron atrás con el miedo aprendido, muy a pesar del amor y el respeto que profesaran a su benevolente guardián. Los pocos soldados que aún vivían, incrédulos, ni siquiera hallaron el tiento de acariciar sus empuñaduras, observando embobados la muda en el noble guerrero:

-¡¡MENTRAS DIGO, FALACIAS PARA NIÑOS!! ¡¡ELLA NO... ELLA...!!- las palabras se ahogaron en la incipiente humedad de sus párpados, dignamente apartados como el soldado que le enseñaron a ser.

El hijo de Nisha se giró sin mediar más palabra y apareció en la grupa de Nocturna antes siquiera de que los presentes se plantearan cómo había ocurrido. El imponente animal volvió grupas a la desvencijada puerta y comenzó a galopar hacia el extrarradio de Conira. Un instante después volaba de nuevo sobre el muro bajo. El viento doblaba por la misma senda batida por la que el sonido de los cascos se oyó perderse hacia la llanura en la que tanta sangre se derramara minutos antes.

Cada uno se buscaba sus propios infiernos... tal vez DXeron necesitara ver el suyo con sus propios ojos.

Todo a mi alrededor había perdido parte de su color, provocando que me sintiera como si me encontrara en el interior de un sueño....sin embargo una extraña calidez me envolvía, partiendo de mi hombro herido y extendiéndose por todo mi cuerpo, quitándome las energías pero dándome a cambio un profundo sentimiento de placidez.

Entonces unas voces llegaron hasta mis oídos, pero lo hacían como si procediesen de alguien que se encontrara muy lejos de mí, lo cual no evitaba que entediera lo que se decía y que mis ojos se fuesen abriendo poco a poco a la realidad.
Illianna se encontraba cerca de mí, y Deron la hablaba de forma un tanto exagerada, pero algo me decía que la espada estaba fuera de lugar, aunque no parecía que fuese a hacer uso de ella.

Intenté levantarme e indicarle que se calmara, pero las fuerzas aún no habían vuelto a mi cuerpo, que me pesaba enormemente e impedía que pudiese moverme con normalidad.
En ese instante recordé mi herida, la cual había quedado olvidada al no recordarme su presencia con el dolor atroz que había mostrado hasta el momento....giré el rostro para poder ver mi hombro y ¡la herida no estaba allí! Tan sólo una terrible cicatriz más que añadir a las que ya poblaban mi cuerpo...¿acaso era posible? ¿Cómo una fea herida había cicatrizado de esa forma en tan solo unos minutos?

Volví a alzar la vista en el momento que Deron se alejaba a caballo, pero en ese momento él no me importaba, sino la joven que se encontraba cerca de mí - Realmente eres una persona excepcional, Illiana - le indiqué con una sonrisa en los labios.
No entendía lo que había sucedido, pero desde luego no podía sino agradecer a aquella mujer el permitirme continuar viviendo durante un tiempo más.

Quizá hubiera debido dedicar mi atención a las noticias traídas por Deron, pero en este momento me resultaba completamente imposible.

- Mierda puta - maldijo el soldado.

Quizá hubiera un motivo para todo. Tuvo compañeros que así lo creían. Al menos, en el campo de batalla, pensar en el destino y en fuerzas superiores le permitían a uno mantener la cordura frente a la sangre y la muerte. La verdad objetiva era para otros, la fe podía muy bien nutrirse de batallas. Incluso aunque no existiera verdadera magia en el mundo, los sacerdotes podían alegrarse de que sí hubiera guerras.

Pero él era un soldado, y hasta ahora nunca había alojado en su mente durante mucho tiempo una verdad tanto como la hubiera necesitado, por eso no se puso a pensar si la curación repentina de su herida era debida al destino o a la pura suerte. Sólo corrió hacia el caballo que tenía al lado mientras Deron también montaba y con su espada al cinto y el escudo asegurado, emprendió la persecución del soldado en silencio, guardando energías para asegurarse de que hacía todo lo posible por alcanzarle.

No se hacía ilusiones. Conocía bien los caballos y sabía que el corcel que montaba ahora no era ni la sombra de su viejo amigo muerto, y que tampoco podría ser la sombra del oscuro caballo que llevaba a Deron por el camino de la locura o el fanatismo. Su mente de soldado práctico sólo sabía que lo necesitaban, que no podía dejar que se fuera sin más sin intentar detenerlo. Quizá tardara en salir del pueblo lo suficiente como para que su conocimiento del mismo le diera la ventaja que su montura no podía darle.

-¡Que vayan a bailar con la muerte si es lo que desean!- dijo el grandullón mientras agarraba nuevamente su martillo de guerra y comenzaba a descender lentamente de la empalizada-

Las palabras de Henry habían conseguido hincarse en lo profundo de su mina interior, alcanzando el corazón y expandiendo inevitablemente el temor hacia aquella maldad contra la que llevaban enfrentándose intermitentemente desde hacía unos días. Seres infernales, diosas oscuras y criaturas siniestras salidas de los más tenebrosos abismos que el hombre pudiese imaginar...leyendas hacía tan sólo unos días, pero cruda y desconcertante realidad ahora, que obligaba a todos a aceptar lo que sus ojos les mostraban...o a sumirse en la locura.

-Yo al menos estoy agotado y por lo que veo el resto no estáis mucho mejor, creo que lo mejor será recuperar fuerzas cuanto antes...¿dónde hay techo y cama que se nos pueda ofrecer?

El minero cruzaba ahora Conira, caminando entre sus gentes, sobre el embarrado suelo, en busca de un lugar en el que encontrar el reposo para su cansado cuerpo...establecer horarios de vigilancia era cosa de la guardia, y para planear el futuro de la compañía ya habría tiempo tras un reconfortante descanso.

Illianna sonrió con dulzura a Ayron mientras éste le dedicaba un comentario casi susurrado. Oía las voces de Deron, el galopar de su caballo, y luego la reacción de Dammeryn, Pero ella estaba exhausta, así que amplió su sonrisa cuando escuchó a Melegat, como siempre racional y preciso en sus determinaciones, y luego dirigió sus ojos a su hermano, Brúnil, y se durmió apoyada en el muro, plácidamente.

El sacerdote se acercó con gesto serio a su amigo. Caminaba despacio, visiblemente fatigado.

-¿Cómo estás compañero? – las palabras iban dirigidas a Ayron, pero su mirada se encontraba fija en Illianna -. Esa era una herida muy grave, me sorprende que te hayas podido recuperar con tanta prontitud, aunque me alegra enormemente. Me tenías preocupado.

Quizás fuera la ausencia de energía en su voz, o las palabras que había elegido para transmitir sus pensamientos, tan habituales, tan típicas. Algo en la mente del sacerdote no seguía el mismo camino que sus labios.

Finalmente desvió la mirada hacia la entrada del pueblo, por la que un jinete solitario se alejaba, gritando fuera de sí. Ónemar cabeceó preocupado.

-¿Mentiras de una Iglesia podrida? ¿Los pecados de sus apóstoles? ¿Falacias para niños?... mmmm, creo que ese tal Deron tiene graves problemas.

Siempre receloso con las reacciones de quienes les rodeaban, Brúnil se situó inmediatamente delante de su hermana Illianna. Aún no había guardado su espada tras la carga de caballería que había liderado en la puerta, por lo que pendía de su brazo, visiblemente en tensión. Ante los gritos de Deron y la extraña mirada de Ónemar, el criador de caballos se mostraba desconfiado y alerta. No obstante, su aspecto resultaba tan desalentador como el de los demás, cubierto de barro, agua y sangre, parte de la cual era suya.

Su mirada era gélida, como únicamente podía llegar a serlo la de aquel que defiende su don más preciado.

Deron picó espuelas y puso a su caballo al galope, atravesando la aldea delante de las miradas atónitas de sus vecinos. Llegó hasta la muralla trasera y atravesó el hueco por el que había entrado en Conira momentos antes. Frente a él se habría una vez más la ladera de la montaña, el Cerro del Águila y el camino que volvía a descender hasta el valle.

A pesar de su furia descontrolada una parte de sí mismo aún era dueño de sus actos. Fue esa parte la que percibió un segundo caballo, también al galope, que lo seguía en su huida. Sobre él cabalgaba Dammeryn, el soldado de las cicatrices.

Me encuentro bien - respondí a Ónemar, y realmente era así, pese a que aún me sentía demasiado débil. Las fuerzas volverían poco a poco, como siempre ocurría tras las batallas. Y había que tener en cuenta tambien la pérdida de sangre antes de que la herida fuese cerrada por Illianna.

Con gran esfuerzo conseguí ponerme en pie, mirando en la misma dirección que lo hacía el sacerdote. Deron se alejaba con Dammeryn intentando darle alcance, pero ese era un problema que tendría que solucionarse más tarde, pues ahora había cosas más urgentes de las que ocuparse.

No debemos bajar la guardia por el momento - indiqué - pues no sabemos si podemos ser atacados de nuevo, así que habría que reforzar las defensas antes de permitirnos un merecido descanso, pero antes... - enfrenté mis ojos con los de Ónemar - Dime amigo, ¿qué ha ocurrido ahí fuera? ¿Qué es lo que hiciste para darnos tiempo a guarecernos tras las murallas?

Sabía de la fé que Ónemar albergaba en su interior, pero jamás hubiese creído posible verle realizar tal proeza.

Inesperada compañía a sus espaldas. La embotada y bullente psique de Deron no dio para razolnar más allá de su obcecación del momento. Dammeryn había dicho conocer la zona con precisión... ahora tendría tiempo de demostrarlo. Por su parte Deron parecía cabalgar por las sendas accesorias como si fueran parte de su cabaña. Estaba claro que lo había hecho cientos de veces.

Su avance parecía acercarlos a la explanada en la que se desarrollo el combate principal, apenas una hora atrás; pero aseverarlo a tal velocidad y en plena noche, no era tarea sencilla.

Dammeryn hizo memoria. El tiempo cambia y las aldeas, pueblos y ciudades crecen como si estuvieran vivos. También se protegen, luchan y mueren, y había estado a punto de ver aquello.

En el fondo, Dammeryn no estaba para juegos. Había parte de sí mismo que había dejado allí, y no había podido encontrarla hasta ahora, y le importaba mucho más que aquel hombre oscuro de palabras enigmáticas. Quizá por eso animó un esfuerzo extra para encontrarlo y terminar con aquella tontería. De una forma u otra lo necesitaban cerca y cuerdo.

Los animales avanzaban entre el barro y la lluvia, traicioneros como criaturas de la oscuridad. Lo que durante un largo lapso de tiempo fue un ascenso trabajoso se convirtió de forma repentina en un descenso peligroso. Las patas de sus monturas resbalaban tanto como conseguían avanzar y en varias ocasiones estuvieron los hombres a punto de acabar en la tierra.

A pesar de que ambos conocían bastante bien los senderos y la zona por la que avanzaban, las tinieblas del atardecer y la cortina de agua les hicieron errar el camino en un par de ocasiones, mas no tuvieron problema en alcanzar la explanada de hierba situada frente a la entrada principal de la aldea. Explanada en la que pocos instantes antes los hombres sangraban y morían. Explanada donde aún podían observarse los cadáveres de los menos afortunados y en la que la sangre descendía como pequeños ríos hacia el fondo del valle.

Deron fue el primero en salir a campo abierto, sin preocuparse de una posible emboscada del enemigo o del regreso de los asaltantes. Un poco más atrás, aunque sin llegar a perderle de vista, Dammeryn se detuvo bajo el último árbol que podría ofrecerle cierta protección.

El sacerdote observó con atención a su amigo, al que con confianza ciega confiaría su vida, y a su rostro afloró un gesto de confusión.

-¿A qué te refieres Ayron? ¿Qué quieres decir? – la expresión de incertidumbre era completamente sincera.

En respuesta a las palabras del minero un hombre bajito y delgado, de piel morena y rasgos rasgados, se acercó hasta ellos. Illianna, Brúnil y Mélegat lo conocían bastante bien, el Magistrado Méliant, gobernador en funciones de la aldea. Había sobrepasado ya los sesenta años, lo cual era todo un logro en estas tierras. Su labor como cabeza visible de Conira no es demasiado fatigosa ni en ningún caso relevante. Se limitaba a cumplir con los preceptos marcados desde la capital del reino en cuanto a recaudación de impuestos y simples tareas rutinarias. Por lo demás, era una persona respetable dentro de la comunidad y tenía su propia huerta y su propio ganado como los demás. Trabaja para vivir.

-Saludos amigos – sus ojos brillaban con luz propia y mostraban un profundo agradecimiento -. Os estamos profundamente agradecidos, si no llega a ser por vuestra llegada con toda seguridad a estas horas no quedaría del pueblo más que una negra columna de humo. Por favor, acompañadme. Cuidaremos de vuestras heridas y compartiremos con vosotros los alimentos de los que disponemos, es lo menos que podemos hacer. Venid, vamos a refugiarnos bajo techo y a calentar nuestros cuerpos junto al hogar.

-Menos agradecer y más ofrecer, Méliant.

El minero caminaba ahora en dirección al magistrado, con una forzada sonrisa en el rostro, y esque tras la lucha a vida o muerte en la que había participado recientemente, era difícil volver a sonreir siquiera.

Nunca había tenido demasiado trato con el magistrado, sin embargo era consciente de que Conira les debía en estos momentos más de lo que pudiesen ofrecerles jamás...qué menos que un merecido descanso y algo de comer para quienes aún conservaban la vida.

Brúnil cogió a su hermana dormida entre sus brazos, como si fuera una niña pequeña, y salió con ella tras Méliant, acunándola mientras andaba.

No añadió nada a lo dicho por su buen amigo Melegat, pero sonrió al Magistrado, y le señaló con un gesto de cabeza a Illianna, que necesitaba ese descanso casi tanto como los guerreros heridos.

Nhadia que había permanecido callada ante los comentarios apoyó las palabras de Ayron, que parecía ser el único con la cabeza en su sitio...

Habían visto cosas que no parecían reales, pero no podían bajar la guardía, al contrario, tenían que prepararnos y organizarnse para lo peor, pues quien sabe cuando volverían...

- Perdonad que interrumpa vuestro reencuentro- dijo con ironía... - Creo que se presentan peligros peores como para irse a descansar y a llenar la panza... tras conseguir que todos le prestasen atención debido a su tono de voz, añadió:- deberíamos hacer caso de los consejos de Derkbal y reforzar las defensas... señalando hacia la puerta continúa hablando... - Esa puerta no durará un segundo asalto... ¿Y nosotros? esas bestias no son humanas, y está claro que alguien o algo las controla...

¿Cómo que a qué me refiero? - le pregunté sorprendido - Pues a eso que has hecho para realentizar al enemigo y así permitir que consiguieramos escapar de una muerte segura.

Acaricié durante un instante el hombro herido, aún no totalmente recuperado de la sorpresa que suponía el poder mantener aún la movilidad en él, cuando en cualquier otro momento, una herida así me habría convertido en un tullido para el resto de mi vida.

Desde luego estaban ocurriendo muchas cosas extrañas y prácticamente incomprensibles, al menos para unos ojos como los míos, que siempre habían vivido entre el pragmatismo y que ahora se encontraban con personas que tenían maravillosos poderes, y entre ellos mi amigo Ónemar, al cual conocía desde hacía años y nunca supuse verle realizar tal proeza.

En ese instante habló la mujer que había combatido en el exterior, desviando mi atención por unos segundos del sacerdote para observarla a ella.
Hasta ese instante no me había detenido en su rostro durante mucho tiempo, ya que ella misma era de mirada esquiva y no permitía la comunicación visual. Pero ahora veía la fuerza que se desprendía de un cuerpo enjuto como el suyo....sí, esa mujer podía ser un valioso aliado o un terrible enemigo.

Ella tiene razón - indiqué - Alguien tiene que fijar las defensas y reforzar las murallas, aunque muy a mi pesar, pienso que eso no servirá de mucho. Realmente creo que esto ha sido una especie de prueba, porque no olvidemos lo que vimos al final.
¿Qué era? ¿Alguna clase de demonio? Porque si es así, ya podemos levantar las murallas más altas que imaginemos, que nada impediría que un ser volador como ese, superase cualquier defensa.

-Reforzaremos las puertas y las defensas, pero también debemos ocuparnos de los heridos y de que aquellos que están agotados puedan recuperarse y recobrar fuerzas, los necesitaremos - la voz del joven criador reflejaba todo el cansancio y la fatiga que su cuerpo, como el de todos los demás, había soportado aquel día.

¡Qué lejos quedaba ya la remota mañana allí en el Mesón Fronterizo!

Cubierto de barro y sangre, sostenía a su hermana en sus brazos y la trasladaba tras los pasos del Magistrado Méliant. Illianna no podría encontrar un lugar más seguro que aquel, antes moriría que dejarla caer.

-Voy a dejar a mi hermana descansar junto al calor de la lumbre, regresaré en un momento para ayudaros con las defensas - anunció mientras se alejaba de Ayron.