Partida Rol por web

¡¿Moverme?! ¡¿Aguantar?! ¡¡¿Saltar?!! ¡Que ideas tienen! No es como si fuese a hacer otra cosa, y desde luego no saltar. Mirar hacia abajo hace que sienta vértigo. Puedo notar como se me encoge el estómago, e imágenes de mi ser aplastado contra rocas, suelo y otras superficies igualmente peligrosas y mortales no me ayuda a mejorar.

Me quedo completamente pegado y respirando con dificultad, mientras siento como el viento congela el sudor frio que recorre todo mi rostro, y… todo sea dicho la mayor parte de mí. Esta maldita roca… este… saliente… Estoy empezando a pensar en tirar mi calzado para poder agarrarme un poco mas al lugar. TENGO MIEDO. ESTOY ATERRADO. NO QUIERO MORIR.

Por suerte, y siguiendo los consejos de Umbopa, recuerdo que me he acostumbrado a cargar con un rollo de cuerda en la mochila durante la expedición, por lo que pueda ser. No es un tramo muy largo, pues sobrecargarse con ese calor sería incluso peligroso, pero bastará para salvar esos cinco metros de caída que nos separan de Sir Jacob.

La desenrrollo y la empiezo a atar al tronco del árbol más cercano al borde del precipicio, pidiendo ayuda con la mirada al doctor o al teniente, pues sin duda ellos estarán más duchos en el arte de anudar sogas y cabos con firmeza. Mientras lo hago me planteó como de difícil sería trepar hasta abajo con ayuda de la cuerda... aunque debo darle la razón al teniente, probablemente no soy la mejor candidata para la tarea. 

Aún así, me corroe la idea de quedarme mirando como una mera espectadora... es como si todo mi cuerpo me pidiera actuar. Este viaje me está cambiando mucho, pienso, o quizá está sacando a la luz a la verdadera Jeanne Crossley. Una Jeanne que no podrá volver a los salones de té y las cenas de gala sin morir de aburrimiento.

Veo caer una cuerda. El viento la azota y arrastra, la miro, como supongo que observan los peces un anzuelo en movimiento… quizá de otra forma. Mi vida depende de poder agarrar esa soga.

En cuanto esta lo suficiente cerca, la sujeto para poder atarme al pecho, por debajo los sobacos. Temo por mi vida, quizá pueda salir de esta.

El nudo debería resistir sin mayores problemas, con Sir Jacob anudado al otro extremo de la cuerda ya solo quedaba izarlo hasta un lugar seguro. - Debemos coordinarnos para alzar a nuestro compañero de manera conjunta. - Clavo bien los talones de mis botas en el mullido suelo. - Cuidado con los resbalones, la vida de Sir Jacob depende de nuestro buen hacer.

Me pongo en posición agarro la cuerda con las dos manos y espero a que el doctor Mellanby y Lady Jeanne hagan lo propio, tenso todos los músculos del cuerpo preparado para tirar en cualquier momento. - Yo estoy preparado, cuando estén listos tiramos.

Termino de atar el otro extremo de la cuerda a un árbol cercano para evitar sorpresas desagradables y después me sitúo cercano al teniente Douglas para coordinar mejor los movimientos. Me quito la chaqueta y envuelvo con un pañuelo parte de la cuerda que sujeto con fuerza -A la cuenta de tres señorita Jeanne-.

Los esfuerzos combinados tienen fruto y el teniente pronto emerge del borde, con el señor Jacob bien agarrado a un lado. Ha sido una tara digna de Atlas y todos precisáis de un momento para tomar el aliento y reponeros, en mente y cuerpo.

Es entonces cuando los vientos arrastran la niebla y la hondonada queda al descubierto. Todo es bosque, de un verde oscuro y denso, como el que lleváis viendo días. Sin embargo, algo es diferente. Al fondo, esforzándose por sobresalir entre las copas, una columna de piedra se alza. Cual brazo salido de una tumba, su gris intenso atrapa vuestras miradas y os sugiere el eco de algo muerto que se resiste a desvanecerse. O algo que hiberna, ajeno al tiempo y los cambios que lo rodean. 

Artificial y extraña, con total carencia de ojos y oídos, la atalaya contempla y aguarda. 

Al terminar el doctor su cuenta atrás, empiezo a tirar como ellos con todas mis fuerzas. Siento la soga gruesa y recia entre mis manos, que me arden por el rozamiento, pero aún así hago todo lo que puedo, consciente de que mi contribución a esta tarea es negligible en comparación al duro esfuerzo que están haciendo los dos hombres.

Finalmente suelto la cuerda cuando veo asomar el cuerpo del Sr. St Clair, y mientras el doctor y el teniente siguen sujetando la cuerda, corro a cogerle y a tirar de él para acabar de subirle. Parece que está bien... Debía correr realmente como un poseso para no ver el acantilado y precipitarse por él. Solo la providencia le ha salvado de morir al caer al verdadero fondo. 

Jadeo por culpa del esfuerzo, con la frente perlada de sudor y la adrenalina aún bombeando en mi pecho, y entonces la bruma se disipa ante nuestros ojos y aquello aparece en el horizonte. 

Me pongo una mano a modo de visera para ver mejor, acercándome al borde todo lo posible, fascinada por lo que estoy contemplando.

-¡Miren! ¿Ven lo mismo que yo? -exclamo, emocionada. 

Parece una columna, pero está muy lejos... Debe ser un edificio realmente alto para sobresalir de entre las copas de árboles tan gigantescos, y ser visible de tan lejos. ¿Una torre, quizá? 

Se me acelera el pulso a medida que voy comprendiendo las implicaciones.

-¡Sea lo que sea, no es obra de la naturaleza! ¡Eso es algo construido, señores! ¡Erigido por alguien! Y en esta región, solo hay una posibilidad. ¡Quizá estemos contemplando algo que ningún hombre o mujer blancos han presenciado jamás! ¡la ciudad perdida de Hekalu la Ahtu!

Apenas puedo contener la excitación que recorre mi cuerpo. Simios, serpientes, salvajes y lobos fantasmales... incluso la voz de la niña y su misterioso canto desaparecen de mi mente por completo, sustituidos por un único pensamiento. ¡Tenemos que llegar hasta allí como sea!

Escalo por la pared, tirando de la cuerda, y agarrándome a cualquier cosa a la que puedo. Pataleo por subir, es… es realmente agotador. Me hago daño en las manos, y estoy completamente aterrado de siquiera mirar atrás mientras solo me permito mirar hacia arriba. Pero por fin dejo atrás ese abismal acantilado… lo suficiente como para poder sentirme seguro… para poder respirar. Me dejo caer sobre el suelo, respirando tras de que la señorita Jeanne y el teniente me ayudan a subir. Me quedo un momento ahí. Simplemente tirado en el suelo, disfrutando de la horizontalidad del lugar.

Me incorporo un poco, lo suficiente para poder ver la extraña construcción que atraviesa la bóveda verde. No la pude ver antes. Pero… tampoco estoy seguro si me habría parado a verla. Sonrió. Alegre de estar vivo y de que estemos mas cerca de encontrar el objetivo de este viaje. Aun así, siento que me va a costar levantarme. No puedo ser ahora mismo tan optimista como Lady Jeanne… ¿Somo de verdad los primeros en contemplarlo? Quizás, quizás no. Solo espero que podamos revelar los misterios detrás de todo esto, y que podamos volver vivos. Algo que empieza a ser un desafío cada vez mayor.

El esfuerzo ha sido corto pero intenso y entre los tres logramos sacar a Sir Jacob de ese acantilado, me acerco a él y le doy un afable golpe en el hombro. - Me alegro de tenerlo de vuelta, espero que se encuentre bien. El señor Mellanby debería mirarle esas heridas.

Extrañado miro hacia donde indica Lady Jeanne, debo entrecerrar los ojos para poder ver con la claridad la extraña edificación que se muestra ante nosotros, solo puede ser.. - Caballeros, ¿Es posible que hayamos encontrado el objetivo de esta expedición? - Una sensación de satisfacción recorre mi cuerpo no tanto por haber encontrado la mítica ciudad si no por ver ante mis ojos lo que muchas veces había tildado de fantasía.

-La mayoría de culturas y civilizaciones -respondo al teniente, aún maravillada, incapaz de apartar la mirada de aquella estructura- sólo erigen monumentos de semejante magnitud por motivos trascendentes, de culto a lo sagrado, a lo divino, al más allá. Piense en las pirámides egipcias o incas, los ziggurat de Babilonia, o incluso las grandes catedrales europeas como Notre-Dame de París. 

Pero nunca han existido pueblos en esta parte de África capaces de levantar algo como... eso. O, a la vista está, existían y no lo hemos sabido hasta ahora. ¡Esto puede ser el hallazgo del siglo! ¡Cambiar los libros de historia! ¡Mi abuelo siempre tuvo razón! 

Entonces me doy la vuelta hacia los tres, con mis verdes ojos brillando de emoción.

-Y si hay un lugar de culto, es que hubo adoradores. Gente. ¡Una ciudad! ¡Debemos ponernos en marcha de inmediato! Es decir... si el estado de Sir Jacob lo permite, claro...

Le miro, expectante, y luego al doctor, para ver cual es su diagnóstico. No puedo aguantar las ganas de emprender de nuevo la marcha.

La singularidad de la estructura acapara toda nuestra atención convirtiendo el rescate de Sir Jacob en un hecho nimio y carente de importancia. La piedras sobresalen entre la vegetación marcando un pincelada de amarillo sobre verde propia de Kandinsky. -Señorita Jeanne, su abuelo estaba en lo cierto-. El asombro es perturbador. -Sea lo que sea eso, debemos verlo más de cerca-.

Sir Jacob, observa la estructura con las manos en sus rodillas próximo al saliente del precipicio, me aproximo a él y veo que tiene algunas laceraciones producidas por la caída. -Entre el equipaje tengo un ungüento para aliviar el dolor de esos golpes señor Jacob. Recuérdeme luego que se lo dé-. pronuncio algo absorto.

- Veo que todos estamos de acuerdo en la naturaleza de nuestro encuentro. - Veremos lo que tiene para ofrecernos esa desconocida civilización. - En cualquier caso seguro que lo que encontremos podrá satisfacer sus ansias de conocimiento. - Cuando comencé el viaje no tenía ningún interés en lo que pudieramos encontrar, pero ciertamente ahora no podría estar mas intrigado en descubrir los secretos que guardaba esa edificación. La compañía durante el viaje ha alimentado esa parte de mi.

- Sea pues, marchemos hacia nuestro objetivo. - Digo con una ligera nota de emoción.

-Eso… Creo que ahí es donde oí que la niña iba a esa dirección. La otra expedición ha debido de adelantársenos. - Trato de incorporarme agarrándome a un árbol cercano. Señalo en la dirección de la construcción. – Allí. Esa… esa cosa, es… demasiado extraña para este lugar. Para sus medios. La ciudad debe estar debajo… o al menos conducirnos donde se encuentra ¡Hay que ir inmediatamente! – Puntualizo con vehemencia.

- Además, estaremos más seguros. Si. – Me froto los manos. Convenciéndome a mi mismo de que esto es algo real. En ese lugar podremos desentrañar tantos misterios, la voz, la ciudad, la propia estructura… mi corazón palpita agitado… aunque podría ser porque acabo de subir por un acantilado.

Tras la pausa necesaria para llamar de nuevo a los trabajadores y Umbopa, bordeáis el risco en busca de un punto de bajada. El sol ya ha hecho algo más de la mitad de su recorrido cuando encontráis una estrecha senda, una pasarela de piedra que tiene el espacio justo para que pase una persona de costado. Su recorrido bordea la pared de piedra, descendiendo en zigzag como una escalera. Si no fuera por lo inexacto de su forma, sería fácil pensar que es fruto del trabajo humano.

Sir Jacob, aunque más recuperado que antes, sigue avanzado con una energía que raya en la obsesión. Es el primero en ofrecerse para bajar y si el camino hubiera sido más amplio no dudáis que hubiera salido corriendo. 

Mientras emprendemos el largo descenso por el estrecho sendero parecido a unas escaleras naturales -¿o no?-, no puedo dejar de mirar con preocupación a Sir Jacob. 

Desde la "aparición" de aquel espejismo en forma de lobo, no ha sido el mismo. No parece estar en sus cabales. Como discípulo predilecto de mi abuelo, había contado con él para llevar el peso de la expedición, para que sus conocimientos de la historia y la arqueología de la región nos sirvieran de brújula. Y en cambio... 

Parece totalmente obsesionado. Es desconcertante verle así, siendo usualmente tan flemático y estirado, al borde de la arrogancia. Y ahora parece un hombre muerto de sed en el desierto contemplando un oasis en la distancia. 

Aprovechando un recodo del camino donde éste se ensancha ligeramente, espero a que el doctor Mellanby me alcance, y le cojo del brazo para acercarlo a mi, y susurrarle:

-¿Ha visto el estado de Sir Jacob? Coincidirá conmigo en que no es normal. Ya se ha precipitado por un precipicio en su loca carrera por la selva. ¿Quién sabe qué más locuras cometerá? ¿No puede hacer nada por él, doctor? Me temo que si sigue así se convertirá en una carga para todos. Como experto, ¿qué recomienda usted? ¿Qué deberíamos hacer?

Bajo delante. Como puedo, apoyándome en un improvisado bastón y en los bordes de la pared. Quiero ir mas rápido. Necesito ir mas rápido. Pero no puedo. El camino no lo permite. Me tengo que conformar con ver como poco a poco la torre se hace más grande y a la vez desaparece en la bóveda verde mientras descendemos.

Voy cantando una cancioncilla. Distraído. Y con un tono algo agudo. -  lanzar y girar, de nuevo lanzar. Tal vez dormido te encuentre allí. En tus sueños, tu nombre escucharás. Pero antes del amanecer lo olvidarás. -  Tarareo un poco con la boca cerrada antes otra vez a iniciar la canción sin despegar la vista del lugar donde debería estar la extraña atalaya de piedra.

Incluso con la imprudencia de Jacob, conseguís bajar sin que nadie salga herido. El sol ya va descendiendo, anunciando la llegada de la tarde; aún queda tiempo para explorar algo más, pero no para llegar a la ciudad antes de la noche. 

El suelo ha perdido su rojez para parecer consumido en cenizas. La jungla, que a simple vista luce igual que la de arriba, parece devorar el color de la luz. No hay nada que no sea oscuro, incluso el verde más destacable es apagado, triste. Al frente, cuerdas cuelgan desde las ramas, con pequeñas formas blancas.

Calaveras. Entrelazadas unas con otras, ondean al viento, desprendiendo sonidos aflautados. Clavadas en la corteza, hay mudas de serpiente flotando como etéreos banderines. Umbopa cae al suelo sobre sus rodillas, mirando con los ojos muy abiertos aquello.

-Hapa ni mahali palipolaaniwa, bibi. Kuvuka kutaamsha tu roho za tauni na hofu, kifo kitatujia kama tai wenye njaa.