Partida Rol por web

- Mi intensión no es ninguna. Sobrevivir, diría yo. - Sonrío, tranquilo. - Por ahora permanecer aquí hasta encontrar nuevas nuevas que nos permitan movernos a algún lado para estar a salvo. Volver a los caminos o pisar alguna ciudad, no es una elección sabia. 

Mientras hablo, observo a Wolf como mira el carruaje. Estaba seguro que entre los dos lo podían arreglar. Solo que necesitaría alguna pieza de repuesto.

- No soy un noble. - Le contesto a Robert sin mirarlo, prestando ahora atención a Wolf. - Simplemente un viejo que ha acumulado dinero como para comprar un carruaje usado a un adinerado. 

Las presencia de una nueva elfa hace que vuelva mi atención sobre las dos. Abrasadas. Me seco el sudor de mi frente con la manga de mi camisa, y sonrío nervioso. Me quedo sin palabras. Aquello se estaba desbordando. 

En un primer momento, Donor no vio exactamente de donde provenía la pregunta, por lo que tuvo que girarse trescientos sesenta grados sobre si mismo para averiguar quién le había hablado, sabiendo que no habían sido ni su padre, ni su madre, ni su hermano. 

- Hemos tenido que huir de la ciudad - dijo el montaraz mientras comenzaba a tensar el arco con una de sus flechas por si la ocasión lo merecía. - Ha sido invadida y hemos tenido que abandonar nuestra patria - le susurró al mediano mientras observaba como su padre se acercaba al claro. 

Al fin y al cabo, aquello se estaba convirtiendo en un grupo bastante amplio. Una vez que tuvo el arco preparado para dispirar por si acaso, se dirigió de nuevo al mediano, el cual parecía haber salido de la nada. 

- ¿Y tú, qué haces aquí?

Aún no era el momento de salir.

En un primer momento, Donor no vio exactamente de donde provenía la pregunta, por lo que tuvo que girarse trescientos sesenta grados sobre si mismo para averiguar quién le había hablado, sabiendo que no habían sido ni su padre, ni su madre, ni su hermano. 

- Hemos tenido que huir de la ciudad - dijo el montaraz mientras comenzaba a tensar el arco con una de sus flechas por si la ocasión lo merecía. - Ha sido invadida y hemos tenido que abandonar nuestra patria - le susurró al mediano mientras observaba como su padre se acercaba al claro. 

Al fin y al cabo, aquello se estaba convirtiendo en un grupo bastante amplio. Una vez que tuvo el arco preparado para dispirar por si acaso, se dirigió de nuevo al mediano, el cual parecía haber salido de la nada. 

- ¿Y tú, qué haces aquí?

Aún no era el momento de salir.

Me giro sobresaltada cuando escucho al mediano hablarnos y pego un grito sordo, apostaría yo, pero que se escuchó en varios metros a la redonda. De repente mi hijo sale a responder. A pesar del miedo que tengo ante la situación, no veo amenaza ninguna en aquel mediano, y me adelanto, para apoyar a mi hijo.

- Estamos buscando un lugar para pasar la noche. Lo hemos perdido todo.

El grito se escucha por todos lados, y todos giran la cabeza para ver de donde procede. Con un poco de paciencia y esquivando algún que otro árbol con un pequeño giro del cuerpo o la cabeza, podéis ver a un grupo de dos jóvenes acompañados por una mujer de edad adulta, posiblemente su madre. 

Sonrío ante el susto de la mujer. Levanto los brazos para tranquilizarla. Lo último que quería ahora es una mujer asustada y desquiciada. 

- Vivo aquí. - Afirmo al joven señalando el claro. Cuando veo que la mirada de Robart se cruza con la mía, le saludo alegremente con la mano. - Bueno, - afirmo encogiéndome de hombros, - vivimos aquí. Hemos huido de la ciudad y no hemos visto otro sitio mejor para estar.

Me coloco la mochila mejor sobre mi espalda. Pesaba y me estaba haciendo daño en los hombros.

Suelto los hombros de Atirl y me quedo mirando a mi alrededor, mirando a todos sin decir nada. Todos parecen haber huido de alguna ciudad, no parecen querer pelea, pero a pesar de todo no confío en nadie, al menos no todavía. 

-Atirl -le susurro a mi amiga -Por favor, para otra vez no seas tan descarada. Imagínate que hubiesen sido peligrosos...Podían haber descubierto mi posición y entonces nos hubiésemos metido en un problema. 

Bueno, qué va. De repente hay un amontonamiento de gente en el claro, y ninguno parece tener intenciones bélicas. Creo que ya es hora de salir a la luz. Me paro de forma un poco torpe, por el nerviosismo, echo una mirada hacia atrás rápidamente, y camino hacia la carreta.

-Eh... ¡Hola!- saludo agitando ambas manos en el aire. -Este... pasábamos por aquí y no pude... evitar escuchar las conversaciones.- No llego a tartamudear, pero estoy a punto. No quiero asustar a nadie y no sé bien qué decir para no ser atacado, tampoco. -Bueno... también perdimos nuestro hogar...- miro de nuevo hacia atrás. -... y estamos un poco perdidos. No sé si podrán brindarnos algo de ayuda-

Salgo detrás de mi hijo. Con la mirada perdida en el suelo. Asustada aunque no temblando. Simplemente en silencio. Cuando mi hijo habla y me mira, le devuelvo la mirada. Solo quería protegerlo, le cojo la mano para darle confianza y seguridad. Esperanzan de que todo saldría bien. 

No sabía en que momento había sido descarada, o si solamente era otra de las mentiras que tenía que entender. Tampoco me preocupaba ahora. Me sequé las lágrimas con la manga de mi ropa y asentí con la cabeza. Luego, mi atención se centro en la pareja tan extraña que se aproximó al claro, el joven enano y la mujer adulta humana. Seguía pensando que eran madre e hijo, aunque me seguía chocando lo enano que era el hijo, y lo poco de humano que tenía.

Me giro hacia las personas que han entrado en el claro y las miro de arriba al abajo, pero sin decir nada. Me separo de Atirl y me acerco a ellos.

-Creo que todos estamos igual...¿Qué os parece si nos presentamos? A lo mejor tenemos intereses comunes y podemos viajar juntos.

Cuando su madre hubo proferido aquel grito, Donor se resignó. Ante aquel clamoroso ruido seguramente habían sido descubiertos, así que sin guardar su arco, dio una serie de pasos en dirección al claro. 

-Vamos -le dijo a su madre y a su hermano. 

Cuando llegaron al destino, se presentó:

-Somos la familia Salegar y venimos de la ciudad, completamente invadida. 

Sonrío a todos los presentes. Hay esperanza. Hay más gente como nosotros. Hay supervivientes. 

- Soy Rabert Oehtara. Un viejo retirado de su oficio desde hace años, y bueno, que dedico... perdón, dedicaba mi tiempo libre a viajar con mi carruaje. Antes de vuestra llegada, vivíamos aquí Blebn y yo, desde hace al menos dos días. Es el único lugar seguro que tenemos. Yo duermo en el carruaje, y él en la tienda de campaña.

Coloco mis manos sobre  mis piernas, y me presento.

- Soy Atirl, una elfa que bueno... - miro ha mi amiga. No quería volver a meter la pata y tampoco sabía que más decir. - Estamos huyendo de los Pieles Verdes. Lo hemos perdido todo. - Aunque a decir verdad... yo lo perdía antes de que ellos llegaran. El recuerdo hace me que sienta furiosa. Un sentimiento que no podía controlar.

De pronto, una gran cantidad de personas comenzaron a entrar en el claro desde todas partes, y no sólo humanos, sino también elfos. Tras una serie de intercambios que resultaron un poco confusos ¿Por qué llora esa elfa? su madre desveló la pisición con un grito involuntario ante un mediano. No parecía muy amenazante, aunque con ellos nunca se sabía: tenían las manos largas y los reflejos rápidos. 

Bedwyr siguió a su hermano al interior del claro, y las noticias que recibieron eran muy perturbadoras. La ciudad a la que iban estaba invadida, por lo que probablemente el país entero estuviese bajo ataque. No todos los que había en  aquel claro le inspiraban confianza, antes al contrario, pero de todas formas no había otra solución, ya que no habían hecho caso de su sugerencia de pasar de largo. 

Manteniendo la mano en la empuñadura de la espada, entró en el claro, diciendo:

-Buenos días. Yo soy Bedwyr Saelgar. Nos dirigíamos a Tnalt, pero ahora creo que lo mejor será cambiar nuestro rumbo.

Al llegar a donde están todos, siguiendo a mi hijo, me presento a petición de la elfa. 

- Soy Caros Etsina, madre de Impo. No... - me daba vergüenza decirlo, pero era lo normal. Tampoco había que darle más vueltas. - Sólo soy una simple mujer que cuidaba de su hijo y su marido. - El recuerdo de la muerte de mi esposo me destrozó mi compostura. Y las lágrimas salieron de mis ojos con tanta fuerza que saltaron en lugar de recorrer mi mejilla. - Lo siento. - Comenté por mi voz entrecortada, mis lágrimas y la triste historia de mi vida, mientras cojo la mano de mi hijo, para coger fuerza, para darle fuerzas. Para que se sienta protegido.

-¿Estás bien? -le preguntó Donor a Caros mientras se acercaba a ella. 

Aunque fuese un montaraz, eso no le hacía no tener sentimientos. no sabía lo que era perder a un familiar, pero si que se imaginaba el dolor por el que debían pasar. 

-Yo soy explorador y conozco bien estas tierras, tal vez podría guiaros a un lugar donde estuviéramos a salvo.

Wolf se levanta y saluda a todos los que van llegando y haciendo gestos con las manos para que los demás se acerquen. Es una buena señal que hayan tantos supervivientes, porque estoy oyendo que hay muchos lugares que han sido saqueados.

-Venid todos, vamos a tomarnos un descanso, que lo necesitamos- yo llevo horas caminando, de hecho me duele el dedo pequeño, no tenía mis mejores botas cuando salí corriendo- y tenemos que ver que vamos a hacer, de momento bebamos  y comamos lo que tengamos- me acerco a Donor, agarro un palo y empiezo a dibujar en la tierra. Primero Igroe, luego Tnalt y en medio una X, que es donde estamos, le paso el palo a Donor que dice que sabe el terreno- marca de donde venís y todo aquello que sea de importancia.

Miro a mi alrededor, parece que somos unos 10.

Acompaño a mis hijos hasta el claro, seguida del mediano. Me sentía avergonzada por el grito que había hecho descubrir nuestro escondite. Pero tampoco pasaba nada. Parecían buena gente, y los únicos supervivientes que habíamos visto en unos días. Eso era motivo de alegría y no de miedo.

- Soy Cotlan Yllut Saelgar. Madre de Bedwyr y Donor, y esposa de Robert. - Sonrío a los presentes. - Como mi hijo, soy una exploradora innata, pero llevo años sin salir de mi hogar. El criar a mis hijos y cuidar de mi marido, me quito tiempo para ejercer mi naturaleza inquieta. Cosa que ha heredado Donor. - Le sonrío a él y le toco el hombro cariñosamente. 

Aún recuerdo el día que se perdió y el miedo que pasé. Eso demostró que mi sangre estaba viva con él. 

Voy detrás de la mujer con sus dos críos. Alegre, sujetando mi mochila con ambas manos, pegando saltitos cuando el peso no me hacía daño en mis hombros. Cuando llego al claro, me presento.

- Soy Blebn, un mediano. - La afirmación de mi condición de mediano era inevitable. - Y bueno, como bien ha contado mi nuevo mejor amigo, Rabert, estamos aquí porque no hay más sitio donde ir. Aunque la idea de abandonar este claro es inevitable que cruce vuestras cabezas. Las nuestras ya lo ha cruzado, pero es todo muy peligroso. Aún así, si queréis abandonar el claro, lo suyo sería explorarlo primero. Cosa que me presto a ello. 

Suelto la mochila en el suelo, cerca mi tienda de campaña. Y me agacho para abrirla y comenzar a sacar lo que he traído de la ciudad.