Partida Rol por web

El cargado ambiente de la taberna y la falta de luz, acostumbrada a varios días al raso, junto a la presencia de muchos hombres grandes, hicieron que Amy se pegara más a sus compañeros y protectores. El ambiente era opresivo para la pequeña hobbit.

No le costaba mucho fingir que era una chiquilla, ya que casi temblaba como una.

Mientras los demás tomaban asiento Bledwyn se decidió a hablar con el posadero que en seguida le dirigió la mirada y una sonrisa profesional de cortesia.

Buenos días joven. Echo una mirada por encima del hombro de Bledwyn y vió a sus curiosos amigos, inmediatamente su sonrisa pareció más forzada. Había confundido a Bledwyn con un dunlendino pero al ver a sus amigos, sobretodo al montaraz su rictus se tornó en preocupación aunque luchaba por mantener la apariencia de un cortés posadero. ¿En qué puede ayudar este humilde posadero a usted y sus amigos?

Tan pronto hubo apoyado sus codos en la barra, el muchacho tuvo la contundente certeza de que sus planes se habían hecho trisas. Bledwyn conocía aquella sonrisa de memoria. No podía decir que la hubiera sufrido en carne propia, al menos no desde hacía tiempo, pero era la misma sonrisa que su antiguo patrón solía esbozar cuando pretendía sacarse a algún cliente de encima sin mostrarse abiertamente descortés. Y aún más. Aquella sonrisa hablaba también de desconfianza… incluso también de temor.

El joven tuvo que improvisar rápidamente un plan alternativo.

- ¿Amigos? – contestó con gesto de genuina sorpresa. Luego, siguiendo la mirada del posadero, pareció reparar por vez primera en el variopinto grupo que acababa de entrar. Su gesto se tornó repentinamente taimado, incluso ladino, y sus ojos entrecerrados dedicaron una mirada de complicidad al posadero.

- Ahhh, esos… jeje. No son amigos. Son… clientes.- sentenció mientras un guiño casi imperceptible subrayaba sus palabras.

- Los encontré dando vuelta por el mercado. Viajan hacia el sur, pero necesitaban comer y pasar la noche. Los vi algo perdidos y decidí oficiarles alegremente como guía. Si algo puede decirse de los hombres de esta tierra es que somos honrados y hospitalarios, ehh !!! – la sonrisa del muchacho se ensanchó, y casi golpeó con el codo al posadero buscando su complicidad.

- Viendo los extraños personajes que componen el grupo, se me ocurrió que este era un buen lugar para traerlos. – Bledwyn dedicó una profunda mirada al posadero, una mirada en la cual había bastante de entendimiento, y muy poco de escrúpulos. - Tienen dinero, pero desgraciadamente hablan muy poco nuestra lengua. ¿Por qué no les envías unas jarras de cerveza y algo para comer? Mientras, nosotros podemos hablar de negocios.

El posadero alzó las cejas sorprendido. No se esperaba que un desconocido le trajera a un grupo de extranjeros a su posada para hacerle un favor asíque supuso que estaba buscando algo y qué tal vez quería timar a esas gentes o tal vez robarles. Poco a poco en la mente del posadero fue disipandose la sorpresa inicial y acumulandose diversas teorias y sospechas sobre las intenciones del joven muchacho. Pensó entonces, que algo quería sacarle a cambio de los nuevos clientes o que tal vez fueran gente peligrosa y otro posadero tratara de quitarselos de encima y endosarselos a él.

Si no me pide nada a cambio de ellos debe ser eso último. Sentenció para sus adentros. No me gusta la pinta de ese vagabundo del Norte. Pensó referiéndose al montaraz.

Al referirse a los negocios, el posadero creyó haber acertado con la primera suposición y esperó a que Bledwyn le pidiera algo a cambio. Con esa idea llamó a su hija para que fuera ella quien les sirviera mientras el despachaba con el joven.

Arofë hija, encargate de servir a esos señores unas buenas cervezas y algo de comer.

Una joven mujer que antendía unas mesas algo más apartada se acercó al escuchar su nombre, y sumisa con las ordenes de su padre se dispuso a cumplirlas, no sin antes dedicar una mirada, mezcla de curiosidad y sensual picardia al muchacho con el que conversaba su padre.

Sí padre, enseguida les atiendo. Dijo la joven poniendo rumbo a la mesa de los nuevos clientes.

Tendría unos veintipocos años y era muy bella. Tanto su pelo como su piel eran morenas, su pelo azabache caía a mechones sobre sus hombros y su rostro era sensual y delicado, fino y esbelto. En concordancia, sus cejas también eran finas e igualmente su nariz. Sus labios en cambio eran algo carnosos y le daban mayor aspecto de sensualidad. A todas luces su rostro era hermoso. De igual modo, su cuerpo era fino y delicado, sus curvas se movían en un vestido negro de seda que dejaba al descubierto los hombros y el cuello.

Una joven muchacha se acercó hasta ellos y les preguntó que deseaban beber y comer aunque ninguno de ellos entendió sus palabras supusieron que la joven camarera se había acercado hasta ellos para eso y Neram se lo confirmó cuando tradujo sus palabras. Mientras pudieron ver a sus espaldas a Bledwyn charlar con el posadero.

La camarera tendría unos veintipocos años y era muy bella. Tanto su pelo como su piel eran morenas, su pelo azabache caía a mechones sobre sus hombros y su rostro era sensual y delicado, fino y esbelto. En concordancia, sus cejas también eran finas e igualmente su nariz. Sus labios en cambio eran algo carnosos y le daban mayor aspecto de sensualidad. A todas luces su rostro era hermoso. De igual modo, su cuerpo era fino y delicado, sus curvas se movían en un vestido negro de seda que dejaba al descubierto los hombros y el cuello.

Edrram siguio a Neram y los hobbits hasta la mesa, una vez alli echó un vistazo alrededor en busca de miradas curiosas. Su pose era de nuevo sumisa, no deseaba sobresalir.

Mientras miraba, una hermosa joven se acerco a la mesa, y sin poder dejar de mirarla, la escucho sin lograr entender nada. Ensimismado con su porte y belleza, se perdió en su imaginacion.

El comandante, volvio rapidamente en si, avergonzado, miró a Neram mientras este le traducia lo que la joven les decia. Por supuesto se lo habia imaginado, pero queria estar seguro.

- Vino para mi por favor - le pidio al montaraz para que este lo pidiese. Ademas se fijo en la manera de pedirlo para, en futuras ocasiones poder, hacerlo el. Tal vez solo supiera pedir vino, pero para pasar el rato en el calor de una posada, ya le valdria.

Espero que le sirvieran mientras con la mirada esperaba encontrar a su amigo.

Neram escrutó a los hobbits en busca de una respuesta a las palabras que acababa de traducir, visto el mutismo de los mismos recordó la afición de estos pequeños a la cerveza, de modo que se permitió la licencia de pedir por ellos Seguro que no la cerveza de aquí no tiene punto de comparación con la de la cuaderna este, pero un poco de jugo de cevada les animará el día Cuando se dispuso a pedir y sus palabras fueran a salir de sus labios, recordó la pantomima que estaban representando y recapacitó en sus anteriores pensamientos.

Usando el idioma local se dirigió a la bella camarera.

Sí... si es usted tan amable me sirve una pinta de cerveza para mí, un vino para el caballero y dos batidos de frutas para los niños.

Silwen se mantuvo en todo momento junto a Neram, sin pronunciar palabra o sonido, su gran agilidad le permitía caminar sin perturvar el medio en el que andaba. Atenta en todo momento a lo que pasaba a su alrededor y al ver que sus amigos se sentaban en una mesa, decidió dar un paseo por la posada por si escuchaba los comentarios que los presentes podrían hacer ante la llegada de tan distinguido grupo.

Bledwyn necesitó de toda su fuerza de voluntad para evitar que sus ojos se fueran junto con la hermosa camarera. En otra época de su vida, quizás hasta hubiera quedado boquiabierto durante un largo rato, incapaz de pensar en otra cosa que no fueran aquellas sinuosas curvas. La posada de su antiguo patrón no se caracterizaba precisamente por aquel tipo de clientela.

Sin embargo, cuando un hombre se acostumbra a la belleza élfica, es muy difícil que algo más pueda llamarle la atención. Y Bledwyn aún contaba con los delicados rostros de Silwen y Miriamele danzando en su memoria… y también por supuesto el de Leowyn.

Así que finalmente consiguió contener su desbordante lujuria y pronto apartó su mirada de la camarera. Había escuchado al posadero llamarla “hija”, y aunque quizás fuera solo un apelativo cariñoso, prefería no arriesgarse.

- Bueno… el caso es que… - continuó ni bien se formó un ambiente de cierta intimidad a su alrededor – Como les hablé tan bien de vuestra posada… y bueno… imagino que dejarán sus buenas monedas… bueno… - el muchacho daba vueltas al asunto, incapaz de comportarse con el desenfado y soltura de un auténtico tahúr.

- Verá. Soy artista. – concluyó en un rapto de sinceridad – Y pensaba que quizás usted podría darme permiso para mostrar algo de lo que puedo hacer. Quizás entretener un poco a la concurrencia y bueno… rogar que sus bolsas se suelten un poco. ¿Qué me dice? Podemos repartir las ganancias a partes iguales.

El posadero se había acercado a Bledwyn en tono de absoluta confidencia, escuchando las palabras del joven como si fueran un secreto o una conspiración. Aunque más bien le parecieron algo en el medio de esos dos puntos.

Cuándo se declaró artista el posadero se incorporó alejandose  con una mueca de sonrisa en su boca hasta el punto de una conversación normal. Entiendo.. El posadero pensó que había descubierto los intereses de Bledwyn, era un juglar de poco éxito que pretendía ganarse un hueco en su parcela trayendole a ésta nuevos clientes a los que exprimir sus foráneas carteras.

Solamente la mención de repartir las ganancias hizo que el posadero volviera al tono de confidencia que había adoptado al principio, acercandose a Bledwyn y apoyando de nuevo ambos codos en la mesa.

¿Al cincuenta por ciento? Preguntó interesado.

Mientras hablaban la hija del posadero se acercó a la mesa interrumpiendo la conversación en el momento justo en que su padre preguntaba en voz baja a cuanto se iban a repartir las ganancias.

La mano de la muchacha rozo sin querer el brazo de Bledwyn al acercarse a la barra, fue un suave roce.

Padre, aquellos hombres han pedido una cerveza, un vino y dos batidos de frutas para los niños. Dijo la muchacha con su voz dulce y meliflua.

Cuando el posadero se giró para antender los pedidos la joven que esperaba en la barra junto a Bledwyn se giró hacía él y le sonrió, creando la duda en la mente del joven de si el casual roce anterior había sido realmente tan casual o fue intencionado realmente.

El muchacho se giró un instante hacia la camarera, y una fugaz y tímida sonrisa respondió a sus ambiguas manifestaciones. Pese a la incipiente fama que había comenzado a ganar en “La Media Pinta”, Bledwyn aún estaba muy lejos de convertirse en un verdadero galán, y en sus aventuras amorosas solía ocupar con más frecuencia el papel de “presa” que el de “cazador”. Además, inmerso en aquel ambiente desconocido (e incluso quizás hostil), le costaba bastante al joven trovador moverse con absoluta soltura.

Pensó por unos instantes incorporar un leve guiño a sus gestos, pero pronto descartó la idea por los riesgos innecesarios que conllevaba. Todavía debía moverse con cuidado.

Volvió su atención al posadero, tratando de cerrar aquel trato.

- Cuando finalice mi actuación, podéis recorrer las mesas con una bolsa y aguardar alguna donación. Guardáos la mitad y yo me quedaré con el resto. Me parece justo. ¿Qué decís?

El posadero regresó a la barra con una jarra de cerveza, una copa de vino y dos batidos y la muchacha recogió todo con entrenada habilidad y los llevó a la mesa de Neram y demás.

El posadero volvió a la conversación con Bledwyn. Trato hecho. Dijo tendiendole la mano para que se la estrechara.

La joven muchacha que les atendía regresó al cabo cargando con todo en un solo viaje. Le dió a Neram su jarra de cerveza, a Edrran su vaso de vino y a los dos niños los batidos. Hizo una cortés reverencia y se volvió a sus labores.

La cerveza no era de muy buena calidad, pero se podía beber. El vino era algo agrio, y Edrran pensó que deberían usarlo para aliñar las ensaladas como vinagre antes que para servirlo como vino. En cambio los batidos de los hobbits estaban realmente buenos.

- Hecho. – sentenció el muchacho mientras estrechaba la mano del posadero. Bledwyn hizo bastante poco por ocultar la sonrisa que comenzaba a formarse en su rostro, y el gesto lo acompañó mientras se giraba para buscar el lugar más indicado donde iniciar su repertorio. Necesitaba una zona más bien despejada, y una tarima o una banqueta no le vendrían nada mal. Necesitaba captar la atención de todos.

Casi por casualidad, sus ojos se encontraron con los de aquella hermosa camarera. El joven aprovechó para indagar en un quedo susurro.

- ¿Tienes alguna canción favorita? Tal vez la conozca, y sería un honor para mí dedicártela. Te advierto que mi repertorio es algo limitado, pero quizás sea mi día de suerte.

La muchacha se sintió halagada por la petición de Bledwyn y sonrió ampliamente. Se apartó un mechón del pelo que caía sobre su fino y delicado rostro con su mano y lo llevó tras su oreja. Agachó la cabeza con timidez y pensó durante unos segundos aunque realmente lo tenía bastante claro. Solo había una canción que le parecía hermosa.

Me encantaría escuchar la canción de Lúthien Tinúviel. Susurró ella al oido de Bledwyn y su aliento hizo cosquillas en la oreja del joven.