Partida Rol por web

El hermoso ser sonrió con dulzura a los niños antes de hablar con una voz que recordaba al canto de los ruiseñores.

—En efecto pequeño, soy una Anjana... y he venido a ayudaros.— El pequeño hada comenzó a levitar ligeramente para ponerse a la misma altura que los niños. Solo entonces se percataron de que aquel ser tenía además dos delicadas alas semitransparentes, tan ligeras como la tela de una araña— No sé quien es ese Guardia Civil... Si es algún guardián de los bosques no le conozco. Y conozco a todos pequeño... y tú —dijo posando la mirada benévola en Lucía.— No tienes ningún gusano encima. No es así como actúan.

♪ Los gusanos que os han picado

invisibles son al ojo humano.

Solo cuando la sangre humana catan

Su piel brilla como el oro o la plata. ♪

♪ Esos que en los arbustos veis brillar

son los los que os acaban de envenenar.

Terrible veneno portan los malditos,

os matará si no encontráis antídoto. ♪

Uzo tenía su linterna en la mano, y creía que había llegado a la cueva (aunque en realidad estaban a un par de horas), mas lo siguiente que pudo hacer no fue sino prestar atención a las explicaciones (para Uzo y tal vez para el resto de amiguitos) algo ambiguas, aunque realmente explicaban los picores producidos en... bueno... en la mayoría de partes corporales posibles (para un picor).

¿Y... y -decía balbuceando-, dónde... donde encontramos el antídoto? Yo me encuentro muy bien... -apuntó Uzo como si de ser cierto lo del supuesto veneno no le afectara en ese preciso momento.

El susto que llevó al ver aparecer de pronto a aquel ser se esfumó por unos instantes, sobre todo debido a que se quedó encandilada por la belleza y dulzura que emanaba de aquella Anjana, incluso Lucía se atrevió a medio sonreír al escuchar que no conocía a la famosa Guardia Civil. Pero todo eso se desvaneció cuando, dirigiéndose a ella o así le pareció, empezó a hablar de gusanos que, aunque no los llevaran encima, estaban por ahí brillando después de haberles chupado la sangre, espera... ¿eso no lo hacían los mosquitos?

- Enve... ¿envenenar? Eso es malo ¿no? ¿Nos han metido cosas malas dentro? ¿Nos vamos a morir?

Aquello sonaba muy mal y Lucía comenzó de nuevo a sollozar.

- ¿Qué es un antí... antídoto? ¿Eso nos va a curar?

La niña se paró en seco y por poco cae de morros contra el suelo no comprendía muy bien que era lo que estaba ocurriendo, nuca había visto a una mujer de una belleza tan sublime.… ¿una Anjana? Se pregunto finalmente al oír a Panes, si el chico estaba en lo cierto la mujer los ayudaría, claro, si habían sido buenos. Alicia no recordaba haber hecho ninguna trastada en los últimos días, bueno, una sí, intentar escapar del campamento pero no eso no había tenido ninguna trascendencia.  Finalmente la niña solo fue capaz de decir un tímido hola.

Si, creo que sí... -apuntó Uzo ante la pregunta de Lucía-. Un antídoto es una cosa que cura. Lo sé porque mi primo del pueblo me dijo un día que yo mismo me había envenenado con unas galletas de chocolate que mi tita, su mamá, me dio; dijo que unos gamusinos, o algo así, las habían lamido, y que las habían infectado... Lo malo es que me había comido ya tres...

Uzo hacia por recordar aquella historia.

¿Y sabéis qué? -el chaval continuó olvidando por momentos los problemas de estar perdidos y con "ponzoña" en su interior-, mi primo me dijo que le diera el resto de galletas, ya que él era "incume", o "ingume", o "inmune", o algo así, osea, que no podía envenenarse porque sí; me dijo que las iría probando una a una a ver si tenían veneno, para hacerme un favor.

Uzo se quedó un poco triste entonces.

Su mamá le riñó al final. Le obligó a pedirme perdón, aunque en realidad no sé porqué: se comió todas mis galletas, si, pero "me salvó la vida", según me dijo luego él...

Panes se frotaba los ojos sin poder creer lo que estaba viendo. ¡La anjana estaba volando justo delante de sus ojos! Sin lugar a dudas era mágica, no había ninguna duda, igual que lo era Juan Tamarit, que sabía hacer todas esas cosas con las cartas.

Le seguía picando, pero estaba tan embobado escuchando la melodiosa voz de la anjana que prácticamente no lo notaba.

Una vez yo fui a cazar gamusinos con mi tío Julio.- Dijo José alegré volviendo a participar en la conversación.- Llevábamos un rifle de esos con tapón de corcho y un saco enorme para guardarlos. Estuvimos andando toda la tarde, pero al final no vimos ninguno y nos tuvimos que volver al pueblo a cenar.- Lamentó.

Guillermo se quedó muy quieto, era imposible que el ser no conociera a la Guardia Civil, de hecho también era imposible que una especie de hada estuviera flotando frente a ellos. Guillermo enmudeció y asistió perplejo a lo que el extraño ente les estaba diciendo.

He oído hablar de los gamusinos, pero en Cantabria no quedan. Los ojáncanos acabaron con ellos devorando todos.— La anjana sacó entonces un frasquito de su manto azul cubierto de estrellas. Mientras tanto los niños seguían arrascandose sin darse cuenta, puesto que los picores eran muy, muy fuertes. De nuevo el pequeño ser comenzó a cantar...o a hablar musicalmente. Parecía que el canto era para ella tan natural como hablar y por ello a ratos hablaba cantando como un pájaro, a ratos hablaba.

♪ Un frasco con antídoto tengo

para curar males y venenos

mas para los males del gusano

nada en mi haber tengo. ♪

A pesar de aquellas palabras la anjana se mojó los dedos con el líquido del frasco y les pasó el dedo por la frente, haciendo un símbolo idéntico a la cruz encarnada que ella tenía dibujada en su frente. Inmediatamente los picores cesaron y los niños sintieron un gran alivio. La anjana sin embargo les previno. 

Esto solo quita los picores, señal del envenenamiento... Pero no elimina la ponzoña del cuerpo. Si no hacéis nada moriréis quemados de dentro hacia fuera en cuanto salgan los primeros rayos de sol del día de mañana. Tal es el efecto del veneno de esos seres, gusanos nacidos del cuerpo moribundo del Roblón. Más no debéis desesperar. Hay una solución, aunque no es sencilla.

Lucía se estaba poniendo muy nerviosa, no entendía ni lo que estaba sucediendo ni lo que la Anjana les estaba contando, aunque tuvo que reconocer que al haberle quitado los insufribles picores de la espalda, aquella cantarina mujer, hada o lo que fuera, no podía ser mala.

- ¿Vamos a explotar por la mañana?

Eso de quemar de dentro a afuera le sonaba un poco raro y, desde luego, sonaba muy mal. Pensó en sus padres y en sus hermanos... ¿Y si por culpa de esos gusanos no los volvía a ver nunca más?

- Y... Y ¿Qué tenemos que hacer?

Se creyó a pies juntillas todo aquello. Y Uzo comenzó a sollozar. Por muchos libros que había leído de cualquier situación, que le hablaran con ese tono acerca de veneos y muerte le hacían preocuparse y entristecerse del todo. Unas lágrimas cayeron sobre sus mejillas mientras atendía a la anjana. Entoces, cuando Lucía preguntó qué podían hacer para curarse, prestó atención mientras se secaba con la manga las lágrimas...

- ¿Y quién ha puesto esos gusanos ahí en medio? Son un peligro, alguien debería hacer algo.

Suspiró aliviado al notar el cese de los picores y pronto comenzó a pensar en largarse de aquel lugar repleto de criaturas extrañas.

- Y en el hospital comarcal, ¿no tendrán también el antídoto?

Noto como el bálsamo le refrescaba la piel, igual que cuando su madre le echaba agua oxigenada sobre las picaduras de los mosquitos. Gracias. Dijo con afecto a la misteriosa mujer que les estaba ayudando.

No pudo evitar que un escalofrió le recorriera la espalda cuando la mujer describió lo que les iba a pasar. Nos convertiremos en cenizas cuando salga el sol, igual que los vampiros. En muchas películas estallan en llamas, nos…nos…. nos pasara lo mismo, pero nosotros no somos malos como los vampiros, no hemos hecho nada malo…. ¿Por qué tiene que pasarnos esto a nosotros? ¿Dónde está ese antídoto? ¿Por qué nos hacen esto los gusanos? No tienen derecho a ello. La niña paso del miedo a la indignación y rabia, no comprendía que estaba pasando, pero esperaba que al igual que en los cuentos que le contaba su madre todo acabara bien y los niños se salvaban, pero en los cuentos de su hermana las cosas acababan de forma muy distinta.

Gracias.- respondió Panes con una sincera sonrisa cuando la anjana le quitó los picores. La miraba embobado mientras hablaba con su melodiosa voz, tan extasiado estaba que ni siquiera se percató de la realidad de lo que decía hasta que sus compañeros emperazón a preguntarle por el veneno y su antídoto.

En ese momento al pequeño José se le heló en corazón, apretó los labios en una triste mueca y los ojos empezarón a brillarle con unas lágrimas que no llegarón a caer, si la anjana les decía la verdad, y no tenía motivó alguno para mentirles, sólo les quedaban unas pocas horas de vida.

Si tu no puedes curarnos... -le dijo Uzo a la Anjana-, ¿quién puede hacerlo? Nuestro monitor, Castillo, se ha ido, y nos ha dejado sólos... -hablaba entre pucheros, y con la voz entrecortada-. Ayúdanos por favor... ¡yo por lo menos tengo hambre ya, y frío!

El rostro de la Anjana se mostró preocupado por unos segundos y cuando Uzo y José comenzaron a llorar se acercó a abrazarlos como una madre lo haría con un hijo. Uno a uno fue consolando a los niños, acariciando sus cabellos y pasando las manos por sus hombros, incluso apretó las manos de Guillermo, pese a que este no parecía querer que se acercara demasiado. 

Hay un remedio. Pero es muy peligroso tratar siquiera conseguirlo. Nadie en este mundo con bondad en su corazón puede ayudaros. Solo los seres más malvados y peligrosos tienen tal poder, y por supuesto, no será fácil que razonéis con ellos. 

Mientras la Anjana hablaba había empezado a oscurecer y a refrescar. Sin inmutarse por ello la Anjana hizo un movimiento circular con la vara de avellano en flor que portaba en la mano. Inmediatamente un área de luz tenue  y calor rodeó a los chavales. La Anjana les invitó a sentarse con un gesto y cuando los  niños lo hicieron continuó hablando. 

—Veréis... Mi magia no puede ayudaros,lo que sí puedo es aconsejaros. Hay una antigua leyenda sobre un antídoto que cura todos los venenos...

♪ Pocos saben este secreto

más, todo mal tiene algo bueno

y vuestra salvación yace en un huevo.

Ese huevo milagroso cura enfermedades,

envenenamientos y otros males

Mas de un terrible ser, ese huevo es

y todos niegan los puedan poner.

El dueño del huevo, el rey de los gallos es... ♪

Y bien—la Anjana los miró con dulzura—¿Sabéis a quién me refiero, queridos niños?

¡Un gallo! Pero... ¿cuál? -le preguntó Uzo a la Anjana sentado en el suelo- Por aquí no hay gallos, o por lo menos no conocemos este camino, porque... estamos perdidos...

Su cabeza se agachó un instante pensando en el veneno, pero también en el posible hambre, sed y frío que podrían pasar en breves, tanto él como sus compañeros.

Se sintió algo mejor después de las caricias de la Anjana, aunque comprobar que se estaba haciendo de noche y Castillo no volvía dejándolos solos, sin comida y encima envenenados, no eran cuestiones para olvidar.

- ¿Un gallo? ¿Los gallos ponen huevos?

De repente se acordó que un comentario parecido lo había dicho hacía muy poquito tiempo y la historio que había contado Enrique le vino a la cabeza.

- El... el... ¿basilisco?

Enrique había contado que los basiliscos nacían de un huevo que ponían gallos viejos o algo así. Entonces él tenía razón y no Chusa... Los basiliscos podían chuparles la sangre. Lucía empezó a temblar de nuevo y no era sólo por el frío que empezaba a hacer.

El calido abrazo de la anjana tranquilizó a Panes más que cualquier explicación racional que hubiese podido darle un adulto en esos momentos. Se sintió reconfortado, como si a su lado no pudiese correr el menor riesgo, muy seguro de que todo se solucionaría de un modo u otro.

Escuchó la canción y al igual que Lucía llegó a la conclusión de que el sabelotodo de Enrique tenía razón.- ¿Te refieres al huevo de un Basilisco,verdad? - le preguntó tratando de recordar todo lo que dijo Enrique sobre los huevos. - ¿Pe..Pero donde vamos a encontrar un gallo en mitad del campo?

Aunque no le gustó en  un primer momento al final sintió alivio cuando la anjana le tomo las manos. La cabeza aún le daba vueltas y no se acostumbraba a ver aquel extraño ser flotando a escasos centímetros de sus ojos. Cuando comenzó su cántico-acertijo Guillermo se concentró y rápidamente vino a su cabeza la leyenda del basilisco. Al fin y al cabo si estaban ante una anjana porqué no iba a existir el gallo raro ese. La siguiente pregunta le vino con naturalidad a la boca:

- ¿Y dónde podremos encontrar ese huevo? ¿y qué debemos hacer con el?

Guillermo se hallaba inmerso en la aventura y ya nada podría pararle, salvo el veneno, recordó.

¡La cueva! -dijo Uzo impulsivamente ante la pregunta de Guillermo-, ¡quizá esté en la cueva de los gitanos! ¿No recordáis cuando entramos? Castillo no nos dejó explorarla del todo... quizá si entramos más al fondo... encontramos un...

...¿gallo? ¿Acaso habría gallos allí dentro? El pequeño Uzo no recordaba historia, cuento, leyenda o dibujos donde un gallo durmiera en lo profundo de una cueva; sin embargo, no había muchas opciones, ¿dónde encontrarlo?