Partida Rol por web

Pol sabía que todo aquello debía tener una explicación racional, solo que en aquel momento no era capaz de encontrarla. Pero la horrible visión del buitre* devorando aquellos cuerpos le había desquiciado, y para rematar estaba el enorme negro. Había visto algunos durante su estancia en Granada, pero aquel era distinto.

Por suerte, tanto él como sus compañeros consiguieron escapar de lo que parecía una pesadilla en vivo, y les acompañó en busca del cura que gritaba algo a lo lejos.

Al final Ekaitz tenía razón, no debieron seguir a la muchacha.

Alex no entendía bien qué es lo que estaba sucediendo. Primero, aquel hombre de Dios del interior parecía hacer caso omiso a sus peticiones, y ahora, parecía haber empezado a oficiar misa a un público desconocido... Si la escena era extraña, no podía por más que atribuirla a la misma mano que los había guiado hasta allí, y, hasta que otra revelación se postulara en su contra, no podía por menos que considerarlo obra del Señor, aunque cuando sus motivos se le escapasen.

Ahora escuchaba su voz en aquella misa imprevista, aun cuando fuera a través de quien fuera que la estuviese oficiando. Si confianza es lo que se le pedía, confianza otorgaría... aunque esperaba que eso hiciera que el Señor fuese más magnánimo en sus ofrecimientos, y no esperase que se quedasen a pasar la noche al raso, con aquel temporal...

Se inclinó, y empezó a seguir la misa.

Tanto Juana como Álex de Oleti se arrodillaron tras Gorka, que también lo estaba, y tras mirar al frente (osea, la puerta cerrada), comenzaron a seguir la misa. Quienquiera que estuviera adentro leía salmos, rezaba padrenuestros, hacía peticiones y pedía la paz para los asistentes, que hicieron todo el ritual eclesiásticos con las rodillas heladas, y otras veces de pie (también cuando lo ordenaba la voz interior).

Ekaitz hizo lo mismo, pero no se le veía seguir esa misa con tanta pasión como por ejemplo Gorka, que parecía muy creyente (o al menos interesado en ello). Fue entonces cuando oísteis el sonido de pasos corriendo, ¡pasos en la nieve corriendo hacia vosotros!

Tras giraros, vísteis que eran el domico Aingeru, el Padre Justo, el médico Pol y el marino Josef. Se quedaron perplejos al veros arrodillados delante de una puerta cerrada de una ermita.

Tras correr de allí como y por donde pudísteis (unos más rápidos que otros), enseguida dísteis con un pequeño claro entre los árboles. Allí había un especie de construcción rectangular, de piedra, y con un portón como de hierro, que no era sino una especie de ermita pequeña en mitad del bosque. Pero lo más curioso era que os encontrásteis a la mujer Juana, a Alex de Oleti, a Gorka el hortelano y Ekaitz, arrodillados delante de la puerta (mirando hacia ésta), mientras coreaban recitales tal que "amen", "por mi culpa", "Alabado sea Dios Padre"... y otras retahílas propias de una misa y Eucaristía.

De hecho, nada más llegar, oís una voz en el interior de la ermita, y vuestros compañeros, como siguiéndola, arrodillados en la nieve. ¿¡En qué dantesco universo contemplaríais ésta subreal imagen!?

Bien, pues un grupo ya ha visto al otro, os habéis encontrado. Pues eso chicos, estáis de nuevo todos juntos,

Postead ya para todos.

Os recuerdo que ya es de noche y sigue nevando.

Justo estaba abatido, estaba muy triste y de camino solo encontro la paz llorando y es que habian pasado muchos años y aunque siempre estaba Justo riñendole era el unico que le hacia caso salvo hace unas horas que por culpa de una barragana descarada su fiel amigo habia encontrado la muerte No debería haber pasado nunca!

Tras llegar a la pequeña ermita, Justo encontro la paz mientras mentalmente y con los ojos cerrados oraba a Dios. A Justo hoy le habian quitado parte de su vida. Que triste estaba Justo.

Aún con la imagen de la mujer muerta gravada en lo más hondo no podía más que clamar venganza a mi señor, una bestia como aquel moro no debería de andar libre por las tierras del señor. Y pensar que había intentado hablar con él, disuadirlo de su violencia creyendo que nos veía como una amenaza.

Nuestro reencuentro justamente en lo que parecía ser una ermita no podía ser tomado más que como otra señal de la gracia del todopoderoso, él nos había reunido nuevamente utilizando su casa como punto de reunión. Sin embargo, al ver a Alex, Gorka y los demás postrados frente a la puerta rezando en una parodia de misa sin un clérigo que la dirigiera el miedo volvió a mi. Sin dudarlo me persigné en pedido de ayuda a nuestro misericordioso señor y sin atreverme a interrumpir el rezo me dirigí hacia la puerta preparado para abrirla buscando el origen de aquellos cánticos.

Los hijos del nazareno hacen cosas raras a veces.- pensé al verlos arrodillados delante de la ermita con la que estaba cayendo. Saqué mi manta y me abrigé con ella, pues la noche y la continua nevada hacían que mis gruesas ropas ya no fuesen suficiente para el frío que hacía.

Aunque luego pensé, que igual lo que estaba viendo era simplemente la precaución del párroco de esa ermita, en un intento de comprobar si eramos buenos cristianos o demonios como el negro del que acababamos de huir. Si ese era el caso mi condición judía podria ser un impedimento para pasar la noche bajo techo, por lo que me tapé aún más con la manta y aceleré el paso hasta llegar al lado de Aingeru.

Pol no entendía nada; su mente daba bandazos aquí y allá, y después de presenciar aquella escena dantesca, su imaginación le jugaba malas pasadas. ¿Qué hacían el resto de la compaña allí postrados en aquella ermita perdida en medio del bosque? Se acercó con precaución, junto al resto de huidos, para comprobar que todo iba bien...

Alex se volvió al escuchar ruido de pasos a sus espaldas. Su corazón dió un vuelco en cuanto vió a sus compañeros desaparecidos... ahora empezaba a perfilarse ante sus ojos el plan del Señor para atraerlos hasta aquella ermita a orar por el reencuentro con sus compñeros. ¿Qué otro portento más que la mano de Dios podía explicar que se hubieran reencontrado allí, ante aquella misa tan especial?

Uno de ellos, Aingeru, el dominico, se acercó como él hiciera antes a inspeccionar la entrada. En susurros, más por una costumbre adquirida tras su larga experiencia en las misas, que por miedo a que pudiera interrumpir y molestar al cura que la impartía, se incorporó y se dirigió a él en susurros.

- Ya hemos buscado antes la forma de entrar, pero la ermita parece sellada a cal y canto por un buen cerrojo. Incluso hemos tratado de llamar la atención de quienquiera que este impartiendo esta misa, en la que sin duda, nuestro Señor está más presente que nunca.- Se dirigió igualmente en susurros al resto.- Grandes prodigios hemos presenciado esta noche hermanos, y parece que esta misa es sin duda uno más de ellos.

A continuación, volvió a centrarse en las palabras del cura, confiando que, del mismo modo que aquellos sucesos les habían guiado a su reencuentro, el final de la misa sirviera para permitirles el paso y la entrada en la ermita.
 

Y es que realmente, quien estaba dentro (que nadie habíale visto más que la silueta el tal Gorka y a través de espiar por la cerradura), no era sino alguien impartiendo una misa. Si. Una misa, con su Eucaristía y todo.

Oíais salmos, ofrendas, palabras, peticiones y ruegos, rezos por doquier y retahílas para reiterar y repetir. Y Alex de Oleti y Juana, junto con Gorka y Ekaitz (aunque en menor medida éste último) oraban, o parecían como orar, como advocados profundamente les viera quien le viera.

Nada más llegar el resto, la misa acabó, ya se había celebrado toda, y no había durado ni unos 20 minutos...

Que viene... ¡ahora, si, señores! -relató Gorka mientras se incorporaba tras volver a mirar por la cerradura-.

                   ¡¡¡IIIIINNZZZZZZ!!!

La puerta chirrió al abrirse y vísteis cómo alguien, encapuchado todo él, aparecía, abriéndola por dentro. Parecía inofensivo, y enseguida hizo ademán de que le siguiérais, de que entrárais en la ermita. Y así lo hicísteis, pues la oscura noche, llegada ya, no daría tregua en cuestión de frió a través de la intempestuosa ventisca exterior...

Quedose la figura a un lado, y con la cabeza agachada y bajo la capucha (lo que os impedía verle la cara), sujetando con una mano la puerta mientras que con su otra brazo, metido todo él bajo la capa, lo extendía hacia el interior, como invitándoos a pasar.

Todo era muy extraño, ciertamente aquel tipo ni se dignaba a miraros, mientras pasábais al interior, y tampoco hablaba o se explicaba ante lo que había hecho en cuestión de la misa. En el interior estaba bien dispuesta la ermita: había velas encendidas a un lado, un par de imágenes al frente (una central y otra colgada sobre las velas) y unos diez bancos, dispuestos en dos filas. Al fondo se situaba el altar y el sagrario. No había ventanas; una ermita típica vaya.

Una vez dentro y cerrada la puerta (al parecer sin cerraduras interiores, tan sólo con el encaje), el tipo dejó ver sus manos, las cuáles fueron directas a su capucha, para quitársela... ¡¡Pero no eran manos lo que tenía, sino huesos!! Las falanges blancas y amarillentas quitaron la capucha y pudísteis ver un rostro cadavérico, que no parecía sino un difunto, pues su cara no era sólo huesos, sino carne ya corrompida por la muerte... Vísteis el alzacuellos roído y os percatásteis que era un sacerdote, o un monje o algo similar.

HOY DORMIREMOS AQUÍ... -dijo con una voz tenebrosa y lenta-, MAÑANA, ANTES DE QUE EL SOL SALGA, CELEBRAREMOS LA MISA DIURNA. LUEGO PODRÉIS SEGUIR EL CAMINO.

No dijo más, pero aquello fue tenebroso..., ¡terrible para la vista de cualquiera!

Hasta ahora, Pol había logrado mantenerse dentro de los límites de lo racional, intentando encajarlo todo en el intrincado laberinto de la lógica aristotélica de la que su intelecto se había nutrido desde pequeño. Pero aquella horrible visión terminó por fin de provocar un chasquido en su mente cuadriculada, mandando al carajo todas sus creencias y todas las teorías que había aprendido hasta entonces y que se ordenaban en su cabeza para formar una fortaleza que había sido inexpugnable... hasta entonces. Aquel esqueleto viviente enfundado en un hábito religioso terminó por arrebatarle la fuerza con que aún defendía su cordura; lo diabólico y lo religioso unido en aquella colección de huesos que se movía y hablaba como si de una persona normal se tratase... fue demasiado para él. Huyó en dirección a la puerta, y al ver que estaba cerrada comenzó a aporrearla con fuerza, jadeando y gritando al mismo tiempo, arañando su superficie, buscando una cerradura, una tranca, algo que le permitiera tener la mínima esperanza de poder escapar de aquella pesadilla. Ni siquiera se planteó la posibilidad de que todo fuera un engaño, o que aún siguiera durmiendo en la posada, pues todo era tan real... y al final, como nada podía hacer por escapar, se arrodilló junto a la puerta, cerró los ojos, juntó las manos e hizo lo único que podía hacer en aquellos momentos: rezar.

¿Por qué no continuaría mi camino hacía Irún? Todo esto para conseguir que le vendieran una partida de lana a un hermano necesitado. Aquello era una completa locura, me acababa de hablar un esqueleto, y me dijo que mañana podríamos continuar.

Después de lo de la mujer y lo del negro pensaba que ya nada podría asustarme, pero me equivocaba.

Dudé entre sacar mi cuchillo y defender mi vida, pero algo me contuvo, el esqueleto había hablado con total normalidad, como si no tuviera intención de hacernos ningún mal, solo ofrecernos un lugar donde cobijarnos de la fría noche. Igual ni siquiera se había dado cuenta de que llevaba años muerto y que no era más que un saco de huesos animados.

Si yo fuese un engendro demoniaco no dejaría entrar en mi casa a tres discipulos del carpintero, pero quien sabe, igual ese es su plan para acabar con nuestras almas.

Me quedé de pie donde estaba y desenfunde con cuidado y sin hacer ruido mi cuchillo, ocultándolo bien entre la manta con la que me tapaba para que el esqueleto no se diese cuenta, si había que atacar estaría preparado.

Justo empezo a molestarse mucho al ver que todo parecia una satira del diablo acerca de esta ermita tan extraña y ver un esqueleto que le decia lo que tenia que hacer o dejar de hacer y por un momento dejo de lado sus pensamientos  sobre su buen amigo y penso en investigar la ermita en busca de la marca de la bestia Inconcedible! Penso para sus adentros.

Se metio las manos entre las mangas y comenzo a vagar sin rumbo en busca de pistas mirando las imagenes y observando cada rincón de esa herejia!

Entro siguiendo al resto del grupo, todo aquello resultaba realmente incómodo. Quién podría festejar misa allí en medio del bosque? De seguro no tenía feligreses más que quienes se perdieran como nosotros. Todo aquello olía a sacrílego y nada más.

Al entrar observo con más detenimiento la ermita intentando encontrar algo que la delatara como algo más, símbolos heréticos o directamente demoníacos.

Cuando por fin el supuesto sacerdote se descubre como el diabólico ser que realmente es tomo mi cruz y la levanto frente a mis ojos para protegerme del enviado de la bestia. Sin duda aquel sitio era diabólico, una simple burla de Satanás.

- Santo padre que estás en el cielo, protégenos de las bestias impías y los enviados del demonio! - exclamo con la cruz en alto.

Parecía ser que no había sido la gracia divina la que nos había reunido allí, sino los trucos del demonio. La mujer y el moro no serían más que enviados para que al huir nos encontráramos allí, en aquella burla de la casa de Dios. Quién sabía qué engaños había usado para llevar a los demás hacia este terrible destino.

La imagen esquelética con la que se desveló quien oficiaba en realidad aquella misa horrorizó a Alex. Recordó la luz que les había guiado hasta allí y todos los sucesos extraños que, en un principio creyendo obra del Señor, les habían acontecido en torno a aquella ermita. Todo ello mientras reculaba unos pasos, llevándose la mano a la cruz de madera, su único asidero a la cordura en estas condiciones.

Se negaba a creer que en un lugar construído para ser el hogar de Dios tuvieran cabida aquellos horrores, pero ahí estaban, ante sus ojos. Si era una prueba o no del Altísimo, como todo lo que parecía estar sucediéndole esa noche, no era lo relevante, sino cómo debía afrontarlo, como pastor o como cordero...

Apretó los dientes y levantó su cruz entonando con fuerza un padrenuestro, mientras recorría con la mirada el interior de la ermita, buscando cualquier otro símbolo que le indicase si aquel era un lugar profanado por las fuerzas del maligno o había algo más en aquel lugar que le indicase los pasos a seguir en aquella senda que había iniciado, bien fuera por manos divinas, mortales o demoníacas...