Partida Rol por web

 Ellisiv no podía creerlo. - ¡Es...¡¡Es Él!! ¡El tío que come planetas! ¡De verdad que es Él! - No cabía en su asombro, sus músculos estaban completamente bloqueados y moverse le dolía en extremo, estaba paralizada junto a su abuelo y sus hermanas.

 - ¡¡Galactus!! ¡El devorador de mundos!

 Atli no se lo estaba tomando mejor, pero pudo alzar la mano para señalarlo como el que señala algo imposible.

 - ¡Tiene una máquina! - apuntó, como si tratase de explicar porqué el planeta entero se estaba sacudiendo. Mas estaba claro que no la necesitaba o simplemente era una prolongación de su propio ser. No se tomaba tiempo de pausa, anhelaba ese planeta y lo consumiría sin dar un respiro a las rocas inertes que lo conformaban. Era extraño ver la luna sobre él, sin ser afectada por su masa, un misterio cósmico como su presencia.

 ¡Era una fuerza del universo mismo! ¡Era un representante verdadero e inevitable del equilibrio cósmico!

 - ¿Se va a comer....Midgard? - preguntó Atli más temerosa que divertida.

Aquel ser era supremo. Posiblemente una de las entidades más inteligentes y poderosas del universo, y a la vez, era una reliquia, era algo espectacular y absolutamente único. Irrepetible, Irremplazable.

Cuando Midgard comenzó a temblar, Frigg tenía el martillo en la mano antes de darse cuenta. Su mirada afilada buscaba en el suelo la amenaza. ¿Algún terror subterráneo esperando recibir un martillazo mientras sale a comer? ¿O tal vez alguna otra cosa peor?

La respuesta, en este caso, no estaba en el suelo, si no en el cielo.

Frigg bajó los brazos, contemplando con impotencia cómo aquella fuerza del Universo comenzaba con su trabajo. Poco podían hacer, y lo que pretendiesen hacer podría salirles terriblemente caro. Estaba claro que Midgard no merecía ese riesgo.

Quien confundiera esto con cobardía estaba terriblemente equivocado. Si pretendiera consumir Asgard, ya se habría lanzado al ataque, pero... ¿Porqué interponerse? Otra cosa sería convencer de aquello a su abuelo. Frigg se puso entre Thor y el Devorador de Mundos.

Calma, abuelo... Puso las manos en su pecho. Era una forma cariñosa de detenerle, pero si pretendía lanzarse, también sería eficaz. Galactus tiene... sus motivos. El Equilibrio del Universo... Y todo eso. Este Universo ha sufrido ya más que suficiente, y lo que queda de él te necesita. Asgard te necesita. Nosotras te necesitamos. No hagas nada de lo que te puedas arrepentir.

Deja que el recuerdo de Midgard descanse en paz. No queda nadie en el Universo que pueda reprocharte nada, ni nada que salvar aquí. Le miró a los ojos. No podía imaginarse lo dolorosísimo que podría resultar eso para él, pero antes que el salvador de lo que quedaba de Midgard... era el Padre de Todos, y lo era en una de las horas más oscuras del universo.

Volvamos a Asgard, abuelo.

Miró a Frigg a los ojos. Demasiado joven - Puso su mano encima del martillo de la joven para que lo bajase. Aquello no sería necesario. 

- Frigg - comenzó - debéis volved a Asgard. Quiero que acompañes a tus hermanas y volváis. Esto es asunto mio, no puedo permitir esto.

Simplemente no podía permitirlo. Si Frigg y sus hermanas se negaban... tendría que tomar otras medidas. Antes eran sus nietas que él. 

- Es imposible enfrentar a un ser así - dijo Thor, con intención de tranquilizar a sus nietas - ni yo lo intentaría. Confía en mí.

Acercó su mano a su martillo preparado para reaccionar. Se mantenía alerta. No podía permitir que aquel viejo dios destruyera lo último que quedaba de su promesa, su última oportunidad de calmar a su conciencia. Protegería aquella roca inerte. Igual que protegería a sus nietas. Se lo debía... 

- ¡Pero Abuelo!

 ¡Eres demasiado viejo! - Antepuso Atli como un argumento de peso. Señalaba aún a Galactus y su extensión, fuese él mismo o una herramienta devora-planetas. - ¡Ni siquiera tienes tu brazo!

 ¡Si vais a pelear yo quiero luchar! - Buscaba un encuentro legendario, sin comprender del todo que un enfrentamiento contra Galactus significaría la muerte. Atli sólo buscaba un momento de gloria y violencia, dar rienda suelta a su poder, algo que muy pocas veces podía hacer.

 Vivía reprimida.

- No está pensando en eso.

 Zanjó Ellisiv refiriendose a las palabras de su hermana menor. Aunque secundaba con su gesto el hecho de que el padre de todos no disponía de su brazo y, además, hacía muchos años que no enfrentaba un combate ni ligeramente parecido a lo que podría suceder allí.

 Luego miré a Frigg. Ellisiv asintió tratando de decirle que estaba con ella si quería resistirse. Dejarlo solo para convencer a Galactus no parecía una gran idea, pero habían decidido ir para apoyar a su abuelo, y eso es lo que debían hacer. Aún así, Ellisiv respetaba el equilibrio, sabía que si el devorador de mundos había decidido consumir Midgard, no tenían nada que hacer. 

 Aquí perdemos el tiempo.

 Lo bueno de aquella de sus nietas es que, a pesar de considerar aquello un fastidio, estaba dispuesta a quedarse. Si Frigg, por el contrario, mostraba sensatez, tal vez pudiesen regresar a Asgard las tres y dejar que su abuelo jugase con la diplomacia a una batalla que se antojaba perdida de antemano.

 - Es el equilibrio, abuelo. - le advirtió, pero no quiso decirle nada más. Era más sabio que ellas tres, y había vivido mucho más.

Frigg se quedó mirando a Thor a los ojos unos segundos.

O pretende hacer una tontería... o una enorme tontería.

Sacudió un poco la cabeza. La coleta bailoteaba a causa de los temblores que provocaba en Midgard la máquina de Galactus.

Bien Dijo, como si no fuese a añadir nada más... pero era obvio que sí iba a hacerlo.

Efectivamente, luchar es una locura. Dijo más tranquila. Se cogió las manos a la espalda, a la altura de la rabadilla. Permítenos que veamos cómo enfrenta los problemas un auténtico Padre de Todos. Dijo sin broma, si no con una genuina humildad en lo que respectaba a su abuelo.

¿Qué momento mejor para ver a Thor en acción? Con ellas en Midgard, estaba asegurado que no lucharía, y seguro que podía aprender mucho de ver a Thor negociando con aquella fuerza del Universo.

Y secretamente, quizá pudiera conocer un poco más de aquello que atormentaba a su abuelo acerca de aquella roca muerta con las horas contadas que estaban pisando.

Thor miró a Frigg. Sin duda, le recordaba a él de jóven. Aún le queda mucho por aprender... - sonrió para sus adentros. El amor que sentía por ellas era muy superior a cualquier otra cosa. 

Se tambalearon un poco cuando Galactus empezó su destrucción. Sí, tal vez aquello podía ser llamado el equilibrio, pero no para Thor. Aquello era algo que no podía permitir... no sin luchar. 

- Frigg... - comenzó a hablar - Vuelve a Asgard con tus hermanas inmediatamente. Esto no es asunto vuestro. No puedo permitirlo.

Antes de que Frigg o cualquiera de sus hermanas pudiera rechistar, Thor lanzó su martillo cerca de donde estaban ellas, creando un vórtice que las llevaría a Asgard.

- ¡El padre del trueno ha hablado! - se impuso.

Una vez que las vio desaparecer, se dirigió a toda la velocidad que le permitían sus fuerzas hacia donde estaba Galactus. 

- ¡Galactus! - gritó como si le fuera la vida en ello - ¡DETENTE!

 Era muy peligroso, y si las intenciones de Thor no eran luchar no tenía sentido obligarlas a irse de allí. Había un factor fundamental a tener en cuenta. El Padre de todos  renunciaba así a su martillo, renunciaba a su mejor arma para poner a salvo a sus nietas. La tierra se resquebrajó bajo sus pies por la velocidad y la fuerza de sus movimientos. Eran golpes que podrían matar a un Dios, pero, en este caso, sólo buscaba proteger a tres, a sus tres diosas más queridas.

 Frigg y sus hermanas se elevaron atraídas por una fuerza cósmica sin parangón. Sabían que el abuelo podía hacer aquella clase de hazañas, pero jamás las había utilizado delante de sus ojos. Sólo podían quejarse a gritos mientras un vórtice imparable tiraba de sus cuerpos. No había fuerza capaz de evitar aquel destino, obligadas como estaban a viajar más rápido que la velocidad de la luz, atravesando aquella dimensión de vuelta a casa con el arma del Dios del trueno y Rey de Asgard.

Frigg quiso hablar, pero ya era tarde. Estaban siendo transportadas a Asgard. Quería ser sabia y paciente, una digna futura gobernante, pero en aquél momento la furia de una joven guerrera ardió en su pecho de forma incontenible.

¡NO, ABUELO! Había algo en su mirada, indignación, y rabia, frustración, sobretodo, pues sabía que nada podría hacer para evitar el poder de Mjolnir.

¡No lo hagas! Gritaba mientras se marchaba de vuelta a Asgard.

Esto no iba a quedar así. Ni muchísimo menos.

 Allí, en mitad de la nada, en un planeta muerto, Galactus se disponía a consumir aquel remanente de una época gloriosa. Las palabras del padre de todos podrían oírse en los planetas cercanos, sin embargo, Galactus parecía sordo ante aquella llamada de atención o simplemente no aceptaba las órdenes de un Dios. Él era una fuerza del universo, el equilibrio del cosmos, y nada parecía poder detenerle.

 Seguía centrado en aquella construcción extraña que manejaba como si fuera una extensión de su propio cuerpo. Thor conocía bien a Galactus, pero no había enfrentado su poder cara a cara. Sabía que consumía planetas, que no podía ser considerado ni bueno, ni malo. Debería acercarse más si quería llamar su atención.

 No debía subestimarle. Ahora Thor no disponía de su brazo ni tampoco de su martillo, aunque podía llamarlo de vuelta a voluntad.

Thor meditó durante un segundo antes de actuar. No era muy prudente su situación, y más sin su leal martillo. Cerró durante un momento los ojos y llamó a Mjolnir. Sabía que vendría.

Entre tanto, mientras esperaba, decidió intentar llamar la atención de Galactus. Debía hacer todo lo que estuviera en su mano para impedir que destruyera aquel planeta. 

- ¡Galactus! ¡GALACTUS! - comenzó a gritar mientras se acercaba más a él - ¡DETENTE!

Intentó por todos los medios captar su atención, incluso se acercó lo suficiente a él como para poder tocar aquella maquinaria. Seguiría intentándolo mientras esperaba a Mjolnir. 

 Acercándose a la maquinaria lo consiguió, pero sólo después de escalar a lo largo de las rocas que se elevaban por la presión que ejercía aquel artefacto gigantesco. Creaba montañas sólo para que desapareciesen. Galactus devoraría Midgard.

 Cuando estuvo suficientemente cerca, notó en aquel ser cósmico como su atención variaba, aunque sus actos contra la Tierra no cesaban. El polvo y las partículas que se alzaban a su alrededor no impedían ver al gran Galactus, devorador de mundos, el equilibrio del universo.

 Habló, y su voz retumbó como millones de tambores de guerra, más metálicos, más artificales, más oscuros que la guerra que clamaban.

Ya te oigo...ya...te oigo...

 No detuve mis movimientos hasta que estuvo suficientemente cerca. Un insecto molesto, una voz, como un eco de un recuerdo ya casi olvidado. Esa voz, por fuerte que gritase, no podría ponerle fin a mi hambre.

-  HAS RECORRIDO TODO ESTE CAMINO, HAS LLEGADO TAN LEJOS, PARA NADA. - resonó en Midgard y en la cabeza del dios. - THOR DE ASGARD. 

 A MENOS QUE HAYAS VENIDO A CONTEMPLAR COMO LA TIERRA PERECE.

 El silencio de su pausa era un vacio que desorientaba incluso al padre de todos. Cuando su voz volvió a sonar fruto de alguna parte de su boca, todo vibró, retumbando de nuevo.

 - PUEDE QUE TU TAMBIÉN LO HAGAS. - no se trataba de una amenaza a la ligera, era más una advertencia, si seguía allí, si trataba de impedirlo, sería consumido, como lo sería, sin duda, la Tierra.

- ¿Estás hambriento, Galactus? - Dijo indignado el padre de todos - ¡puedo ofrecerte cualquier otro planeta de la galaxia! ¿A qué viene ahora este interés hacia Midgard? 

Thor se estaba impacientando y poniéndose nervioso. Aún no había vuelto su martillo, debía de intentar persuadir a Galactus de que no hiciera aquello que se proponía. 

- Galactus - dijo con firmeza - ¡podemos negociar! ¡Ignora a la tierra! ¡Puedo ofrecerte mil planetas diferentes!

- ¡NOOOOOO! - gritó con determinación Thor. - ¡No lo permitiré, Galactus!

Estiró el brazo que le quedaba para recoger a Mjolnir. Sabía que no tardaría en llegar, de la misma manera que sabía que lo necesitaba. Mientras necesitaba ganar tiempo... sabía que era una batalla prácticamente perdida, Galactus prácticamente no atendía a razones.

- Entra en razón, Galactus - suplicó el padre de todos - ¡te lo imploro! ¡Dame una oportunidad para revivir este planeta, Galactus! ¡Puedes comerte cualquier otro!

 Aquella entidad cósmica no estaba por la labor de obedecer a un ser que era, sin duda, desde su perspectiva, alguien sumamente inferior. Aquella forma de ignorarle era algo con lo que Thor no podía estar familiarizado, pues hacía eones que nadie le faltaba al respeto de aquella forma. Ni a través de la palabra era capaz de convencerlo, ni suplicándole, ni rogándole, ni amenazándole, ni agasajandolo. Midgard estaba perdida, el padre de todos había fracasado en sus negociaciones.

 La máquina de Galactus, quizás una prolongación de su ser, estaba preparada para reducir aquel mundo a cenizas. El temblor de Midgard, su corteza chillando de puro dolor. Una roca muerta llena de recuerdos que comenzaban a desvanecerse a medida que Thor era incapaz de conservar la esencia de aquel mundo, los pilares de lo que fue.

 Todo estaba perdido...

 ¿o no?

 Lo sentía y sólo tuvo que levantar el hombro para recibirlo. El martillo del dios del trueno estaba de vuelta, algo que generó cierta inquietud en Galactus, sino, ¿por qué hablaba ahora?

 - Ni con ese estúpido artefacto sin poder tendrías una oportunidad, necio. - anticipó cualquier represalia.

 No sólo era el martillo, llegó a él con su brazo, el brazo del destructor, irrompible, inquebrantable, poderoso. En su mano estaba Mjolnir. Se acopló a su cuerpo sin mayor problema, unido por fuerzas místicas e ingeniosos mecanismos mecánicos de una tecnología que para los seres de la Tierra sería como magia.

 Si tenía una oportunidad de luchar, sin duda, era en aquel momento, ahora, si tenía toda su fuerza.

 ¿Cómo había llegado su brazo allí?

 Sus nietas habían sido astutas, consideradas, no estaba solo, aunque las hubiese obligado a marcharse.

Thor se sentía renovado y con la rabia borbotando en sus venas, se dirigió por última vez a Galactus. Trataría de impedirle que acabase con Midgar. Miró hacia el martillo y sonrió. En esa sonrisa, en realidad, únicamente se reflejaba el afecto infinito que sentía hacia sus nietas, ahora a salvo. 

- ¡Galactus! - dijo con furia - te lo advierto. Deja este planeta.

Agarró con fuerza su martillo, dispuesto a lanzar un golpe que esperaba que tuviera el efecto deseado. No le atraía nada la idea de enfrentarse a Galactus, pero eso era mejor que estarse parado. Dirigió su martillo hacia la máquina de Galactus, hacia el aparato destructor. No dudaría en utilizar su arma para impedir que Galactus destrozara el planeta... o lo que quedaba de él. Era una cuestión de orgullo y de honor.

 El jubilo de Thor tendría que ser renovado, con sus nietas a salvo y habiendo herido a Galactus, realmente...¿tenía alguna posibilidad? La entidad cósmica interpuso su mano ante la máquina para que el padre de todos no la destruyese, a cambio, los huesos de esta no soportaron el golpe. Herido, el grito de dolor se escuchó más allá del vacio de las estrellas.

 ¡¡Lleno de rabia Galactus alzó el pie derecho y con todas sus fuerzas, con la energía de una estrella, dejó caer su suela sobre aquel dios insecto que se interponía entre él y su comida.

 - ¡NO TRIUNFARÁS MIENTRAS YO SIGA SIENDO EL DEVORADOR DE MUNDOS!

 ¡ES MÁS QUE SUFICIENTE!

  ¡AHORA MORIRÁS POR TU INSOLENCIA!

 Por salvar a Midgard tal vez sacrificaría su vida, y, ni con ese sacrificio conseguiría nada. Era tarde para hablar.

 La suela de su gigantesca bota cayó sobre el cuerpo de Thor, aplastándolo contra la roca que se hundió inmediatamente haciendo añicos la corteza terrestre, entre las grietas y las nuevas fallas formadas por el imponente golpe, el padre de todos tuvo un leve respiro, justo antes de que la energía de aquel pie se liberase y le abrasase el cuerpo. Heridas mortales por necesidad para cualquier ser de naturaleza no divina.

 No levantó su pie de allí, creyéndose victorioso con el Dios supremo bajo su suela.

 - ¡MUERE CON EL MUNDO QUE PROTEGÍAS, NECIO!

Sin duda era una situación bastante peliaguda... pero no por algo Thor ostentaba el título de padre de todos. Ese breve respiro entre las fallas producidas en la tierra fue suficiente para tener una reacción. Agarró su martillo con fuerza y decisión, e invocó un rayo. Un potente  rayo que esperaba que atravesara el pie gigantesco de aquella mole y le permitiera salir de donde se encontraba. 

Si esto no funciona... - comenzó a pensar Thor, curtido en la batalla y sabiendo reaccionar... y a la vez esperando no tener que continuar con su pensamiento.