Partida Rol por web

Nerviosa intento alcanzar el paraguas para ayudar a aquella mujer, no obstante aquella mujer fuera de si se abalanza sobre mi. Noto un dolor agudo en mi cuello cuando me muerde. Entre gritos y zarandeos tratando de quitármela cojo el paraguas que en un principio intentaba agarrar. Intento clavárselo para librarme definitivamente de ella, pero no es tarea fácil, de hecho no lo consigo, tan solo la golpeo levemente con él sin conseguir escaparme de ella.

Paco un tanto asustado por el mordisco que le acaba de dar aquello a la señora de bata, intenta hacer uso de todas sus fuerzas, intenta quitar a ese ser de encima de la otra mujer.... Que esta pasando aqui...la gente esta loca o que?¿?¿ahora se creen vampiros...

Profundamente conmocionado, el hombre, persiguiendo aferrar la correosa figura, sólo acierta a manotear el aire.

Al mismo tiempo, la mujer y su hija abren la puerta de la calle y a punto están están de estamparse contra alguien que pretende entrar: un muchacho que lleva también bata blanca, empapado y con unos vendajes precarios en torno a la cabeza, que comienza a interrogarla:

-¿Qué, qué sucede…? –Entonces descubre la horrible escena que se está produciendo a sus espaldas y empalidece a ojos vista. –Dios mío –musita, para, a continuación, sin demasiados miramientos, empujar a aquellas dos personas y precipitarse en el interior. Grita: -¡Isabel!

Salgo corriendo con mi hija en brazos, casi no siento su peso, por mi cabeza no para de repetirse la imágen de Camila bajando de esa manera, su aspecto feroz... Al salir casi choco de bruces con un chico que iba a entrar. En mi mirada se refleja el terror que siento. No me detengo a contestarle, de todas formas puedo apreciar que él mismo se ha dado cuenta de la situación.

Salgo al exterior, sintiendo de nuevo la persistente lluvia en mi rostro. Lluvia que se va mezclando con las lágrimas que sin darme cuenta he ido vertiendo... Empiezo a gritar, en un ataque de nervios... Socorrooo... Necesitamos ayuda!!! Mis pasos se dirigen al centro de la calle. Con la mirada frenética busco a algún miembro de la fuerza del orden. Sin darme cuenta de que ya no estoy en Barcelona, si no que me encuentro en Aldea del Rey, un pueblecito tranquilo, donde la policía más bien escasea... AYUDAAA!!

Alberto, sobreponiéndose al espanto, realiza una breve carrera hacia las dos mujeres enzarzadas sobre una marca de sangre cada vez más amplia, y lanza una potente patada contra la cabeza de la agresora.

Un puntapié seco sobre su sien izquierda le hace perder la dentellada, pero, así y todo, vociferante y con lascas ensangrentadas de piel colgando de sus quijadas, se obstina en sostener la presa para volver a desgajar el cuello de su maciza víctima.

Forcejeo con la mujer tratando de quitarmela de eencima, a pesar de la patada de Alberto no logro deshacerme de ella, noto el agudo dolor en mi cuello y mi sangre fluyendo por mi cuerpo. Llevo mis manos a mi cuello tratando de detener la hemorragia mientras sigo forcejeando con ella.

Me incorporo del suelo, un poco asustado, pues lo primero que he visto es como una bota se estrellaba contra la cara de aquel ser que no parecia de este mundo...joder....este aspecto parece causa de un vudu haitiano, o como si se hubiera comido aquellos psicotropicos que comian los druidas celtas para entrar en aquel trance...el caso es que sea lo que sea, Francisco, como antropologo, cree que esa mujer ha de ser estudiada y sigue intentando maniatarla abalanzandose sobre ella, mientras miro al hombre que acaba de aparecer. Ayudeme por favor.

La mujer mira en todas direcciones, girando sobre sus pies… en vano. No hay nadie, ningún sonido excepto el de la lluvia y el fragor sofocado de un combate en el interior de aquella casa.

El muchacho se detiene al escuchar a aquel hombretón y consiente en organizarse para atrapar a la enloquecida y apartarla de su compañera. Lágrimas de ira y frustración comienzan a verterse por sus mejillas.

-¡Isabel! –gimotea, mientras trata de rodearlas, con las manos disparandóseles hacia el tumulto de extremidades, e inmediatamente haciéndolas retroceder, accionado por el pánico, incapaz de decidirse.

El hombre reacciona al unísono y abraza por la espalda a la desquiciada, tratando de inmovilizarla, en tanto que el muchacho le sujeta la cabeza y tira del cuerpo hacia atrás, para dejar libre a la mujer herida. Pero es un demonio la que se debate entre ellos, grita como un animal y lanza mordiscos en su dirección; en uno de ellos, secciona su propia lengua, que, como la de un reptil, no paraba de brotar y retraerse de forma sicalíptica, y el trozo resbala dramáticamente sobre el antebrazo del joven. Ambos son conscientes de inmediato de que será imposible retenerla por mucho tiempo.

Me separo como puedo de esa mujer aprovechando que Alberto y ese hombre me la están quitando de encima. Retrocedo sobre mis pasos mientras aprieto fuerte la herida de mi cuello. Apenas tengo fuerzas para echarles una mano, aún así lo intento... Intento coger el paraguas que antes no me fue de gran ayuda para intentar clavárselo ahora que ellos la sujetan.

Me quedo un momento allí, de pie, mientras el agua va calando en nuestro cuerpo. Con un pequeño pinchazo de arrepentimiento miro hacia la puerta por la que he salido. Esos hombres han entrado para ayudarnos, y yo he salido dejándolos solos, con ese monstruo en el que se ha convertido Camila. Dejo a Alicia en el suelo y la miro muy seriamente.

Cariño, quédate aquí, por nada del mundo entres en esa casa, yo saldré enseguida... No te preocupes. Suavizo mi voz al ver su expresión preocupada. Mamá estará bien... Le doy un rápido beso y me dirijo de nuevo al interior de la casa. Miro a través de la puerta para poder comprobar cual es la situación.

La mujer rubia reaparece en el umbral, esta vez sin su hija, encontrando que el vestíbulo se ha transformado en un truculento campo de batalla: hay un charco de sangre en el suelo, esparcido en ráfagas por las suelas de los concurrentes, y un salpicón de sangre en la pared que cruza una foto de familia en la pared. Toda esa sangre parece manar del cuello de la mujer de la bata blanca, se escurre entre los dedos de la mano que mantiene apretada contra una espeluznante tarascada; en la mano izquierda blande un paraguas con el que azota el aire en vano en dirección a Carmela, quien ahora está atrapada entre aquel hombre que la había acompañado y el muchacho providencial. Pero el abrazo en que la mantienen es precario, porque ella se debate como una serpiente, bramando como un toro, intentando clavar los dientes y las uñas en sus captores.

Horrorizada observo la escena que se desarrolla delante de mis ojos. Siento como un sudor frío se desliza por mi espalda, causándome un escalofrío y erizando todo el vello de mis brazos. Corro hacia la mujer de bata blanca, quitándome el pañuelo que llevo al cuello se lo coloco en el suyo para hacer presión y deje de manar tanta sangre. Apreto sobre la herida, llenándome enseguida de sangre... Mierda, tenemos que salir de aquí. Mi mirada no para de dirigirse hacia donde se encuentra Camila, en mi interior una pequeña oración empieza a tomar forma. Rezo por el alma de Camila...

La mente de Francisco, es una constante fluctuacion de dudas. No sabe que hacer con esa mujer. El hecho de liberarla, significaria que se nos volviese a abalanzar y poder hacer daño a alguien. Pero Francisco no podia hacer daño a aquel ser que parecia estar poseido, al fin y al cabo, era un ser humano, y el jamas habia querido hacer daño a una persona.

-Pegarla un puñetazo....amordazarla....matarla?¿?¿....no....hay que intentar salvarla...si es que no es tarde

Francisco Jose, intenta seguir manteniedo apresada a la señora Camila, con la ayuda de aquel joven desconocido, mira a Silvia....menos mal, parece que puede controlar la hemorragia de esa buena mujer...se la ve conmocionada, pero al final la primer impresion que tuvo de ella cuando la vio se confirma, era una mujer seria, que sabia anteponerse ante los problemas, marchar con una hija tan pequeña desde Barcelona hasta Andalucia, debe de requerir esfuerzo y paciencia, y ahora encima tenia que lidiar con una familiar que se encontraba en este estado tan sobrenatural...

-Rapido Señora Silvia, usted conoce la casa, tra¡ga algo con lo que poder atar a su familiar. No sabemos cuanto podremos resistir, pero no podemos dejar sola a su familiar libre, podia dañar a otras gentes.

Con ayuda del joven, el hombre corpulento logra presionar sobre las corvas de la enloquecida hasta postrarla de bruces en el suelo, y acto seguido se deja caer en peso sobre su espalda y le sujeta los brazos, mientras que el otro hace lo que puede para hacer lo propio con las piernas. La mujer se retuerce durante unos segundos interminables, profundamente repulsiva, condenadamente correosa, y por fin se queda inmóvil. Ambos apresadores están empapados en sudor.

Presa del dolor observo con los ojos abiertos de par en par a la mujer que me ayuda. Sin apenas poder pronunciar palabra, mi mirada refleja un claro agradecimiento por lo que está haciendo. No puedo evitar mirar de reojo a Alberto y aquel hombre, parece que consiguen hacerse con esa ¿mujer? si es que a esa criatura del demonio puede llamársela así... Me siento mareada, he perdido demasiada sangre, aún así trato de mantenerme consciente y aguantar un poco mas... otro poco...

Tras esperar a que Silvia me traiga la cuerda, ato a la señora Camila con la ayuda del otro hombre fuertemente.

-Señora Silvia, a pesar de que sea un familiar, espero que lo entienda. Podria hacer daño a cualquiera de nosotros.

Posteriormente, llevo a la señora Camila a un cuarto de baño sin ventana, con la ayuda del joven, por si se vuelve a resistir, y la dejo encerrada ahi, atrancando el pomo de la puerta, con lo primero que vea util, una silla, una lampara...Antes de salir del cuarto de baño, cojo un par de toallas para secarnos el sudor, y el desinfectante con algodones del botiquin.

-Tome Silvia, vea a ver si puede hacer algo con la mujer atacada. Por cierto...digo mirando a la mujer con el cuello sangrando...mi nombre es Francisco Jose, gracias por aver venido en nuestra ayuda, y gracias tambien a usted...digo mirando al hombre.

Apoyandose en la pared, con gran cansancio, Francisco se limpia el sudor, y empieza a dar vueltas a lo que ha visto, no es la primera vez que en este viaje habia visto algo tan sobrenatural como aquello, y se empezaba a preocupar en gran medida. Ademas, el tenia que estar ya con Elena y no, estaba con 3 desconocidos, y encima delante de uno le habia dado un ataque de histeria.

-A quien creen que deberiamos de llamar primero...a la guardia civil o a un cura...digo tristemente.

Como bien me ha pedido Francisco José, he buscado una cuerda en la casa. Hacía años que no la pisaba pero creía saber donde las guardaba mi tía Rosario. Efectivamente, allí encontré una cuerda basta de esparto y se la llevé para que maniatara a Camila.

Cita :