Partida Rol por web

La Toreador os lanza una gélida mirada que os es imposible de descifrar. No sabéis si simplemente ésta sorprendida ante vuestra indiferencia hacia la obra de Velázquez, o más bien contrariada por lo que ella podría considerar una falta de etiqueta y respeto al haber ignorado tan descaradamente sus palabras. 

De cualquier manera, lo que no es tan difícil intuir es que la Primogénita del clan Toreador y Heraldo de Madrid no está acostumbrada a recibir un trato tan indiferente, y menos por parte de unos Neonatos. Por un momento se gira hacia Sofía y todos pensáis que va a decir algo, pero entonces, para alivio vuestro, alguien interrumpe rompiendo el incómodo silencio que se acababa de generar.

—No se hizo la miel para la boca del asno —dice una voz profunda y masculina. Tras ella viene la Presencia de Adrien Dumont del clan Toreador, Sire de Sofía León.

Todo su lenguaje corporal, tan rico en matices cuidadosamente extraídos de cientos de personajes encontrados en diferentes culturas y su exquisito refinamiento pulido en los mejores colegios de Alemania y Francia, los había desarrollado con un único objetivo: el bello sexo.

Dumont había sido una esponja de caracteres y poses. Allí donde veía a alguien con carisma o algún encanto particular, fuera acaso una simple pose o una manera particular y agradable de sonreír, lo absorbía y lo añadía a su particular colección. Lo asimilaba, lo hacía suyo. Era indeciblemente bueno en eso.

A cuántas mujeres había seducido utilizando ademanes y susurros anhelantes que había tomado prestados de otros no podía ni decirlo. Los utilizaba según convenía, como un experto en laboratorio sabe qué fármacos combinar para obtener la medicina correcta. Según el tipo de mujer de que se tratase podía ser más suave, o arrogante, o incluso demasiado violento.

—Acertado y oportuno, como siempre, querido. —dice la Alicia Reina a modo de saludo.

—Y tu, querida, esta noche estás... mortalmente arrebatadora.

La Primogénita y Dumont no tardan en enfrascarse en un apasionado debate sobre Las Meninas y sus "secretos". Hablan sobre la verdadera fecha cuando fue pintado, sobre lo que representa realmente y el mensaje oculto del autor, e incluso sobre detalles astrológicos relacionados con la propia disposición de los elementos de la obra. En un instante ya no sois para ellos más que una presencia lejana e insignificante.

Por suerte el Elíseo está muy concurrido esta noche, y hay numerosos corrillos con los que socializar y gran cantidad Vástagos importantes e influyentes con los que hablar a parte de Alicia.

Algunos grupos charlan acaloradamente sobre el futuro de la especie, la era digital y el siglo de la vigilancia. Mientras que otros, en cambio, abordan temas más cercanos como el arte o el fino gusto por la alimentación. Aunque sin duda, el tema más recurrente y abordado esta noche es la presencia inesperada en el Elíseo de los dos visitantes Anarquistas.

- Por eso no mal gasto mis palabras... - contesto al comentario de Dumont coincidiendo con su punto de vista.
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Viendo que ambos Toreador perdían inoterés por nosotros me giré de nuevo al crío.
- Sí, parece que alguno de los nuestros estuvo involucrado...

Sofia estaba a punto de responder algo a la pedante con la que tenia la desgracia de compartir clan, estaba claro que Velasquez fue un genio, pero esa gente solo veia belleza en las antiguas pinturas de reyes... como mucho podrian apreciar a Goya, pero nunca irian mas allá. Sin embargo antes de que pudiese decir nada apareció el... ese hijo de puta...  encima venia a dejarlos en evidencia.

 Sofia ni siquiera le dedicó una mísera mirada, aunque queria hacerse la fuerte, en el fondo todavia se ponia nerviosa cuando el estaba cerca, y no queria que la viesen asi. Con la cara un poco roja se dio la vuelta y se fue en busca de otra conversación que le resultase mas interesante.

Echo un vistazo a quienes estan en el Elíseo, las caras de siempre, por ahi estan las arpias como siempre, la loca de Golconda... también Victoria con "la bruja"... siempre le habia intrigado esa chiquilla, quizá hablase con ella más tarde, pero ahora me interesan ellos, los dos anarquistas que se habian presentado por sorpresa en el Elíseo. Los encuentro en una esquina de la sala y sin dudar un momento me acerco a ellos con el cigarro aun en la mano a punto de acabarse.

-Hey- Sonrío y dejo ver mi piercing smiley, me encanta juguetear con el con la lengua... -Teneis los huevos muy gordos para presentaros aqui así ¿no?- Lo digo todo en un tono desenfadado, casi riendome de la situación mas que reprochandoles algo

—...el centrarse en lo local es reaccionario y absurdo.

Esto es lo primero que oyes. Te has internado en otro de los múltiples corredores del museo.

—El futuro de nuestra especie es virtual: internacional y clandestino. Si quieres mantenerte oculto, no basta con pagar tus impuestos y, y no desangrar a nadie en público. Estamos entrando en la edad de la vigilancia, el precio de las cámaras digitales de pequeñas dimensiones baja sin parar, el ancho de banda cada vez es más barato. Eso es lo que los antiguos no querían entender...

Reconoces esa voz. Es Angélica. La inquietante Arpía Nosferatu. Avanzas mientras la voz de un hombre comienza a hablar.

—Seguro que no es tan terrible como piensas.

—Todavía no, pero se acerca rápido y la velocidad del cambio solo va a... —entonces te ve.

—Sofía. Me alegra verte. Quiero presentarte a mi nuevo amigo, Rafael.

Te tragas lo que podría ser un auténtico siseo de furia. Con unas pocas excepciones, encontrarse frente a frente con otro Vástago por primera vez desencadena un fogonazo del instinto conocido como de lucha o huida, un algo en lo profundo de las zonas más primitivas de tu cerebro, en tu "cerebro reptil", donde lo único que importa es devorar o ser devorado. Ese instinto está ahora mucho más cerca de la superficie de lo que nunca antes lo estuvo.

Lleva puesto un traje recto de tres botones, muy sencillo. Por un momento te parece nervioso y pequeño, pero un instante después tiene un aspecto desenvuelto y elegante.

Buen truco, Rafael, pero ya lo conoces. Si lo hubiera utilizado medio segundo antes, no habrías sospechado lo más mínimo. Sin duda a Dumont se le dan mejor ese tipo de engaños. De todas forma, es realmente halagador que quiera causarte una primera impresión tan positiva. Demuestra inteligencia.

—No se si tomarme tu pregunta como un cumplido. —sonríe. —Bonito piercing, por cierto.

Tras el comentario a Diego, les miro en general.

- Voy a ver que saben los Brujah del tema. Seguro que somos los primeros a los que señalan. A lo mejor saben algo más del tema de los Anarkistas. Luego nos vemos. - dije llanamente aclarando los motivos de mi despedida antes de dirigirme efectivamente a reunirme con los otros Brujahs de la sala.

Alejandro escucha con su habitual cara de póker la "recriminación" que les dirige Alicia y su intercambio de palabras con el recién llegado y, por supuesto, no interviene. 

"Valoro la elegancia y la belleza tanto como cualquiera, pero por favor, estos toreador son de lo más melodramáticos..."

Escucha a Jack y a Diego hablar de las noticias, pero como no le parece que tenga informacón de interés, y Sofía ha decidido marcharse por su cuenta, procede también a alejarse del grupo. No se siente especialmente cómodo interaccionando, pero tampoco le queda otra... Y quizá pueda conocer a alguien de interés. 

Sin ganas de continuar oyendo a Diego y Jack hablando sobre ese asunto de las noticias, y con menos ganas aún de seguir contemplando la empalagosa imagen de los Toreador frente al cuadro de Las Meninas, diriges tus pasos hacía uno de los numerosos corredores del museo con la esperanza de encontrar algún contertulio más ameno...

—Alejandro.

Es una voz dulce y tranquila. Una buena voz para una niñera o comadrona. Una voz acostumbrada a sosegar el ánimo; aún más, una voz que da por descontado que va a calmar el alma y el espíritu.

Reconoces rápidamente esa voz. Te giras y la ves. María "Golconda" Suárez. Sóla de pie junto al cuadro de San Cayetano ante la Sagrada Familia. El ángulo desde el que ves a María hace que la imagen de los tres ángeles de la pintura queden situados justo encima de su cabeza. Que ideal... —piensas.

Ella te mira y sonríe. —¿Para cuando lo de unirte a mi Coterie?. —pregunta. No es la primera vez que te deja caer su interés por ti. Ya hace un tiempo que la conoces, como también conoces a algunos de los miembros de su Coterie. Predican que los vampiros son la maldición con la que Dios castiga a un mundo perverso.

María esta noche se ha puesto un atuendo bastante acorde a su estilo habitual. Una gruesa túnica de terciopelo rojo rematada con una capucha, y con una estola negra de monja por encima. 

—¿Aún te lo estás pensando? —mantiene una amplia y brillante sonrisa.

- Bien.

Con un asentimiento de cabeza, me despido de Jack.

Yo haría lo propio e iría a recabar información y trabar amistad con alguno de los presentes. Levanto la cabeza y doy un rápido vistazo a la sala. Alfonso de la Torre era de mi mismo clan, su figura y porte eran la definición de clase y autoridad, sin embargo aún no estaba preparado para tratar con él de tu a tu. Primero quería ganarme el respeto de la estirpe.

En lugar de ello, mi primera opción fue Cucaracha. Me acercaría al Nosferatu, clan con quien tenía mucha mayor familiaridad que con el mío propio.

Doy unos pasos largos y tranquilos en la dirección que se encuentra Cucaracha.

- Buenas noches Cuca.

me tomo una de esas licencias infantiloides que me otorga mi apariencia y abrevio su nombre con una confianza inexistente todavía.

- Quizás tu sepas decirme de quién fue la brillante idea de lanzar a un poli por la ventana de un coche oficial. Tiene toda la pinta de haber sido cosa de alguno de tus secuaces.

Sonrío de forma cómplice tratando de no mirar a ciertas partes de la anatomía de mi interlocutor que harían que se me borrara la sonrisa de la cara de forma súbita.

Te lo encuentras en uno de los múltiples de pasillos del museo. No es difícil distinguirlo, y esto no es sólo por su horrible aspecto. Cucaracha lleva puesto esta noche un traje formal de un estilo propio de los años cuarenta: pantalones holgados con la cintura muy alta, chaqueta larga y amplia, e incluso un sombrero grande y ostentoso con una pluma. Aunque siendo justos, normalmente tiene una pinta similar. Apenas ha variado su indumentaria habitual para la ocasión de esta noche.

No hay mucha gente a la que esa pinta le pueda quedar bien, y Cucaracha es horrible. Tiene la nariz inusualmente larga, como la probóscide de un mosquito, y los ojos negros, redondos, pequeños y vidriosos. La mayoría de los Vástagos pueden replegar sus colmillos, pero los suyos sobresalen todo el tiempo. Y tampoco es que sean solo sus caninos: todos sus dientes son puntiagudos y desiguales. Si además se tiene en cuenta su piel grisácea con marcas que parecen moratones repartidas al azar, tenemos una imagen grotesca. Cuando te aproximas, se vuelve hacia ti, levanta una ceja y sonríe. A esta distancia, puedes ver que tiene la ropa sucia y con manchas. Hasta sus anillos están deslustrados y corroídos. Te parece ver moverse algo entre su pelo lacio y grasiento, y no se hable más. Ya estás suficientemente cerca.

Te mira de arriba a abajo, marcando exageradamente el "de arriba a abajo". —Ese tipo de brillantes ideas son más propias de alguien como... tu Sire, ¿no te parece?. —sonríe mostrando su monstruosa dentadura— Convertir a un prepuber y dejarlo así para toda la eternidad. A quién se le ocurre...

—Aunque es gracioso que te diga esto alguien con mi cara, ¿verdad?. —suelta una sonora carcajada

—Si te preocupa tanto el asunto del poli, quizás deberías hablar con los Anarquistas. Ese despropósito ocurrió en su territorio. —te hace un gesto impaciente para que lo sigas a través de los pasillos del Prado.

—Cambiando de tema. Dime, Dieguito, ¿te gusta el arte?.

Cucaracha es un antiguo, uno de los pocos que quedan en Madrid que aún no han sucumbido bajo la influencia de La Llamada. En los tiempos que corren ser un antiguo es algo parecido a ser un socio principal en un bufete de abogados. Su respeto te podría venir estupendamente, así que te lo piensas bien antes de continuar la conversación.