Partida Rol por web

Jack y el anarquista parecían cortados por el mismo molde, el uno para el otro.

No puedo evitar soltar una sonrisa cuando aparece Sebas.

- Buenas Sebas. Parece que somos los preferidos de  Albert! jajaja

Y girándome hacia Jack

- Tengo que confesar que me sorprende que conozcas tan bien las tendencias políticas teóricas, motero.

Pero os equivocáis.

Digo, entrando de lleno en el debate filoso-político y disponiéndome a enseñarles una lección.

- En todos los grupos hay jerarquías, y líderes. Príncipes, obispos, barones... ponedle los lazos que queráis, pero el interior del paquete siempre será el mismo. Esa es la naturaleza del ganado, y por ende la nuestra también.

Me encojo de hombros ante el comentario de Diego.

- No hay que saber de política, sólo de la vida. Es la misma mierda que llevo escuchando desde que era un crío de barrio. La misma mierda llena de promesas vacías para atraer a los chavales a la banda y siempre hay uno que manda, cinco que se turnan para meter su lengua en su culo para controlar el cotarro su nombre, y, al final, cada perro se acaba lamiendo su cipote. – concluyo con todo mi estilazo Eliseo on.

Es la hora. Vuestras conversaciones se ven interrumpidas por el aviso y, como el resto de Vástagos presentes en el Elíseo, recorréis los pasillos del Museo del Prado en dirección al auditorio. El sonido de numerosos pasos resuenan en los corredores vacíos rompiendo el silencio de la noche. Todos marcháis, con voz queda, a la reunión principal de esta "velada".

^{Auditorio del Museo del Prado. Noche de Elíseo.}

El auditorio es grande y resonante, y está escalonado con sillas que descienden gradualmente en las que poco a poco todos los Vástagos se van acomodando en ellas. Esta noche, los pasillos que descienden están cubiertos de pétalos blancos. Algunos espacios elegantemente repartidos tienen adornos florales: rosas blancas, lirios blancos, claveles blancos. En el centro de cada adorno hay un cráneo animal encerado y pulido, todos ellos distintos. Algunos son diminutos; de un pájaro o un gato, apenas visibles entre las flores. Hay otro que corresponde a un caimán con las fauces abiertas, con velas clavadas en todos los dientes inferiores. También los hay de perro y de serpiente, y otros mucho demasiado exóticos para que puedan ser identificados fácilmente.

Al mirarlos, os dáis cuenta de que todos los cráneos más grandes, y por lo tanto los adornos más elaborados, están situados en la parte de alante. Allí, cientos de altos cirios blancos se alzan por encima de la gloria florar para formar una brillante hilera. Delante de esa hilera, en el centro de todo, hay una silla vacía.

—Todo el mundo en pie.

Esa no es la voz de Estela Vergara, por su puesto. Se trata de Luis Sánchez-Casas, y resulta imposible ignorarlo. Es como si su voz os hiciera vibrar, como el mazo hace vibrar el gong. Los vampiros más jóvenes se ponen de pie sobresaltados, como centinelas pillados vagueando. Los más viejos, Cucaracha en particular, se levanta con más circunspección, transmitiendo un mensaje subyacente de "aunque no tengo la obligación de ponerme en pie, he decidido hacerlo".

Sánchez-Casas sigue adelante con la rutina, serio y majestuoso, sujetando en lo alto una sencilla caja de caoba de alrededor de un metro de largo, y quince centímetros de profundidad y altura. Va avanzando poco a poco en línea recta hacia la silla vacía en el fondo del uditorio. Es una silla grande, barroca y antigua. Está más o menos a mitad del recorrido cuando Estela Vergara entra tras sus pasos.

La Senescal de Madrid no es demasiado alta. Aunque si es cierto que nació allá por 1700, debió de ser una gigante por aquel entonces. Es hermosa, va vestida con traje negro que sería bastante clásico de no ser por el pronunciado escote en forma de pico. Tiene pómulos altos y prominentes y un aspecto tranquilo y amable.

Para cuando llega a la silla, Sánchez-Casas ha abierto la caja y ha sacado (con los correspondientes pequeños gestos teatrales) una brillante espada de metal. Estela se sienta en el trono y Sánchez-Casas le entrega el arma. Estela la desenfunda y coloca la hoja desnuda encima de sus rodillas, y es difícil describir su expresión al hacer esto. Es ambigua, evasiva. Podéis interpretarla como una entrega absoluta a la causa que toda esta pompa representa. Podéis interpretarla como una seria ironía, un rostro de doble filo que se burla de esta formalidad pretenciosa perfeccionándola. Podéis interpretarla como una tiranía refrenada, un controlado desprecio hacia la ceremonia que nos está diciendo, "No necesito este ridículo pedazo de metal para hacer cumplir mi voluntad".

Su expresión se altera, y durante un momento estáis seguros de que os ha guiñado un ojo. Entonces percís los movimientos, los cambios de postura por todo el auditorio y os dais cuenta de cuántos de vosotros habéis tenido ese mismo pensamiento.

Los que están sentados delante, los más viejos; Cucaracha, de la Torre, Alicia Reina y Victoria Villeneuve, no se lo tragan. Los que están en la zona intermedia, como Miriam Olivares, se liberan de ello transcurrido un instante. Pero los más jóvenes, los novatos, aquellos que estáis más alejados... a la mayoría de vosotros os engatusa.

Miráis a los desatados. Rafael parece desconcertado. Albert está arrugando la frente. No sabéis si los ha engañado o no.

—Somos los Condenados —comienza Estela—. Y sin embargo no hemos caído tan bajo como para no poder ir más allá de lo que somos. Nos sentimos inclinados a ser cazadores solitarios, pero aquí nos encontramos esta noche en apacible compañía. Llevamos en cada gota de nuestra sangre una crueldad contaminante... pero por muy impregnados de voracidad que podamos estar, la humanidad permanece. Los ojos fríos todavía buscan la belleza. —dice, haciendo un gesto que abarca a toda la sala, y tiene razón. A pesar de su ambiente siniestro o a lo mejor gracias a ella, el austero despliegue resulta excitante—. Un corazón inmóvil todavía anhela la camaradería. De ahí el Elíseo. De ahí nuestra corte. De ahí nuestras alianzas. Todos nuestros más elevados impulsos, todo lo que nos hace estar por encima de los depredadores bestiales, todo lo bueno que perdura, se muestra aquí esta noche.

Siempre dice algo de este estilo, alguna observación que suena a conocida para abrir la sesión, pero viniendo de ella no resulta manida. Viniendo de ella, es un rayo de esperanza en la roja oscuridad. Esta noche, como cada noche, la multitud aplaude.

—Mis queridos compañeros, por favor, tomad asiento. Esta noche tenemos con nosotros a dos visitantes —dice, señalando a los dos extraños.

Tal como estáis seguros de que era su intención, todo el mundo los mira. Rafael se pone de pie muy erguido y sentís un goteo de admiración hacia él; está intentando fascinar al "público", pero resulta demasiado débil y artificial, se extiende demasiado finamente sobre almas demasiado insensibles. Está intentando caldear vuestras miradas, pero es como encender una cerilla en un compartimiento frigorífico lleno de carne congelada.

Albert se limita a poner cara de resignación.

—¿Puedo presentar a nuestros invitados de esta noche? —Les dirige una amplia y tolerante sonrisa—. Sé que es posible que la formalidad de nuestras reuniones os resulte un poco agobiante, pero por favor, permitidnos conocer vuestros nombres y el detalle de vuestros linajes.

Los ojos de Rafael se encuentran con los suyos.

—Soy Rafael López, y mi sire fue Enric el Viejo.

No tenéis ni idea de quién coño fue Enric el Viejo, pero parece ser que los demás sí que lo saben. Muchos semblantes pálidos estiran el cuello y se giran para mirarle con un nuevo interés, y la mayoría de los que demuestran interés están sentados por delante, donde está el poder. Cucaracha no se gira, pero todos los demás de la primera fila sí, todos manteniendo cuidadosamente sus rostros sin expresión alguna. Unas pocas filas más atrás, hay Vástagos que no pueden reprimir su miedo.

Vaya, vaya —dice Estela—. Un linaje célebre, ciertamente. ¿Y tu compañero?.

—Soy Albert, del clan Gangrel, y fui abrazado por el Desatado.

Eso hace que todos miren. Todos vosotros salvo los más novatos sabéis quién es el Desatado. Es como decir que tu padre es el hombre del saco.

—Tonterías —dice una voz proveniente de la zona intermedia, un hombre con un traje soberbio y con la piel como el alabastro.

Albert desnuda sus colmillos, y todos podéis ver que sus dientes son inhumanos, afilados como agujas e inusualmente largos. Aunque no como los de Cucaracha. Mientras la boca de cucaracha es una ruina, un error de la naturaleza, esta boca parece haber evolucionado cuidadosamente para penetrar y desgarrar.

—Si —dice Estela Vergara— Ahora te recuerdo.

Albert entorna los ojos y mueve la cabeza afirmativamente.

—A pesar de su... notorio linaje, en el pasado nuestros invitados habían optado por ignorar nuestra hospitalidad. No obstante, espero que todos vosotros os unáis a mí para ofrecerles esta noche una cortés bienvenida —continúa Estela— Nuestros invitados y nosotros tenemos un problema común. Tanto ellos como nosotros estamos preocupados por las acciones del pasado Viernes. Al parecer uno de los nuestros golpeó a un par de humanos en una discoteca hasta dejarlos prácticamente inservibles. Horas más tardes fue arrestado y en un principio no opuso resistencia, hasta que rompió las esposas y...

Luis, ¿serías tan amable...? Soy bastante inútil cuando se trata de manejar... estas cosas. —Esta frase arranca una carcajada.

Mientras Estela Vergara estaba hablando, Sánchez-Casas había preparado la enorme pantalla del fondo. En ella ahora se reproduce un vídeo que parece haber sido grabado con un teléfono móvil desde el balcón de una vivienda cercana. Las imágenes granulosas muestran a un tipo corpulento forcejeando con un policía. Los dos dan bandazos hasta que de pronto el agente es empujado con violencia y sale volando por encima del capó del coche. Resulta dramático, sobre todo porque no hay sonido. Por el color de las imágenes se intuye que la hora en que ocurrió todo era bastante cercana a la salida del sol.

Cuando el fragmento termina, hay un momento de silencio.

—¿Algún comentario? —dice por fin Vergara.

Cucaracha se pone en pie.

—Liquedémoslo, —dice— —es un condenado, comparte nuestra maldición, pero a pesar de ello digo que hay que liquidarlo.

—De ninguna manera —interviene María Suárez— Él, al igual que nosotros, sufre la maldición por una razón. Si actuamos con violencia contra él estamos eludiendo nuestras responsabilidades y corrompiendo nuestras naturalezas.

Era tontería decir que lo primero sería atrapar a ese capullo e interrogarle sobre lo ocurrido. ¿Y si lo acababan de abrazar y no entendía lo que le estaba pasando?
Los Anarkas aun no habían abierto la boca. ¿Qué tenían que decir?
A tomar por culo
-Primero habría que atraparlo e interrogarlo. Siempre hay tiempo para cortar cabezas. - digo secamente.
Me giro a los Anarkas sin decir nada pero con actitud de "¿vais a decir algo o qué?", esperando que se decidan a hablar de una vez.

Sofia nunca se interesaba demasiado por como fuesen las cosas de las altas esferas, ormalmente estas reuniones mensuales solo servian para aburrirla profundamente. Sin embargo hoy parecia ser un asunto importante de verdad, si habia alguien que estaba haciéndose notar todo lo que habian construido y todo lo que querian construir en su peculiar sociedad se vendria abajo, no podia dejar que eso pasase.  

Cucaracha fue el primero en hablar, como siempre dando la solución mas rápida, y luego Golconda soltó una de sus chorradas idealistas...  Jack fue el único que dijo algo con sentido. 

Sofia estaba sentada entre Jack y Astilla, las dos personas en quien confiaba mas de aquella sala... tenía curiosidad por saber que pensaria Astilla de todo aquello, ella estaba mucho mas metida en los lios politicos y quizá podría saber algo mas. 

Miro a mi compañera dispuesta a preguntarle, pero entonces me doy cuenta de que quizá haya demasiados oidos en aquella sala. Me quedo callada y continuo escuchando lo que los demás tengan que decir

Todo el mundo decía la suya, como era habitual. Ridículo, al final se haría lo que quisiera Estela.

Reflexionando sobre lo argumentado, obviamente no me gustaba la opción de Cucaracha. Declarar una caza de sangre sobre cualquier ruptura de la mascarada por pequeña que fuera, sentaba un precedente nada deseable para alguien como yo con todos los números para ser apuntado con el dedo como una ruptura de la mascarada andante.

Sin embargo, los argumentos de la monja eran el otro extremo ¿Vampiros que no actúan de forma violenta? ...malkavian tenía que ser.

De nuevo me sorprendía a mi mismo coincidiendo con la opción que apuntaba Jack. Al final aquel saco de músculo iba a tener más dedos de frente de lo que aparentaba. Sin embargo, lo que no había calibrado el bueno de Jack era que con aquellas palabras podía estallarle en la cara.

"Que buena idea, que la ejecute quien la ha propuesto"

Para evitar tal profecía, intervengo educadamente:

- Ya que hemos invitado a dos miembros externos para discutir este asunto, quizás lo más adecuado sería oír su opinión al respecto antes de lanzarnos a las conclusiones.

Desde que había sido Abrazado, Alejandro se había esforzado por camuflarse entre las arcaicas costumbres y normas de esos Ángeles Ciegos. Todo proceso lleva su tiempo. Tampoco había sido fácil, teniendo en cuenta que el Gobierno y las religiones sabían la Verdad e iban tras él. 

Las reuniones no le interesaban. Le interesaba su misión, y cumplir las órdenes de Clara, que le había salvado abriéndole los ojos a la Verdad, aún sin ella saberlo del todo en ese momento. 

¿Y su opinión respecto a la Camarilla? Comprendía que, por ahora, la Mascarada era importante, pero no solía aprobar sus métodos. Aquella noche, tenía un problema.

Era consciente además de las enormes similitudes entre su Verdad y la de María, aunque se diferenciaban en algo muy importante. Ella creía que era un castigo, y él sabía que eran una raza superior.

Asintió a su apunte, aunque dudaba que nadie le prestara demasiada atención. A pesar de haberse esforzado en tener algo de "fama" a seguía siendo joven. No dejaba de ser lo que ellos llamaban un neonato.

No quería propiciar una muerte de un Ángel por un vídeo tan falto de información, pero debía mantenerse "en su sitio". Aunque fuera por supervivencia. 

Por lo tanto, la puntualización de su compañero Jack y la del Ángel Niño le parecieron acertadas y decidió esperar a ver qué se terciaba.

Notó que Sofía también parecía dudosa.

Durante un breve instante más, María Suárez y Cucaracha continúan intercambiando opiniones contrarias.

—Siempre he sido respetuosa con las controversias religiosas —dice Estela cortándolos—, pero la prohibición de matar es una ley impuesta por el Príncipe, y pienso seguir cumpliéndola.

Sus palabras por el momento parecen hacer callar tanto a María como a Cucaracha, y zanja de manera tajante la opción de matar al protagonista del vídeo, al menos por el momento. Jack aprovecha para alzar la voz y dar su opinión, y tras sus palabras las voces callan y un murmullo generalizado indica que los presentes están sopesando la lógica de lo que ha dicho.

—Espero que nuestros invitados puedan arrojar algo de luz en el asunto... —Añade Vergara a la invitación que Valderrama lanza posteriormente a los Anarquistas. —Sobre todo teniendo en cuenta que el incidente e intento de detención ha ocurrido en Vallecas. —este dato aún era desconocido para todos. Vallecas es territorio Anarquista, como todos sabéis.

—¡Ja! —ríe Cucaracha levantándose nuevamente— Claro, ahí está el motivo de tan inesperada visita —espeta— ¿No sois capaces de limpiar vuestra propia mierda?.

—¡Cuida tus palabras! —brama Albert.

Por segunda vez véis cómo los colmillos del Anarquista emergen como relámpagos, y los Vástagos que están cerca de él se apartan instintivamente, y no únicamente los jóvenes.