Partida Rol por web

Esta es la tierra.

Un nido de personas, y de entes de maldad que hacen y deshacen. Son sus dueños.

El bar "El infierno" reune a todo este tipo de entes. Aquí se reunen y hablan de lo bien que les va en esta tierra de nadie, donde Dios  no existe.

Alcohol, drogas, sexo, apuestas, comida, y mucho más, lo que quiera lo encuentra en el bar el infierno.
 

Miro a mi alrededor.

Arqueo una ceja.

Me inclino sobre la cutre mesa de bar junto a la que estoy sentado.

Termino de tirón la raya de coca.

Vuelvo a reclinarme en la cutre silla de plástico en la que estoy sentado.

Me acabo el whiskey on the rocks de trago.

Saco un piti, lo enciendo con mi zippo en un movimiento rápido y fluído.

Doy una larga calada.

- Puto antro - murmuro.

El show de la noche

Aquel lugar parecía genial. Un sitio donde parecía todo posible y la justicia brillaba por su ausencia, la mezcla idónea para su felicidad.

Le encanta este lugar por su clientela de maridos y novios infieles, que deseaban solo una cosa de las fogosas mujeres como tantos otros hombres patéticos. Que les mientan en la cara...Que les hagan pensar que los quieren como ninguna otra mujer habia hecho, que les digan que son los hombres mas lindos que han visto, convencerlos que venir a este lugar es lo correcto, etc.

Aunque las mujeres que trabajan en este lugar no son muy diferentes a ellos, tambien son engañadas por el dueño. Cuando les promete mejores tratos o una subida en su sueldo o que si le mamaban logran una mejor posicion que el resto.

Disfrutaba demasiado este lugar. Una red inmensa de mentiras en un antro tan chico. Sonrio con maldad viendo a los clientes mas importantes, los demas pecados que tambien tenian sus propias mentiras para hacerse sentir mejor.

Le apetecía tomar un trago, y como siempre que eso ocurría no podía ir a otro sitio que no fuese El Infierno. Aún tras cruzar la puerta, aquel era el único antro de mala muerte que no le hacía arrepentirse de haber entrado.

Se acercó a la barra y tras apoyar el cuerpo sobre esta, se estiró, alargó el brazo y cogió una botella de ron que había en la parte interior. Se sentó, la abrió y bebió a morro. Total, nadie más iba a tocar aquella botella, tras mucho tiempo sin salir se la merecía, y ¿por qué? Porque él así lo quería.

El Infierno era una tasquilla insignificante y grasienta en medio de ninguna parte. Jamás lo habría pisado si no hubiera sido el lugar de encuentro elegido por sus colegas. Probablemente por Broma y su humor absurdo.

Avaricia disfrutaba trabajando a mayor escala. Adoraba desencadenar guerras y observar a las criaturas de la tierra como ellos observaban a las hormiguitas. Adoraba conseguir esbirros. En realidad era un trabajo fácil, sólo tenía que leer sus mentes y corromperlas, plantar una pequeña semilla de codicia y dejarla crecer. Más poder, más conocimiento, más belleza, más prestigio, más posesiones... lo mismo daba: todas o ninguna, sólo era la debilidad humana agrandando sus vacíos interiores.

Al fin y al cabo Avaricia no poseía vienes materiales... no para su disfrute al menos. Avaricia coleccionaba almas.

Dejó que el grueso abrigo de visón se deslizara de sus hombros a la silla y se sentó con maneras de vieja dama. Graznó un saludo con su voz de vieja urraca y esperó a que el camarero le trajera el mismo bourbon rebajado con agua de siempre. Le sonrió, haciéndose la tonta, y dejó revolotear un fajo de billetes ante los ojos del muchacho. Se decidió por un billete arrugado, de poco valor, y después dejó caer descuidadamente la cartera en su bolso, bien a la vista.

No lo estaba haciendo a propósito, era su naturaleza...

Cruzó las piernas, balanceando los finos zapatitos, y colocó un cigarrito en una boquilla, inclinándose hacia Soberbia con ostentación. Confiaba en que acabaran la reunión rapidito y pudiera volver a la diversión.

Pereza era una dama elegante. A pesar de sus años, su porte siempre era refinado e impecable. No por ser anciana debía verse mal...

Con decisión y calma, se acerca a Avaricia. De todos, era con la que más le agradaba hablar. Eran opuestos naturales pero Pereza no trataba de armar conflictos con nadie y todos eran muy nuevos. En cambio, ellas dos llevaban años en el negocio. Con delicadeza y parsimonia, se acerca y le dice a quien le servía las bebidas - Dame uno igual, pero doble. Aunque no debes trabajar tanto, cariño - con una sonrisa, Pereza se sienta al lado de Avaricia y sonríe al ver su actuar.

Con amabilidad, le dice - Nunca pierdes el toque, querida amiga - le sonríe con amabilidad y luego mira alrededor. Ya habían llegado varios de sus compañeros pero todos eran más jóvenes. La voz de la mujer era dulce, pasiva, tranquila. Como un arrullo que aletargaba a quien la escuchaba y esa era una de sus más grandes fortalezas, su encanto, aquello que la hacía irresistible. Esa paz que parecía inspirar era la condena de aquel con quien ella se topara.

La Ira entró al Bar camuflando su aspecto. Había que joderse... lo peor de estos eventos sociales era que si no quería llamar la atención debía ponerse una apestosa piel de humano... En fin, hacía mucho tiempo que no veía a alguno de sus compañeros así que a regañadientes eligió un disfraz para la ocasión.

Por un momento pensó en colocarse un disfraz de policía pero aquello era demasiado agresivo y la diversión se acabaría con rapidez..... No eligió algo sencillo, la típica piel de un pobre y desdichado humano... Para esa noche eligió ser bajito, regordete, con gafas y sudoroso. Vestiría unos vaqueros, unos zapatos discretos, una camisa y una americana.

Se miró en un escaparate y aunque aquella piel le apestaba decidió dar un toque irónico al asunto poniéndose varias chapas en la solapa de la americana. Las justas y necesarias para provocar a la gente del lugar...

Chapas en contra del aborto... contra la prostitución... de "no a las drogas"... de "no al juego"... Con un poco de suerte provocaría los instintos más primitivos de alguno de los humanos del lugar.

Entró en el bar y fue paseando hasta el final de la barra, dejándose ver con claridad y aguantando las miradas de aquellos cuyas miradas se cruzaban con la suya.

Disculpe Señorita, ¿podría ponerme una coca-cola?

Se sentó a la mesa y pidió que trajeran todo lo de la carta, lo que sea que tuvieran de comer. Comer, le mayor de los placeres. Su mayor pasión era enseñar a los mortales los placeres del buen comer, todas esas mierdas dietéticas que la gente comía ultimamente le daban naúseas.
Disfrutaba comiendo y viendo a la gente comer.

Sentado en una mesa central, Locura observa al resto de asistentes del bar. Locura le comenta a Locura lo guapa que esta Pereza desde que hace deporte, habla con Locura de como el humilde Soberbia saborea su bebida, se ríen a coro cuando Impunidad pide perdón en nombre de Ira a unos hippies pacifistas que alababan las chapas pro-aborto, Egoísmo les había ofrecido un trago al pasar, Avaricia intentaba engatusar al camarero con inmensas propinas y Gula, el siempre hambriento Gula que devoraba sin cesar todo el mobiliario en un intento de controlar su apetito sin consumir calorías. Todo tenía sentido en el museo de arte Inferno. Tenía que encontrar a Engaño, él era el único capaz de apreciar la verdad que escondían sus palabras. Si solo pudiese librarse de ese maldito gato tocando el violín, estaba destrozando por completo la escena!

Vuelvo a arquear la ceja, mas esta vez la acompaño con una ligera sonrisa en la comisura de mis labios. 

Extiendo la mano con el zippo en el mismo gesto de fluidez que usé con mi pitillo y enciendo el cigarro de Avaricia.

- Viejas chochas - les digo en tono socarrón a ella y a Pereza.

- No esperaba veros por aquí tan pronto - recojo el zippo y alzo el vaso vacío para que el inútil del camarero me lo llene de nuevo.

- ¡Eh, chaval! Estoy seco - le insto al joven sin siquiera girar la cabeza

Culpa, vestía una camiseta de Hello kitty y unos sencillos tejanos, quería parecer lo suficiente jóven e inocente como para que todos aquellos pecadores se sintieran mal tan solo al verla compratir ese antro con ellos.

Lo respiraba en el aire. Ninguno de aquellos patéticos humanos estaban satisfechos con lo que estaban haciendo. Desde la camarera que se lamentaba por no haber terminado sus estudios y acabar en un antro asi sirviendo copas, hasta el marido que había mentido a su mujer diciendo que hoy tenia 'trabajo para largo'.

Por un momento la stripper posó su mirada en ella. Un angustioso pensamiento cruzó la cabeza de la bailarina: 'que no sea por mi culpa que esa muchacha quiera convertirse en lo que soy yo, por Dios!'

Culpa sonrió satisfecha.

Entró al local con desgana, casi arrastrando sus nauseabundos pies, infectando la atmósfera por la que pasaba.Eran unas cuantas moscas las que revoloteaban alrededor suyo.Se podía observar como su piel desprendía un halo casi verdoso, de putrefacción y muerte.

Su cuerpo estaba hinchado, lleno de pústulas, granos, piel llegando al estado de putrefacción y todo ello ligeramente empapado en sudor.Su escasa caballera era lo único que normalizaba su cabeza llena de unos cuantos bultos anormalmente grandes.Sin duda, su sola presencia asquearía hasta a él más ser repulsivo de los humanos.Sus uñas llenas de hongos, moho y roña coronaban las puntas de sus dedos, incluso alguna estaba levantada dejando a simple vista la rica fauna que allí habitaba.El único ojo que tenía a la vista, estaba hinchado e infectado, inyectado en sangre y lloroso.Sus labios partidos dejaban ver sus oscuros dientes infectos, algunos negros y otros verdosos incluso alguno podrido y carcomido por las caries.

La ropa que portaba era muy simple.Una camiseta que no era de su talla, dejando ver su perturbador ombligo, del cual se podía ver como abundaba la mierda hasta tal punto de poder verse algo mover dentro de este.Unos pantalones que dieron de si hace muchos años, sin botón y algo estirajados, y sus pies descalzos.Mientras arrastraba su presencia por el interior del local, observaba a todos los presentes.Sonreía maquiavélicamente mientras pasaba su mano por la barra.La ensaladilla que había en el mostrador parecía haberse dejado llevar por la salmonelosis, los filetes habían perdido su brillo y el embutido parecía revolverse de dolor en su metálica bandeja.

-Hola a todos..- dijo entre sonrisas asquerosas....-¡..ah....ah CHUSSS!- estornudó dejando salir cierta materia líquida de su boca.Seguramente sería saliva pero parecía tener un tono negro que se había juntado con unas mucosas sanguinolientas que había salido de sus orificios nasales-.Perdón- dijo pasándose su mano por la zona cual pañuelo.Sin duda, el bar el infierno era de los pocos lugares a los que podía ir con total tranquilidad.

-Cómo va esa artrosis, señoras Pereza y Avaricia, Soberbia, no dejes nunca de fumar, ese color negruzco le va bien a tus pulmones- lo señaló de manera cómplice.

-Vaya...- se detuvo ante Culpa-...tu debes ser Culpa, estás alarmantemente sana, deberías probar la ensaladilla del lugar, no te arrepentirás- le guiñó su ojo ahora girándose para ver a Locura-.Locura, veo que sigues como siempre, no lo olvides, la leche sigue siendo la crema solar, tu piel quemada y tumorosa te lo agradecerá- se sentía como en casa.Se sienta frente a Gula de manera amistosa.

-Veo que tu hambre no decrece, eso está bien, tu hígado está rollizo y voluptuoso, a punto de estallar.Me encanta que no pueda extraer las sustancias nocivas del organismo- le sonrió con su desmejorada y apestosa dentadura.

Entrar en la sala después de enfermedad es un movimiento muy estudiado, tras el repugnante ente las miradas asqueadas de los hombres y mujeres en la sala encuentran muy facil verse atraidas por la perfecta forma de Vanidad, con su traje de noche solo un poco demasiado lujoso para este antro, su leve contoneo y generoso escote no tardan en atraer las miradas de todos los que hace poco giraban la cabeza para no mirar directamente a enfermedad

-buenas noches guapisimos, hoy os veo muy bien- dice al sentarse junto a Pereza, Avaricia y Soberbia -un martini seco guapo- sonrie cuando el camarero la mira con descaro, y cuando este se gira susurra de modo que pueda escucharla

-que chico tan guapo, lástima que tenga las orejas tan grandes-

Miro a Vanidad de arriba abajo.

La media sonrisa que aparecía en la comisura de mis labios se amplia hasta convertirse en una sonrisa de satisfacción completa. Mi mirada lasciva recorre todo su contorneado cuerpo.

- Vanidad... Sin duda alguna eres mi pecado favorito -

Vanidad se inclina levemente dejando que Soberbia mire mejor

-ohh, eres un adulador, ¿lo sabes? si, claro que lo sabes, y sabes que me encanta-

Cuando el camarero le trae su copa ofrece un brindis a Soberbia

-si tan solo hicieras algo con tu frente, brilla demasiado con esta luz, con un poquito de maquillaje estarías ideal-

Entro en el antro y echo un rápido vistazo.

Gente bebiendo, jugando, babeando, toda la decacencia de la humanidad reunida en un mismo punto.

Hermosas mujeres, borrachos desesperados, bebedores violentos, arriesgados jugadores.

- No está mal, hasta podría pasar un buen rato en este lugar...

Mascullo para mi mismo. 
Me quito mi larga gabardina marrón y la cuelgo cerca de la puerta.
Botas vaqueras, pantalones de cuero, chaleco, sobrero y el pelo cayendo largo y ondulado por detrás.
Se podría decir que no paso desapercibido precisamente, atraigo algunas miradas, pero no me molesto en ello.

Me dirijo a la barra, donde ya hay varios bebiendo. Saludo elegantemente con el pico del sombrero y pido al camarero que me saque un chupito de lo más fuerte que tenga, me da igual como sepa.

Me siento en un alto taburete y observo el lugar.

-Si, buen lugar definitivamente.

Digo, mientras guiño un ojo a Vanidad en uno de los cruces de miradas.

Lujuria decidió que ese día, para ir a "El Infierno" iría rematadamente sexy, así que se puso un vestido que tenía un escote que le llegaba casi hasta el ombligo, dejando poco a la imaginación de la gente. El vestido le llegaba hasta poco más de las rodillas, pero en uno de los costados tenía una raja que llegaba hasta la ingle, dejando toda la pierna al descubierto. Le gustaba que los hombres le desnudaran con la mirada mientras se dirigía al bar, incluso más de una vez llegó a ver a alguna mujer morderse el labio al verla. Si, esas miradas plagadas de lujuria son lo que a ella le gustaba de verdad.

Entro al bar y se sentó junto a sus compañeros, descubriendo que ahora no solo le miraban a ella, si no también a Vanidad. Seguro que acaba de entrar, pensó.

-Buenas noches queridos compañeros, ¿cómo ha ido el día? *sonrió lascivamente a todos, y miró a Vanidad* Hoy estas que te sales querida.

Cruzó las piernas dejando que el vestido se abriera por la raja de la falda, dejandole toda la pierna al descubierto.

Desde una mesa ocultas en la sombra, ve como llegan uno a uno los "invitados al banquete". Qué sencillo había resultado para aquel tío de aspecto relajado dejar caer una palabra aquí, un rumor allá, una pequeña sugerencia en los oidos adecuados para que el resto de sus correligionarios se dejaran caer por El Infierno aquella tarde.

Mientras mira a la stripper y le guiña un ojo -más tarde tendrán una interesante conversación, él lo sabe- saborea su scotch de primera marca y toma nota mental de las conversaciones que comienzan a generarse.

Información. La información es poder y aplicada en dosis convenientes puede poner el mundo en tus manos.