Partida Rol por web

Creo que lo mejor será movernos hasta este puente*. - Dijo en tono serio Gallind. - Ahí podremos acampar, descansar y aprovisionarnos de agua y pescado. Una vez recuperemos fuerzas podemos decidir si cruzar por el campo hasta el sendero que he pintado de azul o si continuar por el sendero verde. Tendremos unas cuantas horas hasta que lleguemos al puente para decidirlo. - Hizo una pausa y relajó su discurso. - Pero estoy de acuerdo con Lily, ahora deberíamos comer algo. 

Luego, más tarde, tras comer un aperitivo se aproximó a Tolman. - Pss... No te aflijas, deja a Rilwen guiar ahora. Cuando alcancemos las faldas de las montañas será tu turno, y creo que allí es cuando encontraremos lo divertido de este viaje. Tendrás oportunidad de demostrarle a tu hermana que se equivocaba. - Y manteniendo el tono jocoso y la conversación en susurros le guiño un ojo a su amigo. 

Buscasteis por los alrededores un sitio propicio para acampar y encontrasteis uno no muy lejos del cruce de caminos (C1). Había allí un pinar, donde podíais recoger del suelo ramas secas para encender la hoguera; además de un pequeño riachuelo donde reponer el agua de vuestros odres. El camino estaba a la vista, pero estabais algo ocultos de miradas indiscretas. Veríais antes a quién viniera por el camino que ellos a vosotros. Preparasteis el campamento, atasteis a los ponis y os pusisteis a hacer la cena. Algo frugal, ya que teníais todavía el estómago lleno de todo lo comido en la Última Morada.

No habíais recorrido mucha distancia desde la salida de Rivendel. Para ser el primer día, era bueno empezar con pocos kilómetros e ir aumentando el ritmo de viaje poco a poco. Después de cenar, os pusisteis a debatir la ruta a elegir. Llegar hasta el Paso Alto no iba a ser fácil, pero teníais confianza en vosotros mismos. Además, teníais buenos mapas e ibais bien pertrechados. Gallind comentó la posibilidad de encontrar uno de los refugios enanos marcados con un martillo en el mapa de los bandidos. Este parecía estar por la zona del Paso Alto, en lo alto de las montañas, o por los alrededores. Cuando llegarais a las montañas, tal vez podríais echar un vistazo y encontrar dicho lugar. Discutisteis quién sería el guía y las rutas más favorables. Coincidíais en seguir hacia el este en el siguiente cruce (C2), siguiendo por el Gran Camino del Este, pero más adelante, cuando se bifurcaba en dos caminos distintos, teníais algunas dudas. Lily y su hermano querían ir por el camino que seguía hacia el este (azul), mientras que Gallind, Gláin y Rilwen preferían ir por el que cruzaba el río y seguía por el noreste (verde). Cada uno expuso sus razones para tal decisión, que fueron escuchadas y rebatidas. Al final, comentasteis de llegar a dicho cruce (C3) y una vez allí, ver qué camino estaba mejor.

Os asignasteis las guardias por parejas: Lily y Tolman la primera guardia, Gláin y Tatharina la segunda y Gallind y Rilwen la tercera. Esa noche pasó tranquila y sin ningún sobresalto. Por la mañana recogisteis el campamento, cargasteis a los ponis con vuestras cosas y emprendisteis la marcha: primero Rilwen, seguida de Tolman, Gallind, Lily, Tatharina y por último Gláin. Los pinares cada vez eran más extensos y las colinas iban haciéndose más altas. El Gran Camino serpenteaba entre estos paisajes, subiendo y bajando, rodeando a izquierdas y derechas, pero siempre hacia el este, hacia las grandes cumbres que se veían al fondo. A mediodía llegasteis a un cruce (C2), donde un camino partía hacia el norte, pero lo desechasteis y seguisteis recto, hacia el este. Ese nuevo camino era un poco más pequeño que por el que ibais y estaba en peores condiciones. No veíais granjas por los alrededores ni nadie que transitara por el camino. La mano del hombre apenas se dejaba notar por estos lares.

Avanzando a buen ritmo, casi habíais cubierto la primera etapa de vuestro viaje, llegando a un nuevo cruce (C3), donde tendríais que decidir qué ruta seguir. Estando ya cerca el atardecer, decidisteis montar el campamento por la zona y aprovechar las pocas horas de luz que quedaban para intentar cazar alguna presa. Mientras que los elfos se ausentaron para tratar de traer la cena, los demás os afanasteis en tener listo el campamento y una buena hoguera para asar lo cazado. El lugar del campamento era en un pinar, con un riachuelo al lado. Al cabo de una hora, los dos elfos regresaron con un par de conejos y algunos frutos secos. Os pusisteis a la tarea de cocinarlos, cuando escuchasteis ruidos alrededor vuestra. Os pusisteis en alerta y cogisteis las armas prestos. Quizá el aroma tan delicioso de la comida había atraído invitados indeseados. Pronto los visteis, eran ocho en total, y se acercaban cautos hacia vosotros. Parecían lobos, pero no lo eran, aunque se movían y actuaban como ellos. Tenían un pelaje leonado y moteado, con un desordenado patrón de anillos marrones. Lucían orejas con copete y medían desde un metro hasta metro y medio. Gallind y Rilwen los reconocieron, eran linces de las Tierras Altas.

Gallind se apresuró a tomar sus cosas y prepararse para el posible combate. Con suerte podrían ahuyentar a las hambrientas fieras. Corrió colina abajo*, apartándose algunos metros de la hoguera y observó el horizonte tratando de vislumbrar a las criaturas. Sacó de su funda su rúnica espada y alzándola sobre su dorada cabellera dijo en Sindarin. - Ancestrales ritos de mi pueblo protegedme en esta hora sombría. - La mágica silueta de un escudo traslucido y protector se forjó en su mano libre y el elfo estuvo listo para la refriega. 

Apenas habían terminado de preparar la caza y frutos secos que habían logrado, ni siquiera pudimos cenar. Rilwen cogió su arco y tras apuntar disparo al más cercano de aquellos linces (A6).

-¡Rápido todos a las armas! Nos atacan un montón de hambrientos Linces de las Tierras Altas.- Pensaba que ya estarían alerta, pero mejor volver a avisar del peligro a sus amigos, si caían todos esos linces sobre ellos, lo iban a pasar muy mal. Menuda forma de comenzar el viaje. Pensaba Rilwen, mientras manejaba su arco.

Gláin no dejaba de darle vueltas a la historia que la joven beórnida le había contado. Era triste, pero también un canto de esperanza porque aún existía la oportunidad de encontrar a algún miembro del clan que le pudieran contar más cosas de sus padres. Y el enano estaría ahí, acompañando a su querida amiga, cuando los encontraran, no la abandonaría a no ser que fuera ella la que lo echara y así se lo comunicó a Tatharina.

Que la ruta que más aceptación tenía era la que pasaba por un posible asentamiento enano alegró el corazón de Gláin y le brindaba la oportunidad de congeniar con sus congéneres. Esperaba que al fina optaran por ese camino y que dieran con el refugio enano.

Pero por el momento lo mejor que podían hacer era tomarse un descanso, una vez organizadas las guardias y la cena. Aunque no iba a ser tan fácil como se creían ya que, quizás por el olor de los sabrosos conejos que estaban cocinando, un peligro se cirnió sobre ellos.

Sin perder ni un instante, Gláin cogió su hacha y echó a correr directo hacia los animales.

Tatharina se encontraba junto al fuego, masajeándose los pies después de la caminata del día. Si bien estaba acostumbrada a caminar y brincar por los bosques, las comodidades y los abundantes manjares de Rivendel le estaban pasando factura a sus pies. Giró su cabeza hacia la espesura, a lo lejos se acercaban los elfos con la cena. Se alegró de que volvieran sanos y salvos. En lo que llegaban junto al grupo, la beornida se volvió a calzar y se dirigió al riachuelo a lavarse las manos, sería ella quien despellejaría los conejos y no quería que un sabor a queso mohoso acompañase una carne tan deliciosa.

Recién acababan de colocar los espetos de conejo en la hoguera cuando se escuchó el primer rugido famélico. La cena debería esperar. Rápidamente, se puso en pie e inspeccionó los alrededores. Los felinos no paraban de llegar, lo que parecían una pareja de cazadores se convirtieron en una avanzadilla de cuatro y después, en un ejército de ocho fieras hambrientas. Les superaban claramente en número, esto iba a costar. Volvió su mirada a la pareja inicial y buscó al animal más grande, suponiendo que sería el líder del resto. Entonces, imitando primer rugido que escuchó, encantó el sonido con su magia para transmitirle un mensaje y atarlo a ella. - Asístenos, espíritu gallardo.

Me sorprendo a mí misma manteniendo la calma ante la inesperada llegada de las fieras. Fieras hambrientas, había dicho Rilwen. Eran muy numerosas y eso iba a ser un peligro añadido. No dudo de las habilidades de mis amigos, pero siento compasión por unas fieras que sólo responden al orden natural de las cosas, buscar comida. Observo los dos conejos al fuego y actúo presta para en la medida de lo posible decantar un poco las tornas a nuestro favor. Agarro las ramas que hacían de soporte de los conejos para hacerse al calor del fuego y arrojo con todas mis fuerzas los conejos lo más lejos que puedo hacia el grupo de animales. Espero que al menos los entretenga para que no abrumen en número a Gláin, que ya corre hacia ellos como un insensato.

- ¡Defended los ponys, son presa fácil estando atados! 

Aunque ahuyentemos a las fieras, si hieren a alguno de los ponys no me quiero imaginar nuestro largo viaje cargando con todas nuestras cosas sobre los hombros. Eso me da más fuerza para arrojar los conejos con más energía.

Os ponéis en posición y cada uno empieza a actuar. Los linces se acercan despacio, observándoos con cautela, dispuestos a saciar sus vacíos estómagos. Podéis ver que usan la misma estrategia que los lobos, atacando en grupo desde diferentes lados. ¡Os tienen rodeados! Pero ya os habéis enfrentado antes a otros peligros y habéis salido vencedores, así que no perdéis la calma. Hasta Tolman sigue concentrado en la preparación de la cena y ni siquiera se ha levantado. Una pequeña salivilla le cae de los labios mientras observa cómo se asan los conejos.

Los primeros en actuar son Gallind y Tatharina, formulando sendos hechizos que harán en uno aparecer un escudo mágico que le protegerá de cualquier golpe y en la otra el poder de controlar la mente de la bestia que encabeza el ataque. Este Lince 4, de un tamaño algo mayor que el resto, de repente se para y se queda con los ojos en blanco. Los demás linces giran la cabeza hacia su líder al ver que este se para y comienzan a gruñir.

La veloz y fiera Rilwen no pierde oportunidad y dispara una flecha al Lince 1 que se aproxima por el norte, viendo que se dirigía hacia Gallind. El proyectil da en el costado de la bestia, que aúlla de dolor. Esta gira la cabeza y muerde el astil, partiéndolo en cachitos, aunque la punta se ha quedado clavada en su piel. Su mirada se torna rabiosa y llena de ira hacia la semielfa, y empieza a avanzar hacia ella.

Gláin no pierde el tiempo y sale corriendo hacia ellos, con el hacha en ristre. Según avanza, va pensando a cuál criatura va a golpear. Tiene para elegir, dado que muy pronto se va a ver rodeado por ellas...

Lily no pierde el tiempo y piensa rápido, quitándole la estupenda visión que tenía su hermano con los conejos y tirando estos a los linces. Tira uno hacia el noroeste y otro hacia el sudoeste. Lo hace con todas sus fuerzas, esperando que las bestias cambien de idea y se olviden de atacarles, ahora que tienen algo para comer. El aroma del conejo asado y de las especias, revolotea por encima de vosotros. ¡Adiós cena! Tolman se levanta ofuscado, regañando a su hermana por esa acción tan indeseable. ¡La comida no se tira!

Los Linces 2 y 3 se tiran hacia el conejo y empiezan a mordisquearlo con ansia, pero solo uno puede poseerlo; así que el Lince 2 lo coge y sale corriendo hacia la oscuridad, con su compañero detrás de él. Más abajo, el resto de linces hacen lo mismo que los otros compañeros. Uno lo coge, Lince 6, y sale corriendo hacia los árboles, con dos de ellos detrás, Linces 5 y 7. El cuarto en discordia se queda mirándolos y decide quedarse, pero mira a su cabecilla a ver qué hace, como esperando órdenes, pero este no se mueve, está quieto. Así que el Lince 8 se queda a la expectativa.

Las cosas parecían haber ido bastante bien en el inicio del ataque de los linces, varios estaba escapando, la única parte negativa era que se quedarían sin la rica cena ya casi preparada. Pero ese sería un mal menor. Volvió a apuntar y en esta ocasión la flecha fue más potente y certera que la primera, tal vez tras esta segunda herida ese lince se lo pensaría antes de continuar con su ataque. 

Tatharina sintió la conexión con el líder de la manada, podía escuchar como el animal le preguntaba por su siguiente movimiento. Podría hacer que se enzarzara en una pelea con otro de los linces, pero eso solo complicaría las cosas. Viendo que tantos habían huido y que uno de sus subordinados aún parecía prestarle atención, la pelirroja creyó conveniente hacer que la pareja de linces se marchará e intentará saborear algo de los conejos asados que ya se habían llevado. - La muerte de estas fieras no nos reportará ningún beneficio, lo mejor es evitar riesgos y dejarlas libres. Por otra parte, una de las bestias ya estaba sangrando y parecía decidida a enfrentarse al grupo. No todas podías ser salvadas, así que la joven se entregaría al máximo para proteger a sus amigos. Alzó la daga que llevaba para cortar los tallos más frescos y la lanzó con una puntería aceptable. Sin duda estaba mejorando.

Cuidado, Rilwen, ese Lince viene a por ti. - Dice el hechicero advirtiendo a su amiga. - Nargur Turel, neturin. - Y de la hoja de su espada sale disparado un proyectil abrazador en dirección del lince rabioso. Gallind espera asustarle o al menos debilitarle lo suficiente para que no pueda dañar a la joven semi-elfa con impunidad. - Ahora sabes que si vienes lo pasarás mal. - Piensa el gallardo elfo. 

Lanzo un grito de éxito cuando mi plan surte el efecto que yo había esperado. Pero aún quedan algunas bestias y son peligrosas. Creo que mis amigos sabrán ponerlas en fuga sin mi ayuda, porque me preocupa el cabeza de chorlito de Tolman, que sigue  obnubilado y distraído cuando un mordisco bien podría arrancarle la cabeza hueca que tiene sobre los hombros.

- ¡Tolman, reacciona o vas a ser tú el que se convierta en la cena!

Empujo a mi hermano para sacarlo de su estado distraído y agarro una rama ardiente de la hoguera donde los conejos se estaban cocinando. No quiero herir a las bestias, pero supongo que si interpongo la llama del fuego frente a ellas las puedo disuadir de venir a por carne de hobbit para la cena.

Gláin sabía que algunos de sus compañeros utilizarían la magia contra los linces además de poder comprobar, a pesar de estar corriendo como un loco, que varios de los animales se habían retirado con comida en la boca. ¿Su cena! ¡¿Acaso se estaban cenando sus conejos?! Eso era impensable para el enano y, enarbolando su hacha preferida, se acercó al lince que no había acompañado en su retirada al resto de sus compañeros animales.

—¡Ah no! ¡Eso sí que no! —gritaba a medida que se acercaba al lince—. ¡Eso sí que no lo voy a permitir!

Llegó hasta el animal y descargó su arma sobre él con fuerza sin temer a que el lince se revolviera y lo atacara. Quizás no había sido muy prudente salir corriendo de esa forma hacia el peligro, pero Gláin no podía esperarse quieto a que los animales fueran directamente hacia ellos sin hacer nada.

El combate duró poco.

La poderosa magia de Gallind hizo que el lince que estaba herido fuera impactado por una llamarada de fuego que le quemó toda la piel. Sus compañeras, Rilwen y Tatharina, con el arco y una daga, penetraron su cuerpo con sendas armas de proyectil. La pobre bestia cayó al suelo consumida, con las fauces abiertas en un rictus de agonía.

Gláin atacó al líder de la manada, aquel que estaba bajo el dominio de la beórnida. La bestia, siguiendo las órdenes de aquella que había invadido su mente, dio media vuelta y salió corriendo, llevándose en los cuartos traseros un fuerte hachazo del enano. Cojeando y llorando lastimeramente, la criatura se perdió en la noche. El último lince que quedaba, más al sur, dio media vuelta y desapareció tras unas piedras.

Mientras todo esto ocurría, los hermanos hobbits, Lily y Tolman, estaban enzarzados en reprenderse mutuamente cosas. La joven pintora zarandeaba al Buscador como si fuera uno de sus pinceles, mientras que el otro balbuceaba algo sobre los conejos y que tenía mucha hambre.

El silencio solo era roto por el crepitar de vuestra hoguera. Las bestias habían desaparecido, a excepción del cuerpo muerto de uno de ellos. Fuisteis a tranquilizar a los ponis y comisteis algo de las raciones duras que teníais, más los frutos secos que habían traído los elfos. Hicisteis guardias en lo que quedaba de noche, pero con el susto aún en el cuerpo, casi no pudisteis dormir. En el resto de la noche no sucedió nada, llegando el alba con un fresco ambiente. Os desperezasteis, almorzasteis y os preparasteis para partir de nuevo. Estaba claro que el viaje no iba a ser sencillo y que estas tierras eran peligrosas, como así os habían advertido.

Cabalgo mi pony cabizbaja y lo llevo hasta ir a la par con Tatharina para dedicarle una sonrisa cansada y amistosa 

- ay, no sabes cómo lamento haber tenido que derramar la sangre de esos animales. Pero estaba claro que eran ellos o nosotros. Imagino que tú tampoco estás contenta con lo sucedido,  pero así es la vida en la aventura, ya no estamos en Bree, donde los más peligrosos era la cabra loca del viejo Moe. Creo que tengo algún panecillo elfico guardado en mi morral. Eso nos mejorará el ánimo, ¿No crees? - saco un panecillo tomado en Rivendel y lo comparto con ella.

- el camino será largo, es mejor que lo escojan los que entienden. Pero nosotras no somos unas inútiles, cuando acampemos para descansar te acompañaré a cazar. No soy buena pero te ayudaré y cocinaré lo que consigas. A fin de cuentas fui yo la que perdió esos buenos conejos que iban a ser nuestra cena. Le debo una buena comida a esta compañía, y como que me llamo Lily Pulgarverde que se la voy a dar.

Con la conversación me he ido animando y ya luzco mi sonrisa habitual.

Habían acabado con aquellos linces y no habían tenido mas bajas que la cena. La suerte había estado de su parte. Una vez confirmado que estaban de nuevo solos, y que todos estaban bien, se sentaron y comieron algunos frutos secos y parte de sus raciones de viaje. El resto de la noche transcurrió sin mayores problemas.

A la mañana tocaba seguir el camino y de nuevo en un cruce, espero a ver que opinaban sus amigos, y luego continuó la marcha.

Cuendo llegó el momento de descansar, aprovecho para rellenar el agua, cosa que estando cerca del río, no le llevó demasiado tiempo, y luego, como siempre se fue a cazar. 

-Lily, yo iré contigo, a ver si con un poco de suerte, hoy tenemos una buena cena, que nadie nos destroce.- Le dijo a la mediana, que tenía ganas de ir a por caza. -Tatharina, tal vez tenga que ir en busca de alguna planta, el camino parece peligroso, y la ayuda de las plantas podría hacerlo más llevadero.- 

Y se dispuso a ir a cazar en compañía de Lily. Tan solo gracias a su amiga, pudo encontrar una liebre, que pronto ensarto con una flecha. Luego recogieron algunos frutos secos y unos tubérculos. Aquella noche tal vez, podrían disfrutar de un buen guiso.

Pero lo que era seguro, es que durante la noche, harían guardias.

Gallind hizo lo propio, comió de las reservas tras el encuentro y durmió lo poco que pudo con la incertidumbre de si esos linces volverían a por más. Por suerte al amanecer no se había vuelto a saber de ellos por lo que podrían continuar. Al cabo de un rato llegaron al cruce. - Pues, Rilwen, tu eres la guía, si crees que el camino que ha comentado Lily es el mejor yo confío en tus sabias palabras. - Luego se rascó un poco la nuca y miró con anhelo y disgusto al otro camino. - Yo quería recorrerte pequeño amigo, otra vez será. - Le dijo al sendero que entre los prados se perdía. - Bueno. Así, también, podré decirte lo equivocada que estabas si luego comprobamos que mi camino era el correcto y estaba en lo cierto. - Dijo, e infló pecho, siguiendo a sus dos compañeras y amigas en dirección al sinuoso sendero azul. 

La oscura noche había pasado y el miedo se desvaneció en el recuerdo. Con los primeros rayos del día, el estómago de la joven se hizo notar furiosamente. Para intentar calmarlo, rebuscó en sus posesiones un trozo de pan endurecido. Necesitaría mojarlo en agua antes de poder masticarlo. Qué duros eran los caminos en comparación con Rivendel.

Cabalgando junto a Lily pudo fijarse en las ojeras de la hobbit. Estaba claro que no lo había pasado bien. - No puedo decir que esté orgullosa de lo que paso anoche, pero como bien dices, teníamos un buen motivo para defendernos. Me alegra no haber tenido que acabar con toda la manada y creo que fue muy generoso por tu parte que les cedieras la cena a esos linces. Cuando estaba conectada con su líder pude sentir lo famélico y desesperado que estaba, ahora sé que sobrevivirán un día más. Sonrió a mi amiga y le acepto gustosamente el panecillo.

Al día siguiente ya me siento más confiada en el terreno y decido aventurarme por mi cuenta unas horas, dejo a mi poni con el grupo, ya que para estos menesteres va bien estar cerca del suelo. Para mi sorpresa, los laterales del camino son más escarpados de lo que imaginaba viendo el mapa, apenas encuentro nada de utilidad, lo cual me desanima bastante. Vuelvo al campamento un tanto abatida, pero no descarto seguir intentándolo según hayamos avanzado un poco de esta zona.

Al final seguisteis el camino que indicaba Lily, el cual seguía recto hacia el este, más o menos pegado al cauce del río. El agua venía de las altas cumbres de las montañas, fría y cristalina, con bastante fuerza. Rellenasteis los odres y avanzasteis a buen ritmo por el destartalado Gran Camino del Este, que ahora no daba pie a ese nombre. Una simple calzada era por donde ibais, llena de hierbas y helechos por doquier. Muy de vez en cuando se veía algún signo de civilización: granjas abandonadas hace mucho tiempo, una ruina de lo que otrora fuera un molino, restos de postes de piedra indicando direcciones y distancias, ahora borradas por el paso del tiempo, el clima y el musgo que crecía en ellos. Pocas bestias se dejaban ver por allí, esquivas a vuestros ojos: bellos pájaros de coloridas plumas, algún roedor, un zorro y muchos insectos.

Durante ese día no ocurrió nada fuera de lo normal, así que una vez pasado un desvencijado pero aún útil puente (P3) decidisteis montar el campamento y salir a por alguna pieza de caza o frutos del bosque. Los hobbits y la beórnida andaban muertos de hambre. Rilwen y Lily salieron a cazar, mientras que Tatharina recorrió la zona en busca de hierbas. Los demás preparasteis el campamento y dejasteis a los ponis pastando. Ahora el río discurría al sur vuestro y hacia el este las colinas iban aumentando de altura. A un par de días creíais que podíais llegar a la estribación oeste de las montañas Nubladas. Bosques de abedules y pinares abundaban por la zona. Quedaban unas horas para el anochecer.

Cuando el sol desapareció por el oeste, la oscuridad os invadió. Habíais hecho la fogata entre unas rocas, por lo que no se vería la luz en los alrededores. De fondo escuchabais el ruido del agua, ya que el río no estaba demasiado lejos de donde estabais. Rilwen, gracias a Lily, había detectado la presencia de un pequeño jabalí, al cual siguió y cazó. Esta noche os daríais un buen festín, si nadie venía a reclamar su parte. Tatharina no pudo encontrar nada útil para aplicar en sus ungüentos, pero no vino con las manos vacías, ya que trajo frutos y bayas silvestres. Después de preparar, cocinar y devorar la presa, tocaba descansar y dormir. Acordasteis los turnos de guardia y cada uno se arrebujó en su manta.

Esa noche, el único percance que hubo fue en el turno de Tatharina. Un curioso tejón apareció de repente, en la penumbra que hacían los rescoldos de la fogata, olfateando todo a su alrededor. La muchacha, sabiendo del peligro de estas bravas criaturas, enseguida se alarmó. El tejón iba acercándose más y más, fisgoneando todo a su paso. De vez en cuando echaba miradas furtivas a los dormidos y a la mujer que le miraba dubitativa, ya que no sabía qué hacer. El animal se acercó a una de las mochilas (la de Gláin) y con sus poderosas garras la volcó, abriéndola. Metió la cabezota dentro y sacó algunas raciones de viaje entre sus afilados colmillos. Ahora que estaba más cerca, se le podía ver bien: tenía el pelaje oscuro y medía unos sesenta centímetros de largo. El brillo de sus ojos indicaban que no le tenía miedo a nada, cosa que Tatharina sabía, ya que eran unos animales muy temperamentales y que podían atacar sin razón alguna. Les daba igual quien fuera su adversario, eran criaturas muy valientes. El tejón pareció sonreír y se marchó dando saltitos hacia la oscuridad de más allá del campamento, contento por haber triunfado en su latrocinio. Tatharina respiró hondamente y se sentó de golpe, relajada al ver que no había pasado nada. La noche pasó sin más incidentes.

La mañana vino fresca, tal vez por la proximidad del río y de las montañas, aunque poco a poco el sol fue calentando todo a su paso. Continuasteis camino, que se iba volviendo cada vez más empinado. Los bosques de pinos iban dejando paso a otras especies de montaña, de más altitud. A vuestra derecha, el río serpenteaba hacia las próximas montañas. Pasaron las horas y el anochecer se acercaba, y con ello había que montar el campamento de nuevo. Habíais dejado atrás las colinas y ahora el paisaje era más pedregoso, con multitud de granito cubriendo el suelo. Atrás habíais dejado los pastos y las tierras más fértiles. El aire se volvía cada vez más frío. Ahora sí que casi estabais a los pies de las montañas.

Elegisteis un lugar resguardado, entre unas laderas de piedra que ascendían en línea recta varias decenas de metros y un pequeño pinar, no muy lejos del camino. Ibais a salir a cazar, pero Lily encontró unas huellas por los alrededores. Fuisteis a investigarlas y al ver su tamaño, no tuvisteis duda: eran de un troll o puede que un par. Ahora sabíais que había varias clases de trolls, pero por las huellas no sabríais decir de qué clase eran. Algunos trolls podían convertirse en piedra con la luz del sol, pero otros podían aguantarlo. No eran recientes, pero indicaban que había seres de esa especie por los alrededores. Gallind estuvo a punto de pisar un ñordo gigante de troll, dada su buena suerte con estas cosas, pero logró evitarlo con un grácil salto en el último momento. Esa noche casi no dormisteis, pensando en esas horrendas criaturas. Hasta no os atrevisteis a prender un fuego por miedo a delatar vuestra presencia. Los ponis pastaban intranquilos al lado vuestra. Aún así, nada pasó en las guardias y la mañana llegó a vosotros, como una luz que espanta a la oscuridad. Teníais un nuevo día por delante.

No les fue nada mal con la caza, el jabalí fue una suculenta cena, y las sobras las guardaron para comer al día siguiente. Estar cerca del río tenía la ventaja de que cada mañana podían bajar a lavarse y luego rellenar de agua los odres para que esta nunca les faltara.

Al segundo día el camino se hizo más duro, estaban muy cerca de las montañas. La marcha se hizo más lenta y a la caída de la noche vieron lo que parecían las huellas de al menos un troll. Eso les hizo tomar precauciones, no encendieron fuego, ni fueron a cazar. Por suerte, nada paso. A la mañana siguiente emprendieron de nuevo el camino, una ruta montañosa, en la que había que tener mucho cuidado, pues no sabían que podrían encontrarse, y mejor que fuesen ellos los que viesen a las posibles amenazas.

Por la noche, tras montar el campamento, salió a cazar, una presa les vendría muy bien para cenar, en lugar de una ración de viaje.

-Estamos en terreno peligroso, será mejor que vaya sola a cazar.- Les dijo a sus amigos aquella noche. 

Las montañas eran el hogar de trolls y de todo tipo de criaturas peligrosas, así que iba con los sentidos alerta, para tratar de evitar a cualquier amenaza. 

Ya estaba pensando que aquella ruta era mucho más peligrosa de lo que había pensado, se habían metido en un largo viaje y el mundo no estaba en su mejor momento. Caminos abandonados, granjas hundidas, ruinas, aquello en otro tiempo habría sido un lugar próspero, pero hacía tiempo que había sido abandonado.