Partida Rol por web

Más allá de las frías y brumosas montañas

Epílogo

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02/05/2022, 19:30
Moraglar

Era de noche en el Bosque Negro y allí Moraglar se sentaba en la cámara superior de la torre más alta de su ciudadela. Ninguna antorcha iluminaba el espacio abovedado, y un único rayo de luz lunar caía, a través de una abertura circular en el techo, sobre las aguas que todavía llenaban la pila.

El elfo mago frunció el entrecejo y miró más de cerca los vagos matices que se movían dentro de la pila.

-"El hijo es como el padre." Murmuró. "Matar al más anciano solamente ha supuesto traer al más joven ante mi umbral. ¡Tendré que enseñarle que los medianos no deberían entrometerse en mis planes!" Y acarició la hoja del perverso cuchillo que se afianzaba en su cinturón.

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29/01/2023, 19:20
Narrador

KALAMIRË

Moraglar, un elfo oscuro al servicio del espantoso amo de Dol Guldur, viajó hacia el oeste del Bosque Negro a las órdenes del Espectro del Anillo llamado Khamûl. Cabalgó a través del Anduin, por los valles del río, y a continuación se precipitó hacia las profundidades de las Montañas Nubladas, donde se arrastran los trasgos. Allí, el Rey de los Trasgos rindió homenaje y tributo al siniestro mago.

El corcel de Moraglar piafó y bufó sin temor ante los oscuros pasadizos y las anegadas cavernas. El elfo subió y subió, y de nuevo regresó a la luz. A continuación, se dirigió hacia el norte a través de las colinas hasta las ruinas de Carn Dûm. Allí encontró una capa cosida con oscuras escamas de serpiente y un guantelete adornado con negros cuernos y pieles de murciélago. Se puso ambos y regresó a Dol Guldur a través de un paso de las Montañas Nubladas.

Una terrible tormenta anunció su paso y quedó atrás entre los picos. Repentinamente, el sol brilló a través de las oscuras nubes y un arco iris brotó de su luz, tocando un pedregoso valle que cerraba el paso de montaña. Bailando en medio de la prismática luz estaba una doncella de gráciles brazos que portaba una capa de gasas, que más parecía hecha de luz que tejida. La alegría y la celebración brillaban en su rostro y Moraglar cayó embrujado por su belleza. Cuando la doncella se dirigió a la tierra, barriendo con su capa un extenso círculo, el elfo arrojó su piedra-imán sobre un pliegue de la radiante prenda.

Dolor. Terror. La doncella del arco iris tiró de su capa, pero estaba prendida al suelo. La luz de colores en la que había bailado y el arco iris se habían ido. Estaba atrapada.

Moraglar rio con un sonido áspero y siguió cabalgando. Enviaría a un orco a recuperar su piedra-imán en una semana o dos, o en un año. Cuando la Hija del Arco Iris hubiera olvidado su alegría y su luz, ya no tendría importancia quitar la piedra-imán; estaría exiliada de su reino celestial para siempre.

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29/01/2023, 19:22
Narrador

UNA ANTIGUA LEYENDA

En Bree es de conocimiento general que un rayo mató a Tolman Pulgarverde padre. La historia nunca se ha relatado por completo, pero la mayor parte de la gente asume que el hobbit tuvo un momento de infortunio mientras vagaba por las Quebradas del Sur. La presunción es falsa. Tolman murió lejos, en el Bosque Negro, a manos de un maligno hechicero. La viuda de Tolman, Rosa, no tuvo deseos de atraer la ira del hechicero hacia su villa natal. Ni deseaba que sus hijos se hicieran adultos con ideas de venganza. Su silencio recibió la aprobación de Gandalf, que trajo a casa el cuerpo de su marido para enterrarlo. Sin embargo, los vástagos de Pulgarverde poseen un espíritu tan aventurero como el de su padre y parece probable que finalmente descubrirán la verdad... que es tal como sigue:

A Tolman padre le gustaba meter la nariz en ruinas misteriosas, casas abandonadas y cuevas sin explorar. Una mañana de primavera, cuando una leve capa de nieve aún cubría el suelo, se aventuró dentro de un anillo de piedras a punto de desmoronarse. El viento parecía susurrar palabras en una lengua que el hobbit no podía entender. Los rayos del sol quemaban y el aire era cálido. La hierba era verde y lozana dentro del círculo, y ni el más mínimo rastro de nieve oscurecía el dorado elanor que florecía allí. Tolman sacó su mandolina de su funda de cuero para tocar una balada veraniega. Sus dedos puntearon unos pocos acordes, que a continuación se fueron apagando. Suspiró. Faltaba el quinto par de cuerdas, rotas durante su vigorosa interpretación el último mes de La Cabalgata de Toro Bramador.

Un débil centelleo en el interior de un macizo de tréboles llamó la atención del hobbit. Alargó su mano y sacó del suelo una delgada y brillante hebra de oro. ¿O era plata? Su rostro triste se iluminó. Aseguró la hebra en el espacio dejado por la curda perdida en su mandolina y tocó un vibrante acorde. El aire pareció estremecerse durante el tiempo que duró tan profunda nota.

Tolman rompió otras cuerdas durante su carrera como juglar, pero la hebra de oro plateado encontrada entre las piedras resistió cualquier abuso y le dio siempre los tonos más ricos. El hobbit descubrió otra de sus capacidades más tarde. Deambulando sobre las Quebradas una tarde, encontró un cordero que balaba. Su cabeza estaba extrañamente torcida y sujeta al suelo. Tras un examen más detallado, parecía como si una piedra hubiera perforado la oreja de la criatura hasta la tierra. Tolman saltó hacia delante, enfadado con el culpable de tal crueldad y tiró de la piedra. No la movió. Sorprendido, el hobbit tiró con más fuerza sin ningún efecto. Observó con más cuidado el objeto sujeto a la oreja del cordero. Era oval, de bordes redondeados y un intenso color oscuro. El cautivo baló de nuevo. Tolman se sentó y sacó su mandolina. Un poco de música le ayudaría a pensar. Tocó la primera estrofa de Lily, la Hermosa muchacha de Oatbarton. Con la última nota, el cordero sacudió la cabeza y arrojó la piedra que había sujetado su oreja contra la turba. Saltó sobre sus patas y retozó alejándose hacia el rebaño que pastaba en una colina vecina.

El hobbit registró la corta hierba con sus dedos y sintió algo duro, liso y oval. Al momento, su puño se cerró alrededor de ello, mientras su visión se desvanecía. Le parecía estar mirando fijamente un largo y oscuro túnel. EN el extremo final, un elfo de pelo oscuro le miraba. Muy asustado, Tolman soltó la piedra que había estado sujetando. El apacible escenario de las Quebradas, que se extendían hacia el horizonte, apareció de nuevo ante sus ojos.

El hobbit fue muy precavido cuando puso el extraño talismán en su mochila. Envolvió su mano con un pañuelo y utilizó dos palos como tenacillas. Más tarde, en casa, en su estudio experimentó con su descubrimiento. Nada de lo que hizo le hizo recuperar la confianza que poseía cuando encontró la piedra por primera vez. Sin embargo, la visión semejante a un túnel era más fácil de reproducir. Cada vez que Tolman punteaba la cuerda especial de su mandolina y luego cerraba la mano sobre la piedra, veía al elfo oscuro, como si estuviera a una gran distancia. El extraño no parecía ser un individuo bondadoso; en efecto, su ceño fruncido se volvía más pronunciado cada vez que llenaba la visión de Tolman.

El hobbit envolvió la piedra en una larga tira de lino y colocó el pequeño fardo en un cajón secreto de su escritorio. Cuando Gandalf visitó Bree unos meses más tarde, Tolman le pidió su opinión profesional sobre el talismán. El mago nunca había visto antes un objeto como este, pero no le gustaba lo que veía o sentía de él. Insistió en que Tolman se abstuviera de demostrarle su inusual túnel de visión.

-"Si decides quedártelo, no lo uses. Guárdalo en un lugar seguro y secreto. Aunque te urjo a que consultes con un aligo mío. Tu talismán puede ser más peligroso de lo que piensas."

Estas palabras llevaron a Tolman a hacer una visita a Rivendel. El señor de allí, Elrond el Medioelfo, sabía algo más sobre la piedra.

-"Esto es una piedra-imán unida a un sirviente de la Oscuridad. Aunque la piedra le permite realizar al dueño muchos actos horribles, es casi más peligroso guardarlo que devolvérselo a su propietario. Si lo deseara, podría estar observando y escuchándonos ahora a través de la piedra-imán."

Elrond envolvió de nuevo el talismán en su sudario de lino y se lo dio a Tolman.

-"Con el tiempo, enviará a uno de los suyos a recuperarlo. Puede venir él mismo. Si lo tienes en ese momento, será peor para ti. Con todo, sé cuidadoso con el lugar en donde te deshagas de esto. Arrójalo solo en una zona yerma, lejos de seres inocentes e indefensos. Sería mejor si lo destruyeras, aunque se requeriría el aliento de un dragón para ello."

Tolman decidió viajar al lejano Bosque Negro y dejar la piedra-imán entre las sombras del bosque. Su viaje a través de las Montañas Nubladas no le resultó fácil. Tuvo muchas aventuras, estando a un pelo de no conseguir salir de los picos, pero no detallaré aquí su milagrosa salvación. El hobbit se extravió y anduvo perdido por Lórien sin saberlo. La bienvenida inicial no fue cálida, pero la Dama Galadriel fue más clemente después de oír su historia. De ella supo como la piedra-imán podía ser utilizada para destruir a su creador.

Tolman dejó Lórien descansado y reaprovisionado. Su intención era simplemente entrar en los aledaños del Bosque Negro, arrojar la piedra-imán tan lejos como le fuera posible en sus profundidades y regresar a su hogar en Bree. Pero Moraglar se adelantó a sus planes. A su llegada a los aledaños del bosque, los orcos de Moraglar capturaron al hobbit. Le llevaron a la ciudadela de su señor y le encerraron en sus mazmorras. Sin embargo, las meras cerraduras nunca serían suficientes para mantener a Tolman tras unos barrotes. Escapó de su celda y registró con minuciosidad la fortaleza buscando una salida. Encontró una al cuarto día, después de eludir con éxito todas las patrullas de guardia durante su forzosa visita. Pero no fue lo suficientemente pronto. Moraglar estaba acechando al ladrón hobbit, que ahora sabía demasiado sobre la ciudadela, sus fuerzas de orcos y sus defensas.

El elfo mago lanzó un rayo al cautivo mientras este huía. Tolman punteó la cuerda especial de su mandolina mientras apuntaba hacia atrás la piedra-imán, que todavía reposaba en su mochila, y encauzó el rayo a través de la piedra de regreso al mago. Moraglar resultó gravemente herido, pero Tolman murió. Su cuerpo fue arrojado entre las zarzas del Bosque Negro como un saco de basura; donde Gandalf lo encontró. Contemplando el cuerpo, los hombros del mago se hundieron pesadamente y su rostro mostró más de lo normal el agobio por las preocupaciones. ¿Cómo comunicaría la noticia a Rosa Pulgarverde, la viuda de Tolman? ¡Ay del querido juglar que había llegado a su final tan prematuramente y tan lejos del hogar! Gandalf había contado al hobbit entre sus amigos.