Partida Rol por web

-Por supuesto que sí, señor Brunswick -contesta Starkweather secamente-. El profesor Moore y yo revisamos todos los expedientes y entrevistamos a todos los candidatos. Que haya un posible saboteador a bordo que sea miembro de mi equipo es absolutamente inconcebible. Por otra parte, ¿estamos completamente seguros de que se trata de un sabotaje y no un accidente ocasional?

 Intervengo con una idea un poco descabellada pero no imposible

- ¿Y si se trata de... un polizón? Alguien que ha encontrado un escondite realmente seguro. Quizás deberíamos inspeccionar el barco minuciosamente...

Sorprendida de lo que está escuchando.

- ¿Están ustedes hablando de sabotaje? Primero notas disuasorias y ahora esto. Parece que ciertas personas siguen interesadas en que esta expedición no llegue a su destino.

-Estoy de acuerdo con su idea, señor Stamp. Tal vez registrar el barco sin llamar la atención nos pueda dar el paradero del saboteador. Si es un polizón, no tardaremos en encontrarle.

- Pueden contar con mi ayuda y mi discrección. ¿Por dónde empezamos? ¿Quién va a dar un paseo en mi agradable compañía?

En los siguientes dos días, el grupo se dedicó a recorrer sistemáticamente el barco en busca de indicios de la existencia de un posible polizón. La tripulación del barco no ayudaba mucho ya que después del incidente de la nevera las raciones empezaban a ser escasas. Sospechas y rumores corren por todo el buque y los miembros de la expedición sufren un vacío en las zonas comunales y salones del barco. Se les sirven malas raciones, o ni se les sirve, a la hora de comer. Desgraciadamente, no encontráis a nadie que no debiera estar allí.

Esos dos días más tarde, os encontráis en cubierta discutiendo sobre el asunto del frigorífico cuando algo os llama la atención. Los aullidos del almacén número cinco, donde están las perreras, son cada vez más altos y febriles. Los huskies gruñen y ladran agresivamente. Ha habido un cambio en la calidad de los ladridos: los perros están luchando. Suena como si se estuvieran destrozando entre ellos.

La idea de un polizón no encajaba dentro de la idea de Bjorn, nadie que no fuera un tripulante podía haber accedido a la zona de carga y almacenes, a él mismo, miembro de la expedición, le había sido prohibido el paso en una ocasión.

El supuesto saboteador actuaría de forma impulsiva, buscaría un lugar donde hacer daño y llevaría a cabo la fechoría, seguramente dañó las neveras en un turno de vigilancia, de no haber encontrado como dañar las tuberías quizá hubiera atacado otro punto clave de la expedición.

En cualquier caso Bjorn no dijo ni una palabra contra la hipótesis del polizón, no se veía capaz de discutir o enfrentarse a quienes formularon la teoría, eran gente que sabía mucho más que él, gente más preparada, aunque dos días mas tarde dudaba de esa preparación. Realmente para dañar esa tubería con ácido no hacía falta ser un ingeniero, cualquier marinero con conocimientos de mecánica y el ácido de una batería podía haber hecho el estropicio.

Estaba a punto de dirigirse a Starkweather cuando comenzaron los gritos en las perreras... -"¡Diablos!", exclamó antes de lanzarse a la carrera a la bodega.

Que nueva desgracia nos espera...

 La idea del polizón era agradable, exculpaba a toda la gente que conocía, pero pronto se hizo evidente que no había sido así, con la búsqueda que habían hecho deberían haber localizado a cualquier polizón. Y luego la actitud de la tripulación... totalmente injustificada claro, pero cuando aprieta el hambre el hombre común no busca razones sino culpables

Me encuentro bastante desanimado junto a los otros cuando escuchamos los ahullidos de los perros y solo puedo temerme lo peor

-démonos prisa- y salgo corriendo tras Bjorn

Había quedado claro que el saboteador estaba entre nosotros. No teníamos ni un solo indicio de quien podría ser y encima la relación en el barco se hacía insostenible.

Si nos llevamos así durante la travesía, no quiero ni imaginar que pasará cuando estemos en el continente helado.

Y ahora nuestros perros devorándose... Me acerco a la zona dando prioridad de paso a Bjorn y Bell. Sea lo que sea que estaba ocurriendo en esas jaulas dudo mucho que yo pudiese pararlo.

No era de ese tipo de mujeres que se asustaran fácilmente, pero tras la búsqueda infructuosa del polizón, la idea de que el enemigo fuera un expedicionario le preocupaba más de lo que pudiera admitir.

Salió corriendo detrás de los demás al oír el ruido de los perros.

A diferencia de la mayoría de sus compañeros, el alpinista aún continuaba siendo profundamente optimista con respecto al futuro de la expedición.

No podía evitar sentirse frustrado por los reiterados contratiempos, y hasta se había contagiado del ominoso ambiente cargado de malos presagios que sobrevolaba la embarcación. Incluso compartía el creciente recelo que se había apoderado de todos, y miraba con desconfianza sobre su hombro cada vez que deambulaba en soledad por la cubierta. Pero a pesar de todo ello, Andersen tenía una fe ciega en que conseguirían el éxito. Después de todo, llegar a la Antártida solo era el principio…

Por más que las otras expediciones contaran con alguna ventaja, de nada les serviría si eran derrotados por las heladas desolaciones del Polo. Allí, en medio de los interminables desiertos de hielo y nieve, de nada les servirían sus maquinaciones y sus intrigas. Allí deberían enfrentarse a sus propias debilidades y temores, y a una naturaleza implacable que les haría pagar sus errores más insignificantes con la muerte. Allí comenzaría la verdadera epopeya.

Por eso, cuando Andersen escuchó los guturales quejidos de las bestias, su irredomable optimismo comenzó a resquebrajarse.

Bjorn y Mellor dan la alarma mientras todos se dirigen hacia la bodega. Pulaski y Fiskarson corren escaleras arriba desde sus cabinas hasta la popa. Los marineros fuera de servicio van tras ellos, sienten curiosidad por saber qué pasa. Cuando abren las puertas de la bodega de par en par, Pulaski suelta una retahíla de juramentos y Fiskarson emite un pequeño grito. La escena es dantesca.

Las perreras están sujetas a los mamparos en filas, incrustadas en armazones de acero. Las puertas han sido desmontadas, de este modo los animales están sujetos solamente por una correa y tienen algo de libertad en sus movimientos.

Algunos huskies se han liberado de sus ataduras. La mayoría están fuera de sus jaulas, gruñendo y ladrando a pleno pulmón, los ojos como platos, los colmillos brillando furiosamente. El ruido es impresionante, casi tanto como el hedor. En el centro del almacén dos perros se destrozan entre ellos; otros dos corren frenéticamente de un lugar a otro, chocando unas veces con sus congéneres y atacándoles otras. Otros, incapaces de atacar, embisten y mordisquean todo cuando hay a su paso.

Los perros tienen heridas en sus costados. Algunos tienen trozos de piel y músculo colgando; hay bolas de pelo y manchas de sangre por todas partes: las del pelaje de los perros, que ya empiezan a oscurecerse, resultan especialmente macabras. Cuatro de los perros yacen muertos sobre oscuros charcos de sangre con la garganta destrozada. Otros, todavía en sus jaulas, se lesionan entre convulsiones. Todos los animales tienen manchas de color carmesí. El punzante olor a sangre, almizcle y miedo circula en espesas oleadas repugnantes.

Al entrar en las perreras nos encontramos con un espectáculo dantesco, ¿quien puede haber hecho algo tan horrible a los pobres perros?

Incapaz de resistir esta visión me inclino sobre mi mismo y vomito

A pesar de que siempre ha presumido de tener "estómago", ante tal carnicería reacciona del mismo modo que su compañero matemático, vomitando.

La escena era dantesca, Bjorn había tratado con animales como estos en su tierra natal, mucho antes de embarcarse, y adoraba a estas criaturas, fieles y dóciles; Contemplar los cuerpos inertes y destrozados, los trozos de carne desgarrada y el pelaje ennegrecido provocaba una sensación sofocante, pero no era lo peor, lo peor era los ruídos de las bestias que no habían muerto y que se afanaban por destrozarse unos a otros, no se podían definir como ahullidos o ladridos, eran auténticos gritos de angustia y locura.

Bjorn no pudo controlar la reacción visceral ante lo que presenciaba, pero se mantuvo sereno y se dió la vuelta para evitar que entrara más gente en la bodega.

-"¡Puaff!" emitió tras la última arcada, y girándose a la puerta gritó. -"¡No entren!, ¡den la vuelta!"

El espectáculo era horrible. Cuerpos mutilados, sangre por todos lados, perros enloquecidos y ese olor... ese olor. No puedo contener las náuseas y echo mano del pañuelo que llevo en el bolsillo de mi pantalón para cubrir mi ligero vómito. A pesar de haber visto extraños rituales salvajes durante mis expediciones basados en diversas formas de autoinflingirse dolor, la escena de los perros me causa tremendo desasosiego.

¡Por el amor de Dios! ¿Qué es esto?

 La curiosidad me puede y bajo a ver qué ocurre, los gritos me llaman demasiado la atención. Al mirar al interior, el espectáculo y el olor me hacen recular y echar toda la papilla, esto empezaba a ser demasiado grotesco para mí, y eso que había visto cosas raras en mis estudios. ¿Qué demonios podía llevar a los perros a actuar de ese modo? Demasiadas cosas estaban sucediendo y el verdadero viaje no había ni empezado. Mi moral se empezaba a ver afectada...