Partida Rol por web

Con el corazón en un puño y aguantando la respiración, Ragab se mantuvo expectante ante los movimientos de la pareja. Con alivio comprobó cómo Megan cruzaba sin problemas y, en cuestión de segundos que se le hicieron eternos, la tenía ya junto a él.

—Muy bien. Lo ha hecho muy bien —le susurró sabiendo que el momento más delicado estaba aún por llegar.

Porque Ragab era consciente que el que tendría más problemas para cruzar la sala sin despertar a los gatos sería el italiano. Pretender no hacer ruido, manteniendo la máxima atención y cuidado en dónde ponía los pies, cargando con el cuerpo de la niña iba a ser una misión muy complicada. Ragab le dirigió una mirada anhelante a Luca, intentando infundirle un ánimo que ni siquiera él tenía pero, cuando la pistola se le cayó golpeando el suelo con aquel sonido que, a sus oídos y seguramente a los de los gatos, parecía igual que un bombardeo, el pánico se reflejó en los ojos del egipcio.

Todo estaba perdido, ya no había remedio alguno para lo inevitable. De hecho, cuando aún el sonido del golpe seguía propagándose por los túneles de la pirámide, Ragab pudo ver cómo los gatos poco a poco iban abriendo los ojos, unos ojos cargados de odio y maldad. Se echó a temblar, intentando que su cerebro funcionara todo lo rápido que la ocasión requería pero que el pánico parecía empeñado en embotar.

Miró al italiano mientras dejaba a su hija en el suelo. Miró a los gatos que ya estaban casi despiertos y a punto de atacar. Miró a la mujer que se encontraba a sus espaldas mientras decidía qué podía hacer. Volvió a mirar al italiano y, por fin, tomó su decisión. No podía permitir una muerte más, no mientras él siguiera siendo el guía de aquella macabra excursión.

Ragab no era el hombre más valiente del mundo pero sí era un hombre con la fe y las creencias de su pueblo bien arraigadas. Había fallado a Nerthus, había fallado a la niña e, incluso, sentía que le había fallado al matrimonio y eso sólo podía indicar que había fallado en su trabajo. No había sido capaz de llevar a esa familia a una alegre y didáctica expedición. No, los había llevado a una muerte sin remedio y eso no lo podía consentir.

Con un rápido movimiento Ragab echó mano al mapa que llevaba en el bolsillo y, con una mirada implorando perdón, se lo entregó a Megan.

—Huya... encuentre la salida y pida ayuda. Busque justicia para su hija y... espero que me perdone.

Y sin pensarlo tan siquiera un segundo más para no echarse atrás en su decisión, Ragab entró de nuevo en la sala lanzando patadas a diestro y siniestro mientras elevaba un cántico glorificando el nombre de Alá. Sabía que la muerte estaba muy cerca, pero no moriría como un cobarde sino con la esperanza de alcanzar en muerte todo lo prometido por su dios.

Maldito árabe, maldita fuera su sangre, maldita fuera su vida. Solo le he dado una misión, una sola, sencilla, cuidar de mi mujer, garantizar que saliera de allí con vida, pero no, aquí está jugando al heroe... cuando yo ya estoy muerto...

Miró a su mujer, con intensidad, una mirada de despedida mientras lo últimos seis meses se le pasaban por la cabeza, como una película puesta 10 veces más deprisa, la primera vez que la vio, su primera cita, la curva de sus caderas y lo que sabía hacer con ellas... Habían sido los 6 meses más felices de su vida, pero le habían llevado al fracaso, había fallado a Rebecca, había fallado a Megan y el precio ha pagar había sido alto, demasiado alto. Su vida había llegado a su fin, solo podía hacer algo bueno para cerrarla, darle una pequeña oportunidad a su mujer. Era preciosa, sensual y pretendientes no le faltarían, ojalá tuviera un segundo más para besarla, para aspirar su aroma y quedarse atrapado en él, pero no lo había, había que afrontar lo que venía como un hombre, como un italiano...

Un plan loco se fraguó en su mente, empujar a Ragab hacia la entrada y usar su cuerpo para taponarla.

"Mi mujer, maldita sea... cuide de mi mujer!!!"

Dio la espalda a los gatos y empujó a Ragab, insuficiente, antes de poder completar su plan varios gatos saltaron a su espalda derribándole, acercándole a su fin.

Iba de echar de menos a su mujer, las viñas... pero al menos iba a reunirse con su hija. Que Dios le perdonará por haberles llevado a todos a aquella pirámide, a aquella tumba.

Te estaré esperando mi amor, se feliz mientras tanto.

Con un suspiro de alivio Megan llegó al otro lado sin despertar a los malditos gatos mientras Ragab le susurraba unas palabras de aliento.Le sonrió agradecida y se volvió para mirar a Luca,rezando para que lo lograra y deseando tenerle ya a su lado,a él y a su pequeña

Desde la distancia le sonrió,alentandole,mirándole con una velada súplica de la que ni ella misma era consciente.Necesitaba que Luca pasase,le necesitaba a su lado.Su marido comenzó a caminar entre los gatos cuando con horror vio que la pistola caía de sus pantalones y producía un terrible ruido que reverberó por toda la sala,haciendo que esos pequeños demonios abriesen sus ojos infernales

-"¡NO!"-gritó cuando empezaron a abalanzarse sobre Luca,arañando y mordiendo su carne como si fueran alimañas.
Su primer instinto fue echar a correr para socorrerle,juntos podrían salir de allí,sin embargo,las palabras del árabe la detuvieron

-Justicia para su hija-¿quién se la iba a dar?Por otro lado,si salía de allí ¿cómo iba a explicar su presencia en la pirámide?Mientras esos pensamientos cruzaban por su mente vio que el árabe corría para ayudar a su marido,el cual intentó impedirlo empujándole.Con lágrimas en los ojos Megan vio cómo varios de los animales saltaban sobre la espalda de Luca haciéndole caer al suelo.Él la miró por última vez,en una muda despedida mientras ella extendía su brazo y negaba,él no,no podía morir.Empezó a caminar hacia dentro 

Grandes lágrimas caen por su rostro cuando los ojos de Luca se cierran definitivamente y esos asquerosos seres se ensañan con su cuerpo,como si llevasen siglos sin comer y necesitasen la carne de los hombres antes de volver a caer en el sueño eterno.Ragab también había sucumbido a la ferocidad de los felinos y estaba en el suelo siendo devorado por esos demonios.Incapaz de mirar más allá,sabiendo que el cuerpo de su hija estaría corriendo la misma suerte Megan salió de allí a trompicones,apoyándose en las paredes mientras lloraba incapaz de parar como si una fuente se hubiese abierto en su interior.Sin saber muy bien cómo,avanzó por el pasillo número seis para poder llegar al pasillo uno

Aquel nuevo pasillo (p2) tenía un jeroglífico pintado en la pared, cualquiera con los conocimientos necesarios podría traducirlos, lástima que no estuviesen Ragab o Nerthus para interpretarlos.

Desplazaste una piedra que actuaba como puerta para darte acceso a una sala (2) en la que se reveló algo que científicamente sería imposible, ya que hablábamos de que dos leonas famélicas yacían durmiendo al fondo de la sala.

Apenas dio tiempo a que reaccionaras ya que ambas criaturas con velocidad sobrenatural se alzaron en carrera contra ti.

¿Cómo podrías librarte de algo así? ¿Emplearías la fuerza? ¿O quizás mejor huir rápidamente?

La cuestión era que teníais que tomar una decisión rápida, tu vida depende de ello.

Medio arrastrándose,aún con las lágrimas rodando por las mejillas Megan llegó hasta una puerta de piedra.No tenía otra cosa mejor que hacer,ni idea de adónde ir y encima no sabía leer jeroglíficos así que con un suspiro apartó la piedra que hacía las veces de puerta.

Su cerebro apenas consiguió procesar lo que sus ojos veían antes de que la mujer intentase cerrar de nuevo la puerta con un grito ahogado y salir corriendo de allí,alejándose todo lo que pudiera de esa sala hacia el pasillo 1

Accediste a una cámara circular bastante amplia (3), el lugar estaba decorado con pinturas egipcias cuya intencionalidad era meramente decorativa. Intentaste examinar el lugar buscando alguna pista o indicio sobre cómo salir de allí sin embargo, pisaste de manera inconsciente una losa que accionó un mecanismo poco acorde a la era de la que supuestamente podría datar aquel templo subterráneo.

El “click” de activación dio a lugar a algo espeluznante: una gigantesca bola de piedra que tenía un tamaño equiparable a la altura de cualquiera de las salas emergió del techo y comenzó a rodar violentamente hacia adelante estando en tu trayectoria.

Tan solo había una única oportunidad para salvarse, puesto que la cámara donde estabas ahora daba margen para saltar a un lateral y ponerse a salvo, de lo contrario la única opción sería correr teniendo detrás aquella inmensa roca que acabaría aplastandote pues ningún ser humano podría ir más rápido que ella.