Acerqueme a Ladia después de haber guardado aquella extraña espada. - Et bien mujer, ¿habedes sacado algo en claro de aquestos deslustrados huesos?. - Pregunté a esta intrigado.
E que Ladia, entonces, y en fijándose bien en el trabajo de los que escarbaban, discernió algo, y enseguida el caballero de Zúñiga se acercó a la de Taramundi, et que perplejo quedó, al igual que ella, al encontrar ciertas cosas que ninguno de los presentes habíase percatado hasta entonces. Con las propias manos Ladia quitó unas cuantas hojas y varios terrones de tierra húmeda, como barro, y enseguida brotaron de allí, sucios por su estado enterreado, varios objetos:
Contemplásteis una copa y una cruz de plata (el cáliz era como de dos palmos, y la cruz de uno),y pese a la tierra echada por encima, que no se impregnara en la plata, que de buena de ésta calidad eran. E que luego encontraron, muy cerca de los primeros, una especie de sello de plomo, con los que se atan cartas (por supuesto no llevaba los atillos) y se aprietan los pergaminos con su mensaje.
Y que ese, en su borde delantero, que redondeaba a un par de jinetes montados "de a dos" a caballo, poseía una inscripción.
Sólo si tenéis cierto % en Leer o Escribir podréis leerla. Aunque podéis tirar por COM (en el caso de no tener %) para saber cierto detalle.
El barón Sancho pareció interesarse por vuestro hallazgo, ya que estábais muy ensimismados en vuestro descubrimiento. Éste aderezó unos rápidos pasos hacia vosotros, se os puso a las vuestras espaldas y estiró el gaznate tanto o más un campesino estira una hogaza de pan para toda una semana... E que entonces, con una voz tal que presentaba la curiosidad de un crío, os preguntó.
¿Qué.. ? ¿¡Quée!? -estaba hasta nervioso, por eso del "querer saber"-, ¿Qué habéis encontrado? ¿otra espada?
Ibai, el ballestero y Euxeo dejaron de excavar y torcieron sus cabezas para observaros y escuchar vuestra respuesta.
Poniendo pies en el camino, y sin dar calma al estómago (que pareciera que la vida te iba en ello aún costándote la tuya), te adentráste de nuevo en el linde del bosque. En esa época tan invernal, las noches caían cuando menos uno lo esperaba, y lo hacían muy deprisa, más que en las épocas estivales, cosa que ya se notaba. Y esto era así ya que, aún caminando con cautela, una espesa niebla comenzó a levantarse.... ¡Qué digo! ¡Que no la quisiera yo para mi, ni encontrármela siquiera! Además, a cada paso, el silencio era sobre natural, tenso y helado, pues había que poner el resto de sentidos bien avizor, pues la vista apenas os daba información a causa de la neblina. Ésta cayó sobre la vegetación, sobre el propio suelo, sepultándola (fíjense si era densa). En cuestión de segundos ya no se ve nada, casi nada.
Sin embargo que, como un rayo, un jabalí asustado cruzóse delante de ti, saliendo de la espesa niebla, y dios gracias que no te vio (o no quiso verte) que salió disparado cual flecha volviéndose a perder en la inmensidad de la neblina, habiendo pasado por los tus pies. Con éste panorama de apenas visibilidad ir al punto donde se encontraban los cuerpos venía siendo prácticamente imposible.
Tirada oculta
Motivo: Evento
Tirada: 1d10
Resultado: 6
Tira por Escuchar (PER)
Motivo: Escuchar
Tirada: 1d100
Dificultad: 15-
Resultado: 64 (Fracaso)
- Non don Sancho. - Respondile al Barón. - Caliz, sello et Santa Cruz esta vez. -
La espada de un noble, un caliz, la Santa Cruz y un sello. Aquestos hallazgos eran cuanto menos turbadores. Non sorprenderíame que encontraramos aun más macabros hallazgos bajo aquesta sucia et mancillada tierra.
Lleve la mia mano hasta mi menton, et mientras acariciaba los canos bellos que conformaban mi barbada, quedeme pensativo durante breve instante...
Tirada oculta
Motivo: COM, ¿o CUL?
Tirada: 1d100
Resultado: 99
- Mi Señor, Don Sancho, ¿véis Vos, en este sello, alguna cosa que os resulte familiar? - digo, mostrándole el objeto al noble, con la esperanza de que él sea capaz de identificar la inscripción, o el dibujo, que éste contiene.
Tirada oculta
Motivo: Cul leer
Tirada: 1d100
Dificultad: 19-
Resultado: 76 (Fracaso)
Master, no sé el motivo, pero la página no me permite hacer la tirada que has solicitado. ¿Podrías, por favor, realizarla tú por mí?.
Intrigado por el reciente descubrimiento que han realizado mi esposa y los dos nobles, dejo de excavar en el lugar en el que me encuentro, y me dirijo hacia donde ellos están, con el fin de poder enterarme mejor de todo.
Ante la pregunta de Ladia, y luego de ver los objetos delante de los sus ojos (los cuáles entrecerró para ver la inscripción del sello), el Barón se pronunció.
Sigilum Militum Xristi... -dijo en alto, al tiempo que pensativo-. Don Sancho miró el sello de nuevo y le pasó el pulgar, como expurgando el poco barro y herrumbre que habria incrustado en los trazos de su grabado. La Órden... -continuó-, la Órden del Temple... ¡Templarios!
Entonces apretó sobre sí el sello, miró sobre sí el caliz y la cruz, aún en las manos de Ladia, y echó a andar unos pasos sobre todos los restos hallados, tanto los de Ladia y Diego como los de Euxeo, el ballestero e Ibai. Tras ello y daros la espalda, se giró, como recordando algo.
Hace muchos años -comenzó a narrar como si el recuerdo le viniera a modo de historia-, un caballero templario se interó en este mismo bosque -contaba el suceso como si para él ahora todo encajara: bosque y restos-, con el fin de rescatar a un ermitaño que vivía rodeado de malignas criaturas... -se paró un poco, como tragando saliva. La neblina alrededor, predecesora de la noche y el frío, no ayudaba a relajar vuestra mente y cuerpo-. Al caballero... jamás se le volvió a ver. A raíz de eso, a esta zona del bosque le llaman "del caballero"... No creí yo -dijo finalmente don Sancho- que nos habíamos internado tanto en la espesura...
El ballestero e Ibai miraban a su gran señor como extasiados, ahora con cierto miedo en el cuerpo, pues esa historia, quizá, la habían oído con más o menos detalles sinietros. El estar ahora allí era algo como impensable para ellos...
En esos momentos, justo cuando el Barón acabó de hablar, un crujilo de ramas se aproximaba.
Más.
Y más.
Mucho más.
Alguien venía...
¡¡...O ALGO!!
Et que la niebla te hizo perderte. Quizá no tu orientación, que era bien sobrellevada, pero uno en creyendo ir al norte, que el bosque y la espesura junto con la neboina le hacía ir al sur, e que lo mismo para este y oeste (o viceversa). Y fue entonces cuando oíste el sonido de... ¡Voces! Varias personas hablaban muy cerca de ti, y tan espesa era dicha niebla que hasta que no tuviéraslas a diez pasos... ¡qué digo! ¡al menos cinco!, no las viéras.
En tanto que avanzando poco a poco y con cautela... ¡allí los viste! El Barón Sancho y uno sólo de sus ballestero, el cazador Ibai, Euxeo, Ladia y el caballero Diego. Ya no tenían caballos (al menos por allí no estaban). Pero lo más curioso era que, bajo los pies del pequeño claro donde se hallaban, habín como excavado, como expurgado la tierra y escarbado un poco, habiendo encontrado como ruinas en el suelo y otros menesteres: huesos de hombre, animal o bestia, ¿quién sabía? El caso es que todo el claro estaba levantado (e Ibai, el ballestero y Euxeo estaban llenos de barro y tierra en sus ropas y manos)
¡Sois vos! -dijo don Sancho con la mano sobre el pecho (la palma en el coraazón) al ver aparecer una figura con capucha a unos cuatro pasos delante vuestra (saliendo de la espesa niebla- ¡El susto que habéisme dado! -le dijo a Iñaki-.
Si, era él, aquel misterioso tipo habíase topado con el grupo. Los pasos oídos eran suyos.
Postead ya para todos (excepto Malena).
- Debedes guardar aquestas reliquias a buen recaudo don Sancho, pues algo me dice que son algo más que metal dado forma. - Et interrumpiome la aparición del Iñaki, que parecía un vagabundo desarrapado más que otra cosa, o un ermitaño, si, un ermitaño como el de la historia de don Sancho.
Importunábame enormemente la presencia de aqueste, más non era de despreciar contar con otro miembro más en nuestro grupo. Después de tan inquietante hallazgo, et no encontrar rastro de la vieja, algo me decía que pronto la cosa iba a torcerse... o quizá anduviera yo volviéndome algo paranoico... de pronto comencé a echar de menos a Malena...
-Disculpad mi irrupción Don Sancho, no era mi intención importunaros. Respondo haciendo una leve reverencia, inclinando el cuerpo ligeramente hacia delante y llevandome la mano al corazón. He estado buscando ayuda, ya que he encontrado unos cadaveres sospechosos. Ya que no parecen haber sido muertos por los animales. Termino de decir al noble dando la espalda al grupo que le seguía.
- Me alegro de volver a veros, Iñaki - digo, sonriendo, al ver aparecer al extraño hombre con el que hemos compartido parte del Camino - Pensaba que nuestros pasos ya no volverían a juntarse tras vuestra precipitada salida del castillo. -
Después, tras una pequeña pausa, la cual aprovecho para incorporarme, continuo diciendo:
- ¿Cadáveres sospechosos, decís?. ¿En qué lugar los habéis encontrado, y por qué os parece que no han podido morir a manos de los animales salvajes que, sin duda, pueblan estos parajes? -
Gracias por vuestras palabras Milady. Respondo haciendo otra reverencia. Vos tan gentil como siempre. Bien, en todos mis años viviendo en la selva, me hedado cuenta de una cosa,y es que solo un animal mata por el placer de hacerlo. El resto mata por alimento. Estos cuerpos no presentan las heridas típicas de animales, y desde luego no han servido de alimento a los mismos. Debieran de estar en esta dirección. Si son tan amables
Termino de decir mientras indico la dirección con la mano para que nos pongamos en marcha.
Pese que Iñaki habíase perdido en su internada en el bosque (cosa que no sabían el resto del grupo) dio casi de casualidad con sus compañeros, en con todos los enterramientos; pero ahora pareciera que sabía dónde había cierta cosa que había encontrado, aún siendo de noche, aún haciendo frío y aún con la neblina que hacía no ver a alguien tenido delante a más de tres pasos...
Sin embargo, ni el barón ni el resto sabía lo cual, e que el magnánimo Sancho de Landarria, señor de aquestas tierras, accedió a seguir la dirección dijo el Iñaki, pues ya que hablaba de cadáveres quizá bien podrían acercarle a la vieja, que decían de ella sorguiña, sin duda oculta en este bosque...
Recojamos ésto -dijo don Sancho asiendo en un pequeño zurrón personal de esos de caza la cruz y el cáliz-. Mas vos, quédeselo -le hablaba a don Diego, haciendo impulsar el sello de cartas encontrado con el pulgar por el aire, haciendo una parábola y consiguiendo caer directamente en las manos del de Zúñiga-; e guárdelo como recuerdo de este bosque.
Realmente el sello era precioso.
La noche caía.
Y en dejando aquellas tumbas llenas de huesos de bestia y la tierra mal amontonada por doquier, que emprendieron la marcha en la dirección que Iñaki propuso (y al Barón bien que le parecía, pues no sabíais si tal vez incluso él ya estaba bien perdido entre tanto árbol y tan ya poca luz). La neblina continuaba húmeda y pegajosa.
Tal y como antes, que cerraba la marcha don Diego, y que la abría Ibai, el cazador, que tan bien se conocía estos bosques. Claro que, tanto éste último como cualesquier de vosotros, ante la sugestión del momento, el lugar o los descubrimientos acaecidos, teníais cierto miedo (unos más que otros), y mirábais de parte a parte por si desde la más ínfima hormiga hasta el más horrible monstruo se abalanzaba sobre vosotros, como cualesquiera cuento de esos de los infantes... De pronto, resoraon unos aullidos y gruñidos estremecedores, alaridos que no sabíais si eran de hombre o bestia.
El cazador, que habíase adelantado un poco para rastrear (hasta el punto que le veía poco entre la espesísima nieble), se giró sobre sí mismo y echó a correr hacia vosotros (le vísteis otra vez, como venido de la niebla), mientras balbuceaba algo como fuera de sí.
¡GA... G....G....GAU....
...GAUEKOOO!!! -algo parecía haber visto-.
-Madarikatua Gauekoada. Exclamo mientras por si acaso agarro mi bastón con las dos manos atento a lo que pudiera salir de entre la niebla. Era curioso, tantas leyendas sobre él había oido de pequeño y ninguno había visto. Pero un día decido salir de mi selva, y donde menos me lo esperaba...... zas, aparece.
-Preparaos para lo que viene.