Partida Rol por web

No os cuesta mucho esfuerzo encontrar un carruaje que os pueda llevar a la Quina de vidal, como se llama la gran propiedad de vuestro difunto compañero, situada en una de las mejores zonas de Valencia. Se encuentra situada ligeramente en las afueras, cerca del río Turia, que riega los campos de naranjos y exhuberantes jardines que rodean la propiedad de los Vidal desde hace generaciones.

El carruaje os da un breve paseo desde el puerto hasta la casa, una mansión de proporciones considerables con otro edificio colindante para la servidumbre y unos establos. Tiene dos plantas y la fachada pintada de granate, con las ventanas enrejadas tras las que se alinean tiestos llenos de flores.

Curiosamente, no sale nadie a recibiros. Tan sólo hay un par de perros atados junto al establo que al veros no dejan de ladrar.

Diego se apéa de un salto y con su habitual impaciencia y nerviosismo se acerca a la puerta aporreándola con el nudillo.

No puede evitar echar un vistazo a los alrededores con aire despistado. Una costumbre aprendida en su pasado como  desconfiado y perspicáz  pirata.

Esto no pinta bien... musitó Rodriego entre dientes. Alzó la vista al cochero, y alargándole unas monedas de más, le dijo: puede ser que nuestro anfitrión haya ido a la albufera a pasear, ¿nos podría esperar unos minutos antes de irse, por si acaso?
Y se sumó a Diego en su husmeo de la hacienda...

- ha de la venta - grito asier anunciando su presencia .

Lo único que responde a la voz que pega Asier son los ladridos del perro. No parece que haya nadie en la casa ni los alrededores y, sin embargo, parece que sale humo de las cocinas, como si algo se estuviera cocinando.

-¿Intentamos entrar o esperamos aquí fuera a que aparezca alguien?-pregunta el joven a sus dos compañeros  sin dejar de moverse nervioso sobre sus pies.

Echa un nuevo vistazo a la gran mansión y añade:

-Yo creo que deberíamos al menos dar una vuelta  a ver si podemos intuir algo a través de las ventanas...

Asier miraba hacia la cocina.

- Por alli tiene que haber alguien.... dejadme ir en primer lugar - dijo mientras se encaminaba hacia la puerta

Nada. Lo más llamativo es que no veis nada fuera de normal más allá de que no ver nada anormal es bastante anormal. Asier pega un par de voces que sólo le responde el perro encadenado a uno de los cobertizos detrás de vosotros.
Instantes después echa mano a la puerta de las cocinas. Está cerrada.

El joven Diego pierde la paciencia y ante sus atónitos compañeros rompe uno de los cristales de la cocina con el codo y se cuela dentro con un ágil salto.

Mira a la pareja tras el y sonrie:

-¿venís?

Rodriego se sorprende ante el ruido de los cristales cayendo al suelo con un respingo. Después, con cautela, se acerca al joven Diego y dice: espero en verdad que haya alguien a quien darle la mala noticia que debíamos transmitir, pero empiezo a olerme que no va a ser así...
Y se dispone a entrar en la casona...

Asier espera unos instantes fuera , comprobando que nadie les obseva  y a continuacion sigue a sus compañeros.

El joven avanza despacio encabezando al grupo. Anda con sigilo  y ojo avizor  por entre las habitaciones, escudriñando cada rincón, con su curvado acero desenvainado.

Por si hay algún tipo de comité de bienvenida...les haré entrega de un presente en forma de sablazo.-se dice mentalmente. Le pone nervioso la incertidumbre e intenta infundirse valor.

Diego se coló en la cocina y abrió la puerta a sus compañeros. La cocina estaba vacía, no había un alma ni se escuchaba sonido alguno en la casa. Era curioso pero parecía como si la gente hubiera desaparecido en medio de sus tareas. Sobre la mesa de madera había verduras a medio cortar y el fuego todavía no se había apagado del todo, quedaban brasas en el hogar del que colgaba un enorme puchero con agua.

Diego mira a sus compañeros extrañado y continúa inspeccionando la casa, dejando la cocina a su espalda.

Rodriego está totalmente epatado.

Esto parece talmente obra de brujería... susurra.

Y se interna en la cocina, mirando detalladamente por si encuentra rastros de lucha o de violencia.

La casa está como si el tiempo se hubiera detenido de repente, sin signos de lucha ni violencia. No hay nada roto, ni señales de un registro, sólo algunas camas a medio hacer y el fuego de la cocina encendido junto a otros rastros de tareas interrumpidas. No hay rastro de persona alguna. Las puertas han sido cerradas con llave, seguramente desde el exterior.

Meditabundo, se vuelve hacia sus compañeros.

-No se que demonios ha pasado aquí, quizás simplemente han salido de la casa a algún asunto urgente. Propongo que esperemos en la entrada de la finca hasta el anochecer, por si vuelve alguien. Quizás podamos preguntar a algún transeunte si sabe su paradero.