Partida Rol por web

Al salir de la habitación pudiste fijar tu mirada en el lugar donde te encontrabas. Era un pasillo con dos puertas, una la que acababas de dejar detrás de ti. La otra estaba junto a esa y estaba entreabierta. Al fondo del pasillo había unas escaleras que ascendían. 

Todos los gaticos parecían esperar que Resaca fuese quien los guiase en la huida, ella, su gran lideresa oscura.

Con gracilidad saltaste, usando la mesa que hay bajo la ventana como apoyo para llegar a ésta con facilidad. Escuchabas a tu espalda muchos ruidos. Bufidos, maullidos amenazantes, gritos de dolor, ruidos de pasos... Pero eso ya no te incumbía, ahora estabas fuera, eras libre y habías salvado a todos esos gaticos de una vida de penurias en la calle.

Tus ojos se acostumbraron rápidamente a la luz del patio y fue entonces cuando pudiste ver que, de la ventana que hay junto a la que acababas de usar como salida, apareció una bolita blanca y esponjosa, arrastrándose. Su pelaje, hasta ese momento inmaculado, estaba salpicado de un granate intenso por la sangre que brotaba de las heridas que se había hecho intentando salir. En la boca, sujetándolo precariamente por el pellejo, llevaba un cachorro muy pequeño que se dejaba llevar a pesar de que la pobre Marí apenas podía con él.

El dolor era intenso. No recordabas que nada te hubiera dolido tanto, al menos desde aquella vez que habías perdido una vida. Sin embargo, tú eras una gatica luchadora, ¡claro que sí!, y continuabas arrastrándote a pesar de la sangre y las heridas. 

El cachorro que habías cogido se dejaba llevar, a pesar de la precariedad de la sujeción que podías ofrecerle y de que prácticamente ibas arrastrándote. Fue entonces cuando te diste cuenta de que por la ventana que había junto a la que acababas de abandonar estaba saliendo otro gatico, uno que reconociste de inmediato: Misi. 

Él parecía haber tenido más suerte que tú. Su pelaje estaba impecable y no tenía más magulladuras que la punta del rabo, que continuaba formando un ángulo extraño.

Lin cayó sobre sus patas con gesto severo al ver a Rubik imitando su hacer. Él quería que el gatico huyese con el resto, que se pusiese a salvo. Era tan joven y tenía aún tanto que maullar... Pero al verlo ahí colgado del dedo de aquel humano, pataleando como pudo, se dio cuenta...¿Y por qué no?...¿no tenía acaso derecho a luchar él también por los suyos, por lo que  creía?. Y aquella idea le dio aún más fuerzas para seguir. Miró al humano y recordó que una vez su mentor bromeó con él sobre cómo eran. Para que se hiciese una idea, le propuso que se imaginase a si mismo estirado en el tronco de un árbol afilando las uñas. La deformidad de las patas humanas, les permitía mantener esa postura inútil de por vida, por lo que calculó, que si aquel humano se asemejaba a un gato estirado, afilando las uñas, sus testículos debian de estaaaaar....hummnnn, ¿entre sus dos patas inferiores?.

Con decisión, se lanzó a aquella zona. Era gato viejo y sabía que aquella capa coloreada le protegería de sus uñas, pero Lin era un gato de enormes dimensiones y su cabeza era, a comparación de otros gatos, inmensa, al igual que su cuerpo, por lo que saltó para impactar en la zona de reproducción del macho humano, a sabiendas, por experiencia propia, de lo doloroso que podría resultar un golpe ahí.

Dolorida y ensangrentada como un gatico que cae de un rascacielos Marí abandona la prisión de Nemo con un cachorrete en la boca. - Lo conseguimos pequeñote... - Le dice a su rescatado, al que tampoco saca tanto tiempo. Una proeza de cuidado para Marí, sí. Ya estando afuera ve a Misi y se apresura a decirle algo. - ¡Misi! ¡Misi! - Llama al gatico. - ¡Tienes que ayudarlos! Rubik y Lin están luchando contra Memo... 

Misi, que acababa de salir por otra ventana, miró alrededor y no tardó en ver a Marí ensangrentada. Se acercó a ella con prisa. ¿Qué ha pasado? ¿Dónde están los demás cachorros?

Miró a la casa de nuevo con preocupación. He visto lo que les hace. Hay un pobre gatico con sangre en la entrepierna. Seguro que ya no tiene pito. Esta dormido, tenemos que sacarle de ahí, pero está con cables y cosas.

Rubik logró su objetivo, y aquello era lo importante. Alcanzó la mano deseada y, sólo por si acaso, se quedó colgando de ella en un extraño vaivén que no le llevaba a ningún sitio. Meciéndose en una anti-armoniosa sintonía con el sonido de los gritos y el desagradable sabor de la sangre de aquel humano en el paladar. Aquello era asqueroso. Pero de algo estaba seguro Rubik era, para empezar, de que cuanto más tiempo estuviera colgado más orgulloso estaría Lin. Y para seguir de que sólo tenía que alcanzarle con las patas de atrás para hacer un combo completo y mortal. Por desgracia sus uñas traseras no funcionaban como deberían, y aquello no terminaba de salir, aunque no sería por no intentarlo.

Fue entonces cuando la vio. Aquella cuerda que se bamboleaba al mismo ritmo que él. Errática. Hipnótica. Provocadora. Estúpida y sensual cuerda que le llamaba con su mecer, como un susurro sibilino. Pero Rubik no iría a por ella porque ella la llamase, no. Él iría para demostrarle lo que era bueno, para cazarla y no dejar jamás que ningún otro gatico cayese presa de aquel encanto.

De modo que se dejó caer con las piernas flexionadas, ya apuntando hacia su objetivo. Sus ojos sólo se separaron de aquella provocadora soga para poner cara de asco y escupir una, dos, tres veces, hasta que el sabor ferroso desapareció un poco. Y aprovechó ese momento para disimular. Para mirar para otro lado, y que así la cuerda no supiera que estaba siendo acechada. Ella podía ser atrayente como el olor de la comida húmeda... Pero él era más listo. La despistaría con sus pupilas esquivas, y cuando menos se lo esperase...

Rubik decidió esperar el mejor momento. Decidió que saltaría sobre ella justo cuando la paloma diera señales de vida, por ejemplo. Un detonante ajeno que la cuerda no se esperaría. De modo que comenzó a aguardar... Hasta que dejó de hacerlo. De repente algo en su cabecita hizo clic, haciéndole saltar a por ella. Ni siquiera él se esperaba ese impulso, y así mejor. Si él no se lo esperaba, ella menos todavía. Se lanzó con los ojos bien abiertos y la boca lista para morder de nuevo. Él era un cazador. Él era un camorrista. Él era Rubik, el mejor gato callejero de todos los caseros de la zona, y no iba a dejar que una cuerda entretuviera a ningún gatico. Al margen de él, claro.

- Unos se han ido por la puerta... - Dice cansada llevando su patita a la cabeza del cachorrete. - Resaca se trató de llevar a cuantos pudo. Yo me llevé a este pequeñón como pude. - Escucha entonces lo que dice del gatico sin pito y su rostro se horroriza. - ¡Me horroriso! ¡Tenemos que ayudarlo! - Mira al pequeñín y le pregunta con suavidad. - ¿Podrás apañártelas solo león?

El minúsculo minino no debía tener más de un mes pues su andar una vez liberado de las mandíbulas de Marí era todavía torpe y cabeceaba un poco al moverse. 

- Tí -maulló asintiendo rápidamente-. Me escondedé hasta que salgas a buscadme.

Lin miró a aquel humano memo con sus ojillos afilados y calculadores, tratando de estimar dónde tendría sus partes ese ser despreciable... Y cuando creyó que lo tenía claro se lanzó con la cabeza por delante, dispuesto a darle un buen cabezazo. Tan sólo esperaba que no lo hubieran castrado como él hacía con los gaticos... 

Pero esa idea se descartó de inmediato cuando el humano abrió la boca para soltar un tremendo aullido de dolor. - ¡Me cago en la putaa_aaa! - Su voz se fue ahogando y el tipo cayó de rodillas, con ambas manos en la entrepierna, olvidada ya su intención de cerrar la puerta por la que los últimos gaticos escaparon sin dificultad. - Maldito gato del demoniooo_oooarrrggg... 

Mientras tanto Rubik había empezado a dar unos saltitos adorables para tratar de alcanzar la cuerda que lo tenía hipnotizado. Sus pequeñas garritas golpeaban la cuerda una y otra vez, desvelando que en el fondo no era más que un cachorro todavía, pero la muy maldita siempre volvía a escaparse. 

Nemo respiraba con dificultad, con los ojos inyectados en sangre. El tipo parecía estar enfadándose por segundos y no era difícil anticipar que en cuanto se recobrase un poco querría cobrarse la venganza a través de aquellos gaticos. Y cualquiera que hubiera recibido alguna vez una patada de un humano sabía que esos bichos podían ser realmente letales si se lo proponían.

¡Bien hecho, chico! Maulló Misi, animando al pequeño. Ahí hay un cobertizo. Escóndete ahí y espera a que salgamos. Vamos a rescatar a tu hermanito.

Miró a Marí con sus enormes ojos y asintió, poniéndose en marcha. Esta por aquí, sígueme. Misi se dirigió hacia la ventana por la que había salido momentos antes con la intención de entrar si no veía a Nemo en la sala.