Partida Rol por web

Memento Mori

Le Petit Prince (Prólogo de René)

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13/07/2015, 00:09
La Voz

 

El silencio lo inundaba todo, como de costumbre, como esa densa y profunda oscuridad que lo llevaba cubriendo todo, desde los últimos 200 años. Día tras día, noche tras noche, había sido exactamente igual. Sin sentir, sin padecer, sin pensar, sin saber, sin despertar.

Doscientos años en los que no habías sentido esa sed, esa profunda sed que era capaz de nublar los sentidos de todo Vástago. Esa sed que era capaz de sacar lo peor de uno y que habías aprendido a controlar y a domar con el tiempo. Esa misma sed que te recordaba que aquel preciado líquido rojo era necesario para seguir pagando tu condena, para seguir disfrutando de esa no-vida, de esa no-muerte en la que seguirías estando por toda la eternidad.

Doscientos años en los que no habías sabido nada de ella, en los que no habías oído su voz, no habías sentido su piel ni su tacto. Doscientos años, en los que ni siquiera habías sido consciente de su ausencia, porque ni siquiera habias sido consciente de tu propia existencia.

¿Tu ultimo recuerdo? El sabor de tu propia sangre en la boca. Tus musculos entumecidos y adormecidos por el dolor de aquella macabra tortura. Aquellas risas de tus verdugos mientras usaban sus artes contigo, intentando acabar con su némesis, con aquel que, con diferencia, más quebraderos de cabeza les había dado en los últimos años.

Sí, para que negarlo. Habias conseguido cabrear a los Tzimisce más de lo recomendable, más incluso de lo prudente, y aquello te encantaba. Habías pasado años provocándolos, paseándote ante ellos, riéndote en sus caras cada vez que habían intentado darte caza, acabar contigo. Hasta aquella noche en la que los astros no se pusieron de tu lado, en la que los dioses decidieron darte la espalda.

Apenas recordabas nada. Solo el dolor, aquel intenso dolor y sus gritos, mientras te arrancaban de sus brazos, mientras te alejaban de ella sin que ninguno de los dos pudierais hacer nada por evitarlo. Solo la imagen de tu cuerpo maltrecho, como el de ella, mientras hacía un ultimo esfuerzo por salvarte, aunque le costara su no-vida. Y entonces, llego la oscuridad.

Doscientos años. Se decía pronto, incluso para un Vástago como tu. Doscientos largos años en los que el mundo habia seguido su curso sin ti. En los que todos te habrían dado seguramente por muerto.

Y de repente, aquella calidez sobre tus labios. Aquella agradable y placentera sensación que habías olvidado por completo. De repente, aquel dulce néctar, que sin saber tanto habías extrañado, resbalaba entre la comisura de tus labios, deslizandose por tu cavidad bucal en direccion a tu garganta, despertando a su paso cada uno de tus entumecidos musculos, devolviendo a la no-vida hasta el ultimo rincon de tu oscura alma.

De repente, notaste aquel frio marmol bajo tu cuerpo. Notaste la rigidez de tus musculos, incapaces de moverse aun despues de tantos años. Notaste la humedad, la oscuridad, el eco de aquel lugar que seguramente estaría bajo tierra. Escuchaste, con tus empolvados oidos, a aquellos insectos y roedores correteando por los pasillos, por los rincones de aquel lugubre lugar. Escuchaste como el agua se filtraba, goteando hasta el suelo de aquella olvidada cámara, inexorable, midiendo gota a gota todo aquel tiempo que habias pasado en el mas profundo de los abismos. Y, de repente, sentiste aquella presencia tan cercana, tan familiar, tan reconfortante, a tu lado, inclinandose hacia ti. No necesitaste abrir los ojos para verla, para saber que era ella quien estaba alli, para saber que era su muñeca abierta la que te estaba devolviendo la vida despues de todos aquellos años. No necesitaste verla para saber que, seguramente, habia sido la unica persona que, despues de todos aquellos años, y a pesar de que ni siquiera fueras consciente de lo que habia pasado ni de cuanto tiempo habia transcurrido, no habia cejado en su busqueda, no se habia dado por vencida hasta encontrarte. 

Y fue su voz entonces la que lo lleno todo, como un tenue susurro cargado de una dulzura sobrenatural, sobrecogedora, en medio de aquella noche- René, mon amour... Abre los ojos... Ya estoy aqui. Es hora de despertar...

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13/07/2015, 18:49
René LeBlanc

Es la Venganza un plato de lo más Dulce...

El golpe en la cadera me obligará a clavar la rodilla en el suelo. Levantaré el brazo, evitaré un golpe mortal en la base del craneo, eso desviará el golpe. El tercero la dejará, lanzando un golpe a ras de suelo, que por la posición me impactara en las ultimas 3 vértebras de la columna, derribandome y destrozando mi cuerpo. Una vez así, las posibilidades de supervivencia son nulas.

Me vengaré.

No puedo morir aun, por que aun he de vengarme. Mientras todo se tiñe de negro, los oidos se embotan, y un delicioso sabor metálico inunda mi boca... juro que me vengaré.

Fue, quizás, la más exquisita de las gotas de sangre que invadió mi garganta. Solo la primera bajó por mi gaznate, alimentando mi cuerpo. Y mi mente. No fui capaz, en aquel momento, de mover un solo músculo. No era capaz de abrir los ojos, y por supuesto, no fui capaz de articular palabra. Solo sentía el ansia, el deseo primigenio de beber, de alimentarme. La furia iracunda que se removía en mi interior luchaba con fuerza por salir y saciar mi Sed hasta consumir cuanto tuviera cerca. Y toda aquella rabia primigenia, solo fue capaz de abrir lentamente los labios, en busca de más, en busca de aquella sangre, de aquel dulce néctar que me había faltado los últimos dos cientos años.

Aun luchaba por que mis manos salieran lanzadas a por aquel incauto que había decidido entregarse a mi voluntariamente, cuando sentí su olor. Un olor único, lejos de cualquier perfume, lejos de cualquier olor terrenal que pudiera identificar.

La segunda gota cayó en mis labios, provocandome el más profundo éxtasis. Mi olfato se despejó, ya no tenía dudas de que era ella. El suave pitido que inundaba mis oidos fue desapareciendo y poco a poco fui sintiendo mi propio cuerpo. Cuando mis instintos primarios fueron dejando paso al recuerdo y la razón, volví a años atrás, apretando los puños suavemente con cuanta fuerza podía reunir en aquel momento, mientras mis colmillos crecian de forma no solo exagerada, además intimidante y la rabia que antes me invadia de forma irracional, ahora lo hacia de forma totalmente racional.

- ....m...m....me.... - Comencé a balbucear con dificultad. - ...v....ve....ng....aré.... - Intenté alzar la mano, sin éxito. Todavía no tenía la suficiente sangre como para poder moverme. Todavía no era capaz de abrir los ojos, de incorporarme, y mi primer deseo era devolverle el golpe a aquellos que se habían atrevido a atacarme a mi, y a mi reina.

Pero, por algún motivo, ella seguía viva. Y yo también. Caín me había ofrecido una segunda oportunidad para realizar un acto tan pobre y deplorable como una venganza. Y no pensaba desaprobecharla. Todavía no comprendía por que no se me había dado muerte definitiva, ni como ella había llegado hasta allí.

Con la tercera, así como con la cuarta y quinta gota, la sangre comenzó a manar de su muñeca sobre mis labios, despertando hasta el último rincón de mi alma, despertando mis sentidos, despertando lo más oscuro que se escondía dentro de mi cuerpo.

Abrí los ojos, siendo entonces consciente de donde estaba.

Cerré los dedos entorno al ataúd, incorporandome y clavar la mirada en Sophie.

- Mon Cheri... - La reconocí, más bien la había reconocido antes incluso de abrir los ojos, con aquella primera gota. - He dormido el largo sueño de la muerte, alejado de ti. ¿Donde estoy? -

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17/07/2015, 01:03
Sophie

Sophie te dejó que te tomaras tu tiempo para reaccionar, lo suficientemente cerca de ti como para que aquella deliciosa y perfecta muñeca siguiera dandote aquella vida que hacia tanto tiempo te habían intentado arrebatar. Y sólo cuando te incorporaste en tu ataud, tras aquellos seguros iniciales de confusión, pudiste ver aquellos ojos de gata, aquella diminuta sonrisa que resultaba a la vez tan infantil y tan cargada de intencion. Seguian siendo los mismos de siempre, a pesar del tiempo. Era como si todo aquel dolor, todo aquel sufrimiento, no hubiera pasado por ella. Como si no fuera más que una perfecta muñequita de porcelana, frágil, bella y eterna.

Aquella sonrisa suya se afilo ligeramente al verte- Mon Chér... Je suis très très jolie. - fue su respuesta, mientras se acercaba algo mas a ti, sentándose en el borde de aquel ataúd como si llevara siglos esperando a que te despertaras de aquel sueño.- Perdona mi tardanza... No he podido encontrarte hasta ahora... Esos... bastardos... - aquel angelical rostro se encendio de repente, dejando de manifiesto la enorme ira, la enorme sed de venganza que habia en su interior. - Te escondieron bien escondido... - añadio, con aquella extraña costumbre suya de dar un pequeño rodeo antes de responder a tus preguntas-  Llevo doscientos años buscandote, René. Doscientos años recorriendo toda la faz de la tierra sin descanso... Sabia que estabas vivo. Podía sentirlo... Aqui. - dijo, algo más dramática, cogiendo una de tus manos y poniendola sobre su corazon, como si aun pudiera latir como hace siglos, antes de su propio abrazo.

Entonces, al ver como intentabas incorporarte agarro aquella mano, tan gelida como la suya, negando lentamente-Shhh... Tranquilo, no tengas prisa. Ahora te sentiras bastante débil. Doscientos años durmiendo son doscientos años, despues de todo. - comento, llegando a sonreir de nuevo con aquel aire infantil que  en ocasiones tenian sus gestos y que le conferian un aire de lo más macabro y, al tiempo, atrayente.- No te preocupes por nada... Ahora iremos a "cenar" y te contaré todo lo que quieras saber. Aún hay mucho de que hablar... Y toda una venganza que planear. - añadio, afilando su sonrisa, mientras te observaba, con aquel gesto malicioso que tanto te gustaba.- Estoy deseando que conozcamos Londres... - dijo finalmente, desvelando por fin el lugar en el que se encontraban. - Todo tiene tan buena pinta... Estoy segura de que te encantara... - añadio, acabando por dedicarle una magnifica sonrisa, que ilumino toda aquella palidez, esperando que reaccionaras a todo lo que acababa de contarte.

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19/07/2015, 21:19
René LeBlanc

Lentamente, mis dedos se clavaron con fuerza en el mármol que componía el que debía ser mi lugar de eterno descanso, mi ataud y sepulcro. Me alcé lentamente, entornando la mirada hasta ella, enfocando la mirada y comprobando que estaba bien, que estaba tan bella como siempre. Que seguía tan... perfecta.

Solo cuando acabé por incorporarme, apoyando la espalda en la alta pared de aquel sepulcro, cesé la presión entorno a la piedra, para mirarme las manos. Unas manos desprovistas de humanidad, pálidas como el mismo marmol que me encerraba, arrugadas como el aspero tacto de la roca que constituia mi prision. Cerré el puño con fuerza, sintiendo como la fuerza acudía a mi, como la sangre fluia una vez más, como volvía a la vida. Apreté los dientes, dejando que los colmillos asomaran en una clara expresión de la necesidad de que tenía de seguir alimentandome.

Solo cuando mi cuerpo se hubo tensado por completo, solo cuando mis colmillos se desarrollaron en su totalidad y solo cuando los huesos crujieron ante la presión de la fuerza, supe que estaba vivo.

Y estaba con ella.

Comenzó a hablar y mi mano, ahora cadavérica, se acercó a su angelical rostro. No había cambiado nada. Acaricié sus mejillas con la dulzura que debía tener una madre al acariciar a su hija. Todavía no era capaz de razonar con total capacidad, pero comprendía perfectamente lo que pasaba, lo que decía. - Ahora eso no importa, mi luna. Ahora solo importa que estas aquí, conmigo. Que he despertado del largo sueño de la muerte y que estamos juntos, una vez más. Ahora solo importa que tu estas ahí, sentada, y yo estoy aquí, mirandote. - Le dijo, como si de una poesia se tratara.

- Dos cientos años. Lo último que recuerdo era que caí en combate. Que destrozaban mi cuerpo. Necesito saber que pasó después. - Clavé la mirada en la de ella. Necesitaba una explicación, una razón a todo aquello. Por que no había sido destruido, por que en vez de eso había sido encerrado, abandonado y olvidado.

- Dos cientos años han pasado, y ahora me encuentro en Londres. Hay mucho que deseo saber. Hay mucho que deseo conocer. Una vez más, junto a ti. - Con no poco esfuerzo, doblé las piernas, tensé los músculos y exigí a mi propia voluntad que me arrastrara hacia arriba, que luchara contra aquel demonio llamado gravedad que me había mantenido atrapado al suelo desde que tenía uso de razón.

- Deseo saber. - Fueron mis únicas dos palabras, mientras quedaba totalmente en pie, delante de ella. La miré, y la miré con cierto deseo, mezcla de los sentimientos que arrastraba de mi vida antes de acabar en aquella caja de mármol y mezcla de saber que ella podía alimentarme. También la deseaba a ella, en todo su ser, algo prohibido y mal visto, por supuesto. ¿Que importancia tenía eso cuando uno podia disfrutar de los placeres de una muejr así?

- Estas ropas no me servirán. - Comenté, mirando a la vampira, siendo plenamente consciente de que dos cientos años era mucho tiempo, que ahora vestirían de forma distinta. - ¿Que ha cambiado? -

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20/07/2015, 15:41
Sophie

Escuchar aquellas primeras de tus labios y sentir tu tacto sobre su gelida piel era todo lo que Sophie necesitaba para saber que aquellos doscientos años sin descanso habian merecido la pena. La mujer cerro los ojos, esbozando una sonrisa casi infantil, mezcla de puro alivio y de pura ilusion al escuchar aquello.

-Temia que hubieras despertado y que hubieras pensado que te habia abandonado a tu suerte. Es un milagro que ambos sigamos con vida. - añadio la mujer, sin miedo a decirte lo que sentia, acabando por abrir los ojos para observarte, mientras formulabas todas aquellas preguntas. Ni mas ni menos que los mismos interrogantes que la habian perseguido a ella durante doscientos años.

-Je ne sais pas, mon chèr, je ne sais pas rien. - respondio, casi en un susurro, negando, con expresion compungida- Recuerdo que nos dieron caza y que eran muchos mas que nosotros. Luchamos hasta el limite de nuestras fuerzas y entonces... entonces tu sacaste fuerzas de donde no quedaban y estuviste a punto de acabar con ellos. No parabas de decirme que huyera, que me marchara de alli. Y yo... no queria hacerlo, no queria marcharme. Pero entonces todos se lanzaron a por ti, buscando destruirte. - comenzo a rememorar, de forma atropellada y desordenada, como sus pensamientos- Hasta que uno de ellos les dijo que no podian hacerlo. Que ya sabian a que habian ido alli. Y entonces te sacaron de alli, medio muerto, y parecieron olvidarse de mi. Estaba claro quien era su objetivo. - añadio entonces, mirandote fijamente- Y yo me marche de alli para salvar mi vida y poder salvar la tuya. No podia enfrentarme a ellos tal y como estaba. Tarde semanas en recuperarme despues de aquello. - asintio, de nuevo con aquel aire dramático que impregnaba, sin querer, todas sus explicaciones. Algo, sin duda, dulce y entrañable, viniendo de ella.-Pero no te preocupes. Eso tambien lo descubriremos. Sé que están aqui, René, je le sais... en Londres. Daremos con ellos y se lo arrancaremos palabra por palabras. - añadio cambiando bruscamente aquella inocencia, aquel aire enamorado por una mueca cruel, que destilaba venganza.

Sin embargo, fue entonces cuando te levantaste, yendo hacia ella, atrayendo nuevamente toda su atencion, todos sus sentidos. Y, al ver como variaba su expresion, al ver de nuevo como aquel rostro se tornaba angelical con tintes de malicia, supiste que ella era consciente del deseo que habia despertado en ti. Y no solo eso: de que tambien lo compartia.

-Sabrás, mon amor, sabras. - dijo la mujer entonces, acercandose a ti, hasta que su cuerpo quedo pegado al tuyo. Y de repente notaste como se ponia ligeramente de puntillas, un gesto bastante logico teniendo en cuenta la diferencia de altura entre ambos- Pero antes... bésame. Llevo doscientos años esperando este momento. . te susurro, rozando su nariz con la tuya, dejando escapar al tiempo un pequeño suspiro que adivinaste cargado de aquel prohibido deseo-  Bebe de mi. Alimentate de mi. Aun te fallan las fuerzas. - añadio, rozando sus labios con los tuyos, invitandote a algo mas en aquel simple beso.

Y en aquella tesitura, ni siquiera respondio a tu pregunta sobre lo que habia cambiado. Estaba claro que ahora, en aquel momento, tu caprichosa sire tenia otras preferencias que, desde luego, en esta ocasion compartias.

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22/07/2015, 16:16
René LeBlanc

- De haber despertado sin tí, jamás habría pensado que dejaste de buscarme. - Fue mi respuesta, corta, concisa y directa. No, no había atisbo de duda en mis ojos, ahora clavados en los de la vampira. Y de haber despertado sin ella, habría caminado por la noche con el único objeto de encontrarla, de volver junto a ella. Y no contestó a mis preguntas de forma inmediata. Clavó su mirada en mis ojos como yo hice con los suyos, perdiendome en ellos durante más tiempo del que me habría gustado reconocer en mi no-vida.

- Así que desde el principio, yo era el objetivo. Y pasara lo que pasara, no deseaban matarme, no al menos de una forma definitiva. Querían algo más... Pero la pregunta es ¿el que? - Acabé por preguntar, apartando la mirada de ella y meditando, durante unos segundos, una respuesta que me produjera algún tipo de satisfacción... sin éxito.

- Y me trajeron aquí, olvidandome para siempre... todos menos tu. - No dijo palabra más, pero mi rostro reflejaba perfectamente lo que pensaba. La incomprensión de los actos de los Tzimitche, esos bastardos de negro corazón que jamás hacían algo de forma aleatoria, el motivo por el cual ahora estaba allí, vivo. Por que me veía ahora en Londres, estando en mi amada Francia.

Oh, mi amada Francia ¿Que había pasado en ella durante mi ausencia?

Por ello, cerré los ojos durante unos segundos, meditando todas las variables, todas las posibilidades. Sophie tampoco parecía saber que había pasado, aunque si sabía que ellos estaban allí. Aun estaban vivos, y era posible que supieran muy pronto, que yo había despertado. - Mi amada Sophie, no dudes jamás que se lo arrancaremos. Que palabra a palabra escucharemos su relato mientras derraman gota a gota toda su sangre. Que sufriran por estos dos cientos años que has pasado sola, mi amor. - Y la nueva acaricia la trajo hasta mi, con una sonrisa que dejaba claro lo que buscaba, y lo que yo buscaba. Aquella sonrisa que tanto había anhelado, que tanto había deseado.

Se acercó, poniendose de puntillas ahora que yo estaba en pie, buscando un único beso que no tardé en darselo, en arrancarselo con un suave roce, mordiendo su labio con suavidad y provocación, mirandola a los ojos cuando me pidió que me alimentara de ella. - Quiero disfrutar, Sophie. Disfrutar de todos los placeres carnales que puedas ofrecerme. No creas que dos cientos años durmiendo han hecho que olvide todo lo que puedes ofrecerme. - Dicho esto, le agarré con inusitada fuerza por las muñecas, llevandola hasta un lateral de la sala y derribandola, solo para tumbarme sobre ella dejando entre ver los colmillos.

- La pregunta es hasta que punto deseas tu disfrutar de mi... -

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25/07/2015, 15:54
Sophie

Reacciono dejando claro que, efectivamente, llevaba doscientos años esperando aquello, esperandote a ti. Y es que, en cuanto la arrastraste a aquel rincon de la habitacion su cuerpo reacciono, no solo como el de un vampiro, sino tambien con aquellos tintes mortales que tan apetecibles resultaban. Y dio rienda suelta a lo que llevaba almacenando tanto tiempo.

Estiro el cuello, buscando tus labios, buscando aquel mordisco de forma desesperada. Era tu sire, si, pero tambien era tu amiga, tu compañera, tu madre, tu hija, tu amante. Era todo lo que pudieras desear, todo lo que pudieras querer, todo lo que pudieras necesitar. Algo que, desde luego, se encargo de dejarte muy claro.

-Lo quiero todo de ti, Renè. C´est tout que je veux.- repitio en francés, en un susurro, observandote cargada del deseo acumulado durante todo aquel tiempo.- Me debes setenta y tres mil noches. Y pienso cobrármelas una  a una. - añadio, mientras su cuerpo se elevaba buscando el tuyo, mientras sus labios se entreabrian dejando que vieras aquellos colmillos en un claro gesto destinado a provocarte, a despertar tu deseo.

-Hay mucho por hacer. Hay mucho por planear. Pero esta noche... Esta noche el mundo puede esperar. - añadio, al tiempo que te dedicaba una mirada maliciosa y lasciva. Si, pocos verian aquella relacion como algo bueno. Muchos menos serian quienes la aprobarian. Y menos aun los que la considerarian moralmente correcta. La conjuncion de hechos era demasiado compleja como para que pudiera pasar desapercibida: ya no es que fuerais sire y chiquillo. Era el hecho de que llevarais siglos siendo amantes, no solo en el sentido estrictamente vampirico de la afirmacion, sino tambien desde un punto de vista carnal. No eran demasiados los vampiros que seguian rindiendose al placer carnal, si no era con intencion de hacerse con un buen bocado, o por un fin mayor. Sin embargo, en vuestro caso, habiais aprendido a tener lo mejor de los dos mundos, a combinar el deseo y el placer mortal con aquel extasis sobrenatural que provocaba el beso en los vastagos. Y eso habia hecho que hubierais encontrados nuevas y exquisitas formas de placer que nadie mas conocia. Formas que, desde luego, Sophie estaba dispuesta a saborear aquella noche.

-Vamos, amor mio. Recuerdame por qué llevo doscientos años muriendome por estar entre tus brazos... - fue su ultimo susurro, antes de que sus manos hicieran el amago de ir en busca de tu cuerpo, con intencion de deshacerse de todo lo que le sobraba.

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02/08/2015, 20:32
René LeBlanc
Sólo para el director

Habia cosas que, algunos vampiros podían ver como una autentica aberración. Dos no-muertos, enamorados, dando rienda suelta a su pasión era una de ellas. Un acto de depravación dificil de situar, teniendo en cuenta lo que un hijo de Caín podía hacer por alimento. Una extraña combinación de intercambio de placer vampirico, con el más puro placer carnal y físico. Ninguno de los dos estaba dispuesto a abandonar lo que quería, ni ahora ni nunca.

Y jamás, ninguno de los dos encontraría un sustituto por mucho que lo buscara a través del espacio, y a través del tiempo.

- Te debo mucho más que setenta y tres mil noches. - Le murmuró al oido mientras acercaba sus labios al oido para susurrarle. Se quitó la camisa, dejando ver una blanca piel, pálida como la misma luna, para acto seguido recorrer su piel con las manos desnudas, difrutandod e aquel privilegio arrancado de mi ser durante tantísimos años, perdiendome en su mirada, sus labios y su deseo.

Según la acariciaba, y según utilizaba aquella sangre que había bebido de su muñeca, el cuerpo de René fue despertando, más humano, más cálido. Bien casi podría pasar por un humano normal, un humano mortal. Alguien vivo, como cuando se conocieron.

Aunque aquella ilusión desapareció rapidamente cuando René arqueó la espalda, y en un arrebato no solo de pasión, también de necesidad, lanzó una dentellada contra el cuello de Sophie, hundiendo los colmillos en el precioso e inmaculado cuello de la mujer, comenzando a beber lenta y placenteramente. Mucho mas despacio de lo que podía, mucho más despacio de lo que su propio cuerpo le pedia.

Por placer.

Y mientras disfrutaba de aquel placer, de aquel éxtasis infinito, sus manos le pedían retirarle aquella ropa, aquel vestido que cubría su piel. No solo la deseaba, la ansiaba y se h acía patente en sus movimientos, en su rapidez.