Partida Rol por web

-Uhhh...- la chica se acerca con un brillo de curiosidad en sus grandes ojos verdes -yo... juraría...- los recuerdos se agolpan en su mente recordando esos sueños tan extraños en los que veía un unicornio -¿lo has hecho tú?- se mueve para ver el muñequito desde todas las perspectivas posibles -es muy bonito- esboza una amable sonrisa. 

-Celestia...- se queda mirándola pero sin verla realmente pensando en las indicaciones que le habían dado sobre la distribución de los lugares en Idhún -¡claro! Nunca está de más ir con compañía...- a pesar de que todavía no se sentía del todo a gusto, y sin saber muy bien por qué, notaba cierta simpatía hacia la muchacha -¡después de todo mi idea siempre ha sido la de viajar y ver sitios! Además, mejor que quedarnos por el desierto... prefiero Celestia mil veces más- carraspea un poco, se había dejado llevar por el entusiasmo -quiero decir... que no estaría mal- alza la mirada hacia el cielo para ver el tiempo que podría quedarles de viaje de comenzar ese mismo día. 

Diría que si no tuviera la sangre mezclada, mi lado yan me habría llevado a sentarme junto al fuego y contemplar el baile de las llamas, por suerte la parte humana tiraba un poco más a socializarme, aunque sólo fuera por no beber solo y poder encontrar alguien que me enseñe un poco la ciudad.

-¿Hay lugar para que un viajero cansado y sediento se refresque el gaznate? -digo señalando una de las sillas vacías. Espero prudente alguna señal afirmativa y tomo asiento-. Extraña ciudad, aunque para nosotros todo lo que no sean algunas tiendas y animales de tiro se sale de lo habitual -esbozo una sonrisa bajo el turbante que difícilmente pueden ver, aunque sí podrían notar el entrecerrar de los ojos acompañando el gesto-.

Ayla se llenó la boca con aquel delicioso guiso que le habían puesto delante. No sabía exactamente qué es lo que estaba comiendo, pero cuando el hambre apretaba todo era bueno y sabroso y no tenía boca suficiente para llenarsela y másticar, como si de repente, la celeste, le fuera a quitar el plato. Entre bocado y bocado, no perdia de vista al resto de individuos que estaban en aquel lugar, observaba sus movientos, escuchaba con atención sus lenguajes extraños, sus ropajes coloreados, sus gestos extravagantes y, sobre todo, seguía los movimientos de los celestes. Por eso no se le pasó desapercibida la llegada de un nuevo celeste, con ropas de sacerdote y, justo después, un yan. Dejó de masticar un instante, mirando al recién llegado fijamente, pero escondida tras su cuenco lleno de estofado. Un yan solo. Igual que ella. ¿O vendría a reunirse con los otros que estaban en aquella mesa alejada? Cogió la jarra llena de líquido y se la bebió del tirón sin perder de vista a su congénere, curiosa, intentando averiguar si estaba o no solo.

El guiso caliente tras tanto tiempo comiendo de lo que cazaba hizo que Jon sintiera como se recuperaban sus fuerzas. Apenas sí levantó la vista para ver quien entraba, eso no era de su incumbencia. Pero este guiso... que bien le estaba sentando.

Un pequeño atragantamiento hizo que bebiera un buen trago de la cerveza que tenía delante. Luego empezó a comer más tranquilo, ya recuperado, y para evitar atragantarse nuevamente.

Por fin, mira a su alrededor, antes de acabar el plato, pero ya cuando no quedaba mucho. Entonces se da cuenta del celeste con ropajes de sacerdote y se quedó mirándole, mientras acababa su comida y bebida, con gesto curioso. No es habitual ver a un sacerdote en una taberna... o si? no lo sé, quizá los celestes tengan otros pensamientos en ese sentido.

-Contamos con la ayuda de las diosas, así que el viaje transcurrió sin incidentes- dijo mentalmente la varu en la mente de la bibliotecaria, algo temerosa de lo que la celeste hubiera podido detectar en sus sentimientos, y procurando limpiarlos de toda clase de maldad. -Estoy buscando algún libro acerca de las leyendas más antiguas acerca de los Seis y la llegada del unicornio como regalo de los Dioses.- Siempre le había sorprendido el hecho de que la magia no hubiera sido entregada a los sacerdotes como todos esperaban, ya que ellos eran los intermediarios entre el mundo y los seis. Y la futura aparición del unicornio le recordaba demasiado a ese momento. Además, era de las pocas leyendas que aunaban la magia y los dioses, sin contar, evidentemente, con todo lo relacionado con el Séptimo, sobre el que no se atrevía a preguntar rodeada de celestes.

Por favor, hermano, pase y no se quede en la puerta visteis cómo la celeste se acercaba al celeste que estaba en la puerta, indicándole con un amplio movimiento de brazo y con una gran sonrisa que era bienvenido.

Se acercó a la chica con rasgos yan que estaba en la barra y la susurró unas palabras. Tras recibir su contestación, se encaminó hacia la mesa donde el joven con turbante y el humano comían juntos.

Antes de llegar, los szishs de la esquina sisean con un poco de fuerza, levantando uno de sus brazos. Veis como la joven celeste asiente. Un momento, ahora estoy con vosotros dijo amablemente, aunque su voz delataba cansancio.

Sin desviarse de su camino, llegó y les preguntó a los dos nuevos parroquianos Espero que la cena sea de su gusto. ¿Se quedarán a dormir?

Tras invitar al celeste de la puerta a que entrara y se pusiera cómodo, la celeste se dirigió a ti y te susurró

¿Vas a querer dormir en la posada? Tendré que prepararte una habitación  y se quedó sonriendo, esperando tu respuesta.
 

El silfo entrecerró los ojos ante tu último comentario. No dejaba de observarte, intentando decidir si había sido ofensivo o, por el contrario, sólo era información.

Mmmm... Muy bien, señor del agua. Pero la Madre Tierra está presente, no lo olvide y, con esas últimas palabras, el silfo volvió a introducirse en ese pequeño bosque. Pero sentías cómo miles de ojos no dejaban de observarte.
 

Por supuesto contestó la bibliotecaria ante tus palabras telepáticas. Sígueme, por favor. Se giró y comenzó a caminar con pasos ligeros y silenciosos por un pasillo, torciendo a derecha e izquierda cuando se abría un nuevo camino.

Este pasillo está lleno de leyendas de los dioses, sacerdotisa. Unas más conocidas que otras, claro, pero el poder de los Seis está aquí narrado. Unos tienen más descripciones, otros son más místicos... Se ruborizó. Estaba claro que, si le daban la oportunidad, la celeste podría hablar y hablar sobre libros hasta el fin de la era.

Perdón, supongo que preferirá investigar por su cuenta. Hizo una pequeña inclinación y dio unos pasos hacia atrás para marcharse.

Si desea alguno de los libros de la parte alta, por favor, búsqueme, estaré encantada de alcanzárselos.

El ser azul sonrió ante la desconfianza del silfo. Sonrió porque el había sido educado para comportarse de la misma manera.

Pero no dijo nada más. Estuvo un rato más allí tirado, hasta que las decenas de ojos de los silfos, hadas, trolls y demás gente del bosque empezaban a molestarle. Se puso en pie, pero sin levantar de nuevo el hechizo protector se fue de allí sin decir una palabra.

Vagó por las calles cada vez más despobladas en busca de una fuente en la que pasar la noche. De vez en cuando oía fragmentos de conversaciones aquí y allí. Incluso "oía" las conversaciones telepáticas de otros Varu, estaba claro que el nivel de relajación de todas las gentes era tal, que hasta esas conversaciones telepáticas fluían como por el aire.

Geblu llegó a una fuente grande, donde aquellos dos Varu estaban hablando. Geblu no sabía si estos eran conscientes o no de que lo que "decían" era público, pero se quedó en aquella amplia y fresca fuente para seguir la conversación.

-Sí, el unicornio es un ser de energía pura.
-Eso he oído. Puede convertir en mago a cualquiera.
-Sí, pero soy muy tímidos. Es extraño que vaya a manifestarse con tanta gente.
-Eso me han contado. Puede que todo sea una trampa, tal vez alguien quiera acabar con todos los magos de Idhún...

Geblu dejó de escuchar en ese momento. Sus nervios se pusieron de punta y se perdió en sus pensamientos.

---Si, muchas gracias, hermano- digo entrando en la posada, la verdad es que me sorprendia verla tan llena y tan repleta de sentimientos que me habia desorientado un poco- Hemano, necesito una habitación para descansar y a ser posible un plato de comida y agua para limpiar mi garganta.

-No tengo claro si me quedaré a dormir, pero si comeré algo. Eso -señalo el plato vacío del humano- tiene buena pinta, bueno, tenía buena pinta, así que lo probaré. De beber, agua, cuanto más fresca mejor -asiento con la cabeza y junto las manos delante de mi cara, en señal de agradecimiento-.

Mientras la celeste abandonaba nuestra mesa, me quedo mirando al humano. Es descortés por mi parte mantenerme con la cara tapada, por no hablar de que me impide comer, así que introduzco el dedo anulas por debajo de la tela, a la altura de la nariz, y la voy bajando hasta que queda a la altura de mi labio inferior.

Ahora se puede ver más la tez rojiza, incluso un incipiente bigote que ya había dejado de ser una simple pelusa.

-Me llamo Khazlian -me presento cortésmente en la mesa-

Jon deja de prestar atención al recién llegado para prestar atención al yan que se ha sentado en su mesa. Una celeste, camarera, se acerca antes de que pueda responder al yan:

Yo sí me quedaré a dormir. Dudo poder encontrar algo más... de mi estilo en esta ciudad en estos momentos.

Luego vuelvo mi vista hacia Khazlian. Mi nombre es Asgeir. Respecto a vuestra pregunta, lo cierto es que yo tampoco estoy mucho más acostumbrado a las ciudades. En mis viajes he pasado por algunas, y he vivido un tiempo en algunas, pero no porque haya nacido en ninguna. Nosotros también somos nómadas, no tanto como los yan, pero más o menos. Una sonrisa de añoranza aparece en su rostro, quizá recordando pasajes de su infancia.

-Vaya -sonrío algo sorprendido por el comentario de Asgeir- sabía de la existencia de humanos nómadas, vemos algún grupo en el desierto, pero es extraño ver a un nómada solo -tras decir aquella frase caigo en la cuenta de que yo también soy un nómada y estoy solo-. ¿Qué te ha traído aquí? ¿El Unicornio como a todos o sólo de paso?

El simple hecho de saber que voy a comer hace que las tripas comiencen a agitarse, como celebrando que su oración ha sido escuchada y pronto tendrán comida. Intentando disimular un poco, coloco los codos en la mesa y entrelazo las manos, mientras me echo un poco hacia delante.

en realidad, el unicornio. eso es lo que nos ha atraido a todos. quizá a mi de un modo distinto, ya que no busco ni su magia ni su poder, sino su conocimiento. Pese a que parece hablar, el gesto de su cara le hace saber al yan que quizá no sea conveniente seguir por ese camino.

Respirando profundamente para tratar de contener sus sentimientos a buen recaudo, Meerelu siguió a la celeste a lo largo de la biblioteca, cuya magnitud le recordaba cada vez más a un laberinto. Escuchó las palabras de la bibliotecaria sin demasiado interés, hasta que llegaron a la sección que había requerido. Recorrió las vastas estanterías con su mirada acuosa, realmente emocionada por la perspectiva que se habría ante ella.

-Espera, no te vayas todavía- le dijo mentalmente a la mujer, de forma casi demasiado brusca, al haberse dado cuenta casi demasiado tarde de la utilidad que podía darle al interés de la chica por los libros -Estoy segura de que alguien como tú debe de tener grandes conocimientos sobre los volúmenes que aquí se contienen, y sobre la palabra escrita en general- añadió más suavemente, tratando de adularla. -En el Templo de las Tres Lunas yo solía frecuentar la biblioteca buscando comprender mejor los misterios de las Diosas y llegué a leer casi todo lo que allí estaba recogido. Verás, nunca me canso de nada que tenga que ver con los libros. Estoy buscando algo que todavía desconozca y supongo que alguien que conoce este lugar tan bien como tú sabrá recomendarme algo realmente especial.- terminó, esperando haber tocado la fibra sensible de la celeste lo suficiente como para hacerle hablar más de la cuenta, y con un poco de suerte, incluso ahorrarle la tarea de búsqueda y recibir directamente una ejemplar interesante de sus manos.

Ayla asintió a la celeste mientras hablaba lentamente para hacerse entender- Sí, si tiene algún lugar libre para mí. -Miró por encima del hombro de la celeste, sorprendida por el comentario de aquel tipo ¿Limpiar la garganta con agua? ¿No la usan para beber? Que diferentes a los yan…

Cuando la celeste se alejó de ella, Ayla siguió comiendo de su plato, pero esta vez miraba curiosa a la mesa en la que estaba sentado el humano y a la que ahora se había sentado el yan que acababa de llegar a aquel lugar. Cuando escuchó la palabra ‘Unicornio’ dejó de masticar para poder escuchar perfectamente lo que estaban hablando. Tal vez ellos sabían algo que ella no, tal vez ya sabían cuando iba a aparecer…

Rebañó rápidamente el plato y se terminó lo poco que le quedaba de bebida en su jarra, sin dejar de prestar atención a esa mesa que le parecía especialmente interesante.

Aunque al principio le costaba más que a la otra muchacha, Ceya hacía todo lo posible por llevarse bien con June, no se la veía con malas intenciones, pero aún así su instinto le hacía estar siempre alerta. 

Los días pasaron y se iba acostumbrando a su presencia y a tolerarla cada vez un poquito más, había perdido la cuenta de los días, pero en uno de aquellos amaneceres, cuando salía el segundo sol, apareció ante el horizonte las primeras sombras de la ciudad de Celestia. Al parecer tan cerca, pero aún les llevó toda una jornada en llegar. 

Aunque no había  hablado demasiado de su pasado ni de su vida, June sabía que Ceya era una joven llena de ilusión de explorar nuevos lugares y conocer nuevas culturas, y se podía apreciar conforme pasaban de un lugar a otro, cuando miraba cada planta, cada animal como si fuera la primera vez, con ese brillo de inocencia que tienen los niños pequeños en su mirada, aunque luego intentaba quitarle importancia haciéndose la dura o la fría. 

Finalmente llegaron a Celestia, Ceya se nota más cansada de lo normal -"creo que el tener en mente llegar una meta me ha dado fuerzas... ahora parece que esas fueras me han abandonado..."- bosteza mientras le ruge el estómago -¿podemos ir a cazar algo antes de dormir?- nunca antes había estado en un lugar así, por lo que al traspasar las puertas de la ciudad no podía menos que mirar boquiabierta cada calle, cada tienda, las gentes del lugar, la estructura de las casas... -¿por qué... todo es tan raro?- "rara" no sería la palabra concreta, pero no sabía qué era lo que realmente sentía, ¿admiración, quizás?