Partida Rol por web

Anna se quedó sorprendida al ver la efectividad de Marek abatiendo a los dos bandidos que se habían alejado, y consideró que sería bueno registrarlos después para hacerse con sus armas y granadas, pero apremiaba hacerse con la ametralladora y acabar con la inmensa mayoría que aún estaban descansando dentro de las tiendas, tenían la ventaja y no debían desaprovecharla. Era lógico que si los dos que acababan de salir tardaban un poco más, los otros se percatarían y ya darían la voz de alarma a todo el campamento, y estando el tipo aquel del cigarro tan cerca de la ametralladora, estarían francamente jodidos si tomaban posiciones. Era ahora o nunca.

Anna le dió la señal a ratón, y aguardó a que saliese sigilosamente hacia la ametralladora, y aprovechando que dos de los tipos se habían alejado hacia las tiendas, y el otro estaba relajado encendiendose un cigarro, totalmente confiado,...Anna levantó su pneumática, apuntó y disparó abatiendo al tipo de una certera ráfaga silenciosa. Otro menos. Él tipo había quedado en la misma posición, aparentemente sentado, aunque el cigarro se le había caído al suelo. ¿Se habrían dado cuenta alguno de sus compañeros?

- Voy a recargar,... Gregory, es tú momento de lucirte. Hazte con la ametralladora y acribíllalos sin piedad. Te cubriré si oyen tus disparos y te vienen por la espalda...

Y tras susurrar aquello, se dispuso a observar bien la situación. Aún no se habían percatado de que los estaban asaltando y debían aprovechar aquello. ¿Habrían logrado Svet, Andrey y Jorji provocar una distracción quemando alguna tienda de campaña?

La pelirroja escuchó atenta el plan de su amiga, teniendo claro que era lo que mejor funcionaría si se dividían los enemigos. Svet aún no se había decidido a moverse con los demás, cuando enviaron a otros dos al túnel del que habían venido. En apenas un momento, Marek había descargado el cargador sobre ellos, de forma que ninguno más se dio cuenta. "El plan ha empezado." 

Haciendo un gesto a Andrey y a Jorji para que se movieran, Svet se movió medio agachada, atravesando la zona de oscuridad por la que habían caído los cuerpos, apagando las linternas de éstos y ocultándose tras las barreras de escombros y los recovecos que le permitía el túnel. Lo mejor sería atraer la atención en el lado contrario en el que estaban los demás y por el que Ratón podría tomar la ametralladora.

Al ver que los hombres habían cambiado posiciones, la pelirroja se mordió el labio, agobiada, pero no cesó en su misión. Entre la tensión y la cantidad de escombros que había por el suelo, Svet acabó tropezándose con ellos y cayó al suelo sonoramente tras una de las barricadas. La doctora apretó los labios y cerró los ojos un instante, sintiendo cada vez más que estaba siendo una carga en ese viaje, y se preparó para disparar a cualquiera que decidiese asomarse por la barricada. "Por favor, que piensen que sólo ha sido un bicho cualquiera..." 

"Gregori, es tu momento de lucirte"

Cuanta presión en tan pocas palabras! De palabra, el plan parecía estupendo, fantástico, de puta madre... Pero ahora que era el momento de hacerlo realidad, Gregori notó como le flaqueaban las fuerzas.

Su misión era clara: acercarse a la metralleta, no ser detectado y disparar como un loco a todo aquello que se moviera. Pero si era detectado? Sería el primero en acabar como un colador o con el cuerpo relleno de tornillos. Pero si algo había aprendido en el metro, y especialmente en aquellos últimos días con el grupo, era que la vida eran cuatro días y no dependía de cuanto vivieras, sino de como los vivías. Y era momento de vivir con intensidad, que diablos!

-Svet, cúbreme el culo, de acuerdo? 

Acto seguido, se dispuso a desplazarse hacia la torreta cuando una par de aquellos hombres, ordenados por otro salido de entre dos tiendas, se dispusieron a comprobar el retraso de sus compañeros. Ratón frenó en seco su movimiento pensando algo como "joder, por dos segundos y me pillan en medio camino!".

La pareja de bandidos siguieron las órdenes con mala gana, sin saber que acabarían fiambre gracias a unos acertados disparos de Marek. Y Gregori deseó que su compañero tuviera la misma buena puntería en caso de estar en un apuro en su camino hacia la ametralladora.

Con movimientos coordinados, silenciosos y desapercibidos, Gregori se desplazó como un fantasma entre los escombros del túnel, hasta llegar al lado mismo de la ametralladora. Lo había conseguido! Miró en dirección al grupo y les avisó de que estaba preparado para dejar "secos" a aquellos bandidos. Solo faltaba esperar que el resto de compañeros se situaran en la posición que habían acordado.

Tras acabar con los dos asesinos y recargar su bastarda, sacó su Lolife y pensó en disparar al tipo de la ametralladora, pero Anna en un momento certero hizo diana en él. En ese momento decidió ir a cazar a alguno de los otros que aún quedaban con vida, preparado para entrar caseta a caseta si fuese necesario y vaciar el cargador de su pistola, más versátil para esa tarea que la Bastarda.

Eliminada la posible amenaza trasera por Marek, era de hora de ponerse manos a la obra antes de los bandidos se dieran cuenta de verdad de que algo sucedía se pusieran en alerta. Jorji, Andrey y Svetlana fueron por un lado, mientras que Gregori trataba de alacanzar en silencio la ametralladora, y Anna y Marek los cubrían con sus armas desde las sombras en caso de que surgiera algúna complicadión indeseada.

Yendo de sombra en sombra, Gregori se fue acercando cada vez más a la ametralladora. El tipo que estaba sentado al lado de esta suponía un obstáculo imposible para el Ratón... hasta que Anna lo derribó con varios tornillos que salieron disparados de su Helsing, sin emitir ruido alguno. Los poryectiles quedaron atravesando al hombre, que ni siquiera tuvo tiempo de notar nada, de lado a lado. El cuerpo se le inclinó hacia adelante y los brazos le cayeron muertos, pero se mantuvo así sentado. Gracias a aquello, Gregori pudo acabar de alcanzar la barricada de la ametralladora y situarse tras el arma, preparado para utilizarla si la cosa se les iba de las manos.

Como así parecía que iba a ser... El otro grupo de infiltradores no tuvo tanta suerte. Teniendo que ir con las linternas apagadas y moviéndose con cuidado, la tensión y el nerviosismo por verse descubiertos en cualquier momento jugó una mala pasada. Andrey era un soldado entrenado para controlar sus emociones, Jorji un stalker veterano que se había enfrentado a todo lo que podía echarle tanto el Metro como la superfície y sobrevivido para contarlo, pero Svetlana seguía siendo una solo una joven con un corazón demasiado grande para un mundo como aquél.

La médico pisó donde no debía y tropezó cayendo al suelo, con tan mala suerte que el ruido llamó la atención de uno de los hombres que seguían de guardia. El bandido acudió a comprobar de que se trataba, al girar tras una tienda los iluminó con la linterna, cegándolos durante un segundo, lo suficiente como para que diera la alarma... cuando de repente se oyó un débil silbido y la linterna cayó al suelo, seguida del hombre. Tenía tres agujeros de bala en el cuerpo y uno en la cabeza, y detrás de donde había estado en pien, estaba Marek, el cañón de su Lolife huemante tras ser disparada.

Colándose entre las sombras, había ido por otro camino y, por suerte, abatido al guardia antes de que levantara a todo el campamento. Desde allí podían ver que había al menos una veintena de tiendas, la gran mayoría con espacio suficiente para dos personas. Ahora tenían la ametralladora y seguían contando con el factor sorpresa... era hora de acabar con aquél nido de oportunistas.

El plan había salido francamente bien y ratón había logrado alcanzar la ametralladora sin problemas, a la vez que habian logrado deshacerse de un buen puñado de los vigilantes. Sólo cuando Svet cayó de bruces y el bandido cercano se percató de la presencia del pequeño grupo, temió que estuviesen en verdaderos problemas, pero la pronta intervención de Marek solucionó el percance, y Anna logró suspirar aliviada.

Los siguientes segundos fueron los más silenciosos en la vida de la pequeña Stalker. ¿Se habría percatado alguien más de la caída de Svet? Daba la sensación que no, por lo que Anna se acercó hasta el cadáver, hacerse con su arma y la munición, para de inmediato ir hasta la hoguera, tomar uno de los troncos que ardían, y pidiéndole a Gregory que la cubriese y se preparase para hacer uso de aquel arma pesada, prender varias de las telas de las tiendas cercanas para provocar un buen incendio. Sabía que había terminado el sigilo y que algunos bandidos empezarían a gritar y toser por el humo y las llamas, pero aquello ya no importaba, solo correr para encontrar una buena cobertura y empezar a disparar. Empezaba el espectáculo, un infierno se cerniría sobre los bandidos, y pronto sería una lluvia de balas a los desafortunados que lograsen ir saliendo de las tiendas de campaña con vida. 

Viendo el percal que se estaba montando, Gregori dejó de lado el sigilo y agarró la ametralladora con ambas manos, preparándola para disparar en cualquier momento. Caló la munición en la potente arma y la situó siguiendo cada uno de los movimientos de Anna. Aquel incendio provocaría una movida de las buenas y aparecerían bandidos de cada uno de los rincones. Gregori sabía que de él dependería su muchos de ellos caían reventados por los proyectiles de sus disparos.

Tras su estrepitosa caída, Svet sufrió un vuelco en el corazón al ver la linterna apuntándola, a la vez que su mano buscaba desesperadamente su bastarda, sin saber todavía si sería mejor disparar o esperar a que... "¿A qué?" Por suerte, las preocupaciones de la pelirroja se desvanecieron al escuchar los silbidos de bala y ver cómo el cadáver caía frente a ella. Al ver a Marek, la médico esbozó una sonrisa y le dio unas silenciosas gracias. 

Esperando que Gregori ya hubiese llegado a la ametralladora, Svet buscó un buen lugar en el que permanecer quieta y a cubierto. Preparó su bastarda para abatir a los que no llegase el fuego de la ametralladora o a los que decidiesen acercarse de más a Gregori, y esperó a que el resto de su grupo hiciera lo mismo. "De aquí ya no puedes caerte más, Svet." se dijo con media sonrisa, mientras esperaba a que empezasen a salir los primeros de las tiendas incendiadas. 

Marek se preparó para lo que estaba a punto de sucederse y solo esperó que los carroñeros no tuviesen inocentes consigo. Tomó la bastarda de nuevo y buscó una posición desde la que poder cubrir lo que la ametralladora y los demás no pudiesen, con cuidado de no exponerse a una mala ráfaga de ametralladora. Asintió a Svet para calmarla, sabía que estaba nerviosa por la cantidad de percances sufridos en tan corto plazo. Anna quizás había sido más impulsiva de lo que le habría gustado, pero Gregori había empezado a demostrar valor comparado con el hombre asustado al que conoció no mucho tiempo atrás. Esto le hizo preguntarse incluso en un momento así, ¿Qué quedaba del viejo monstruo que habitaba dentro de él?

Anna no perdió tiempo en agenciarse toda la munición posible, y luego salió disparada hacia la hoguera, con su propio plan en mente. Gregori no podía muy bien lo que ocurría entre las tiendas, pero mantenía aferrada el arma, listo para descargarla si hacía falta. Anna, Marek, Jorji y Andrey salieron de allí corriendo al ver que Anna empezaba a prender fuego a las tiendas, antes de echar a correr ella también.

Todo pasó de la más quieta calma, al caos más absoluto, en apenas unos instantes.

El fuego se propagó con rápidez por tres tiendas. Empezaron a oírse toses, y luego gritos de alarma cuando los bandidos empezaron a despertar del todo y a darse cuenta de lo que ocurría. Salieron en tropel de sus tiendas, uno de los que dormía en una de las que estaba ardiendo tenía parte del pantalón de llamas y salió a trompicones, arrastrándose por el suelo y dándose golpes para tratar de apagar las llamas.

Los hombres, alrededor de catorce, corrían de un lado a otro, tratando de sofocar el incendio. Era inevitable que alguno se encontrara con el cadáver que habían dejado allí tirado, asesinado a traición. Un nuevo grito de alarma adivirtió a los demás, demasiado distraidos y ocupados por el momento como para pensar en coger sus armas. Demasiado tarde, de todas maneras. Desde las posiciones que habían tomado, los aventureros podían elegir sus blancos a placer, y acabar con algunos antes de que tuvieran siquiera la oportunidad de devolver el fuego.

Escondida tras los escombros después de haber prendido fuego a varias tiendas, Anna pudo observar como algunos bandidos empezaban a  toser y trataban de salir apresuradamente de las tiendas para intentar apagar el incendio. Ante tal caos, prácticamente ninguno de los que habían salido llevaban las armas consigo y solo buscaban cubos, por lo que los pocos que vió que si llevaban consigo un arma colgando a la espalda, fueron sus primeros objetivos. En breves iban a darse cuenta de que no se trataba de un simple incendio, si no que estaban siendo rodeados y abatidos. ¿Qué deberían estar sintiendo en sus propias carnes en esos instantes en las que el humo empezaba a ahogarlos, las llamas quemaban a alguno, y empezarían a encontrarse con los cadáveres de sus propios compañeros? ¿Relacionarían aquello con lo que ellos habían hecho con toda la gente que buscaba ayuda y salir de la guerra, y que ellos habían asesinado sin compasión?

A Anna le dolía ver vidas humanas sesgadas, y cada uno de sus disparos le dolieron en el alma, pero no iba a permitir que esos salvajes repitiesen algo similar. 

Ahí hay uno que lleva el arma al cuello, tu el primero... Zap, Zap, ,Zap... Este otro se ha dado cuenta de que hay alguien en la ametralladora, no permitiré que de la alarma... Zap, Zap, Zap... Vale, carga el arma en silencio y a por más...

Einherja se había movido con sigilo para posicionarse cuidadosamente cuando el caos empezase. La escena del pozo de muerte le había despertado algo oscuro en su interior, algo que clamaba sangre y venganza por los que no podían vengarse, por los injustamente asesinados. Con paciencia y precisión, Marek efectuó varias ráfagas controladas destinadas a cazar a aquellos situados a los bordes con la intención de aglutinar a los enemigos dando a Ratón más objetivos para su ametralladora.

Su mente volvió a una batalla anterior, contra los rojos, otro campamento en una noche helada en un cruce amplio de un túnel ya olvidado por él y por la propaganda roja. Sus hombres esperaban apostados en su mayoría cubriendo dos de los cuatro salidas mientras el resto cubrían la tercera salida con una trampa explosiva antes de volver a la cuarta con Einherja. Ellos eran sus Einherjer, sus guerreros muertos y vueltos a la vida para servirle, y no conocían la piedad. Con paciencia, esperaron al momento en que las tropas estaban apenas descansadas, momento en el que incluso aunque despertasen sus reacciones serían más lentas, y entonces comenzó el exterminio. Los más lentos apenas pudieron incorporarse antes de morir, el resto fueron pastoreados a su muerte. Finalmente, los más diestros llegaron a la única salida posible, que acabó en una explosión despiadada y sonora que aniquiló con fuego, escombros y metralla a todos los rojos presentes. Esa noche se había cometido una atrocidad para evitar una masacre mayor, rojos y tropas del Reich se salvaron por igual en una cantidad significativa y Einherja abandonó el campo de batalla con sus hombres de la misma forma que llegó, sin ser vistos y rodeado de silencio.

En cuanto Anna prendió las tiendas, la doctora echó a correr con los demás, sin preocuparse esta vez por evitar hacer ruido. "Por lo menos Ratón habrá llegado a la ametralladora..." En cuanto consiguieron quedarse a una distancia prudencial del fuego y lo suficientemente cerca como para ver salir a los hombres de sus tiendas, Svet preparó su bastarda. 

Mientras apuntaba, un pequeño atisbo de duda llegó a su mente. El fuego podría ser suficiente para hacerles sufrir y tal vez no se mereciesen todo aquello... Pero al instante, la imagen del cementerio que habían dejado atrás llenó su mente con odio y, apretando los dientes, Svet descargó un par de ráfagas sobre los primeros que habían salido de las tiendas, sin darles oportunidad a responder y esperando que Gregori se encargase del resto.

Aquella escena comenzaba a ser un infierno, literalmente. El fuego prendía entre las tiendas con una facilidad pasmosa, y los bandidos comenzaban a aparecer a tropel como si de conejos asustados salieran de sus escondites buscando un lugar seguro frente al ataque de un feroz depredador. Y el depredador, eran ellos!

Gregori dudó un par de segundos. No era fácil lo que se disponía a hacer... Su vida en el metro, hasta aquel momento, se había basado en sobrevivir. Evidentemente había tenido que dar muerte a algún hombre, pero aferrado a aquella potente ametralladora, la sensación era muy diferente. 

Matar a alguien para salir adelante en aquel mundo loco, era el pan de cada día. "O tu o yo", era la premisa. Acabar con la vida de un hombre, para poder vivir un día más en aquel mundo majo tierra. Pero tener el "poder" de dar rienda suelta a una matanza, no era su estilo.

-No... no pued... 

Su palabras dudosas frenaron en seco al recordar la primera visión al entrar de nuevo en el metro, dejando atrás el exterior. Montañas de muertos, niños, ancianos, etc, apilados como si fueran porquería. Y aquellos hombres asustados eran los responsables. 

"O tu o yo" pensó de nuevo Ratón.

Agarró la ametralladora y comenzó a disparar sin un objetivo fijo, realizando un barrido de un lado a otro. Aquel calibre daría muerte inmediata a quién se topara en su camino. Si no era así, provocaría importantes heridas que poco podrían preocupar a Gregori.

Ahora sus palabras fueron claras y no se frenaron.

-Cabrones!

Los bandidos apenas pudieron reaccionar cuando la calculada trampa se cernió sobre ellos. Algunos, alertado, solo habían conseguido alcanzar sus rifles cuando los disparos les llegaron desde todos lados. Los silenciosos tornillos de Anna segaron la vida de dos hombres, que se desplomaron al suelo, al igual que otros cuatro, abatidos por las ráfagas de Marek y Svetlana. Entre Jorji y Andrey abatieron a otros tantos, antes de que finalmente los forajidos que quedaban pudieran responder al fuego.

Las llamas crecían y se extendían mientras devoraban el campamento, iluminando todo el túnel, mientras las balas volaban de un lado a otro. La respuesta de los bandidos era descoordinada y muchos disparaban en automático, compensando con potencia de fuego la falta de apuntado. Entonces Gregori accionó el gatillo de la ametralladora.

Un fuerte ruido salió de la misma a medida que el cañón giraba y escupía un torrente de proyectiles que arrasó con todo lo que tenía delante. Hombres, tiendas y cajas con material quedaron destrozados, sus restos volados por los aires a medida que las balas se los arrancaban a pedazos. La atronadora ráfaga tardó un rato en cesar, cuando Jorji llamó la atención de Gregori moviendo los brazos, y este dejó de disparar.

Nada quedaba en pie del campamento, tan solo un amasillo de telas en llamas y cadáveres llenos de agujeros. La tormenta de sonidos calló de repente, siendo sustituida solo por el crepitar de las llamas... y el lamento de un herido.

Jorji estaba arrodillado junto a Andrey, alzando su cabeza. El antiguo soldado estaba tumbado en el suelo, en medio de un charco de sangre, gimiendo de dolor. Se apretaba el centro del torso con las manos, pero la sangre se le escurría por los dedos. Svetlana corrió y se arrodilló junto a al compañero que tanto la había salvado para ver que podía hacer por él, pero el temor la invadió al ver a qué tenía que enfrentarse.

Era una herida fea, la bala se había roto en varios fragmentos que a su vez se habían clavado en varios huesos y órganos del muchacho. Hacía falta cirurgía. y aquello estaba fuera, si no de la habilidad de Svetlana como médico, sí del equipo que tenía encima en ese momento. La única oportunidad que tenían de salvar a Andrey, era llegar a la estación de la Hansa cuanto antes.*

Todo sucedió en cuestión de pocos segundos, los gritos de horror de los bandidos viéndose atacados por todos los frentes, las llamas alzándose peligrosas y extendiéndose por todo el campamento, y la atronadora lluvia de balas que propinó Gregory que agujereaba a todo cuanto estuviese en su camino. Anna estaba completamente asombrada de la capacidad de destrucción de aquella ametralladora, y supo de inmediato que no había dejado supervivientes, al igual que no dejó supervivientes anteriormente cuando los bandidos hubieron hecho fuego contra el grupo de refugiados de la línea roja. 

Tras unos segundos de incertidumbre una vez ratón dejó de disparar, Anna se atrevió a salir de su posición y avanzar con cautela para ver aquel destrozo. Los cadáveres se amontonaban por decenas, y algunas tiendas de campaña aún seguían en llamas, crepitando lentamente e iluminando tenuemente la estancia. Sólo había un verdadero problema tras la aparentemente exitosa misión, y es que Andrey yacía en el suelo con una gravísima herida en el torso, la cual no dejaba de sangrar.

- Joder, no puede ser cierto... Andrey, no... - sollozó la muchacha en cuanto vio la gravedad de la situación. La vida del soldado se esfumaba por momentos, y Anna miraba a Svet suplicante por si podía hacer algo para evitar aquel desenlace, al menos contener la hemorragia y evitar que se desangrara hasta llevarlo a un lugar donde pudiesen atenderle. Jorji, ¿Queda muy lejos la estación de la Hansa? Si no nos apresuramos, dudo mucho que Andrey lo consiga...

La joven no perdió el tiempo y rápidamente se puso a buscar por el maltrecho campamento un par de tablas y alguna tela para improvisar una camilla con la que desplazar a Andrey, a la vez que recuperaba tornillos por si sufrían algún ataque y se armaba hasta los dientes. Estaba llena de ira y rábia aunque no emitiese ninguna palabra. Aquello le estaba doliendo en el alma, malditos cerdos...

La médico se escondió tras haber disparado, cargando y ocultándose de las ráfagas desesperadas que soltaban los ladrones en su defensa. Fue mientras recargaba cuando escuchó el estruendo de una potencia de disparo mucho mayor a la que estaba acostumbrada. La ametralladora había entrado en acción. A pesar de que había esperado, deseado ese momento, fue mucho menos satisfactorio de lo que pensaba. Los gritos apenas se escuchaban entre los disparos, pero Svet los oía, los oía aunque se tapase los oídos, aunque cerrase los ojos. Eran vidas que se perdían y no deberían por muy horribles que fuesen sus crímenes. La médico se arrepintió de haber dado aquella idea, a la vez que se arrepentía de sentir pena o compasión por esos tipos.

Tardó un poco más en salir de su ensimismamiento, pero cuando lo hizo, olvidó todo lo que había pensado. Allí a su lado, Andrey se desangraba entre gemidos quejumbrosos, con una herida para nada bonita en su pecho. Rápidamente, Svet se arrodilló a su lado, alumbrando con la linterna e inspeccionando la herida. "Necesitaría... No, no puedo conseguirlo aquí. Si no tuviese cuidado podría infectarse la herida y moriría igual..." La doctora sintió cómo el mundo se derrumbaba a su alrededor, sin que pudiese hacer nada para salvar un pedazo de él. No había hecho más que causar problemas y no podía hacer nada por la persona que más la había sacado de ellos. 

- Andrey... - le llamó, nerviosa, poniendo la mano sobre su mejilla - Andrey, tienes que mantenerte despierto, ¿vale? Eres un hombre fuerte, tienes que seguir aquí con nosotros y aguantar hasta que lleguemos a la Hansa, ¿de acuerdo?

Tras asegurarse de que el soldado seguía despierto, Svet buscó algún trozo de tela limpio entre sus pertenencias, como si tenía que arrancarse parte de la ropa para conseguirlo, y taponó la herida sin presionar demasiado, no queriendo empujar más adentro los trozos de la bala. En cuanto terminó, ignorando los quejidos de su paciente, y notando alguna lágrima queriendo salir de sus ojos, levantó la mirada hacia Jorji. Sabía que debía mantener la mente fría, pero Andrey había acabado significando mucho para ella.

- Necesito ayuda para cargarlo. Jorji, dinos la dirección cuanto antes, por favor.

Al principio, Gregori se sintió como un auténtico dios con aquella poderosa y mortífera ametralladora bajo su tutela. Disparaba a un lado y a otro, agujereando cuerpos, cercenando extremidades, dando muerte por doquier. Se sintió poderoso, imbatible, vengativo... Pero os pocos segundos, comprobando que ya nadie de los enemigos quedaba en pie, la sensación fue otra. Era como si aquella euforia se tornara preocupación. Se había transformado por unos instantes en el ángel de la muerte, dejando sin vida a toda criatura viviente que que cruzara en su ángulo de tiro. En unos segundos había matado a más gente que en toda su vida. Y aunque fueran unos auténticos malnacidos, la sensación le provocó ciertas nauseas. 

Si bien al inicio había recordado la imagen de los cuerpos sin vida de los hombres, mujeres y niños de la entrada del metro, ahora estaba convencido que la desolación del campamento de bandidos le acompañaría durante sus pesadillas.

Solo el grito de preocupación de Anna y Svet, lo arrancó de su inquietante sensación. Andrey había sido alcanzado por uno de los disparos de los bandidos y parecía estar en estado crítico. Al observar como Svet iniciaba la búsqueda para improvisar algún tipo de estructura para transportarlo, tipo camilla o por el estilo, Gregori se dispuso a echar una mano y ayudarla en la trastear por el campamento buscando algo útil.

Pero no dejó escapar cualquier oportunidad para equiparse con armas, munición o todo aquello que les fuera de ayuda en el futuro. Andrey había caído y estaba grave, pero también era importante la vida de todo el grupo. Y en aquel lugar, algo de provecho podrían obtener.

El tiempo pareció detenerse durante unos segundos en cuanto los aventureros se dieron cuenta del estado de Andrey, y de repente volvió a circular al doble de velocidad. Todos corrieron hacia el herido, agolpándose a su alrededor, pero salvo detener mínimamente la hemorragia, no había nada que Svetlana pudiera conseguir con lo que ahora tenía.

Gregori y Anna rebuscaron rápidamente entre los restos del campamento, tratando de encontrar algo que les sirviera para transportar a Andrey de manera todo lo segura que fuera posible. Las llamas, extendidas y voraces, dificultaban la tarea, y además de cuando en cuando se producían explosiones cuando el calor provocaba la detonación de las balas que había por el suelo.

Al final lo consiguieron, y regresaron con los demás. Marek y Jorji movieron el cuerpo y lo aseguraron a la improvisada camilla. Entre dos lo transportaron, mientras Jorji daba indicaciones de por donde ir, y Svetlana se mantenía a su lado por si surgía alguna complicación y para darle ánimos.

El único camino era todo recto por el túnel que iba hacia el Norte. El recorrido estaba despejado, y pronto dejaron atrás la carnicería que habían provocado. No tardaron mucho en llegar a su destino, apremiados por los débiles quejidos del soldado herido, pero cuando lo hicieron comprobaron que recibir ayuda de la Hansa sería bastante más difícil de lo que creían.

La compuerta blindada de la estación estaba cerrada a cal y canto, pero una pequeña entrada de mantenimiento estaba abierta. Abierta, y vigilada por un férreo control de guardias acorazados y armados hasta los dientes que rápidamente los encañonaron con sus rifles de asalto. Jorji rápidamente se adelantó para tranquilizar a los irascibles soldados de la Hansa, y estuvo un buen rato discutiendo con ellos mientras el grupo no podía hacer otra cosa que aguardar y pincharle una nueva dosis de morfina al herido para que no sientira dolor.

Al cabo de un rato, el stalker volvió con ellos, con bastante mala cara - Malas notisisas - dijo, sombrío - No dejan pasarr a nadie, culpa de guerra entre rrojos y Rreich, no dejan entrarr a nadie en Hansa, ni siquierra rrefugiados - explicó - He explicado situasión... solo dejarrán passarr a uno, a cambio de soborrno. Sincuenta balas de buena calidad. Yo poderr ponerr veintisinco... parra que se lleven a Andrrey. Rresto... habrrá que seguirr otrra ruta...

Tras la carnicería del campamento la prioridad era salvar el culo de Andrey, que se debatía entre la vida y la muerte. Hansa parecía encontrarse sellada como resultado de la confrontación entre el Reich y los Rojos, algo que le parecía que no iba a ser cosa de poca duración. Ver que los guardias podían ser sobornados le daba una idea de a qué estación dirigirse una vez acabada su aventura. Se dirigió a Jorji una vez preparado para partir:

- ¿Alguna idea de la ruta que seguir? No ha sonado muy positivo antes...