Partida Rol por web

Empujásteis ambos la mesa principal, colocándola sobre la puerta. Ésta pesaba lo suyo (la mesa), pero no había mucho recorrido hasta ponerla en la puerta, por lo que no taardásteis mucho en hacerlo. Registrásteis los cajones y no había gran cosa: algunas velas, tinta, pluma y hojas, sobres, correspondencia eclesiástica (seguramente con obispados de la zona), un sello de lacrar y diversos aperos de escritura y estudio pesonal (nada fuera de lo común). Sin embargo allí, no había armario*.

En cuestión de unos segundos el ruido exterior (que ya estaba tapiado con el gran escritorio) llegó hasta la puerta, y vuestra congoja casi se os sale por la boca: ¡¡era gente en el exterior aporreando la puerta!! Los tremendos golpes asustarían a cualquiera, y un ligero brillo se colaba por las aberturas de la puerta, como si tuvieran antorchas. Puños, patadas y manotazos azotaban la entrada, y tras unos segundos de calma, comenzaron unos golpes aún más fuertes: ¡¡alguien estaba empujando a hombro limpio las maderas de la puerta!!

SOIS NUESTRO, ¡¡MMMM!! -como relamiéndose los labios-. ¡¡SALID DE AHÍ, RATAS!! -decían desde fuera-.
 

Lo que escuchaste, y con una precisión meridiana, era el ruido de una gran masa de gente corriendo a la par, pero no entre aquellas habitaciones bajo tierra, sino en el piso de arriba, o lo que es lo mismo, en el interior del monasterio. Es más: cuando el ruido de pasos corriendo se detuvo, oíste golpes como en una puerta continuados, como aporreándola o intentando echarla abajo. Reiterio, no es en las zonas donde ahora teneís acceso (es arriba).

 - Si, claro, ahora mismo... - Susurré sarcástico, mientras cogía algunas de las velas, por si nos hacían falta para ver por donde íbamos, y me dirigí a la otra puerta, nuestra única salida. - ... Vamos, debemos irnos...

Desenvainé el arma y esperé a que Gabriel pasara por la única salida que teníamos, mientras miraba la otra puerta como hipnotizado. ¿Estaría soñando?Aquello parecía más un episodio de uno de los libros de caballería a los que era tan aficionado, que la propia realidad.

La madre que lo....

Bernardo se me escurre de los dedos y camina hacia lo maligno, sea lo que sea.

La mirada de Bernardo se dirigió hacia arriba, el gesto alarmado, y con una mano alzada contuvo su movimiento y el de su señor.

-Don Bertrán, algo ocurre en el monasterio. Allá arriba hay carreras apresuradas, ¿oís? Y golpes, como si quisieran echar una puerta abajo.

Se giró, abandonando la exploración, e instó con gestos a su señor a acompañarle.

-Vayamos a la escalera, y sabremos si es aquí donde quieren llegar...

Si se trataba de alguien que venía hacia allí, aquellos golpes descartaban que fuesen los moradores de aquella catacumba. ¿Quiénes, entonces, se movían con tanta urgencia? ¿Y hacia dónde y con qué fin?

Ante los tremendos golpes, la única salida que tomar era la puerta oculta tras el tapiz. Tras abrirla, vísteis que ésta daba a unas escaleras esculpidas en la propia roca y muy bien pulidas, las cuáles descendían a modo de caracol hasta perderse en la negrura inferior...

Tras bajarlas a toda prisa, vísteis que éstas os conducían, una vez abajo y varias vueltas sobre sí, a otra puerta. Tras abrirla estábais ahora en otra sala, en la cual no había nada, estaba sucia y completamente vacía. Ni siquiera había símbolos cristianos o muebles algunos. Todo aquello (el piso inferior) no parecía sino un entramado de habitaciones bajo el propio monasterio).

-¿Dónde demonios estamos? -dije al llegar a aquella especie de sótano-. Non paresce bodega nin catacumbas. Mas claro está que non podemos volver. Habremos de buscar una salida.

Me dirigí entonces a la puerta al norte y pegué mi oreja en ella para comprobar si se oía algo.

 Espero a ver si mi compañero escucha algo, tratando de no hacer ruido y vigilando por la retaguardia, por si acaso nos siguen...

Et antes de entrar donde mora el maligno (et no es que fuera así, sino que bien lo sentíais en vuestro interior), don Bernardo se percató de algo y rectificó, en queriendo volver tras sus pasos ¿Acaso sería decisión acertada? Sea como fuere, atravesásteis algunas celdas y habitaciones, hasta aquella en la que había un pentáculo dibujado en el suelo, aparte de otros símbolos extraños y el olor a quemado. Allí os encontrásteis con una grata sorpresa.

Cruzásteis hacia la siguiente sala (nº 13), y observásteis que era una sala bastante grande. La primera impresión, incluso antes que la percepción visual, fue un intenso olor a quemado en ese sitio, muy a chamusquina (como algo que prende y queda ahí su hedor). En la sala había diversos muebles (mesas, sillas e incluso algunas cruces y velas colgadas de las paredes). Del mismo modo, había gran cantidad de símbolos como pintados por las paredes, con diversas formas, que tanto se asemejaba a letras como a números, a caligrafías parecidas a las cristianas como a las árabes o incluso a las hebreas, ¿quién sabe? Pero la "obra maestra" de aquella habitación no era sino una gran estrella dibujada en el suelo, que formaba parte de un pentáculo... En cada punta de éste hay una velas apagadas, y justo en el centro la roca del suelo está ennegrecida, resquemada. Quizá el olor proceda de eso.

No obstante, no fue lo único que encontrásteis; hubo algo que, al menos, os alegró la vista.

Et fue entonces Cuando Golzalbo y Gabriel vieron dos figuras, que no fueron Bertrán y el Hermano Fernando, et ambos dos se percataron de igual forma de los primeros ¡Milagro! Pareciera que el encontrarse en aquel laberinto sería cosa cuanto menos imposible... ¡pero no!

-¡Loado sea el Altísimo, por fin os encontramos! -dije, contento de reunirme de nuevo con don Bertrán y el hermano Bernardo-. Muchas cosas habemos de contarvos. En el pueblo nos dixeron que vieron a los monjes en persecución de alguien. Volvimos al monasterio para contarvos nuestras averiguaciones et lo encontramos vacío. Extrañados por ello, os buscamos por todo el monasterio, et hubimos de entrar en la habitación del abad, pues andábamos preocupados et non dábamos con vos. Estando allí acudió una horda de... non sé muy bien de qué, mas non quisimos comproballo et atrancamos la puerta como pudimos. Descubrimos otra oculta tras un tapiz et baxamos, pues non teníamos más remedio. Et aquí vos encontramos agora, donde nunca pensaría que estaríades.

Miré alrededor, sin darme cuenta de que aún agarraba la espada, lo cual me daba algo de seguridad ante aquella situación angustiosa. No hacía falta ser muy avispado para saber que en aquella sala se había practicado brujería.

-Dios santo, aquestos monjes non son lo que parescen.

Después volví a mirar a los dos compañeros recién encontrados.

-Mas contadme si os place, ¿cómo terminasteis vos en aqueste sótano?

 Miré a Gonzalbo, para recordarle una cosa más que se le había olvidado mencionar, aunque era comprensible, dadas las circunstancias:

 - No os olvides mencionarles a la mujer desnuda, fue a causa de ella por la que se nos ocurrió mirar en la habitación del abad en primer lugar...

 Luego, mientras seguían hablando, observé el contenido de la habitación, sobrecogido.