Partida Rol por web

Feijud sale del agua sin perder de vista a la rana más cercana.

A pesar de estar moribunda, la rana gigante que había ensartado Harper logra replicar con un buen mordisco al pícaro. Sin embargo, las fuerzas comienzan a flaquearle y no es capaz de atenazarlo en sus fauces.

Harper, consigue devolver el golpe y asesta una buena estocada, con la esperanza de acabar con su enemigo. 

La nueva punzada acaba con la vida del sapo, que se queda flotando panza arriba.

La pantera estaba decidida a acabar con la rana gigante, pero cuando logró llegar hasta ella el humano que estaba peleando con ella la acabó de rematar.
Como no estaba segura de qué hacer se colocó en posición para volver a saltar por los trozos de madera y atacar a la otra si fuera menester.

Dolida por el dardo corrosivo del pinche de cocina, la rana gigante que queda se acerca a la orilla norte para tratar de apresar a Reginar con su poderosa lengua. Por fortuna para el convocador, en lugar de a él, el animal golpea la embarrada arena que éste pisa.

Malickud dispara un nuevo proyectil que golpea con un destello mágico sobre la rana.

La pedrada del gnomo es suficiente para acabar con el otro sapo gigante. Ahora sí, parece que por fin podréis cruzar tranquilos los postes que salvan el cenagal para proseguir por el sendero. De hecho, al cabo de unos segundos, os percatáis de que la vida y los sonidos regresan a la normalidad de la jungla.

Sigamos adelante. Como estais de mal? Yo he recibido varios golpes pero puedo continuar. 

Eso no son más que arañazos, Haper, dice Feijud.

Venga. Vamos. Que no me apetece estar en esta isla más tiempo del necesario.

Tras saltar los troncos que me faltaban, no sin antes echar una ojeada al agua con cada salto, llego por fin a la otra orilla, donde aprovecho para sacudirme un poco el agua que ha empapado mis ropas.

Una vez seco, me pongo de nuevo el peto antes de dar unos pasos hacia Harper. Dando un par de vueltas a su alrededor, intentando ver dónde está herido, niego con la cabeza Apenas tienes nada, amigo mío. Podemos dar gracias a que no haya pasado nada más grave. finalizo palmeándole la espalda antes de mirar el camino que nos espera.

A propósito, creo que deberíamos de mejorar un poco con las cosas que lanzamos ¿no creeís? somos lamentables, la verdad.

Dilo por ti. Yo no he lanzado ninguna daga para no perderla en esas arenas movedizas.

Malickud mira con asombro al clerigo:

¿Mejorar? pero si yo maté a aquel sapo con una bala de mi honda, ¿no lo viste?

Desenrolla la tira de cuero lastrada que lleva como honda y la hace girar en el aire con un zumbido particular:

El aguerrido gnomo, presto a salvar a sus amigos, se enfrentó al enorme bufónido armado tan solo con su honda. Sabía que su vida estaba en juego, pero no había miedo capaz de paralizar aquel brazo temible, hizo girar tan rápido la honda que esta se hizo impercetible al ojo, tan solo un silbido mortal, como el de las serpientes, anunciaba el desenlace  brutal del combate. Voló la bala más rápido que el granizo al caer e impactó entre los ojos de la bestia, matándola al instante. Pues nada hubiera podido resistir el proyectil de acero cargado de magia...

Espero unos segundos como si la narración le llegase a él mismo unos segundos después.

Si señor, esto podría pagar unas cuantas cervezas.

Dejando pasar el comentario de Feijud, que efectivamente no tiró ninguna daga, pero porque estaba más preocupado por pasar al otro lado que por acabar con los sapos, miro al gnomo

Así que tu vida estaba en juego ¿no? me hubiera gustado verte entre la lengua de ese sapo, quizás con tu cuerpecito no hubiera tenido tantos problemas para tragarte, pero creo que estaba más ocupado atacando a Reginar o a mí mientras tus piedras daban una de cada dos, que no me parece un porcentaje demasiado alto para tratarse de un brazo temible pero aún así, te agradezco la ayuda y, efectivamente tu última piedra fue la que acabó con el bichejo. digo sonriendo y asintiendo al gnomo.

Pero bueno, eso ya es agua pasado y debemos de proseguir. No olvidemos que dos de nuestros posibles aliados han desaparecido y es más que necesario que les encontremos, si no queremos ser pasto de los tiburones.

Edward eres como una esposa marujona, siempre tienes que refunfuñar y quedarte con la última palabra. Las buenas historias siempre se adornan, es lo que se llama licencia poética.

Zanjó sin más el gnomo. No pretendería que basase su historia en como la rana casi se atraganta con el culo gordo del clérigo, debía ser algo emocionante y épico.

A Nicholas le hizo gracia la versión del gnomo. No obstante se abstuvo de hacer ningún comentario. El propio Malickud sabía que a pesar de haber sido él quién acabó con la rana no podría haberlo hecho sin la ayuda de Edward o la suya propia.
Así que simplemente pasó hasta el otro lado y se reunió con Alcaudon.

Yo estoy bien. No llegó a lacanzarme, y a Al tampoco. Pero si esto es un indicativo de cómo es la isla vamos a tener serías dificultades.

Seguís avanzando por el sendero hasta que os rodea una insoportable peste, el fétido hedor de perfume barato mezclado con carne putrefacta. En medio de un pequeño claro veis un enorme árbol cubierto parcialmente por una especie de tienda de lona. Tanto el tronco como la carpa están decorados con espeluznantes rostros a los que se ha pegado trozos de carne podrida, ahora llena de insectos.

Vestidas con viejas faldas hechas jirones y escotados ropajes infectados de bichos, tres mujeres con muy mal aspecto (como por ejemplo un rostro pálido color muerte acompañado de dientes y uñas largos y afilados) salen a vuestro encuentro con aviesas intenciones.

Mierda, mierda, mierda. Pero ¿qué demonios?

Mi semblante se pone un tanto pálido al ver a aquellas criaturas mientras niego con la cabeza Tened mucho cuidado. Se trata de necrófagos, unos muertos vivientes cuyo toque puede provocar  la parálisis