Partida Rol por web

Quedaban cuatro de los hombres rata iniciales. 

Dos de los vuestros se habían dado a la fuga. 

Así que la cosa seguía igualada a cuatro contra cuatro.

¡Cuanto se ha degradado la humanidad que luchar contra estas bestezuelas era igualado! ¡Con razón merecemos que el Olvido nos lleve!

Las bestias echaron mano de sus ponzoñas, los tarros de del maloliente humo y la borboteante sustancia venenosa. Arrojaron estos contra Avaro y Críspulo quienes estuvieron rápidos para esquivar de un salto hacia el lado aquello que a bien seguro les hubiera quemado los ojos y desecho la cara.

Distraido por estos tuvo Zazael un momento de distracción. Contempló esa mentira que es la Esperanza y fue recomepnsado con al comunión del Dolor.  Las dos ratas restantes cosieron a puñaladas sus flancos. Cuanto debió complacer al Basílisco Bicéfalo el coro de gritos de dolor desgarrado y sobre todo ver apagarse la debil llama de la esperanza.

Todo aquello a lo que se nos ha condenado debe suceder. Recordad el Credo por aquellos como Zazael de los que pronto no se acordará nadie.

Algo más tranquila, Mirtle sacó su botiquín y se curó las heridas que tenía. Sentía como media vida se le había escapado y luchaba por no perder el resto. Phil estaba junto a ella y, la verdad sea dicha, llevaba varios meses con él y parecían actuar de forma similar. Además, no sobreviviría sola. Así que necesitaba hacerle un gesto bondadoso.

—Eh, Phil. Si necesitas curarte usa esta gasa y estas vendas.–dijo mientras extendía parte del botiquín que llevaba.

Con tanta mierda encima , no sé si está herido o es mugre lo que le recubre, pensó Mirtle mientras esperaba su respuesta.

Chasqueé la lengua. No nos quedaban muchas opciones, al menos nuestros nuevos compañeros eran mucho más valientes y si seguíamos dandole caña podríamos acabar con las malditas ratas. Al menos los otros dos que habían huído nos podíamos encargar de sus cuerpos después de esto. Lancé una flecha y mi perro intentó morder, pero fallamos, me quedé mirando a la mujer y al otro que nos acompañaba, y les hice un gesto de asentimiento de cabeza. Ojalá el Bacilisco Bicéfalo nos recompensara hoy.

Phil mostró sus dientes serranas en una dantesca mueca de sonrisa. Parecía a su vez sorprendido por el gesto amable de Mirtel. Hacia mucho que nadie tenía algo parecido hacia él. 

Extendió su mugrienta mano aceptando las vendas que se le ofrecían. Le habían herido, aunque no recordaba cuando. Así que se vendó como pudo, y miró a la mujer que tan astutamente había huido como él.

- Y ahora que hacemos? Aún se escuchan ruidos de combate... Quedará alguien con vida, o ya serán parte de las suculentas salchichas?

Escupiendo pelánganos sucios y sangre, me lancé a por el cuchillo que había caído con la mano. Estaba claro que esos chismes eran buenos viendo cómo habían trinchado a otro delante de mis cansados ojos.  Aquello era como la vez que en el ejército de Kenklausburg ¿o era Klauskenburg? se cayó una salchicha y nos pusimos a pelearnos por ella. 

Los dos veteranos recuperaron el aliento mientras se aplicaban los vendajes de Mirtle. Oyeron un grito desgarrado desde la sala que habían abandonado. En silencio miraron el pasillo que se perdía en la oscuridad. Jurarían que de la puerta de la izquierda, por debajo del quicio, salía una pulsante luz y un humo parecido al del incienso cuyo aroma parecía incongruente con la imagen de la gran picadora.

La maza se hundió con más facilidad de la que Erika habría esperado. Sus labios se contorsionaron hacía arriba, un gesto que podría ser interpretado como una sonrisa, pero en su rostro, costaba saberlo. Sobre todo porque cuando arrancó la maza de aquel craneo insignificante y parte del encefalo se coló en su boca, su gesto no cambió mucho. Si acaso abrió más los ojos mientras gritaba:

—¡MORÍOS DE UNA VEZ!

Y de otro rápido movimiento, golpeo a otra de las ratas. O lo intento. Los restos de aquella criatura también se le debían de haber metido en el ojo bueno...

Mirtle seguía escuchando gritos allá arriba y, entre ellos, algunos parecían de victoria.

—Vamos, Phil. Volvamos arriba. Quizás exista aún posibilidad de victoria.

Esas fueron sus palabras, pero realmente pensaba que, si de verdad iban a ganar, había que estar ahí para apuntarse el tanto y quedar bien ante los ojos de la Cruzada.

Se dio la vuelta y subió de nuevo, herradura en mano.

Phil bufó contrariado ante la idea de volver al matadero. Nunca mejor dicho. Pero la idea de vagar solo en aquel agujero plagado de hombres rata no le seducía en absoluto.

- Está bien. Masculló entre dientes. Y acto seguido desenvainó sus armas y siguió a Mirtel de vuelta al combate.

La rata que había esquivado el golpe de Erika le arrojó la ponzoña. La noble la esquivó por poco aunque en el proceso pisó al pobre escudero quien grito de dolor cuando las varias arrobas de peso de la mujerona le crujieron el pie.

Las otras tres ratas decidieron centrarse en Avaro, Una de ellas le saltó a la espalda mientras las otras dos se dedicaban a apuñalarle en las junturas de su armadura. Para cuando logró sacarse de encima a los tres atacantes el desertor sangraba por varios cortes en las junturas de su arruinada armadura. 

En ese momento Phil y Mirtle volvieron a aparecer por la escalera ¿habían encontrado su valor? ¿O algo más terrible les perseguía?

Sentí el dolor punzante de las heridas que habían pasado a través de mi armadura. Aún no era algo muy grave, pero dolía como mil demonios. Como si el dolor fuera lo único que me diera fuerzas, apunté a una de las ratas y disparé mi flecha con todas sus fuerzas, mientras Anciano también se encargaba de lanzarse a morder una de ellas. Si con esto conseguíamos hacer a las ratas huir, revisaría el cuerpo de mis compañeros que habían muerto junto a nosotros y les saquearía las pertenencias, buscando un arma distinta a mi arco y quizás, si tenía suerte, algo de plata en sus bolsillos, o vendas que me sanaran las heridas.

—¡Apartate!—es lo que le gritó al escudero cuando oyó su grito de queja. ¿Es que no había aprendido nada en los entrenamientos? ¿De verdad se había llevado al único escudero incapaz de entender que tras atacar, debía retirarse sin molestar? ¡La ponzoña podría haberle dado!

Intentó volver a golpear a la rata, pero esta parecía burlarse de ella esquivando sus ataques con tanta facilidad. El cuerpo de Erika se tensó. La euforia inicial tras el primer golpe estaba desapareciendo rápidamente, y la noble no estaba nada acostumbrada a lidiar con tantos niveles de frustración.

Parecía que aun apuñalado el tipo aquel no se venia abajo. Quizá hasta era buena idea tenerlo cerca después de todo. Y además los otros dos merluzos volvían con remordimientos de conciencia.

Envalentonado por aquello, sopesé un momento el chisme que acababa de coger, corrí a devolver unas cuantas puñaladas a la rata que peor pinta tuviera...y la puñetera se me escurrió.

Entiendo que Phil y yo no podemos actuar este turno, ¿Verdad?

Entiendo que Phil y yo no podemos actuar este turno, ¿Verdad?

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Podeis actuar en plan RP, decir o hacer algo que no tenga efectos mecánicos.  Como compensación no estareis en la ruleta de ostias.

Avaro disparó una flecha que fue directa al ojo de uno de los hombres rata. Mientras este chillaba lastimosamente el cruel perro de Avaro se le lanzó encima y le hizo trizas el estomago a mordiscos. Los gritos de horrible dolor de la criatura tenían una intranquilizadora cualidad casi humana. 

Al ver la situación las otras ratas supervivientes decidieron imitar el ejemplo de Mirtle y Phil y huyeron con rapidez perdiendose entre las sombras y lo que sospechais es una red de pequeños tuneles desde la que observaros y tramar un nuevo ataque. 

Ahora que podeis recuperar el aliento y, manteniendo las distancias con la horrible picadora embutidora, encontrais algunas cosas realmente interesantes. En un rincón hay un saco del tamaño de un hombre cuyo interior se remueve y del que salen ruidos ahogados, parece ser que in extremis habeis salvado a un pobre desgraciado de acabar hecho salchicha. En un montón junto al saco reposan una pequeña espada, una armadura pesada y un extraño cuerno.

Además curiosamente podeis ver que hay dos puertas, una en la pared opuesta a la escalera por donde entrasteis y otra en la pared a la derecha.  Ambas, cosa curiosa, parecen cerradas con gruesos candados. Así que seguramente ahi hay guardadas cosas de valor ¿por que no sacar el máximo de una mala situación?

Avaro caminó hasta el saco donde había una espada, y probandola, abrió el otro saco donde estaba el otro hombre. Lo miró y le dijo;

-Eh, venga, vamos, recoge esas cosas y algún arma de nuestros compañeros caídos, que ahí tienes dos para elegir. -

Tras lo cuál, volví a los cadáveres de mis dos compañeros caídos y rebuscando entre sus cosas, saqué todo los que nos podía ser útil, viendo si alguno de ellos dos tenía algo con lo cual curar las heridas que teníamos yo y mi perro. Una vez hecho todo eso, probaría con las ganzúas abrir ambos candados.

En andrajoso de Phil sonrió entre carcajadas al ver que los hombres ratas huían.

- Justo a tiempo, hemos regresado justo a tiempo.

Observó divertido como rescataban aquel nuevo infeliz, a punto para unirse a su desdichado grupo de avanzadilla.

- Bien bien. Sigamos. 

Se acercó a una de aquellas puertas cerradas con candados y girándose hacia sus compañeros preguntó.

- Alguien sabe abrir estas cosas?

Salgo rodando del saco y aferro mi espada corta con una mano y con la otra el cuerno. Rápidamente me doy cuenta que estoy salvado y lanzó una sonora risa.

-Eso, huid, ratas asquerosas, sabía que enviarían a alguien a por mí, pues no es de recibo que se pierda un oficial de mi categoría- miro alrededor- y bien, ¿Cuál es la situación?¿Quién está al mando?-pregunto mientras observo los gruesos candados, la recompensa que dejan atrás los muertos que son registrados para que sigan ayudando más allá de su deber.

Soplo el cuerno, para ver si funciona, pero sale un quejido lastimero. Así que me encojo de hombros y lo pongo a buen recaudo mientras me coloco la armadura pesada.

Avaro el bastardo hace honor a su nombre con un poco de saqueo de cadaveres. Rebuscando los cuerpos de Zazael y Fausto logra recuperar algo de grasa (¡alimenticia! ¡sabrosa!) así como una antorcha y un puñado de flechas y un arco.

Los cuerpos están tan cosidos apuñaladas que casi dan pena. Y que Avaro los removiese no ha ayudado.