Partida Rol por web

El sol está en lo más alto del cielo, han pasado algunas horas desde que llegaron al templo, al horizonte se puede apreciar el Faro de Drac, deciden retirarse del templo un poco humillados y cabizbajos, pero nada que no se pudiera pasar de página y qué más para hacerlo que dirigiéndose a la taberna a tomar una bebida fuerte.

Mientras caminan entre las calles de Freeport, el primero en percibir el sonido fue Brennan, sus oídos se agudizaron para escuchar el inconfundible sonido de unas ballestas al dispararse al tiempo que virotes vuelan por el aire; el resto del grupo de aventureros puede ver a un grupo de guerreros equipados con escudos amarillos que salen de un callejón cercano, con las espadas desenvainadas.

Por lo que parece, la ronda de bebidas va a tener que esperar.

Despachados ya del templo, el grupo de aventureros recorría las calles de Freeport con dirección a la taberna cuando, de pronto, se vieron asaltados por un grupo de guerreros que se hallaban equipados por unos peculiares escudos amarillos. Era demasiado casual que les estuvieran atacando apenas un día después de que hubiesen llegado a Freeport. No les había dado tiempo a hacer enemigos, al menos en el caso del nigromante.

-¿Les conocéis? -preguntó a sus compañeros, más a Elentirell y Hektor que al resto. Al fin y al cabo, no se había despegado de Frenni la tarde anterior, y Brennan le parecía demasiado serio y centrado para meterse en problemas-. No creo que la diplomacia nos vaya a servir de mucho aquí.

 El gnomo, cabizbajo y dolido por el rechazo de su música, se dirige junto al grupo a ahogar sus penas en alcohol. Que para Frenni era fácil, ya que lo que una buena jarra de cerveza le hacía a él era equivalente a lo que un barril le hacía a un humano. Sin embargo, no habría paz para el grupo, que ahora se encontraba asediado por unos misteriosos caballeros de escudos amarillos con espadas desvainadas. Dispuestos a cortar cabezas, seguramente.

- ¡Este día no deja de emperorar!

Salir de aquel templo ahora mismo es lo mejor que nos puede pasar, aunque esto conlleve a que tenga la sensación de que algo nos ocultan y no es nada bueno. Un tanto seria por ello, ya que me encantaría hacerles una visita nocturna al lugar y espiar lo que sea que hagan. A ese monje lo han dejado a la buena de dios y vaya a saber qué pasó en aquel lugar para que se hagan los tontos y no digan demasiado. 

Así que mientras estoy protestando por ello desde mi fuero interno, algo detiene mis pasos y al ver que se trata de un ataque, rápidamente me pongo a cubierto mientras intento saber de quienes se tratan. 

—No tengo idea, a mi no me mires. 

Es la única respuesta que le doy a Felsom mientras intento averiguar si son los orcos de ayer u otras personas. 

Caminaban en silencio, cada cual reflexionando sobre lo sucedido. Fue precisamente ese silencio el que hizo que los finos sentidos de Brennan se activaran de golpe al escuchar algo. El crujido de una cuerda siendo tensada. El chasquido del disparador, seguido del silbido de los virotes. Una emboscada.

Demasiado rápido. Demasiado evidente. Era poco probable que fuese una venganza de los piratas, y teniendo en cuenta que acababan de salir del gran templo, parecía bastante evidente cuál podría ser la motivación de los recién llegados

Tal vez habían molestado demasiado al monje, o tal vez es que sus preguntas se hubieran acercado demasiado a una verdad que no quería que se revelara. Incluso llegó a cuestionarse si realmente el líder del templo estaba realmente ocupado con los preparativos, o su suerte había sido otra muy diferente.

Pero todo eso eran pensamientos, y los pensamientos deberían esperar aún a un tiempo de paz, porque el silbido de los virotes y el brillo del acero desnudo anunciaban que la guerra acababa de llegar hasta ellos sin previo aviso.

Haciendo girar su báculo, Brennan se preparó para recibir la acometida de sus atacantes, pero Gealach fue aún más rápida, adelantándose para protegerlo mientras mostraba los dientes con un gruñido amenazador.

-No sé quienes sois, pero vais a arrepentiros de esto. -Gruñó entre dientes.

Al parecer su propuesta no fue acogida con el mayor de los entusiasmos. El hechicero se encogió de hombros y siguió caminando con la mirada puesta en el Faro de Drac. 

-Ey, ¿acaso no pudiera ser que tuvieran al hermano Lucius en...?

Nunca pudo formular su pregunta. 

-Por la plumas de Lore, ¡van a trincharnos como a un pavo!

Hektor se agachó instintivamente cuando escuchó el silbar de las saetas. Aquello pintaba mal. Algo le decía que esos tipos con los escudos amarillos no querían precisamente invitarlos a una ronda de jugo de centeno.

El grupo de mercenarios parece que han planificado muy bien su ataque, colocándose a lo largo de un extenso tramo de calle para tratar de arrinconarlos contra una de las edificaciones, tienen a un guerrero armado con una ballesta apostado en el tejado de la edificación, a otros tres guerreros que han salido de un callejón para cargar en su dirección, una mujer, que por su aspecto y ropajes parece ser una hechicera y otro arquero en retaguardia, para bloquear su posible huida.

No me siento muy acojonada ni mucho menos, pero esto de iniciar un combate de cara a la calle y con todo lo que implica, no me causa mucha gracia. Así que rápidamente desde el lugar donde estoy escondida—allí justo en la esquina más cercana— preparo el arco y decido apuntar a uno de los arqueros. Al menos reduciendo el ataque a distancia del enemigo, tendrán más movimiento los que vayan al cuerpo a cuerpo. 

La flecha impacta de lleno en el pecho del hombre armado con ballesta, quien con sus ojos abiertos como platos solo puede bajar su mirada hacia la flecha incrustada e ir cayendo de rodillas, para luego caer muerto; Elentirell sabía que había sido un disparo certero, su aguda vista no la dejaba en duda.

Uno de los guerreros que se aproxima por la calle adelanta el paso, la más cercana en su avance es la Loba de Brennan quien se apresura a cerrar su camino, lo que hace que éste abanique su hacha de batalla contra Gealach, -¡fuera de mi camino estúpido animal!-

Por suerte Gealach es una loba astuta y con la suficiente destreza para afrontar y esquivar el ataque, saltando hacia atrás aprovechando su movimiento para preparase y atacar.

Tras esquivar el ataque del mercenario del hacha, la loba parece estar a punto de saltar sobre el hombre, pero de pronto es Brennan el que interviene, soltando un par de palabras incomprensibles para los demás mientras señala a la maga que parece estar dispuesta a dar apoyo a los combatientes.

Al principio renuentemente, pero después cogiendo velocidad, Gealach se aleja del hombre que le ha atacado para lanzarse en una veloz carrera hacia la hechicera, una carrera que culmina con un salto hacia su brazo con las fauces abiertas.

La hechicera es tomada por sorpresa al ver que aquel animal corre y se lanza en su dirección, a solo unos centímetros de sus brazos y piernas las fauces de Gealach pasan, lamentablemente sin poder asestar ninguno de los ataques, la mujer se movió lo suficientemente rápido para poder esquivar, aunque ahora su mirada la lleva fija en el animal, que se posiciona frente suya mostrando de manera amenazante los colmillos.

Un poco más atrás, los otros dos guerreros se posicionan frente a Hektor y Felsom, cada uno cortando el paso, preparados para menear sus espadas contra los aventureros; el primero intenta acuchillar a Hektor, este se gira rápidamente quedando a un lado del sitio en el que fue dirigido el apuñalamiento, por su parte Felsom detiene el espadazo con su bastón, el nigromante puede notar como se astilla y saltan pequeños trozos de madera, por suerte el daño lo recibió su bastón y no su torso.

Los enemigos estaban aquí y allá, muy bien preparados, dispuestos para la emboscada, mientras que ellos estaban desorganizados, confusos y asustados. Aún así la reacción de la elfa y del druida había sido rápida. Ejemplar. Nada que ver con la de Hektor. 

El hechicero contaba con los dedos de las manos los enemigos. Dos veces se confundió y tuvo que volver a empezar de nuevo. Cuando creía que por fin había hecho un recuento completo, reparó en el tirador de la azotea. Maldición, ¡vuelta a empezar!

¡Seis! -exclamó por fin, un segundo antes de que la flecha saliese zumbando del arco de Elentirell. -¡No! Cinco, ¡cinco! -terminó diciendo cuando la flecha se clavó en el abdomen del mercenario de la ballesta. 

Tan enfrascado estaba en su enumeración que por poco no vio el cuchillo que intentó arrancarle el higadillo. De pronto, Hektor se vio rodeado y gimió de puro miedo. ¿De miedo? Quien sabe. Quizá fue un gemido de burla. O una simple forma de teatralizar su próximo truco. 

Lo malo de las ciudades portuarias -el hechicero se metió las manos en los bolsillos. -Es que están infestadas de... ¡ratas!

Sacó sus manos de golpe, levantando parte de su andrajosa capa de viaje. Del interior de su abrigo surgió una marabunta de negras ratas peludas que, bajando por sus piernas llegaron hasta el suelo y su abalanzaron sobre sus dos enemigos más cercanos, trepando también por sus cuerpos y envolviéndolos completamente*. 

Los gritos de horror de los mercenarios, de miedo y asco, dieron la oportunidad a Hektor de desenfundar su ballesta**. Las ratas eran inofensivas, pero estaba dispuesto a disparar una saeta al primer listo que se pasara de la raya.

Felsom maldijo su mala suerte. Se enfrentaban a un grupo numeroso de hombres armados y, para colmo, les superaban en número. Habían planificado bien la emboscada, ya que tenían a un ballestero y un arquero para cortar su retirada, por no mencionar que disponían de una hechicera y tres guerreros para protegerla.

-¿No dicen que la música amansa a las fieras? Ahora nos vendría bien una de tus canciones -le dijo a Frenni, pensando en si la música podría adormecer o hipnotizar a sus adversarios.

Elentirell había conseguido librarse del tipo de la ballesta, por lo que Felsom decidió enfocar sus esfuerzos en el guerrero que estaba enfrentándose a él y que acababa de dañar su bastón.

-¡Oh, ya sé a quién me comeré primero! ¡Esas manitas de cerdo deben saber de muerte! -exclamó, sonriendo con malicia, mientras lanzaba conjuraba uno de los hechizos ofensivos para lanzar tres proyectiles mágicos contra su adversario.

Mientras observaba cómo Gealach fallaba por milímetros su ataque a la hechicera, Brennan vio por el rabillo del ojo cómo tanto Felsom como Hektor exhibían su propia hechicería para frenar a los hombres que se les echaban encima. Una horda de ratas ilusorias surgió como una marea peluda de las ropas del vagabundo, mientras que unos letales dardos de luz salían de la punta de los dedos extendidos del nigromante para golpear a los mercenarios.

Magos. Los magos siempre eran la parte más problemática. Era por eso que había ordenado a la loba abatir a la hechicera, antes de que pudiera atacarlos de la misma forma en la que acababa de hacerlo Felsom. Pero no lo había conseguido, y ahora los ojos de la maga estaban clavados en los colmillos descubiertos de su compañera.

Así que no dudó. Tratando de aprovechar que la mujer parecía distraída con Gealach, él mismo echó a correr hacia ella, siguiendo el camino que instantes antes había recorrido ella, con la lanza en alto, descargándola en un golpe tan temerario como potente contra la maga.

Hektor realiza un gran truco ilusorio que hace que los combatientes más cercanos vean pequeñas ratas brotar y comenzar a dirigirse a su posición, el mercenario frente a Hektor se estremece dando dos pasos hacia atrás, pero por un momento se fija plenamente en los roedores, notando que solo se trata de una visión ilusoria; al contrario de su compañero que salta hacia atrás quedando en línea de fuego para Felsom; los dedos del nigromante se iluminan para luego desprender de estos tres proyectiles de energía lumínica, los cuales dos de ellos impactan uno tras otro en el vientre de su adversario, mientras que el ultimo da de lleno en la cabeza, matándolo de manera instantánea.

Antes que la hechicera pudiera notar la presencia de Brennan, su lanza ya estaba incrustada en su costado, a duras penas pudo girar su cabeza para mirarlo a los ojos y caer de rodillas, aún no había muerto, pero estaba gravemente herida.

 El pequeño gnomo, quizá el más abrumado de todos los aventureros, había tardado más en avisparse y ponerse en modo de batalla. Para cuando se despabiló y pudo hacer alguna acción, ya habían acabado con dos mercenarios y otro de ellos se encontraba agonizando en el suelo. En efecto, eran un grupo formidable. Frenni, que quizá solo estorbaría si se ponía en frente de sus compañeros, decidió que la mejor manera de meterse en aquel combate era nublando las mentes de sus enemigos con una hermosa, sencilla, y oscura canción de cuna.

 Con el flautín ya en la boca y manteniendo una posición segura detrás de Elentirell, el gnomo comienza a tocar una melodía suave y dulce, que se inyecta en las mentes de los mercenarios más cercanos y les produce un profundo sueño; dejándolos a la merced de las armas de sus compañeros. O quizá, y si la piedad del grupo era la suficiente, salvándoles la vida de seguir siendo masacrados. Puesto que no toda pelea debía terminar en exterminio del otro bando.

La melodía que emanaba del flautín del pequeño Frenni era simplemente maravillosa, sus notas volaron sobre el viento llevándolas a cada uno de los oídos de los allí presentes, a pesar de que Frenni estaba entusiasmado interpretando su instrumento musical, parecía que no estaba ejerciendo algún efecto en sus adversarios, o bueno, no a todos, ya que puede apreciar como uno de estos, quien se encontraba al lado de la hechicera cae profundamente dormido.

Por su parte, la hechicera no se vio afectada por la música de vuestro compañero, aunque si cae inconsciente debido a las heridas provocadas por Brennan; Frenni detiene la música por unos instantes al notar que tres de sus atacantes continúan de pie, como si no hubiese pasado absolutamente nada.

El combate se desarrolla de una forma un tanto desorganizada pero tiene su lógica para mí ya que fue muy de imprevisto y la cuestión es saber defenderse en un lugar que no conoces con tanta gente encima. No obstante mientras algunos compañeros comienzan a actuar con eficacia, otros me preocupan en demasía por la forma de enfrentar al enemigo (Hektor). 

Aún así, quiero sacar de en medio al del arco y con la mirada puesta en el objetivo, escucho de fondo cuál susurro dulce el bonito cantar del gnomo que tengo a mis espaldas. A mí me tranquiliza, aunque no me hace efecto. Lo bueno es que me permite una concentración más adecuada y cuando estoy lista, disparo al mercenario que está en pie a distancia.