Partida Rol por web

Finalmente, Enzo salió de la taberna acompañando a Hektor y Elentirell. Contra lo que esperaba, no se había producido ningún desastre, y el mendigo parecía haberlo engañado. Era muy posible que los dos hombres no hubieran llegado a conocerse realmente, lo que ayudaría a mantener la farsa. Tras unos largos minutos, el grupo se detuvo camino a los muelles.

-A estas alturas ya deberían haber podido hablar lo suficiente con él… -Dijo Brennan en voz baja a Felsom y Frenni. –Y no entiendo muy bien por qué han venido hacia los muelles… me preocupa que intente escapar en un barco o que el hechizo de Hektor termine.

Casi cerrando los ojos, trató de escuchar la conversación, pero la distancia lo hacía casi imposible. No por primera vez, sintió envidia del superior oído de su compañera.

-Creo que es el momento de actuar… -Añadió, pensativo, observando a su alrededor. –No hay mucha gente, es buen momento, antes de que oscurezca del todo. Gealach y yo lo rodearemos por el otro lado. Vosotros cubrid este. Cuando esté en posición… lo reduciremos.

Dicha su opinión, Brennan hizo un gesto a la loba, que se situó a su lado, bien lista para la caza. Con un último asentimiento de cabeza ambos, loba y hombre, se escabulleron entre algunos restos de redes para acercarse al lugar en el que se había detenido el trío al que seguían.

Camino junto a los hombres mientras pienso en algún plan alternativo para no terminar los dos peor que en el Puerto. Si bien somos el equipo que la lía, es increíble que el resto del grupo nos sigan mandando juntos. No obstante Enzo comienza a preguntar y yo desvío la mirada hacia Hektor, es quien tiene labia porque si esperan de mi algo, vamos mal. 

Además... ¿Dónde está el resto de la gente? 

Ya me veo que debo comenzar con los golpes y las amenazas, encima vestida así. 

 Frenni espiaba desde detrás de las piernas de Brennan, asomado como si de una pared se tratase. Pero de un momento a otro, su compañero decidió que lo mejor era irrumpir en la misión de Elentirell y Hektor; extrañado por lo mucho que estaban hablando con este hombre Enzo. El pequeño gnomo no compartía tal inquietud; de hecho, no veía como una buena idea el ataque tan acelerado contra aquel sujeto.

- ¿No estás siendo un poco imprudente, compañero? No veo mucha razón para interrumpir el intercambio que están teniendo Elen y Hektor con este sujeto. Además, si consiguen la información suficiente, atacarle no será necesario.

 Sin embargo, Brennan parecía estar decidido en la emboscada. Eso provocó que el gnomo frunciera el ceño en duda, puesto que él no estaba convencido.

Felsom entendía el motivo de la aparente imprudencia de Brennan. Al fin y al cabo, confiar en que todo le saldría bien a Hektor era ser demasiado confiado y, por lo que sabía, tanto el ilusionista como Elentirell habían dado problemas la tarde anterior con la tripulación de Scarbelly. Al igual que el gnomo, el nigromante consideraba que rodear a Enzo podía ser un movimiento imprudente, pero también se aseguraban que el hombrecillo no escapase. Y lo más importante para Felsom, llegaba la diversión.

-Estoy de acuerdo con el gnomo. Puede que ni siquiera sea necesario atacar -razonó el nigromante, asintiendo-. Pero también creo que no viene mal un poco de acción. Y al fin y al cabo, ese tipo nos envió a un grupo de mercenarios para que nos matasen... -expresó, con malicia-. No hay nada de malo en darle un buen susto.

Pocas veces un druida y un nigromante podían estar de acuerdo en algo, pero aquella era una de esas veces. Felsom vio que Brennan y su loba se dirigían al lugar en el que se había detenido el trío y decidió hacer lo mismo, dirigiéndose a cubrir la zona este para evitar la huida de Enzo.

Brennan estaba ya a punto de irse, cuando de pronto a su espalda escuchó las respuestas de Frenni y Felsom. Unas respuestas que lo sorprendieron sobremanera.

-¿Qué atacarle no será necesario? –Preguntó, y se giró para mirar al gnomo con extrañeza, antes de mirar al nigromante de igual forma. Parecía incapaz de entenderlos. –¿Darle un susto?

-Ese tipo ha intentado matarnos, y ni siquiera ha tenido el valor de hacerlo él mismo. Morirá por eso. Si no, volverá a intentarlo, o avisará a otros. –No había maldad alguna, ni siquiera resentimiento, en las palabras de Brennan, sólo la sencilla lógica de la naturaleza. El más fuerte sobreviviría, el débil moriría. Él no había comenzado esa rencilla, pero sin duda la terminaría. –No deberías preocuparte por él. Él te hubiera dejado tirado en un callejón. Y aún lo hará, si puede.

Con una última mirada, Brennan se alejó de ambos hacia Enzo.

A Felsom le sorprendió oír las palabras de Brennan. Nunca hubiera esperado eso de un druida. El nigromante se había intentado contener y no mencionar nada sobre sus deseos de matar a Enzo. Les había intentado matar y, bajo su punto de vista, merecía morir, aunque ahora le sorprendía advertir que no era el único miembro del grupo que lo pensaba,

-¡Oh! ¿Has oído eso, Frenni? -le dijo al gnomo, con emoción, pensando en que tal vez pronto tuviera un par de orejas de humano para la cena-. ¡Esto empieza a sonar como un grupo fuerte y unido!

El nigromante echó a andar en dirección a Enzo por el otro extremo, para abordarlo si intentaba huir en la dirección contraria a la que habían tomado Brennan y su loba.

Había llegado el momento de la verdad. El truco ya no podía dar más de sí y el engaño se vería revelado en cualquier momento. Ante esta inminente situación, Hektor pensó en que lo más adecuado sería terminarlo con la teatralidad que merecía. 

-Verá, señor Enzo. -la ilusión del hechicero perdió fuerza, hasta desaparecer completamente. Pero Hektor había ocultado hábilmente su rostro, bajando el mentón y volteándose ligeramente. Usted mandó a sus perros a comerse las gallinas. A tenderles una trampa mortal. Echó un vistazo alrededor. No había ni rastro del resto del equipo, pero Hektor estaba seguro de que por ahí andarían. Pero los pollos se comieron a los canes. Rittoro... -se giró finalmente hacia Enzo, mostrando su verdadero rostro y una sonrisa demoníaca que le cruzaba de mejilla a mejilla. ¡es historia!

¡BOOM! 

Dio una palmada, y unas chispas salieron de sus dedos, dejando tras de sí una voluta de humo que se elevaba a la luz de la Luna. 

-Me temo que sus hombres se han convertido en papilla para los peces y que tú, mi querido amigo, estás metido en un serio problema. Avanzó una mano hacia él, en señal de que no se moviese. Tengo ahora mismo a dos arqueros apostados en las sombras, preparados para disparar. Y mi bella dama aquí presente, -hizo un gesto hacia Elentirell- está preparada para saltar, cuchillo en mano. Ahora, puedes intentar revolverte, pero, amigo... no te lo aconsejo. 

Dicho esto rompió a reír. Quizá fue su maníaca carcajada lo que acabó por darle a la escena un tono todavía más lúgubre y endemoniado. Desde luego, si Enzo intentaba defenderse, sería para aplaudirle.

Elen y Hektor notan que sus compañeros empiezan a llegar, rodeando al hombrecillo, cerrando cualquier vía de escape que se le pudiera ocurrir; pueden notar como Enzo comienza a temblar, el terror en sus ojos es extremo, tanto que ven como sus pantalones se humedecen, el hombre se ha orinado encima.

-Por favor, no me maten, yo solo soy un mensajero- el hombrecillo levanta sus manos con sus dedos extendidos, implorando de rodillas, -el maestro me encomendó encontrar a alguien que los asesinara, era solo una tarea… una prueba para poder hacer parte de “La Hermandad”-, Enzo sigue de rodillas mirando hacia el suelo, esta vez arrastrándose hacia Elentirell tomando sus pies, aun suplicando.

-Si quieren los puedo llevar al cuartel secreto del culto, pero no me maten por favor-.

 Frenni se acerca a Elentirell y Hektor después de que lo hicieran Brennan y Felsom; resistiéndose a la idea de interrumpir la reunión pero entendiendo de que ya no tenía sentido esconderse. El hombre que había mandado a matarles, Enzo, se dio cuenta de que estaba rodeado de sus objetivos y de que los mercenarios habían fallado en su misión. Y se dispuso a rogar por su vida y a orinarse encima, en un espectáculo patético pero comprensible si estabas a punto de ser asesinado.

 El gnomo miraba la escena con incomodidad, previniendo cuál era el final de aquella escena. Especialmente porque sabía que había miembros del grupo que eran más severos y sanguinarios en sus métodos. Él, en cambio, tenía otra mirada. Y no se detuvo a si mismo de compartirla.

- No tiene nada de honorable acabar con la vida de este hombre... es solo una criatura triste y egoísta, pero eso no nos justifica tomar su vida. Entregarlo a las autoridades es mucho más preferible.

 A pesar de sentir desprecio por Enzo, era evidente que el gnomo estaba simpatizando con el hombre y buscando que no lo maten. Aún así, todavía quedaba una aclaración para hacer. Algo que revelaba que, si bien Frenni tenía ciertos principios que le hacían disentir con sus compañeros, también tenía prioridades que le unían a ellos.

- Sin embargo, es importante mantenernos juntos en este peligroso lugar. No quisiera que nos separemos por esta cuestión... ¿Les interesa votar? Creo que sería la única forma de que pueda aceptar acabar que se mate a Enzo.

Finalmente, el cerco se cerró en torno a Enzo. Desde tres direcciones diferentes, Brennan, Felsom y Frenni convergieron en el lugar donde se encontraba. Y el hombre, lejos de plantar cara, se derrumbó por completo frente a ellos, llegando a orinarse por el miedo.

La sangre de Brennan se inflamó, enfadado, al ver al cobarde así. No le había temblado la mano en organizar un asesinato, y ahora rogaba por su vida. Buscó la mirada de Elentirell con sus ojos, en una muda pregunta, cuando escuchó a Frenni protestar otra vez.

-¿Honorable? ¿Y por qué tendría que ser honorable? –Brennan seguía sin comprender a Frenni por mucho que lo intentara. En la naturaleza, la muerte era una parte intrínseca del ciclo de la vida, y no se la debía temer más de la cuenta. Era tan necesaria como triste, y negarla era negar una parte del equilibrio. Y el pequeño músico, en cambio, parecía rehuirla con horror. -¿Ha sido honorable matar a los mercenarios? Porque, desde luego, tenían menos culpa que él. A este hombre le importa menos nuestra vida que entrar a una hermandad.

-En cuanto a ti, Enzo… -Observó al hombre, agarrado a los pies de la elfa como si ella fuese a salvarlo. Pero tal vez debería haber agarrado los diminutos pies de Frenni en su lugar. –Quiero saber todo. Quién es el maestro. Qué es esa hermandad. Por qué querías entrar a ella y por qué ellos querían matarnos. Complácenos y quizás no te conviertas en la cena de mi compañera.

-Gealach…-Musitó a la loba, que lo miró atentamente antes de que él añadiera. -Ullmhaigh chun ionsaí.

Como si esas palabras la transformaran, su pelaje se erizó de pronto, y sus labios se retrajeron revelando la fila de afilados dientes de su poderosa mandíbula. Lentamente, caminó hasta Enzo, que seguía arrodillado a los pies de Elentirell, y se colocó justo al lado de su rostro, gruñendo sordamente, en una postura en la que podía acceder a su cuello con tan sólo un movimiento.

Las palabras de Frenni, sugiriendo una votación, casi le hicieron reír. Se preguntó si los mercenarios que los atacaron hacía unas horas habrían votado también si matarlos o no. Y se preguntó, no por vez primera, como alguien tan cándido había logrado seguir con vida.

-Una pregunta más, Enzo. –La voz de Brennan seguía siendo dura como la piedra cuando se dirigía al patético hombre que había orquestado su intento de asesinato, pero dedicó una mirada al gnomo haciéndole saber que le había escuchado. De hecho, sus siguientes palabras fueron su respuesta. -¿Qué habéis hecho con la chica que nos acompañaba ayer? ¿También ha sido otra prueba?

Felsom esperaba encontrar a un Enzo que opusiera resistencia o tratase de escapar al verles llegar y rodearle, pero en vez de ello divió a un hombre de corta estatura que no dejaba de temblar y que incluso se había meado encima. Ahora sí que iban a disfrutar.

-Bueno, bueno, bueno... Vas a llevarnos a ese cuartel secreto de tu culto -dijo el nigromante, acercándose a Enzo con una sonrisa en los labios y sosteniendo la daga-. Lo de matarte o no va a depender de lo colaborativo que seas con las preguntas que te digan mis compinches -señaló con un gesto de cabeza a Brennan y Elentirell, a quienes veía más capacitados para llevar a cabo un interrogatorio-. Si te niegas... tal vez empiece por separar a esos cerditos -dijo, con una sonrisa maliciosa, señalando con la daga a los dedos de Enzo.

Las palabras de Frenni provocaron que Felsom dejase escapar un ligero suspiro. El gnomo tenía demasiados principios, al menos comparado con el resto de miembros de aquel grupo.

-Podemos votar si lo cocinamos o nos lo comemos crudo -declaró, con una risotada que dejaba entrever que el lanzador de conjuros no estaba muy sano mentalmente. Aunque no dejaba de ser un modo de amilanar aún más a Enzo y dejar que les proporcionara toda la información que necesitaban-. Asadito creo que sabrá mejor...

Brennan tocaba un tema peliguado al preguntar sobre el paradero de Helena, la joven camarera y guerrera que desapareció sin dejar ni rastro.

-Puede que la haya matado, Frenni. A Helena -dijo Felsom, en un tono apenado bastante vívido. Apenado no por la posible muerte o secuestro de la mujer, sino porque hubiera querido probar alguna parte tierna del cuerpo de la muchacha si ella caía en combate-. Si lo ha hecho, este hombre merecerá que se le pague con la misma moneda...

Había que darle el rédito a Hektor esta vez porque su charlatanería le ha surtido efecto, a un punto que nos está salvando de algo peor aunque entre nosotros: ese hombre no me inspira miedo en absoluto. Así que mientras espero la llegada del resto del grupo lo miro con bastante reticencia cuando el hombre se acerca a mi con ese aire sumiso que sólo me incita a querer pisar su cabeza. No me agradan los ruegos, no cuando minutos atrás envías a matar personas y ahora como te ves rodeado eres lo mejor del pueblo. 

Aún así el planteo de Frenni logra que desvíe la mirada hacia él alzando una ceja, no entiendo demasiado al bardo en ciertas ocasiones y suspiro por ello. Pero Brennan está pensando como yo, así que asiento a sus gestos como si estuviera conversando en silencio con él mientras toma la palabra. Está claro que en esta situación prefiero sacar toda la información posible, pero estamos en un sitio público y seremos las mirada de todos aquí. 

Y por esa razón aprovechando que está en el suelo tras haberse meado, uso la pierna para apretar su cabeza contra el suelo mientras el vestido se abre a la altura del muslo mostrando más piel de lo que estoy acostumbrada. Pero la intención es amedrentar no seducir, lo cual mi actitud gana muchísimo en ello porque de normal soy hostil. 

—A ver, necesitamos respuestas. Muchas respuestas, así que no hay votación Frenni...—digo y sonrío ante las palabras de Frelsom y le pregunto—. ¿A qué sabe los traidores? ¿O los asesinos arrepentidos?

La pregunta tiene cierta picardía y más aprieto su cabeza contra el suelo mientras la loba se acerca para gruñir al lado. 

—Lo llevamos a un lugar menos... Vistoso y haremos lo apropiado. 

El hombrecillo apenas se retuerce mientras Elen pisa su cabeza como si de un tomate podrido se tratara, -les aseguro que no sé el nombre del gran jefe, no soy lo suficientemente importante como para saber algunas cosas, se los prometo- Enzo intenta calmarse y quedarse quieto, esperando que la Elfa liberara un poco su cabeza para poder continuar con su confesión, -lo que puedo decir es que es un hombre muy poderoso y ustedes lo han molestado lo suficiente como para querer que estuvieran muertos…- se queda en silencio por unos segundos al escuchar la pregunta sobre una chica. -¿Qué chica?, hasta donde tengo entendido la única chica en el grupo es su compañera-.

Con ambas manos juntas suplica que lo dejen guiarlo hasta el lugar en el que se reúnen los de la hermandad, -los puedo guiar hasta la casa, no hay perdida, se encuentra en el casco viejo de la ciudad y aunque quieran que pase desapercibida, es la única que tiene las ventanas taponadas con madera- el hombre aun tiembla, observándolos a los ojos, -nunca he bajado a la parte inferior, pero me han pedido en algunas ocasiones que lleve comida hasta allí, les aseguro que no es ninguna trampa, de todas maneras, ya estoy muerto, si no son ustedes serán ellos por haber fallado-. Justo al momento de terminar sus palabras Elen escucha el zumbar de una flecha que termina incrustándose en el cráneo de Enzo, pueden ver como sus ojos se retraen quedando en un color blanco surcado por unas cuantas venas mientras cae de espaldas, muerto.

Por su parte, Brennan alcanza a divisar una sombra que se oculta rápidamente.

 Frenni veía que la mayoría de sus compañeros no compartía su mirada; e incluso no podían entender por qué el gnomo tendría semejante postura luego de lo ocurrido. Solamente se remitió a escucharlos, viendo que por lo menos habían decidido posponer la ejecución hasta después de que aquel sujeto diera la información que conocía. Entre lo que Enzo decía, el gnomo se alegró al ver que no tenía conocimiento de Helena y que por lo tanto la muchacha no fue un objetivo de aquel sujeto que le encomendó la tarea a Enzo. Era un miedo menos, pero la alegría duro poco.

 Una flecha traicionera esquiva al grupo de aventureros y se asienta en la cabeza de Enzo, matándolo inmediatamente. La discusión sobre qué hacer con aquel hombre llegaba a su fin de la forma más desalmada posible. El gnomo se espanta, pero rápidamente pone su atención en la dirección de la cual había provenido la flecha. Sacando su flautín mágico, el bardo toca una rápida y fugaz melodía.

 Con aquellos segundos de interpretación, el bardo crea una barrera en la dirección de donde había provenido la flecha. Una pared trasparente de color verdoso que no era más que una ilusión traspasable. Pero claro: el agresor no lo sabía. Quizá con eso podría evitar que aquella misteriosa figura volviese a disparar.

Desde luego, parecía que la piedad de Frenni no estaba encontrando un gran eco dentro del grupo. Felsom propuso devorarlo, una idea que, viniendo del nigromante, podría no ser simplemente una bravata para amedrentarlo, y Brennan lo miró de reojo. No hacía ascos a la carne cruda, pues no siempre en las tierras salvajes hay oportunidad de hacer fuego, pero aún no había cruzado la línea de la carne humana. A pesar del pragmatismo del druida, había algo en esa idea que lo inquietaba a un nivel primitivo.

Elentirell también se unió a las amenazas, aunque sospechaba que sus palabras sí que trataban únicamente de terminar de atemorizar a Enzo. De algún modo, no era capaz de imaginarse a la elfa comiéndose un buen filete del hombre. Mientras hablaba, ella levantó su pie para pisar la cabeza del prisionero, permitiendo involuntariamente que la tela de su vestido se abriera y revelara una larga pierna estilizada y fuerte, con una piel nívea e inmaculada.

Brennar se obligó a mirar a Enzo. Al verlo así, completamente hundido y humillado, se preguntó cómo alguien con tan poco valor había accedido a organizar un asesinato a sangre fría, y qué promesas habría hecho esa hermandad para llevarlo tan lejos. Unas promesas que, estaba seguro, eran más que falsas, pues alguien como Enzo no podía ser otra cosa que carne de cañón, una marioneta prescindible.

Como si el mundo quisiese confirmar sus sospechas, de pronto una flecha surgió de la nada, pasando entre ellos con una mortal precisión para enterrarse en la cabeza del hombre, abatiéndolo al instante. Girándose por instinto, sus ojos llegaron a entrever a una sombra que se retiraba de la escena.

-¡Gealach, lean é! -Dijo Brennan casi en un grito señalando la dirección de la flecha, mientras él mismo se agachaba y arrancaba sin ningún tipo de sutileza la flecha de la cabeza de Enzo, empeorando aún más su estado en el proceso. Pero el hombrecillo ya no se quejaría más.

La música de Frenni se alzó de pronto, creando un muro ilusorio entre ellos y la sombra que había atisbado, privándole de la visión, y no pudo contener una maldición. Sin embargo, no dejó que eso lo detuviera. Había visto al asesino, y no pensaba dejarlo escapar sin tratar de darle caza.

A esas alturas, Gealach ya se había lanzado a la carrera, perdiéndose detrás de la pared ilusoria, y Brennan hizo lo propio, echando a correr con todas sus fuerzas con la flecha ensangrentada firmemente agarrada en su puño.

-¡He visto al arquero! -Anunció, mientras atravesaba la pared. -¡Se escapa!

Felsom escuchaba expectante cada palabra que pronunciaba Enzo, y sonrió con malicia al oír como el hombrecillo revelaba la ubicación de la casa de sus superiores. No obstante, cuando aún debían decidir qué hacer con el hombre, si liberarlo, matarlo o entregarlo a las autoridades, una flecha se incrustó en el cráneo de Enzo, una zona mortal por necesidad que impedía que pudieran hacer cualquier cosa por salvarlo, si bien el nigromante tampoco le hubiera ayudado si la flecha se le hubiera clavado en el hombro.

-¡Y ahora nos matan al tonto! -exclamó Felsom, molesto.

El nigromante sabía que nadie tenía mejores piernas que Brennan y Elentirell, más ágiles y en mejor forma física que los demás miembros del grupo, por lo que se agachó junto al cadáver de Enzo para intentar buscar entre sus ropas algo que pudiera ser de utilidad para ellos.

-A ver por dónde corto esta vez... -murmuró, fijándose en que el cuerpo de Enzo presentaba unas orejas promedio y una nariz más que aceptable. Aunque aún no cortó nada, primero quería asegurarse de que el cadáver tuviese algo de valor.

—Los lloriqueos nunca me gustaron. ¿Sabes?

Es lo único que alcanzo a decir cuando el sonido de una flecha cortando el aire se cuela en mis oídos y por acto reflejo rápidamente me agacho con tal de que no terminar asesinada por la espalda. Aunque descubro para mi desgracia que ese disparo no iba directo a mi sino a Enzo. Un gruñido surge por lo bajo mientras Frenni se pone a tocar algo, a veces me irrita esto de hacer música cuando estamos en medio de un lío. No obstante Brennan reacciona muy rápido, incluso no se me ha pasado desapercibido como le ha echado un ojo a mi pierna. 

No obstante lo importante ahora es seguir el rastro de aquel que ha disparado, a sabiendas de que algo muy turbio se esconde detrás de esta movida para asesinarnos y ese monje. Por esa razón emprendo la marcha detrás del elfo, no sin antes acomodar el maldito vestido para que quede más corto y así puedo correr con más comodidad. Ya estoy odiando a mis compañeros por esto y creo que en cuanto tengamos un descanso, se los hago tragar con alevosía. 

Dispuesta no dejar a Brennan solo, sigo sus pasos de cerca. 

Lo que contaba Enzo resultaba de lo más interesante. Una sociedad secreta, una guarida de culto, la figura de un maestro. ¡Todo aquello resultaba de lo más emocionante! Hektor se alegró de haberse enrolado en la Viuda Negra, precisamente eran aventuras como esta lo que buscaba. 

Sin embargo, una flecha puso fin a la diarrea verbal del desdichado Enzo, justo en el preciso instante para dejarlos con la miel en los labios, pero lo suficientemente tarde como para que algunas pistas importantes hubieran sido reveladas. 

-¡Oh, vaya por Dios! -exclamó el hechicero encogiéndose de hombros. Tampoco le dio mucha más importancia a que el chivato hubiera sido silenciado en el momento clave. Tampoco a que alguien les hubiera disparado desde las sombras y se esfumara entre los tejados de la ciudad. Simplemente se encogió de hombros y exhaló un sonoro resoplido cuando tanto Brennan como Elentirell salieron disparados tras los pasos del silencioso asesino. 

-Ahí van otra vez -añadió con voz cansada. Y así todo el día. Flechas, correr. Engaños, de vuelta a correr. Una melodía de Frenni, y nos falta el tiempo para salir pitando.