Partida Rol por web

- Más que un tic, diría que lo hace a propósito. Para fingir ser chino. - comentó Nicolás, empezando a comer y aceptando que el mozo del lugar le sirviera vino, el cual saboreó muy poco a poco. - No tengo ni idea de por qué finge, pero haríamos bien en mantenernos atentos a sus acciones. - dijo, alzando la mirada especialmente hacia la señora Zúñiga. - No creo que sea peligroso, pero es definitivamente extraño e incluso un poco sospechoso.

Dicho esto, Nicolás continuó comiendo y bebiendo con moderación.

- Le felicito también por la comida, Señora Zúñiga. - dijo el hombre. - Es excelente, igual que la decoración del lugar. - sonrió. - Ha hecho usted un gran trabajo convirtiendo la finca en un alojamiento turístico. No debió ser fácil.

—Ciertamente el alcohol produce efectos extraños en algunas personas.

Dijo refiriéndose evidentemente al que hacía esa imitación del chino.

—Agradezco su cumplido, señor. Para poder funcionar como hotel debimos realizar unas cuantas reformas, sobre todo en las habitaciones. Fue una carrera contrarreloj pues queríamos inaugurar antes del invierno. Ustedes son nuestros primeros huéspedes y espero sus críticas. Que este emprendimiento tenga éxito es fundamental para la supervivencia de la finca.

Al alcanzarle el plato a Rodríguez, el mozo deslizó un papel doblado en cuatro, y se alejó en silencio

Ese papel tenía escrito es siguiente mensaje, escribo en una manuscrita bastante torpe

Señor, necesito alluda, para salbar el lugar y los puestos de trabajo. Si uste puede alludarme lo espero despues de comer en el comedor.

-Pues... El señor Won sí que es un sujeto muy fuera de lo común...- Murmuré por lo bajo, cortando un trozo de carne antes de llevármelo a la boca, alzando ambas cejas con algo de asombro mientras comenzaba a masticar. Luego otro bocado fue a mi boca, y el mozo tuvo que llamar dos veces mi atención antes de notar que ya estaba allí a mi lado.

Alcé un dedo para decirle que esperara un segundo mientras tragaba el segundo trozo de carne, tomando la copa vacía antes de entregársela. -S-Si si, vino por favor.- Dije antes de acomodar un poco el asiento y mi postura, antes de tomar de vuelta la copa y colocarla a un lado del plato.

-Entonces he de suponer que deberían de ir llegando más huéspedes en estos días, ¿Correcto? Porque de otra forma... Perdón si soy rudo, pero no encuentro muy lógico el abrir recién el hotel si luego es difícil salir de él gracias a la nieve que se acumula en invierno. ¿O acaso eso no entorpece nada en la llegada de más huéspedes?- Pregunté con cierta curiosidad, inclinandome ligeramente hacia adelante luego de dejar los cubiertos a los lados del plato.

John mantuvo la sonrisa a la señora a pesar de que ella no le mirara, que acompañara su brindis ya era un pequeño y agradable paso por parte de la anfitriona, al menos reconocía su presencia, como la de los demás.

Comió y bebió de manera moderada mientras intercambiaba alguna que otra palabra con Clara, solo audible para los oídos de ambos, acompañado a veces de sonrisas tímidas y miradas esporádicas. Pero como el resto, estaba atento a los actos de todos los comensales, después de todo casi todos eran extraños y la conversación durante la cena siempre a sido una pauta para hablar y conocerse mejor.

Claro ejemplo la actuación del viejo borracho que se tiro encima la copa, al menos esta vez no le ensucio los zapatos. Tan pronto le vio marchar se levanto a por una nueva copa y volvió a su sitio donde todos parecían hablar de aquel extravagante hombre.

-No soy de las personas que le gustan hablar de otros y menos de los que no conozco. Pero ese hombre... Nada mas conocerlo tuve un encontronazo con él en el mismo tren. Y en esa ocasión tuvo a bien compartir su copa derramada conmigo... -Dijo sarcástico. -Me hecho la culpa, no se disculpo y ademas tuvo la desfachatez de fingir ser... bueno ya saben. Creo que es un hombre triste y aburrido que no sabe como llamar la atención. -Alzo su copa para beber. -¿Se dieron cuenta que confunde Japón con China? He, increíble. -Soltó una ligera carcajada mirando a Clara aun manteniendo la sonrisa por un segundo mas.

-No creo que llegue mas gente.-Se atrevió a contestar a su coterráneo. -Ademas de la nieve, como bien a dicho la Señora Zuñiga, seguramente seamos suficientes para la primera toma de contacto. Aunque he de mencionar sorprende la falta de invitadas.

Imitando el gesto de su no tan querido yerno la señora fue a servirse una copa ella misma y abrió la puerta de la cocina para llamar al cocinero.

—Quería presentarle al autor de estas delicias que hemos disfrutado desta noche. Carlos García, uno de los mejores cocineros del país. Gracias.

Y hecha la presentación se zampó toda la copa de un solo trago.

El cocinero, entre orgulloso y avergonzado, se queda allí saludando a los comensales que poco a poco se van retirando, algunos a sus habitaciones, otros a diversos lugares de esparcimiento.

Al pasar junto al cocinero éste te murmura

—Disculpe, me gustaría hablar para pedirle consejo. Lo espero afuera.

Disfruto de la cena y la conversación de todos los presentes.

Los manjares que nos ofrece nuestra anfitriona son de lo más suculentos, así como el vino, característico de la zona, con sus toques afrutados.

Cuando el cocinero aparece y nos saluda, no puedo más que alzar mi copa en señal de agradecimiento por la cena que nos ha ofrecido.

Una vez acabada la cena, me dispongo a retirarme a mi habitación

A pesar de la desconfianza de los demás, no me parecía que Vino fuera mal tío, ni que fingiera ser chino con maldad.
La señora era hasta graciosa. Y su amigo lo era incluso más; para no gustarle hablar de los demás… Nos contó su incidente con él en el tren de camino a la finca y no pude evitar soltar una carcajada.

Mientras escuchaba como el resto de hombres discutían sobre nuestro amigo, me puse a comer. Escuchándolos, divertido.

La verdad es que la cena me había sorprendido. Incluso la señora de la casa fué a buscar al cocinero para elogiarlo; le dediqué un aplauso bien merecido.
-¿Y por donde dice que se va a la sala de juegos, Sra. Zúñiga? -le pregunté, poniéndo mi mejor sonrisa, aunque casi era más mérito del vino que mío.

La señora le indicó a Begua que la sala de juegos estaba en el primer piso, subiendo las escaleras hacia la derecha, y hacia allí marchó el señor.

De verdad que la comida estaba muy buena, aquí si que había un nivel alto en calidad, casi y lamentaba que no hubieran más personas para deleitarse con estos platillos. Por el resto de la cena no participé mucho, solo siendo un "oyente activo" por así decirlo, escuchando la mayor parte y solo haciendo uno que otro comentario corto para mantenerme en la conversación pero sin tomar las riendas de la misma.

Con la llegada del cocinero al Comedor, levanté mi copa en alto y llevé mi mano libre al pecho, inclinando ligeramente la cabeza. Tal vez sería un acto un tanto exagerado, pero la verdad lo valía. Con el resto de comensales yendo a hacer sus cosas por mi parte iba a hacer lo mismo.

Doblé la servilleta que había en el regazo, la dejé en la mesa, bebí el último trago del vino que quedaba en la copa y me incliné ligeramente ante los presentes. -Fue verdaderamente un gusto haberlos conocidos a todos, en especial a tan encantadora dama como lo es nuestra anfitriona la señora Zúñiga, pero yo me despido. Tal vez y nos veamos más tarde, tal vez en la sala de juegos.- Sonreí con una cara calmada y cálida antes de acomodar un poco la ropa y así salir del comedor.

Cuando se quedó solo con Nicolás Rodríguez, el mozo comenzó a hablar mientras juntaba la vajilla usada.

—Gracias por quedarse. Estoy buscando alguien que pueda ayudarnos. La señora está sobrepasada por la situación y no quiere pedir ayuda. Pero yo. Imagínese que si este lugar cierra, ¿dónde podría encontrar un trabajo así? Por lo que le oí decir si no logra cobrar el seguro de vida deberá rematar la finca. Usted que es un señor instruido, dígame, ¿qué podría hacer yo para ayudar?

- Tranquilícese, buen hombre. - respondió Nicolás al mozo que recogía la vajilla. Se había quedado atrás para hablar con él, mientras el resto se marchaba a hacer sus quehaceres. - Sé que la posibilidad de perder su empleo no es una buena perspectiva, pero realmente no tiene motivo para preocuparse, ¿no es así? - dijo haciendo un gesto tranquilizador al hombre. - ¿O acaso cree que hay alguna razón por la que la señora podría no cobrar el seguro de vida?

—Yo mucho de esto no sé. Hablo por lo que escucho, y que los salarios a veces nos los pagan con retraso. El seguro todavía no lo cobraron. Y por lo que escuché mientras servían, si el seguro prueba que no fue un accidente y que el señor se suicidó entonces no pagarían. Y ahí sí que nos quedamos sin trabajo y cierran este lugar.

- Bueno... ahí tiene usted razón. - admitió Nicolás, asintiendo ante el mozo. - Así es como funcionan los seguros, para que paguen tienen que cumplirse las condiciones del contrato. - se cruzó de brazos. - Si quiere que paguen, lo que tendría que hacer, con la mayor discreción posible, - dijo, bajando el volumen de su voz. - es ocultar las evidencias de que el señor de la casa se suicidó, claro.

—Ocultar evidencias. Gracias. Deberé investigar y ocultar si encuentro algo. Muchas gracias.

Y recogiendo las últimas cosas se marchó hacia la cocina.

Cuando el mozo se estaba retirando. Escuchas ruidos y discusiones provenientes del hall.