Partida Rol por web

Al ingresar, intercambió miradas con el caballero que se cruzó con María Elena y le sonrió con cierto aire coqueto, aquello no duró más que unos segundos mientras se acomodó en uno de los sillones para conversar un rato y quizás así conocer un poco a los que estaban allí. 

—Caballeros. ¿Qué tal todo?

Ricardo vio cómo se marcha el extraño sommelier, sin poder evitar ponerse un tanto nervioso. Aquel hombre tenía cara de malo, como el payaso asesino de una película de terror que había visto hacía unos años. Le daba escalofríos.

-¡Nos vemos para la cena! -se despidió de Rodolfo, con una sonrisa jovial.

Después, el muchacho observó que había regresado una de las dos señoras y que además acababa de entrar el jardinero, un hombre de rasgos orientales que indicó que estaba nevando. Ricardo se quedó mirando por unos instantes a María Elena con la boca entreabierta y después la saludó con un gesto de mano y una sonrisa bobalicona. El joven era despistado por naturaleza, por lo que se asomó por una de las ventanas, cerciorándose de que en efecto estaba nevando.

Nieve en mayo...

-Es... por el cambio climático, señor... -le dijo al jardinero, explicándoselo como si Ricardo fuese un experto en la materia-. Los científicos descubrieron un agujero en la capa de ozono, los cascotes polares se derriten, el clima cambia poco a poco. Los veranos se vuelven más cálidos y los inviernos más fríos. ¿No ve usted los documentales de la tele?

—Pero... ¿No estamos cerca de las montañas y no debería ser normal? —preguntó la mujer sorprendida y saludó al muchachito con la mano—. ¿Qué tal querido? Parece que eres muy estudioso, cuéntame un poco más de lo que sabes. 

Al menos alguien con un poco de conversación más allá de las obviedades que dijo y esto de que no parecía muy lúcido, pero al menos le daba un color a la situación diferente porque esto ya parecía una residencia de abuelos. Es que la gente va y viene, nadie socializa y le apeteció una copa de vino, una buena charla como era de esperar. Cosas de mujer aburrida, supuso, aunque en realidad si iban a estar viéndose las caras... ¿Qué mejor conocerse un poco más en profundidad?

—El calentamiento global, sí. 

Ricardo vio cómo el jardinero se retiraba sin decir nada. Ante eso, el muchacho no pudo menos que encogerse de hombros. Una señora se había acercado a hablarle, lo que hizo que el joven se mostrase un tanto cohibido. No estaba acostumbrado a captar la atención de alguien.

-Yo... eh... Es que... Veo muchos documentales en la tele... -dijo Ricardo, queriendo salir del paso, sin saber qué decir-. Te-te-te-tengo buena memoria para los datos. Me llamo Ricardo. ¿Y usted? -le preguntó a la señora, educadamente-. ¿Qué le trae por aquí?

Rodolfo Peñareal sube las escaleras y casi al mismo tiempo Andrés Sagastisabal aparece por la puerta de la biblioteca

Andrés sigue caminando con aire despreocupado sin prestar atención a los que conversaban en los sillones y leyendo los carteles de las puertas.

Al llegar a una en particular golpeó.

—Pase— gritó una voz femenina del otro lado. Y Andrés pasó.

Le sonrió al muchacho. 

—Encantada, soy María Elena—dijo a modo de presentación—. Vacaciones, es estoy muy estresada y necesitaba un poco de relax, conocer gente. 

Se había acomodado cerca de aquel chico y tras ubicarse a su lado, continuó la conversación muy interesada en conocerlo. Es que al fin de cuentas, era él único que le había dirigido la palabra y se aprovecharía de ello para generar un poco de confianza mientras los demás van y vienen. 

—¿Y tú? ¿Por qué has venido?

Quería saber aquello, además aprovechó que el joven se lo había preguntado primero. 

Una joven vestida de negro bajó las escaleras y se dirigió a la puerta donde unos segundos antes había entrado Andrés.

—Má! Se cortó Internet.

Recién después de gritar eso reparó en ustedes.

—Hola— murmuró. Y se quedó mirando en silencio.

Andrés Sagastisabal salió rápidamente del cuarto donde había entrado, y al hacerlo por poco no topa con la joven vestida de negro que estaba allí.

—Má! Se cortó internet— había dicho la chica justo antes de que salieras.

-Primero de todo quería divertirme y des-des-desconectar -reconoció Ricardo, con un ligero tartamudeo, cuando María Elena le preguntó sobre el motivo por el que había acudido al hotel. Sin embargo, una sonrisa pícara se le dibujó en el rostro y bajó algo más su tono de voz-. Aunque también estoy investigando. Me gustan los misterios como los de Scooby-Doo, y dicen que al dueño del hotel lo asesinó su esposa. Dicen que ahora tiene un amante venezolano... -le soltó el chisme a la mujer, sabiendo que era algo que no todo el mundo sabría.

Fue entonces cuando el muchacho reparó en la presencia de la joven de cabello rubio y vestida de negro que había llegado al hall. Que estuviese vestida de negro le hizo preguntarse a Ricardo si no sería familiar del dueño fallecido. La saludó con un gesto de mano y un simple:

-Hola.

No obstante, la necesidad de averiguar más le podía, por lo que Ricardo se dispuso a añadir:

-¿Eres otra de los huéspedes? -inquirió, interesado.

Clara se sobresaltó al ver a Andrés.

—Disculpe, no quise interrumpir.

Luego se dio vuelta y se estaba por ir cuando oyó a Ricardo que le hablaba. Entonces fue hasta donde se encontraba y tendió la mano para saludarlos a él y a María Elena.

—Hola. Me llamo Clara, y vivo aquí. Yo soy la hija... Bueno, era la hija de Carlos. Cuesta acostumbrarse a que ya no esté aquí.

- No pasa nada, creo que ahora se ha quedado sin internet… será buen momento para que pases. -  Respondí rápido mientras continuaba hacia la recepción casi sin prestar atención.

”Yo pensé que ella no estaría ahora mismo aquí” -iba pensando mientras continuaba yendo a la recepción.

- Disculpe, ¿me podría decir el número de mi habitación? Soy Andrés.

El gesto de Ricardo cambió, tornándose un poco más serio y entristecido cuando escuchó que aquella joven explicaba que ella era Clara, la hija del fallecido propietario del hotel.

-Mis... mis-mas... Mis más sentidas condolencias, señorita... -le dijo el joven, en tono tartamudeante, estrechándole la mano a la chica con cierta indecisión.

Sonrió ante lo dicho entre susurros y le respondió. 

—Da cierto morbo, tiene razón... —comentó y negó con la cabeza—. ¿Está diciendo que todo esto se debió a un engaño? Vaya, que terrible. 

Hizo un gesto lleno de sorpresa, es que bueno a ella le gustaban los cotilleos y justo cuando estaba por preguntar algo más, apareció la hija del difunto. Se quedó pálida ante su presencia, pero la observó con incipiente curiosidad mientras ella habló un tanto apagada. 

—Querida, mi más sentido pésame—dijo al incorporarse y le ofreció sus condolencias—. ¿Qué puedo hacer por ti?

—Gracias. Gracias a ambos. Que hayan venido a pasear aquí ya es de mucha ayuda. Si este proyecto de hotelería funciona va a ser un gran alivio para mamá. Ella está muy agobiada para sacar esto adelante. Mucho no me cuenta, pero se le nota en la cara.

»Pero yo dándoles la lata cuando ustedes vinieron a distenderse. Ahora en un rato van a traer el té. Nuestro cocinero hace unas tartas increíbles.

Claudia bajó las escaleras del vestíbulo enfundada en un elegante traje negro de corte masculino y blusa de seda en color frambuesa. Su rostro se veía más descansado que horas atrás cuando llegara al aeropuerto , incluso se podía percibir una ligera sonrisa en él.

Según bajaba, echó un vistazo al hall, donde pudo ver un grupo de los huéspedes y una chica que parecía vestir de luto. O eso, o no tenía ningún estilo para vestir de negro...

Llegó a donde estaba el grupo justo a tiempo de escuchar a la chica de negro anunciar que iban a servir el té.

- ¿ Té?- comentó- pensaba que por estas tierras eran más de café. Yo preferiría un café, si puede ser.

Y buscó un lugar donde acomodarse y unirse a la reunión.

-¿Cómo falleció su padre? He-he-he oído rumores, pero nada concreto... -dijo Ricardo, abriendo y cerrando mucho los ojos mientras se dirigía a la chica, como si hubiera sufrido un repentino tic nervioso.

Por supuesto, el muchacho prefirió no mencionar nada sobre el amante venezolano de la esposa del fallecido, dado que no iba a decirle algo así a la hija de su principal sospechosa.

-Yo-yo-yo también preferiré un café -se dispuso a añadir después de escuchar la petición de la señora que acababa de llegar. Ricardo se consideraba a sí mismo cafeinómano y necesitaba mantenerse despierto si quería investigar en profundidad.

—Esos canallas de la pensa, conntal de vender un pasquín más fueron capaces de inventar los rumores más absurdos que se puedan imaginar.

»Papá adoraba los deportes náuticos. Todas las mañanas antes de comenzar a trabajar iba a remar al río. Pero ese día no volvió. Algún triste accidente lo hizo caer del bote— sus ojos se iluminaban con lágrimas.

—¿Café en Argentina?— Intentó sonreír mientras se secaba los ojos con el mayor disimulo posible —Qué va, el café aquí lo traen de Colombia, y el té de Ceilán o Inglaterra. Los campos de por aquí dan frutas, cereales y vacas.