Partida Rol por web

Recuperas la conciencia. Lo primero que sientes es el dolor de la pérdida de tu hijo. Recuerdas que hubo un ataque a tu aldea. Un enfrentamiento violento que acabó con la vida de muchos, entre ellos, tu descendencia. No llegaste a tiempo para ver al asesino pero tu corazón vengativo juró venganza mientras la sombra se escabullía en la lejanía.

Algo también te atacó a ti. Algo bestial, salvaje. Recuerdas el calor de tu sangre bañándote el cuerpo y cómo la oscuridad lo iba inundando todo a tu alrededor. -La oscuridad- estabas a oscuras... no, estabas enterrada. Sentías la tierra en tu boca, en tus manos, en tus ojos, por todas partes. Sentías su presión en tu cuerpo, casi no podías moverte pero debías hacerlo, tenías que salir de allí, el instinto de supervivencia se imponía al miedo. Escarbaste poco a poco, primero con los dedos para liberarlos, luego con las manos y los pies, poco a poco te ibas abriendo camino. Primero hacia abajo, para poder girarte, luego hacia arriba. Podías oler la humedad de la tierra, la sangre que la bañaba -tu sangre- y que ya se había secado. -¿Estabas muerta? No podías estar muerta, aquello no era el Valhalla y caíste peleando-

Luchaste durante largo tiempo que te pareció interminable. En contra de lo que podías imaginar no te faltaba el aire a esa profundidad... como si no lo necesitases, pero lo que era más extraño, es que sentías el aire sobre ti, fuera, escuchabas los sonidos de la noche, sentías las vibraciones a través del suelo de animales cercanos y lo sentías a él. Unos pasos firmes que caminaban en círculos en torno a tu tumba.

Por fin, tus dedos alcanzaron la superficie. Emergiste de la tierra como un bulto de barro con forma humana. Llena de tierra de arriba abajo, tosiendo y vomitando por la conmoción. Estabas furiosa.

-¡Por fin!- Digo al verla salir -Ya pensé que no lo lograrías.- No me acerco, aún tiene que salir del agujero para que la iniciación está completa -No me equivoqué contigo. Eres una superviviente y, como tal, has completado el ritual. Has muerto, te has convertido y has salido de la tierra mejor, más pura, eterna. Bienvenida al clan Gangrel- Sé que mis palabras no tienen ningún sentido para ella, pero eso es sólo cuestión de tiempo. Una vez ha salido del agujero le extiendo una mano para que se incorpore -Mi nombre es Saiasi "El Domador" y tú eres Sigrid. Yo soy tu sire y tú eres mi chiquilla. Normalmente dejaría que vagaras por los bosques descubriendo por ti misma tu propia naturaleza. Pero el tiempo apremia y se me requiere en otra parte. Descubrirás todo mientras caminamos. - Veo la duda en su rostro -Tu aldea ha sido destruida. Ya no te queda nadie, excepto yo. Te he devuelto a la vida para que puedas vengarte, para que superes la existencia mortal y abras los ojos a la realidad del mundo. Los monstruos existen y ahora tú eres una de nosotros.- Sonrío.

-La tendencia natural del ganado a agruparse ha sido una bendición para todos los vampiros. La mayoría elige seguir a su presa a los pueblos y ciudades del mundo, donde la alimentación es más fácil. Nosotros no. Los Gangrel somos la excepción a esta regla. Desde los tártaros del este a los árabes del sur y las tribus bárbaras del norte, como la tuya, los Gangrel tenemos hogares entre los pueblos salvajes del mundo y, ahora, son tu familia, perteneces a la manada.- Sigo con la mano extendida, veo el fuego en sus ojos. Si pudiera me la arrancaría, estoy seguro y eso me gusta. -Acepta esta nueva vida, ven conmigo y te instruiré. Niégate y darás la espalda a esta gloriosa familia, a lo único que tienes, a mí que te tiendo mi mano y a ti misma, que has sido capaz de superar el nacimiento de la tierra y volver completamente cambiada. ¡Dime! Sigrid ¿Serás una Gangrel?¿Vendrás conmigo, Saiasi, como mi chiquilla?-

La furia inundaba cada poro de su ser, estaba viva, la habían enterrado viva, ¿qué clase de inepto entierra a alguien vivo? O quizás simplemente fuese algún tipo de cruel tortura. Escarbó hasta que consiguió alcanzar la superficie, más fácil de lo que podría haber imaginado, aunque realmente no fuese consciente de ello, en busca de la libertad, y en busca de ese malnacido que rondaba su “cárcel”, vigilándola, o más bien, esperándola.

Sigrid inspiró con ansia al salir a la superficie, más por instinto que por necesidad, a lo que le siguió una arcada que la hizo vomitar sin remedio: sangre, tierra, y solo los dioses saben qué más.

Escuchó su voz, aun sin girarse, con la vista fija en el suelo, sintiendo cada parte de su ser, intentando comprender las palabras de aquel extraño. Frunció el ceño, ¿había muerto? ¿clan Gangrel? Era un monstruo ahora…

Con forme iba escuchándole, observó su alrededor, ya no quedaba nada, estaba sola, con él. No podía ser su asesino, ¿por qué se “alegraba” de verla viva entonces? Sabía su nombre e intuía que mucho más.

La mujer bajó su mirada hasta la mano de él mientras seguía escuchándole, vampiros… manada… sire… “su” chiquilla… ¿era suya? Ella nunca había sido propiedad de nadie y sin embargo… Sigrid lo miró a los ojos por primera vez y sintió algo extraño, ese… hombre, era parte de ella, o más bien, ella era parte de él, era lo único que tenía seguro aunque no sabía muy bien el por qué.

Por un instante la ira se reflejó en su mirada, él la había convertido en aquello y le odiaba por ello, más también le estaba dando la oportunidad de vengarse, y el deseo de ver caer a aquellos que le habían arrebatado lo que más amaba la hizo tomar la mano de Saiasi, firme, levantándose, sin apartar la mirada de su rostro lleno de cicatrices.

-Enséñame.

Aquel hombre, esbozó una sonrisa de depredador. Tiró de ti hacia un mundo que poco a poco despertaba a tus sentidos.

La manada.
Avanzasteis por el bosque, hacia las zonas más densas, hacia el lugar que tu pueblo catalogaba de prohibido y cruzasteis la frontera hacia lo desconocido. Tus instintos y tus sentidos estaban agudizados a un nivel que no creías posible. Podías distinguir cada gota en cada hoja de árbol pese a la noche. Podías identificar los sonidos que llegaban hasta ti, no sólo eso, podías catalogarlos según su rango de amenaza. Localizaste la manada de lobos más cercana, oliste la cueva donde un oso pardo hiberna a varios kilómetros y... de pronto, los captaste a ellos. Un olor extraño, salvaje, vigorizante: la verdadera amenaza de aquellos bosques.

Girasteis para poneros en contra del viento y que el olor de vuestros cuerpos no delatase vuestra presencia. Una hora de marcha después, llegasteis a un claro y allí estaba La Manada. Hombres y mujeres salvajes danzando en torno a un fuego cálido, horrible. Fue al acercaros al fuego cuando percibiste que no sentías calor ni frío, que tu aliento no dejó nubes de vaho al expulsar el aire de tus pulmones... más aterrador, te diste cuenta de que no necesitabas respirar para seguir viva.

En cambio, sí tenías hambre.

Saiasi rápidamente se puso a danzar y saltar en torno al fuego, como hacían otros al ritmo frenético de tambores y voces. Aquella imagen resultaba preciosa y brutal a tus ojos. Se notaba que eran una familia y, al mismo tiempo, que cualquiera de ellos podría atacar a cualquier otro. Era una danza salvaje como la naturaleza y, al mismo tiempo, no tenía nada de natural.

Estaba gritando, saltando, riendo... cuando me di cuenta del olor -un olor nuevo-. Busqué con la mirada y allí estaba, la nueva. Corrí hasta ella. -¡Ey! jajaja, tú debes ser la nueva de Saiasi.- Hice una burla de reverencia poniendo en evidencia mis orejas puntiagudas y me limpié algo de sangre de la boca con el brazo.

La joven que se te acerca está casi desnuda, salvo por un taparrabos. Tiene salpicones de sangre por todo el cuerpo, en especial en la boca. Lo normal hubiese sido que aquello te produjera un asco repugnante y, sin embargo, la visión de la sangre te excita y sientes el hambre en tu interior.

-¡Tienes hambre! ¿Saiasi no te da de comer? Jajaja, pues lo siento. Tendrás que cazar para poder comer.- La cogí de la mano y corrimos hacia el fuego, con los demás. Mientras saltaba el taparrabos apenas si tapa nada de mi cuerpo, pero no me importa lo más mínimo, como a ninguno de los que allí se encontraban, seres completamente extraños para ella. Mi cuerpo de es normal, pero mis orejas tienen una forma puntiaguda, parecidas a las de un animal, como mis movimientos, más cercanos a un gato saltando que a una persona.

Tras dos vueltas te llevó hasta un tronco. -¿Sabes? Somos hermanas. Saiasi también me convirtió, bueno, fui la primera- te cuenta -¿Y tú?¿Qué hizo contigo? A mí me lanzó desde un acantilado cuando me estaba despertando no sin antes prender fuego a la parte del bosque que había debajo.- Mientras lo recuerdo un escalofrío me recorrió la espalda.

Siguió a aquel hombre a través del bosque, por toda aquella zona prohibida, peligrosa, y pudo percibir en su viaje tantos aromas, sonidos… era como un mundo totalmente diferente al que conocía, uno que le fascinaba… ¿qué le había hecho? ¿cómo era posible?

Llegaron a aquel asentamiento y cada vez se sintió más asustada… y eso la enfadaba, ella no tenía miedo, nunca… pero todo aquel nuevo mundo… ¿y aquella…. gente? ¿Quiénes eran? Antes de que pudiese formular cualquier pregunta, Saiasi ya se había ido, uniéndose a los que danzaban junto al fuego, y Sigrid quedó allí sin saber muy bien que hacer, tenía hambre, pero no veía comida por ninguna parte… y no sentía frío, ni respiraba ni…. La mujer se mordió el labio inferior pensativa, ¿acaso ahora era algún tipo de draugr…? No.. eso no podía ser… se sentía viva, pero a la vez no…

Una joven se le acercó, cubierta de sangre y Sigrid sintió como el hambre en su interior crecía para su sorpresa. La miró contrariada y asintió. – Hola… - pero no pudo terminar, la mujer la arrastró hasta donde todos danzaban y ella la siguió como pudo.

Poco después ella inició una conversación, algo extraña… ¿cómo que la había tirado por un acantilado? ¿Qué? Sigrid alzó una ceja.

-No se a que te refieres… ¿Saiasi… te tiró por un acantilado? -y ahí estaba como si nada, tan feliz, quizás se refería a… - Bueno, lo último que recuerdo es que atacaron la aldea y… luego estaba enterrada, a sus pies. – Miró hacia donde estaba el que se hacía llamar su sire, él la había enterrado por supuesto… y algo si que le quedó claro de las palabras de aquella nueva hermana: el la había convertido. Observó a la joven casi desnuda, estaba claro que ella tampoco sentía el frío, ahora ambas eran iguales. – Dices que él nos convirtió… ¿en qué? -sintió de nuevo el hambre y supo que su compañera lo sabría y… ella no le iba a dar comida como le había dejado claro, - dime, donde puedo cazar aquí… ¿qué presas son las que abundan? ¿podrías prestarme algún arma?

-Sí, me lanzó por el acantilado- comenté medio ausente. La verdad es que esos recuerdos estaban cortando un poco la diversión, hasta que ella cambió de tema. -¡La caza! Es verdad, aún no has cazado- salté y corrí hasta Saiasi. Prácticamente me arrojé sobre él -¿¡Déjame que la lleve a cazar!?- exclamé llena de euforia. -¡Cazar, cazar, cazar!- Nuestro sire me arrojó a la hoguera y estuve a un pelo de caer en las llamas. -¡IARG!- Rugió. A lo que interpreté que sí.

Volví hasta Sigrid. -Adentrémonos en el bosque. No necesitas más que tu cuerpo para cazar ahora.- Le sonreí -Te enseñaré cómo se hace.- Cojo su mano y nos adentramos en el bosque.

En lo más profundo, Dalia va delante de ti. Subís una pequeña colina, escaláis hasta un repecho y os adentráis en una cueva que pronto se encuentra en la más absoluta oscuridad. Cuando se gira, puedes ver el brillo de sus ojos. Un brillo bestial y salvaje. -Concéntrate en el fuego que hay en tu interior- te dice -Mira con la pasión, con el instinto. Deja que el calor vaya a tus ojos.-

Si, la había lanzado por el acantilado y ella lo contaba como si nada, es más, parecía seguir a Saiasi como si fuese su dueño y… le pidió permiso para llevarla a cazar, a lo que él la arrojó a las llamas. Sigrid los miró sin inmutarse hasta que de nuevo la joven la arrastró, esta vez hacia el bosque, por fin podría cazar, podría comer… eso le levantó el ánimo.

Pudo sentir tantos olores, escuchar tantos sonidos, y moverse con tanta facilidad, que le agradó… escaló aquel repecho sin dificultad alguna y se adentraron en la cueva. Sigrid pudo ver los brillantes ojos de su compañera pero se mantuvo tranquila, escuchando sus indicaciones…

Cerró sus ojos y se concentró en el calor y lo dejó fluir por su cuerpo, dirigiéndolo hacia sus ojos, tal y como Dalia le decía, y tras unos minutos lo notó y se sintió poderosa, abrió los ojos y descubrió como ahora podía ver en el interior de aquella oscura cueva. Dalia la llamó y le indicó con su mano que se asomara a un charco próximo y así lo hizo ella. En su reflejo pudo descubrir que efectivamente, sus ojos habían cambiado, ahora eran como los de Dalia, rojos, brillantes y salvajes, y se sintió poderosa, llena de energía, salvaje. Sonrió.

Los secretos que el bosque ocultaba con la oscuridad de la noche ahora se revelan ante ti con nitidez. Puedes ver a los seres que se creen ocultos por la falta de luz. Roedores que salen a cazar, aves rapaces que observan con grandes ojos, el rastro de mamíferos más grandes se muestra ante ti y el instinto evoca imágenes de lobos, zorros, ciervos e incluso un oso.

-¡Qué rápido!- sonrío con admiración. Ya sabía que Saiasi sólo escogía a los más fuertes para unirlos a la manada, pero en su caso realmente había acertado. -Creo que podemos hacer algo más difícil. Es un éxtasis ¿verdad? Ese poder que has llevado a tus ojos...- hago un gesto en dirección al bosque -...es sólo el primer paso pero necesitas armas para cazar.- Cojo sus manos mostrando sus uñas y le acaricio una mejilla señalando sus colmillos -Estas son tus armas naturales- le doy un sonoro guantazo -¡Sácalas!- me aparto de ella para coger perspectiva -¡Vamos! O las sacaré yo y te rajaré la garganta.-