Partida Rol por web

Los pies os dolían, y vuestras piernas necesitaban ya un descanso.

No habíais parado de caminar en todo el día, exceptuando varias paradas para comer algo y sentar el trasero. En no mucho, ya a media tarde, atravesásteis un bosque, tal y como dijo aquel viejo armado, en cuyo interor hayábanse, por lo visto, las ruinas de un castillo. Vimianzo, ya sin dueño ni señor. ¿Qué habría llevado al abandono al tal lugar? Lo cierto es que de estar bien fortificado aún, podría ser un nido de ratas, ladrones y bandidos, bien peligroso y... Bueno, a decir verdad, vosotros lo érais, asi que tal vez estuviérais como en casa.

Os internásteis en el bosque tras el último descanso. La humedad de la Costa da Morte ya se notaba en vuestra piel ya desde muchas leguas al este, y el asfixiante ramaje de troncos, hojarasca y ramas o tocones no os hacía fácil la marcha. Sorteábais muchas piedras, y pisábais con cuidado, pues las ramas escondidas hallábanse bajo la manta de hojas. Los caminos eran poco transitados, pues estaban verdes y casi desaparecidos. ¿No se estaría el viejo riéndoos de vosotros en estos momentos, habiendoos mandado a la nada?

Espero que sepas dónde estamos, Yabiz... yo ya me he perdido -confesó Lotario-. Cantar sé, mas no sé si sabría volver a la posada. No hemos visto ninguna desde ayer...

Lotario resopló. Lo único que lo mantenía en pie (al igual que tú) era una dudosa promesa de tesoro en forma de cruz.

No puede quedar mucho - jadeaba Yabiz -. Tengamos un poco de paciencia compañero. Podríamos parar un momento a tomar resuello. Creo que en mi zurrón tengo algo de queso. ¿Quieres un poco Lotario?

Una vez dicho esto, Yabiz se sentó en una roca que lindaba con el precario camino y examinó en derredor el terreno con su único ojo.

En qué entuertos me veo envuelto, pardiez. Lo que daría ahora por un encargo sencillo... Dar un pequeño susto a algún joven galán inexperto, por ejemplo. Por lo menos no estaría tan cansado, aterido de frío y con los pies empapados.

Empezó el morisco a rebuscar en su zurrón encontrando algo de queso y pan. Viandas que inmediatamente ofreció al despoblado goliardo.

Descansamos un poco y seguimos antes de que el frío se nos meta en las entrañas. Según mis cálculos no podemos estar muy lejos del castillo y creo que podría volver sin problemas a la última posada - mintió descaradamente- . Parece que se ve el camino un poco más claramente a partir de aquí... Además ten en cuenta, Lotario, que el viejo dijo que podríamos retirarnos con el tesoro que encontráramos. No desfallezcamos todavía.

Pasados unos instantes en los que los caminantes descansaron los pies, Yabiz se levanta y hace un gesto a Lotario para que le acompañe siguiendo el incierto camino hacia el castillo con el tesoro prometido.

Mmmm... ¿tu crees? -la mentira piadosa, pese a descarada, no llegó a la mente de Lotario-. Bueno, yo te creo, sé que tu te orientas mejor, y si dices que sabes el camino de vuelta... -comenzaba a anochecer, y Lotario miraba en derredor, asustado-. ¡Gracias! -te dijo por el queso-, espera... tengo aquí algo de vino; la bota... -comenzó a rebuscar en su zurrón y te dió la bota-. Espera, ¿los moros como tú beben vino?

Sea como fuere, bebieras o no, Lotario se incorporó luego, et anduvísteis de nuevo. El bosque os envolvía. Las estrellas comenzaban a disimularse entre las copas de los árboles sobre vuestras cabezas, et más allí, sobre los estrechos huecos de las nubes gallegas.

Et en entrando entre finos troncos al principio y más gruesos después, la densidad boscosa era cada vez mayor, mas acusada. Durante un momento no podía caminarse en línea recta más de dos pasos, pues algún oscuro árbol se erguía delante de vuestros pasos. Notabas el tragar de la saliva de Lotario, pues asustado hallábase y mucho. Et que en ya habiendo llegado la noche, o lo que es más, casi la medianoche, vísteis algo que cambiaba de color delante de vosotros. Un gran claro aparecía allá delante, et ya no había muchos más árboles. En él, contemplásteis entonces unos muros arruinados que, seguramente siendo cierto, antaño fueran una pequeña alcazaba allí dispuesta (et tan al norte de la península...). En sus muros reflejaba al palidez lunar y la hacía un gigante tenebroso para vuestros ojos.

Aquel castillo, o alcazaba antigua, o lo que fuera (tal vez el castillo se construyera sobre las ruinas de un complejo árabe), tenía una muralla como circular, pero muy irregular, así como varias torres (dos de ellas no eran propiamente tales, sino más bien edificios altos que se asemejaban); empero que había una que si, una torre de homenaje bonita en su tiempo, mas arruinada agora. Ésta, así como toda la muralla, poseía almenas, et sus huecos hacíanle parecer cual dientes en la boca de un hombre que hubiera vivido demasiado. El desmochado y siniestro perfil de la torre, acompañado de la quietud y el silencio antinatural de la comarca, hacía del lugar una tenebrosa estampa: sin duda un lugar para ocultarse o para hacer fechorías, pues ¿quién se atrevería a entrar allí?

El cielo ya negro y sus leales nubes en ese territorio de la corona empezaba a encapotarse. Todo indicaba que llovería
aquella noche. Maldita sea. Entre evidentes signos de abandono, decidísteis entrar en el patio central, el antiguo patio de armas. La entrada había desaparecido, et ya no había puerta, por lo que no hubo problemas para ello. Comprobásteis que la muralla, tanto por dentro o por fuera, hallábase destrozada por doquier. Un escalofrío os recorrió el cuerpo entero, pues la visión del patio era desoladora: La maleza se había enseñoreado del lugar, que no era más que un conjunto de sucias piedras que se tenían en pie de milagro. Torre de homenaje al frente, et al fondo lo que parece, si la suposición era buena, una antigua capilla cristiana.

¡Por Alá que este castillo está abandonado! - exclamó Yabiz - ¿Te dije o no te dije que lo encontraríamos Lotario?

Yabiz se paró en la entrada principal para echar un vistazo al interior del patio de armas. Mmm... Debemos ser cuidadosos, el lugar es perfecto para albergar proscritos. Eso sin tener en cuenta a otras gentes que vengan en busca de tan fabulosos tesoro..

Parece, compañero, que aquí no hay nadie más que nosotros. ¿Por dónde empezamos a buscar? El lugar más lógico es la capilla aunque no creo que la cruz se encuentre a la vista...

Echemos un vistazo al interior de la capilla Lotario. Si no esta ahí la cruz, al menos podremos preparar un lecho donde guarecernos de la helada.

Y dicho esto, el morisco dirigió sus pasos hacia el interior del castillo en dirección a la capilla.

Santo Dios, Yabiz -dijo Lotario con la voz entrecortada-, este sitio es terrorífico... ¿vamos a pasar aquí la noche...? El goliardo no estaba del todo seguro, ni tenía la mínima gana de guarecerse en aquellas inframundas ruinas.
 

Os dirigísteis al fondo, hacia la capilla. Según os íbais acercano, las nubes del cielo comenzaron a arremolinarse y a entrechocar entre ellas con gran estrépito: ¡tormenta! Comenzaban entonces a caer los primeros rayos, que iluminaban la estructura del pequeño templo del castillo. Al acercaros, nada más abrir la puerta (la cual cede sin problemas) os asomásteis en el interior. Notabas en la nuca el aliento de Lotario tan aterrado que casi no podía pronunciar palabra. Donde debía haber tinieblas y oscuridad, para vuestra sorpresa, encontrásteis en el interior que no había tales. Una luminosidad relampagueante, aparte de la de la tormenta, se acusaba en el interior, ¡había enormes velones de sebo encendidos por toda la estancia!

Tampoco la iglesia se encontraba en demasiado buen estado por dentro, pero aún conservaba algunos restos de la tosca imaginería y decoro cristiano que debió brillar antaño en ese sagrado sitio. El altar y un par de bancos protagonizaban la escena.

Sobre la mesa de piedra había un libro abierto. Lotario... temblaba.

Yabiz intenta mantener la sangre fría procurando que el terror no asome en su mirada.

- Tranquilo Lotario, también a mi me hiela la sangre este lugar, pero está seco y puede que el que haya encendido estas velas ya se haya marchado y podamos dormir a resguardo de la tormenta. Espera aquí mientras me acerco a echar una ojeada.

El malcarado tuerto se acerca sigilosamente hacia el libro abierto sobre la mesa de piedra, sin conseguir que los nervios no le traicionen y haciendo más ruido del esperado, para examinar su contenido y ver si le puede ofrecer alguna pista acerca del tesoro o de los moradores del castillo.

Lotario permanecía tras de tí a medida que ibas avanzando por la capilla. A todas luces, aquel libro sobre el altar debía ser una biblia o algo así, dispuesta para oficiar cualquier misa en ella. Sin embargo, al acercarte a través de la mirada de los velones y cirios no pareció tal. Nada más mirarlo comprobaste horrorizado que había manchas rojas por sobre sus páginas; pequeñas gotitas que, tras seguirlas con la mirada (las cuales manchaba el tomo y parte del altar), te percataste que tras la propia mesa de Dios, junto al suelo, había un carnero desventrado, segado en canal...

Lotario se llevó las manos a la boca, no creyendo lo que veía y sus piernas comenzaron a tiritar, empero no de frío. Las letras de ese libro, una vez lo ojeaste bien por donde estaba abierto eran extrañas. No te atreviste ni a tocarlo, mpues la sensación de repulsión y temor creció altamente en tu interior. Una escritura totalmente desconocida y extraños dibujos habían sido representados allí. ¿Acaso una biblia tendría tales esbozos? Al parecer no.

¿Tienes alguna idea de qué pude ser esto Lotario?¿Habías visto alguna vez estos extraños símbolos? El ramadán queda lejos para andar destripando carneros. Y pardiez que nada bueno presagia un carnero desventrado dentro de la casa de vuestro dios - dijo Yabiz con voz trémula - . Creo que lo mejor que podemos hacer es salir de esta estancia sin hacer mucho ruido, buscar la cruz de plata y volver a algún lugar civilizado donde no se nos ericen los pelos de la nuca.

Dicho esto, Yabiz retrocedió intentando no hacer ruidos que delataran su presencia en aquel nefando lugar, con la intención de explorar el resto del castillo en busca del prometido tesoro.

Para nada... -dijo tragando saliva y acercándose al libro intentando no pisar el cadáver del animal-; no parece ni latín... -el era goliardo, y al menos sabía un poco d'estas cosas-. Bueno, a lo sumo latín antiguo, pero no estoy seguro -su voz temblaba, fruto del miedo-.

Un tremendo chillido se escuchó a lo lejos, fuera de la capilla, como resonando en eco. Seguramente vendría del interior del castillo...

Era terrorífico. Y Lotario comenzó a orinarse encima, junto al libro y el altar.

¿Qué clase de grito es ese? ¡No parece provenir de una garganta humana! - exclamó Yabiz mientras el lento correr de la orina de Lotario repiqueteaba en el frío suelo de la capilla.

Calma compañero, saldremos de esta, y algo me dice que con suficiente oro como para vivir el resto de nuestras vidas. Sólo necesitamos ser audaces y cautelosos - dijo Yabiz mientras desenfundaba su bracamante y desembarazaba los brazos de su gruesa capa de lana por si hubiere que blandirlo - .

Veamos de dónde proviene ese grito, a lo mejor el viejo contó a varias personas la existencia de este tesoro y están luchando por llevárselo... -

El morisco se trago su propio miedo, que empezaba a apretarle las entrañas, y comenzó a buscar el origen de tan desgarrado lamento haciendo una seña a Lotario para que le siguiera.

Dejásteis el libro allí, junto al animal abierto en canal y sobre el altar. El grito requería una mayor atención; un grito que se repitió varias veces cual lamento agónico y mordaz. Lotario y tú (más bien tú) decidísteis explorar el origen de esos gritos. El goliardo ni siquiera respondió a tus intentos de calmarle, y tras de tí avanzó con suma cautela. Una vez salísteis al patio de armas, el grito de nuevo llegó a vuestros oídos. Seguía escuchándose como si procediera de entremuros, pero esta vez algo más cerca: la torre de homenaje.

Os plantásteis delante de ella, y entonces vísteis un hueco negro en su base. Eran unas podrídas escaleritas, cuatro o cinco y muy estrechas, cuyos escalones de piedra antaño serían pulidos, pero ahora estaban bastante demacrados. Conducían a la entrada de la propia torre. Al pisar cada uno de ellos, el evidente chirrío haría notar la vuestra presencia, seguramente, muchas leguas a la redonda, et que con dudas entrásteis en aqueste lugar.

Una vez dentro, contemplásteis los poco prometedores agujeros en el techo de los pisos superiores, los cuales desaconsejaban tomar ese camino por razones de derrumbe. Claro que, el grito, sino podía proceder de arriba (todo arruinado) debía de hacerlo de otro sitio. Lotario enseguida te indicó un agujero en el suelo, ¡era otro pasadizo! Tenia escaleras descendentes que seguramente daban a un subterráneo debajo del nivel de tierra en el exterior. Tras un "no sé si debemos..." tan dubitativo como la poca certeza de si allí habría tesoro o no, bajásteis por dicho pasadizo, y sin daros mucha cuenta pisásteis en sus escalones unos restos como de algún tipo de gando, ¿sería aquel sitio hundido algún improvisado tipo de redil? Desconfiados ambos, al seguir bajando os topásteis con una puerta, una puerta de madera. Pero estaba como cerrada.

¿Y aho... y ahora qué? -decía titubeando un asustado Lotario cediéndote por completo la toma de decisiones-.

Pues que me aspen si lo sé Lotario. Gritos desgarradores y estiércol no dan demasiadas pistas - susurró Yabiz - . De momento acerquemos la oreja a esta puerta a ver si averiguamos algo más de lo que se encuentra tras ella. Y si tienes algún filo a mano desenfúndalo compañero.

¿"Desenfúndalo"? -te dijo-, ¿y qué crees que es esto? -te enseñó su terciado ya más preparado que un una fila de perros hambrientos delante de una longaniza-. Et al igual que tu pegó la oreja a la puerta, y otro grito desgarrador emanó de allí, ¡de allí dentro! Fuera de persona o no (que parecía como voz femenina), aquello era desgarrador, aberrante, inhumano, un despropósito: era como si mataran mil veces a una persona, una y otra vez.

Et que al pegar la oreja a la puerta* quedásteis allí apoyados, et ambas cabezas quedaron sujetadas en la madera.

La puerta de madera entonces se resquebrajó por el peso de ambos (sobre todo el de Lotario) apoyándose sobre las tablillas. Y no es que volcárais todo el vuestro sobre ella, sino que andábase tan podrida al igual que el resto del castillo y sus caminos, que con el leve contacto cedió por completo. Desequilibrados, caísteis hacia abajo y rodásteis por un conjunto de escaleras en forma de L descendente, mucho más largas y empinadas que las anteriores.

...

...

...

La caída fue estrepitosa, ruidosa y muy marcada.

Sin embargo, estábais bien. Un ventanuco era el único punto de luz que entraba, raro en un sótano, pero hacía que la leve luz exterior se manifestara de alguna forma... Y es que no habíais llevado antorcha alguna para explorar aquel sitio. Lotario cayó a tu lado, pero forzando un poco tu vista te diste cuenta que parecía inconsciente: se había golpeado la cabeza en la caída. Tu estabas algo magullado, sin mucha importancia, y por suerte no se te había roto nada, a pesar de la escandalosa caída.

Claro que, en cuestión de segundos, la vista comenzó a acostumbrarse a la tremend penumbra allí presente, y tus sentidos se agudizaron automáticamente: todo parecía envuelto en brumas, toda la estancia (la cual no veías como era, pues la oscuridad la invadía). Eran unas brumas bajas, como neblinosas, et parecían proceder de todos lados, y de ninguno en particular; lo más sorprendente era que de ellas parecía desprenderse un extraño resplandor verdoso, casi tan fuerte o más que la propia ínfima luz que podía entrar por el ventanuco excavado de ese sotano, ¿qué diantres podría brillar allí?

El fuerte olor a podredumbre te provocada unas terribles arcadas, et dudadas si aquello no sería suficiente para despertar a Lotario, de tan fuerte y asquerosa que era el percibirlas. El aire viciado y cargado de aquel sótano todo lo sobrecogía, con una sensación casí sobrenatural y alejada de todo tiempo. Algo no andaba bien en aquel lugar. Y por primera vez en lo que iba de noche, tu codicia comenzó a flaquear en favor del terrible miedo y arrepentimiento por entrar en aquel lugar. ¿Realmente merecía la pena todo aquello?

Fue entonces cuando la sangre y las venas se te convirtieraon en finas hebras de hielo, pues desde los rincones más arcanos y profundos de tu mente, algo comenzó a gritar en tu interior, como un eco resonante de todas y de ninguna parte:

¡Fuera! ¡Largo de aquí!

-¿De dónde proviene aquesta maldita voz? - susurraba Lotario entre arcadas debido al hedor que le envolvía.

Recién recuperado de la caída y en levantándose del suelo buscó en la penumbra a su compañero hallándolo vivo pero inconsciente.

Parece que nos hemos metido en una buena. ¡Maldita sea! No sé si compensará la maldita cruz los lances con los que nos vemos agraviados.

-¡Despierta compañero despierta!- dijo en voz baja mientras abofeteaba con creciente intensidad el rostro de su malogrado compañero - ¡Debemos encontrar lo que hemos venido a buscar y salir con pies ligeros!

Quizás no tenga más remedio que dejarlo aquí tendido... - Pensaba el malcarado ladrón mientras examinaba la estancia en al que se encontraban.