Partida Rol por web

Tras la repentina aparición del jinete encapuchado, los Gennins no pierden ni un instante. Prefieren no conocer que es lo que el hombre ataviado en pesados y misteriosos ropajes esconde, y sabiendo que se juegan la vida en ello, actúan lo más rápido que pueden.

En medio de la explanada, al lado del propio tren, se gesta una improvisada lucha que se inicia con el ataque de los jóvenes ninja.

Akemi, anticipándose al resto de sus compañeros, se queda en su sitio, y sin dudar un segundo, realiza una serie de movimientos con sus manos, realizando los sellos específicos para la técnica que tenía en mente.

Canaliza su Chakra, y lo moldea a placer con la pura fuerza de su voluntad, como hubiera hecho mil veces en los muchos entrenamientos anteriores.

Tras esto, grita en voz alta y clara, el nombre de la técnica que está ejecutando, como último paso en la realización de la misma. El eco de su femenino timbre de voz, resuena en los oídos de todos los presentes.

De repente, el jinete se queda paralizado, dejando caer la bola que lleva en la mano. Su mirada se haya petrificada, observando a la nada, justo delante suya.

Una increíble mueca de terror se dibuja en su rostro, como si estuviera ante la peor de sus pesadillas, y sus músculos se tensan. Intenta aferrarse a las riendas del caballo, sobre el cual está, sin importarle nada más.

Sin embargo, antes de que pueda hacer nada, un par de destellos surcan el cielo. Como si fueran dos almas gemelas, dos agujas vuelan en la dirección del encapuchado.

Ambos proyectiles, se clavan en el muslo izquierdo del jinete, el cual no puede evitar emitir un terrible grito de dolor. Al parecer las agujas, han impactado en una importante arteria alojada en la extremidad del tipo, y gran cantidad de sangre mana de las heridas causadas.

Se tipo parece que hace el gesto de gritar, con todas sus ganas, pero no puede. Está totalmente atemorizado, pues ve como un monstruo terrible, lleno de miles de ojos, y tentáculos, intenta abalanzarse sobre él, fallando su intento, al cargar.

Irosaki, permanece en guardia, con un kunai listo para ser lanzado contra su adversario, en caso de que este continúe con intenciones de seguir avanzando en la dirección en que ellos están.

Para sorpresa de todos, el caballo de un par de pasos más, cuando, de repente, cae desplomado sobre el animal. Solo la fuerza involuntaria de sus piernas hace que no caiga.

Parece estar inconsciente. Mientras la sangre no para de fluir, por las heridas causadas por Jukuro. Esta se derrama, por su pierna, dejando un distintivo rastro rojizo, al precipitarse al suelo.

El Alcalde, por su parace más aterrorizado que antes, como si la muerte de aquel tipo le influse un miedo inexplicable. Por su parte el Jefe de los Soldados, se percata de ello, y no le quita un ojo de encima, mientras sigue con el cuerpo en ristre, portando su katana.

Todo ha quedado en una misteriosa y violenta calma, en la que solo el relichar del caballo altera la extraña quietud, a la vez que su jinete se desangra sobre él.

Había pasado lo peor, dejo a Irosaki con el libro que debe de ser el manual de instrucciones sobre como manejar la locomotora y me acerco al intruso para comprobar su estado. Me acerco con sigilo para evitar en el caso de estar vivo que me pueda sorprender, una vez cerca coloco un kunai en su cuello y con la otra mano compruebo su ritmo cardíaco.

En el caso de no haber respuesta rebusco en sus pertenencias con la esperanza de lanzar más luz al asunto aparte de "requisar" su bolsa con bombas por si las necesito en el futuro. Vuelvo junto con la princesa echando una mirada significativa a mis compañeros en cuanto al comportamiento del alcalde. ¿Estáis todos bien?

Voy hasta el herido y procuro taponar la herida lo mejor que pueda para estabilizar su vida e intentar interrogarlo después,lo bajo del caballo para poder trabajar mas tranquilo y continuo con mis curas,haciendo un torniquete,o colocarle unas compresas hechas con los jirones de sus ropas

Recuperando mis agujas en el tratamiento

Al volver la tranquilidad Irosaki voltea el kunai con su dedo índice un par de veces y con agilidad lo guarda en la pequeña bolsa que tiene atada en el muslo. Mira a su compañera a los ojos unos instantes, le asiente mientras va desviando la mirada hacia el alcalde para terminar sentándose en el sillón del maquinista con el manual abierto entre sus piernas. Con una rápida ojeada al índice de éste, se dirige hacia la parte del control de mandos y como hacer funcionar aquél ingenio de metal.

Akemi, de nuevo, se adelanta al resto de sus compañeros. Con gesto cuidado, y paso veloz, pero, liviano a la vez, camina sigilosa hacia el bandido que se halla inconsciente, montado sobre su caballo.

Se fija en que el desconocido, esté totalmente fuera de combate. Decide asegurarse, tomándole el pulso, mientras por si acaso, apoya su kunai, contra el cuello del comatoso, temiendo que este finja su estado.

La chica, lleva la mano hasta el cuello del tipo, y allí aprieta sus dedos índice y corazón contra uno de los lados del mismo, justo debajo de la oreja. Nota que su pulso es bajo, y que va disminuyendo progresivamente.

En el mismo momento, en que decide dejar al extraño, Jukuro llega hasta su posición y decide examinar el tipo. Con el cuidado y precisión de una persona que sabe perfectamente que es lo que hace, arranca con sumo cuidado las agujas que él mismo había arrojado, de la pierna de su víctima.

Lo ase con fuerza, por los hombros, e intenta depositarlo en el suelo, con todo le cuidado de que puede. Una vez lo ha conseguido, arranca la tela del brazo izquierdo del tipo, y usa parte de ella para taponar la herida.

A la vez, coge el pedeza más alargado, y lo enrolla sobre si mismo, haciendo una especie de rollo de tela. Acto seguido, lo ata alrededor de la pierna, por encima de herida, con el fin de tapar la hemorragia.

A los pocos minutos, esta empieza a parar de sangrar. El pulso del desconocido, comienza a estabilizarse poco a poco. Quizás no pueda mejorar sin atención médica más adecuada, pero, sin duda esta intervención le ha salvado la vida.

Al mismo tiempo que Jukuro realiza los Primeros Auxilios, Akemi, se dedica a buscar algo en las bolsas que el caballo tenía a ambos lados. En una de las bolsas no queda nada, al parecer todo lo que hubiera en ella se había utilizado.

Una cierta inquietud de apodera de la ninja, hasta que rodea al animal, y sin perder ni un segundo, examina la otra bolsa. Para su sorpresa, encuentra unas cuantas bolas como la que tenía el hombre en la manos.

Parecen ser unas pequeñas bombas de metal. Tiene un diámetro de unos 10 cm, y se adapta perfectamente a la mano. Un pequeño cabo de mecha, asoma en un lado, sin duda, para prender la bomba y hacerla estallar.

La mecha puede tener un par de centímetros, lo justo para que arda unos segundos hasta detonar el explosivo. En total quedan unas 4 bombas.

Cuando Akemi, las coge, observa que hay algo más...en el fondo de la bolsa, parece haber dos pergaminos arrugados, algo manchados de pólvora, y de un tacto curiosamente bueno. Como si aquel trozo fuera de gran calidad.

Los saca de la bolsa, y los sostiene en la mano. Uno parece ser un mapa, como el que ellos tienen, con algunos cambios, y el otro...tiene una extraña escritura que es incapaz de leer, como si fuera un código.

Tras esto, vuelve con la Princesa, con las bombas guardadas en su bolsa para el material, y los documentos en las manos.

Irosaki, por su parte, tras hacer un pequeño gesto con el kunai, lo guarda en la bolsa de su muslo, con el resto del material. Tras observar al Alcalde, como su compañera hubiera hecho, vuelve hacia la cabina de la locomotora. Se sube sin problemas, y allí recoge el manual que antes habían encontrado.

Se sienta sobre el sillón del maquinista y se dedica a buscar información útil, para hacer funcionar el artefacto. Tras un vistazo al índice, busca en las páginas que hacen referencia al control de los mandos y a la máquina en si.

En medio de su intensa, pero, rápida lectura, Irosaki, parece haber sacado en claro, algunos puntos de las páginas que ha leído en unos momentos. Mentalmente ha hecho un resumen de lo más importante que ha leído hasta ahora.

-Hay que echar combustible a la caldera, y encender los fuegos, de esta manera, el calor aumentará. Al hacerlo, las llamas, afectarán directamente a la caldera con agua, que empezará a hervir lentamente. Una vez empiece el agua a convertirse en vapor, este pasara por los conductos a presión, y terminará moviendo un émbolo, que afectará al mecanismo de biela-manivela que mueva las ruedas.

-Hay que controlar la presión de la máquina. Hay una palanca situada en el cuadro de mando, a la izquierda del todo, que regula el paso del vapor. Así como otra al lado, que abre un orificio auxiliar, para dejar escapar la presión, en caso de que esta amenace con hacer explotar a la caldera. LOs indicadores, encima de esas palancas informan del tema de la presión

-Hay que vigilar los niveles de agua. Si estos bajan al mínimo, la locomotora quedará inoperativa, al no tener vapor con el que mover el mecanismo de biela-manivela.

Tras terminar de leer esto, el joven ninja, reviso el panel de indicadores y mandos, tratando de entenderlo todo. Había leído por encima, rápidamente, parte del apartado en concreto del libro, pero todavía le quedaban como 2 o 3 partes más como la que acaba de leer. Sería una tarea más larga de lo previsto.

El Alcalde, se queda paralizado al ver uno de los pergaminos que sostiene Akemi. Es escalofrío recorre su cuerpo, y sus mandíbulas se aprietan, intentando controlarse para que sus sentimientos no lo delaten. Cierra los puños, ocultos en las mangas de su kimono, y parpadea repetidamente.

-Maldicón...idiota...no me hiciste caso...

Su mirada, se queda centrada unos segundos se nuevo, en los documentos que sostiene la Genin, aunque trata de desimular, y hacer como que no ha visto nada. Tras esto, intenta apartar los ojos de la chica, para evitar que esta se de cuenta. Acto seguido, da un par de pasos hacia atrás, hasta pegarse con la pared.

Mira a ambos lados, y de nuevo un escalofrío le recorre el cuerpo. Sus manos empiezan a sudar, por lo que las mantiene dentro de las mangas de su kimono, ocultas a la vista.

-Maldita sea...todo está saliendo mal...¿donde se habrá metido...?

Irosaki coloca el libro en el suelo sin apartar la vista de él, continua leyendo el capítulo. Va abriendo la caldera e introduciendo la madera o carbón si es que se encuentran en el mismo lugar y no tiene que ir al vagón contiguo a recogerlo. Cuando lo recoja, irá introduciendolo poco a poco en la caldera sin perder más la vista sobre la lectura.

La calma continúa en el lugar, tras la repentina aparición del tipo encapuchado. Jukuro intenta aplicarle los primeros auxilios al enemigo derrotado, tratando de salvar su vida. Tras hacerle unas curas básicas, evitando que se desangrase, ha conseguido estabilizar al tipo, aunque su estado es grave.

Sigue en un estado de semi-incosciencia, con un pulso muy débil, en el cual apenas se mueve ni dice nada. Tiene los ojos cerrados, y la tez muy pálida, por la pérdida de sangre, así como unos sudores fríos recorren las partes visibles de su cuerpo.

Jukuro, continúa intentando que el encapuchado despierte, de buenas maneras, dándole un par de palmaditas en el rostro, a la vez que cada pocos instantes, comprueba su pulso, para evitar empeorar el estado del hombre.

Tras unos cuantos minutos, y al fin, el villano, empieza a abrir lentamente los ojos. Tiene la mirada algo perdida, y mira al Genin con cara de lejanía, como si no se diera cuanta de que el muchacho esta arrodillado delante de él. Apenas puede mover el cuerpo como antes, aunque sus dedos parecen acariciar el aire de una forma involuntaria, como si fueran pequeños espasmos, o frutos de un tic.

Tras unos segundos, sus ojos parecen volver a la normalidad, como el resto de su ser, y centra la vista en Jukuro. Parece que casi no puede hablar, porque solo emite gestos guturales, y gemidos leves por el dolor de la herida. Está claramente conmocionado, y gira la cabeza lentamente a un lado y otro, intentando ver donde está, a la vez que recordar que es lo último que le ha pasado.

Parece decir, algo, pero, su voz es tan débil que solo el Genin del clan Washi, llega a escucharlo.

Mira a Jukuro, por unos segundos más, mientras murmulla algo.

-Ahhggg...¿d-donde es-estoy...?- mira al ninja, como si no lo conociese de nada, durante unos instantes más- Ahhgg...¿qué es este dolor...?

Se reincorpora un poco, lo justo, para ver que tiene herida la pierna. La sangre ha tenido de un color rojo oscuro que se ha ido tornando en marrón opaco toda su pierna izquierda. Ve que algo hace de torniquete improvisado en su muslo, a la altura de la ingle, al mismo tiempo que nota una corriente de aire en su brazo izquierdo. El muchacho parecía haber usado la manga de su ropa, para hacerle el vendaje fuerte en la extremidad sangrante.

-¡Espera...!¡Es él...!

De repente, su mirada se torna asustada y violenta. La sangre que parecía haber perdido, se acumula en sus ojos, enrojeciendolos, como si la furia se hubiera apoderado de ellos.

-¡Él es uno de los que vi antes...!¡Y es el que me atacó...!

Sus labios se han contraído en una mueca desagradable, como si estuviera conteniéndose, quizás guardando fuerzas, o simplemente evitando decir algo que podría llevarlo directo a la tumba. Intenta mover sin mucho énfasis el brazo que tiene cerca del chaval, aunque al hacer esto, se percata de que apenas puede moverse; está muy débil.

-Tengo que evitar que se lancen a por mí- la mente del tipo, sabiéndose atrapado, empieza a crear con todo el poder que su todavía no recuperada mente un plan, para intentar salir indemne de aquella situación-. Tengo que hacerme el tonto...

Tras un momento, que se hace interminable para el hombre, este por fin habla, intentando fingir mucha dificultad y desconocimientos de su paradero, así como de la persona que tiene al lado.

-Ohhh...cof, cof...- tose, falsamente- ¿dónde estoy...? ¿qué me ha pasado...? ¿quien eres tú...?

Akemi, parece haberse dado cuenta de algo, que hasta ahora había escapado a su visión. Sin embargo, prefiere esperar unos segundos, antes de reaccionar. Su mano, todavía, sostiene los dos documentos, que acaba de conseguir directamente de las alforjas del caballo del extraño.

Por otro lado, Irosaki, sigue en el tren. Se encuentra llevando a cabo, la ardua tarea de hacer funcionar la locomotora. Sentado en el sillón del maquinista, tiene el libro, que no es sino el manual de emergencia, apoyado en sus piernas. Lo lee fervientemente, sabiendo a ciencia cierta, que puede que no dispongan de mucho tiempo, y que la vida del grupo, puede depender en gran parte del fruto de su lectura.

A pesar de esto, llega un momento en el que se oye un pequeño estruendo proveniente del tren. Parece ser que el ninja, está echando carbón en la caldera. El sonido de la pala, que sostiene entre sus manos, al chocar contra la masa de carbón, y las paredes del tren denotan su acción.

A pesar de que sus compañeros no lo ven, el Genin, parece poco a poco entiendo el funcionamiento de la máquina, tras la rápida lectura por encima del capítulo correspondiente.

Hay un poco de carbón, apilado en un pequeño montón cerca de la caldera, como si estuviera preparado para ser usado rápidamente por el maquinista, en un momento de necesidad.

Irosaki, deja el libro sobre el sillón, mientras se levanta y busca con la mirada, algo con lo que echar rápidamente el combustible fósil a la caldera. Tras un par de segundos, sus ojos encuentran un pequeña pala, situada cerca del carbón.

Se acerca a ella, y la ase. Su peso no es elevado, por lo que la puede mover sin mucha dificultad. Gira la cabeza, buscando más carbón, por si pudiera hacerle falta, y ve como el vagón de siguiente al de la locomotora, está lleno de dicho material.

Una pasarela articulable, une ambos vagones, permitiendo a la vez que el tren gire, en caso de haber una curva. El vagón con el carbón a simple vista, tiene una portezuela corrediza, que permite entrar y salir con comodidad del mismo.

La puerta que da al compartimento, en cuestión, donde se guarda el combustible, está cerrada con un candado metálico, que bloquea el paso.

Irosaki se gira de nuevo, y vuelve a la empresa que estaba realizando justo antes. Alterna la lectura del libro, con la acción de echar el combustible dentro de la caldera. Parece que hacer las dos cosas, no le viene muy bien a la hora de enterarse de que está leyendo exactamente. Se hace un resumen mental un tanto difuso de lo que ha leído, y solo saca algo en limpio:

-Una palanca en el centro del cuadro de mandos, regula los frenos. Hay que moverla muy lentamente, para evitar que puedan romperse, por la enorme fuerza de rozamientos que sufren al chocar contra las ruedas. De lo contrario, estos pueden gastarse muy rápidamente o quedar inutilizados.