Partida Rol por web

El doctor Madsen te escuchó atentamente, sin hacer aspamientos o gestos mientras le relatabas tanto tus impresiones como lo que te había ido sucediendo a lo largo del día. Tu madre te observaba sin perder detalle y cuando acabaste de hablar, ambas mirasteis al doctor, esperando su respuesta.

-Entiendo. Lo que quiere decir, señorita Michels, es que usted comenzó el día con unas expectativas que eran habituales, comprensibles y esperables, y ha acabado con otras muy diferentes, totalmente alejadas de la realidad, tal y como usted la veía. Eso es algo completamente normal, he de señalar, aunque no deja de llamar poderosamente mi atención un hecho en concreto. La muerte de su padre. Tanto su madre como yo, creemos que su padre está muerto. Fue asesinado. Usted esta mañana no tenía conciencia de este hecho, pero ahora sí. ¿No cree que puede ser que rechazara su muerte para poder sobrellevar más su ausencia y que al distraer su mente con otras cosas, banales en su mayor parte, volviese lentamente a la realidad tal y como es? Es una explicación bastante plausible. Porque la otra sería que efectivamente, su padre hubiese desaparecido durante el transcurso del día y que nadie más se diese cuenta de ello. Eso es... algo inquietante y ciertamente inexplicable. ¿Qué opina?

La voz del doctor era casi aterciopelada, elegante y solo con oírla, hacía que tu cuerpo se relajara. Era agradable oír todo lo que decía. Pero había mucho que analizar en sus palabras.

-Por otro lado, tiene usted miedo de perder a su madre y eso también es normal. Depende de ella. Ahora que su padre ya no está, perderla sería casi insoportable. Eso también es fácil de comprender. No veo nada anormal en todo esto.

Mi reacción fue lo más normal y evidente llegado al punto en el que estaban las cosas. Mi boca mantenía el sabor amargo de la bilis tras vomitar con aquella visión, mientras que la cabeza sesgada del cuerpo de mi madre permanecía a mi lado, con sus ojos abriertos, reflejando en ellos el horror de su cruel y atroz muerte.

Pero aquello no tenía sentido. Nada lo tenía. Primero Gaspar, que desaparecío ante mis ojos cuando su cuerpo herido tocó el suelo... mi madre arrastrándose por aquel pasillo, cuando donde verdaderamente estaba, era muerta en el suelo de su dormitorio en casa. Si es que aquello que viví era real también, puesto que lo hablado con Gaspar y lo que hablé con el padre de Sam no coincidía. Aquel cabrón de nuevo allí, jodiéndome con su negro sentido del humor y...

Una nueva arcada me vino al recordar como cortaba la cabeza de mi madre con el hacha.

Y ahora DeShawn al otro lado de un espejo que no debía estar ahí. - Esto no está pasando, no es real... no puede ser real... - Comencé a susurrar mientras mis ojos oscilaban entre el tipo del sobrero y aquel feo jersey de rayas y el negrata recién salido de... ¿la nada?

Y en ese momento recordé a Gaspar y como me decía que yo no era real, pero le demostré que el que no era real era él, ¿no? Froté mis ojos con mis manos, repitiéndome mentalmente que nada era real, que todo era un maldito sueño y que de seguro me había quedado dormido en casa o en clase. Nada habitual en mí, pero era lo único que tenía sentido.

Lo único que me podía asegurar que mi madre aún vivía y que yo no me estaba volviendo loco.

Y si aquello era un sueño... debía despertar... más aún cuando no me gustaba nada su contenido y estaba verdaderamente cagado de miedo.

Gaspar había empezado a temblar. ¿Por qué estaba... sangrando? Miró a su alrededor y no vio a nadie, posiblemente estaba solo en la casa. En ese caso... ¿había sido él quien se había autoflagelado mientras dormía? ¿Cómo? No tenía ningún objeto punzante en la mano o siquiera cerca de él. El dolor se intensificó por un segundo. Como pudo se paró y rengueó hasta el baño, lugar en el cual, después de abrir el botiquín de primeros auxilios, procedió a colocar sobre la herida un par de gasas que pegaría con cinta leuco. Había visto a su madre ponérselo al perro... No debía haber mucha diferencia con hacerlo con una persona. El alcohol fue lo que más dolió. En heridas menores ardía, ¿pero allí? Sentía que le quemaba la carne.

Una vez había tratado de manera algo precaria la herida, cogió el teléfono y sin dudarlo ni un segundo marcó el número de emergencias. Ya llamaría a sus padres luego.

Freddy miró riéndose a DeShawn, que había aparecido tras el cristal. En aquellos momentos, tenía a Ed a un lado y a DeShawn al otro.

-Mira por donde, tengo dos barajas. Bueno, entonces supongo que será que corte, ¿no? -dijo, encogiéndose de hombros y transformando de repente sus brazos en dos enormes sables terminados en una afilada hoja, más larga que sus brazos originales. 

Freddy se acercó a DeShawn entre risas, se movió a un lado y otro, como si estuviese esquivando, adaptándose a los movimientos del pobre Lawrence, y le atacó con uno de sus brazos-sable a la altura del pecho, intentando cortarle en dos.

El pobre Ed todavía estaba conmocionado por la escena que había presenciado y la cabeza de su madre estaba a sus pies, observándole fijamente.

La hoja-mano de Freddy rasgó la ropa de DeShawn y le hizo a este un corte profundo en el pecho, que si bien no era mortal, sí que dolía como el demonio. El joven retrocedió, mientras Freddy reía y reía. En ese momento, se fijó en la cabeza de la madre de Ed, así que ni corto ni perezoso, la pinchó con su otro brazo, atravesándola de arriba a abajo como si fuese una albóndiga.

-Perdona, ¿te importa que me la lleve? El juego debe continuar -le dijo, levantándola en el aire, colocándola en el suelo y después, golpeándola como si estuviese jugando al golf -. ¡Bola vaaaaaa!

La cabeza se dirigió directamente hacia Deshawn, que si no hacía algo, iba a recibirla directamente en la cara, mientras Freddy observaba la parábola que describía como si verdaderamente estuviese en un campo de golf. De hecho, ya no llevaba su sombrero, sino una pequeña gorra en donde en la zona frontal, se leía una gran F, y sus pantalones eran de la misma clase que suelen llevar los golfistas, pero a rayas, como su jersey.

Mientras la cabeza volaba, Freddy se acercó rápidamente a Ed y pasó un brazo por detrás de su cuello, como si fuese un colega.

-¿Hacemos una pequeña apuesta? ¿Qué te juegas a que ese DeShawn no consigue esquivarla?

La explicación del Doctor, de alguna manera no me cuela. Estoy segura de haber vivido una cosa y ahora esto, es que no es así y en parte me niego a creer que todo es parte de mi mente. No tiene sentido, si siempre he sido muy realista con mi proceder y las situaciones han surgido solas. Me parece en verdad raro, no sé qué decir y pienso que siguiendo la corriente en parte me ayudará a no creer en esto, a no ceder. 

- Está bien, puede ser. - respondo escueta, no sé qué más agregar. - Posiblemente sea eso, quizás despejarme un poco, arreglar con alguien para compartir un rato. No sé, despejarme. - digo al encoger mis hombros, desviando la mirada hacia mi Madre, pensando que ella me apoyará en esto. Lo viene haciendo y tengo miedo, en verdad que lo tengo porque esto cada vez se retuerce más y pierdo noción de la realidad. 

Permanecía de rodillas en el suelo, tratando de asimilar todo aquello. Temblaba como una hoja y la única explicación que tenía era que todo era un jodido y cruel sueño. Además, el tipo del sombrero y la cara quemada, era el mismo de la pesadilla de esa misma noche. - Cuando se lo cuente a mi loquero no se lo va a creer.

Y es que siempre hablaba de la importancia de los sueños y de lo que nuestro subconsciente nos quería decir a través de estos. - Gaspar me decía que yo no era real... y no lo soy, porque es un sueño... - Pensé tratando de serenarme algo, pero la cabeza de mi madre, con sus ojos envueltos en aquel manto de terror, abiertos como platos y fijos en mí, de poco me ayudaban.

El que no encajaba demasiado en todo aquello era DeShawn por no decir el tipo de la cara quemada y aquel guante. Pero si mi subconsciente me lo estaba mostrando, quizás era porque era importante. Y entonces le vi cambiar su cuerpo a voluntad y miré mi mano. Allí seguía la navaja que no debía estar en mi chaqueta, pero que apareció cuando pensé en ella y la deseé tener en mi mano. Si él podía hacerlo quizás yo...

Estaba tan abstraido con aquella idea que me sobresaltó la voz del cara quemada mientras pinchaba la cabeza de mi madre como si de una aceituna se tratase y mis ojos, abiertos como platos ante tan macabra situación, siguieron la trayectoria de la misma, viendo como era lanzada contra DeShawn a continuación.

Y entonces le sentí poner su brazo sobre mi hombro, mientras que la cabeza seguía volando hacia el chico y vi su guante de cerca, lleno de cuchillas y su voz resonó en mi cabeza con fuerza. ¿Y si era eso? ¿Y si era el pasajero oscuro del que nos había hablado Critter? Debía ser eso. Cerré mis ojos un momento y me imaginé ese mismo guante en mi mano. Enseguida sentí el calor del cuero cubriendo mis dedos y mi piel.

- Enséñame. - Le dije al cara quemada - Estoy listo para aprender. - Dije alzando mi mano con aquel guante con cuchillas.

No era más que un maldito sueño, donde entraban y salían conocidos en él, donde aquel cruel ser me mostraba lo que se podía hacer y... lo que podría llegar a ser yo. - Antes de encerrar a la fiera, debes dejarla libre. - Susurré y ahí la tenía, libre ante mis ojos.

En emergencias no se creyeron demasiado tu historia, pero por si acaso, se decidieron a enviar un vehículo. Diez minutos más tarde, debido sobre todo al tráfico, oías la sirena y veías las luces a través de las cortinas, y un poco más tarde, llamaban a tu puerta.

Hasta ese momento, no te habías dado cuenta de que era de noche, pero ahora tampoco es que importara demasiado.

-Está bien. Veo que eres tú el herido. Enséñame esa herida.

Cuando te levantaste la camisa y retiró las gasas, vio el corte y frunció el ceño -. Es un corte profundo. ¿Quién te lo ha hecho? Porque es evidente que no ha sido en un sueño. Esto es tan real como tú y como yo.

A los ojos del doctor y de tu madre, parece evidente que su explicación no te convence. El doctor hace entonces un chasquido con la boca.

-Supongo que no he logrado convencerte, pero no es algo que me preocupe. Cualquiera de nosotros, en todo momento, suele mantener sus creencias o afirmaciones hasta el final, llegando incluso a pelear por ellas, y no por eso hay que estar mal de la cabeza, como me parece que empiezas a pensar. 

Entonces, se levantó, sacó un estuche del cajón de su mesa y extrajo una jeringuilla y un bote con aspecto de medicamento. Al ver que lo observabas, preocupada, sonrió.

-Lo que vamos a hacer, si a las dos les parece bien, es darte un pequeño sedante. A continuación, te tumbaremos allí y esperaremos a que te haga efecto. No debería causar que te durmieses, sino únicamente que te relajes. Cuando lo hayas hecho, empezaré a hacerte preguntas. Es una forma habitual de trabajar que tenemos los psiquiatras. De esta manera, tu natural rechazo ante otras ideas, dejará algo de espacio para que podamos hablar sobre lo que piensas realmente. ¿Os parece bien? 

Las palabras del Doctor de alguna manera suenan siniestras, quizás porque estoy viendo todo demasiado distorsionado y ante la perdición temporal que ostento, es difícil encontrar el punto entre tanta confusión. Así que antes la explicación y la sugerencia, me encojo de hombros, accediendo pese al temor y pensando que tal vez me esté exponiendo a mi mayor miedo. Aunque encontrar respuestas, siempre puede ser un punto para hallar la realidad en todo esto. Descubriendo si la estoy negando o no. 

- Está bien Doctor. - respondo escueta, dudando. 

Ya confiando en el hombre, desvío la mirada hacia mi Madre y me preocupo más. Siento que estaré sola en esto, no sé cómo tomarlo pero directamente voy a ello. Es un riesgo, lo tomo y accedo a recostarme en el sillón para que me inyecte aquello, en mi rostro se refleja ese temor, aunque sea por todo esto. La situación en sí. - Sólo quiero hallar respuestas, darme de lleno con la realidad. - digo en un tono que habla de nervios, y una necesidad imperiosa de saber dónde estoy parada. 

El doctor asintió, satisfecho, y te invitó a dirigirte hacia un diván en el que tumbarte. Después, procedió a inyectarte el sedante. Notaste el pinchazo y segundos más tarde, nada importaba porque una pesadez terrible empezó a invadirte con rapidez, haciendo que todo tu cuerpo luchara por dejarse arrastrar y perderse en la ausencia de todo y que tus párpados se cerrasen.

Era como si de repente, nada existiese, aparte de la dulce paz de la tranquilidad y el sueño perfecto.

Cuando abriste de nuevo los ojos, el despacho estaba completamente vacío y no había ni rastro del doctor... o de tu madre.