Partida Rol por web

El campesinó, atrancó la puerta como tan buenamente pudo. Era evidente que solo aguantaría un par de forcejeos, quizá tres. En cualquier caso, Grigori giró sobre sus pasos y se encaró hacia la pelea. ¿Y qué hago yo?. Pensó mientras no quitaba ojo al forcejeo que llevaban esos dos seres, sumergidos en furia e ira.

No pensó mucho, hasta que el cráneo de ese soldado se agrietó y al mismo tiempo debió morir. -Joder, estás loca. No somos asesinos, ¿acaso quieres ser uno de ellos?. Coge el fusil y ¿por qué no vas con ellos a disparar a pobres inocentes? Comprueba el estado del alemán, y sí, está completamente muerto. En ese instante, las teclas del piano se mueven solas, tocando una nana muy característica. Yo no he sido-

Por si fuera poco, la puerta está siendo golpeada y como ya dije, no aguantará mas que unas simples embestidas. Se acerca a la ventana, con la pistola en mano, y con la culata de la misma, rompe los cristales del ventanal. -Vamos a salir de aquí ahora mismo. Por favor Dios, ayudános El suelo no está muy lejos, tan solo a un metro apróximadamente. ¡Venga saltemos!- El campesino, ya estaba en la cornisa, tan solo tuvo que sacar la otra pierna, para dejarse caer hasta el suelo, y caer rodando.

Era el turno de Alexeva.

Cuando Grigori rompió los cristales del ventanal, Alexeva asintió con un ligero cabeceo.

No soy ninguna asesina. Soy miembro del ejército ruso, sección de francotiradores. dijo con voz gélida, mientras seguía apuntando con mano firme y el fusil al hombro contra la puerta de acceso. Pero ahora no hay tiempo, debemos salir de esta habitación inmediatamente.Te cubriré, asegura el exterior.

Mientras el ruso salía al exterior, Alexeva sopesó sus palabras.

¿Esa es la imagen que damos al pueblo? pensó la mujer ¿No entienden que estmos jugandonos el cuello por defender nuestra patria,nuestra libertad...a ellos mismos?

En respuesta se escucha la voz de Hans gritar:

- PIETER Y YO ESTAMOS BIEN, SOLO QUE ESTA MALDITA PUERTA SE HA ATASCADO Y CREO QUE EL DISPARO QUE HEMOS ESCUCHADO PROCEDE DE SU INTERIOR. -

Se escucha el ruido de alguien golpeando una puerta y luego Hans vuelve a gritar:

- OCTAVIUS NO HAY MANERA DE QUE SE ABRA. ¿QUIÉN ESTÁ AHI ARRIBA CONTIGO? -

Mientras Hans lucha contra la puerta los dos hermanos escuchan que un hombre y una mujer están conversando en ruso. Reconocen las voces, son Alexeva y Grigori, pero no logran entender lo que dicen. De repente se escucha el sonido de unos cristales al romperse y las voces dejan de escucharse.

Alguien gritaba al otro lado de la puerta. Por la voz parecía ser Hans. Cuando Alexeva salía por la ventana quien quiera que fuera el que estaba al otro lado intentaba forzar la puerta.

Los dos rusos saltaron a la nieve y la tormenta azotó sus cuerpos haciendo que tiritaran violentamente. La ventisca había empeorado considerablemente desde que habían entrado en la casa. El viento ahora era casi un huracán y hacía que fuera difícil mantenerse en pie. A la lluvia y a la nieve se había añadido un grueso granizo que les fustigaba desde todas direcciones.

La visibilidad era prácticamente nula, alcanzando tan solo unos cuatro o cinco pasos. Calculaban que se encontraban en la parte trasera de la casa. La pared norte de la galería que formaba el salón de baile se extendía en dirección este-oeste. Cerca, hacia la planta principal de la casa, les parecía que había una esquina que giraba hacia el sur. Hacia el oeste la pared de la galería se extendía, pero no podían distinguir nada más allá de un par de ventanales. Hacia el norte no se distinguía nada hasta donde la visibilidad alcanzaba.

En la nieve no había rastro de nada que no fueran los cristales del ventanal que acaban de romper y sus propias huellas. Por ningún lado se veía nada que indicara que unos niños habían estado jugando allí alegremente hacía solo unos instantes.

Maldiciendo a diestro y siniestro mientras su hermano le guardaba las espaldas (o eso esperaba Hans) por si esa maldita casa les quería dar alguna sorpresa, Hans escuchó la conversación en ruso y ato cabos rápidamente.
Le indicó a Pieter que se situara al lado de la puerta izquierda mientras seguía peleando por abrirla. Cuando escuchó el "Clack" supo que había conseguido su propósito, le indicó a su hermano que a su señal abriese la hoja que tenía a su lado mientras el mismo se colocaba en la pared contigua a la hoja derecha.
Antes de abrir se colgó el fusil a la espalda, desabrochó la funda de la pistola y cogió su última granada del cinturón. No tenía nada contra esos campesinos, pero pensaba volver a su hogar con su esposa, a su anterior vida, fuera como fuera.

Le dió la señal a su hermano y ambos, con la espalda pegada a la pared dieron un fuerte empujón a la hoja que tenían a su lado y abrieron las puertas de par en par.
RUSOS SALID DE RODILLAS Y CON LAS MANOS DETRÁS DE LA NUCA O OS JURO QUE VUELO TODA LA HABITACIÓN. -Mostró rapidamente la granada para que vieran que no mentía y se la volvió a acercar para sí mismo.-SI TENEIS A ALGUNO DE NUESTROS COMPAÑEROS DEJADLO SALIR INMEDIATAMENTE, SINO SALID VOSOTROS. SI CUENTO HASTA 10 Y NO HABEIS SALIDO POR ESTA PUERTA LA LANZO. 1, 2, 3...
Hans desde su posición y apenas asomándose un poco veía la mitad de la habitación mientras que su hermano, al estar en el lado contrario, veía la otra mitad. Esperaba que su hermano si veía algo extraño lo avisara.

...4,5...

Cuando por fin consiguieron abrir la puerta, una corriente de aire helado se escapó por entre las hojas. Un primer vistazo reveló el motivo, el ventanal situado enfrente de la puerta estaba roto, el hueco era más que suficiente como para que saliera una persona por él. Terminaron de empujar las puertas para apartar la lujosa butaca que se había empleado para atrancarlas y pudieron inspeccionar la sala.

Desde su punto de observación Hans abarcaba casi todo el salón de baile. Lo primero que atrajo su atención fue el cuerpo del sargento tumbado en el suelo boca arriba y con la cabeza apoyada en un charco de sangre. Tenía los ojos abiertos y la sien izquierda destrozada y aplastada. La sangre le cubría el rostro y una masa grisacea asomaba por la abertura del cráneo allí donde el impacto había sido más contundente. Sus armas no estaban, no se veía a lo rusos por ningún lado y tal y como habían comprobado en su primera inspección ellos estaban ocupando el único acceso a la sala.

Pieter hizo una señal para indicar que por su lado estaba todo despejado. La lluvia la nieve y el granizo entraban por los cristales rotos creando remolinos y empapando el suelo en las proximidades.

Pieter se aproximó a la ventana para examinar el exterior en busca de los rusos, pero no tuvo tiempo de informar. Con un terrible estruendo lo que quedaba del ventanal se desplomó sobre él. Los grandes cristales eran como guillotinas cayendo a su alrededor en una danza mortal. Antes de que tuviera tiempo de reaccionar uno de las afiladas hojas cayó sobre su cuello decapitándolo al instante. El cuerpo sin cabeza se desplomó en el interior de la casa convertido en un surtidor de sangre mientras que la testa del desafortunado soldado caía al exterior. Rápidamente el pequeño montón de nieve que se había formado bajo el ventanal destrozado se tornó carmesí.

Los rusos, concentrados en la tarea de decidir su próximo destino y ensordecidos por la tormenta, no se dieron cuenta de la irrupción de los alemanes en el salón de baile. Sólo cuando la cabeza de Pieter se asomó por la ventana se dieron cuenta de los valiosos segundos que habían perdido titubeando.

Sin embargo la casa parecía estar de su lado por el momento. Con un terrible estruendo lo que quedaba del ventanal se desplomó sobre Pieter. Los grandes cristales eran como guillotinas cayendo a su alrededor en una danza mortal. Antes de que tuviera tiempo de reaccionar uno de las afiladas hojas cayó sobre su cuello decapitándolo al instante. El cuerpo sin cabeza se desplomó en el interior de la casa mientras que la testa del desafortunado soldado cayó al exterior quedando enterrada en la nieve cara arriba y con una expresión de sorpresa y terror pintada en el rostro. A medida que la sangre que quedaba en la cabeza se vaciaba, la nieve se fue tornando carmesí a su alrededor.

-¿CONMIGO? -preguntó extrañado. No hacía falta ser un lumbreras para tener un mínimo de retentiva y saber en cuantos grupos se habían dividido y quiénes conformaban esos grupos. Aún así, contestó -SOLO GRÜBER, DIETER NO HA CONSEGUIDO SOBREVIVIR. HA CAÍDO EN OTRA TRAMPA. -Por si no tenía ya bastante con lo que tenía el pobre hombre.

-¿DE QUÉ COÑO ME HABLAS? ¿QUÉ DICES DE PUERTA NI DISPARO? -No parecía muy inteligente. Si los que estaban arriba no sabían que diablos ocurría abajo, como esperaba Hans que Octavius comprendiera qué significaba que hubiera una puerta cerrada y que hubiera resonado un disparo en su interior. -Prendedle fuego a la puerta -pensó Octavius. En el peor de los casos ardería la casa entera y en el mejor, saldrían de su escondite quienes quiera que fuesen los que estaban al otro lado de la puerta o simplemente ardería hasta dejarles pasar.

Quizás no fuera tan buena idea. Una casa como esa, tan vieja y dejada de la mano de algún dios, ardería hasta los cimientos en cuestión de minutos. Miró a Dieter y como la sangre resbalaba escaleras abajo creando un desagradable riachuelo de muerte. -Una puta puerta, parece mentira que no seas capaz de abrir una puerta y matar a todo lo que se mueva ahí dentro. -¿DONDE ESTÁ EL SARGENTO? -¿Por qué era Hans el que me contestaba cuando era el sargento el que debía organizar el "asalto" a la casa.

El viento azotaba a los dos rusos, provocando que la melena de la mujer revoloteara tan descontroladamente como lo hacía su vestido. La mujer ya empuñaba el fusil arrebatado a su víctima, lista para enfrentarse al siguiente enemigo que intentara darles caza. Sin embargo,una vez más, se vio sorprendida por un suceso extraño y aterrador: La ventana...no, la propia casa había cercenado la cabeza del incauto alemán que se asomó por ella.

Por los huesos del Zar... esto ya no es normal...  pensó Alexeva encogiéndose tanto por el frío como por el miedo.Y sin embargo, había vuelto a ocurrir. Un nuevo cadaver regaba la nieve, que poco a poco se tornaba carmesí. La mansión realmente está maldita... y sedienta de sangre... ¿pero de qué sangre?

Un leve movimiento de Grigori la sacó de su ensimismamiento. No podían permanecer a la intemperie más tiempo, de modo que Alexeva encabezó la marcha, dirigiéndose a lo que parecía una esquina de la casa que giraba hacia el Sur. Quizá allí el viento fuera menos violento, cortado por la gigantesca estructura de la mansión.

VAMOS! BUSQUEMOS COBIJO! gritó a Grigori para elevar su voz por encima del vendaval...

Lo lograron, habían conseguido quitarle la vida a ese soldado y todos sus accesorios, como armas, un cuchillo o incluso su propio diario. Al saber que la campesina había alcanzado altas cotes en la rama de soldado, Grigori se sintió algo mas seguro al caminar por la nieve. Se guardó el cuchillo en la bota y continuó con pasos forzosos por la nieve virgen. Hasta que, de pronto, un estallido rompió los pasos para dirigir la mirada hacia la ventana y ver una lluvia de cristales.

Por suerte no era fácil de encontrar este lugar. Cada vez estaban más aislados en los alrededores de la propia Mansión. Lo que en cierto modo era de agredecer.

Abarcó con un brazo a la mujer para sentir el calor propio, andaron, sufriendo los golpetazos del vendabal sobre sus rostros. Giraron un recodo, tratando de avistar la zona para buscar algún cobijo. -Tenemos que alejarnos de esta Mansión, eso es lo único que importa. Eso, y que no muramos congelados por este frío-

Con los ojos entrecerrados, intentaba buscar algún lugar que condujera a alguna casa que no estuviera encantada para poder cobijarse de este frío. -Tenemos que aguantar a que la noche termine. ¿Crees que vendrán a buscarnos?-

Dice sin demasiadas esperanzas mientras recorre con la mirada la zona.

Mientras caminaban bajo la furia de la ventisca, Grigori pasó su brazo por encima del hombro de Alexeva. El primer instinto de la muchacha fue sacudirselo de inmediato, pero comprendió que las intenciones del ruso no eran otras que las de conservar el  calor.

Paso a paso se acercaban a la esquina de la mansión, y Alexeva torció la boca en un tìpico gesto de desagrado cuando escuchó la pregunta del fornido campesino.

No llegaríamos vivos a ningún lugar. No hay nada en kilómetros a la redonda...   dijo con pesar  Debemos entrar de nuevo en la casa y esperar que... lo que quiera que esté ocurriendo solo la tome con los invasores...

Y sí, estoy segura de que nos buscarán  dijo tras unos instantes de silencio, mientras aferraba con fuerza el rifle arrebatado, sintiendose más segura.

El ruso oteó intentando ver algo sin éxito. La tormenta no dejaba ver nada más allá de unos metros e incluso la figura de Alexeva, que tan sólo se había adelantado un par de pasos hacia la esquina, empezaba a aparecer borrosa. Un fuerte escalofrío recorrió su cuerpo recordándole su frágil salud y lo cerca que estaba de la hipotermia. No llevaban ni un minuto en el exterior y ya empezaba a perder sensibilidad en las manos.

Alexeva observó que en la misma esquina se iniciaba una fuerte pendiente que descendía. El talud arrancaba de la pared este del salón de baile, aguzando la vista Alexeva pudo adivinar la presencia de una pared y de algunos ventanales a su misma altura que debían corresponderse con los de la planta en la que habían estado antes de escapar. Eso era todo cuanto podía ver a través de aquella tormenta, sin embargo un afortunado remolino abrió un paso para la visión a través de la nieve y la lluvia y durante unos instantes pudo ver con algo más de claridad qué había al fondo de la pendiente.

Abajo había otra planta, no se habían percatado de su existencia porque la casa debía estar construida sobre una pendiente de forma que el acceso a la planta noble quedaba a la altura del terreno de la parte delantera del edificio. La planta de abajo no debía tener acceso al exterior al menos en la parte sudoeste del edificio pero en aquel lado pudo ver que había algunas pequeñas ventanas y una discreta puerta.

Conociendo las costumbres de las familias ricas aquella planta medio soterrada debía, en su momento, haber servido de alojamiento a la servidumbre.