Partida Rol por web

La situación era un caos. El polvo comenzaba a disiparse, pero no lo suficiente como para poder ver a la criatura, pero sí lo suficiente como para poder apreciar con más detalle los desperfectos de la granada. Parte del suelo había sido destrozado. El suelo de la biblioteca, en la zona próxima a la puerta que comunicaba con el distribuidor central era un enorme boquete a través del que se podía observar la existencia de un piso inferior cuya existencia ya conocíais debido a la estructura exterior de la casa.

El derrumbe llegaba hasta el frente de la puerta del despacho.

Por su parte, el intento de Alexva por arrebatar el arma a Grübber parecía haber tenido éxito y la campesina tenía ahora el rifle del soldado.

Karl se volvió hacia sus compañeros. El polvo había entrado en el despacho y hacía difícil tanto ver como respirar. Pero mientras lo intentaba, escucharon un gran estruendo de cristales rotos que provenía de donde llegaba el sargento. Y ahora la criatura, estaba a penas a dos metros de él y entonces, la sintió gritar otra vez.

¡Esta loca! - Pensó Grüber - ¿Es que está ciega? ¿Que diablos va a hacer una campesina con un fusil? - Le pareció que pasaban horas pero solo eran segundos entre el forcejeo y que Alexeva le quitase el arma. En ese momento no se paró a pensar, ni siquiera sabía si sus compañeros podría ayudarlo a tiempo o si la criatura aún los acechaba. Así que siguiendo su instinto de supervivencia más básico y pensando que en una habitación tan reducida un rifle no sería tan manejable desenfundó su pistola y disparó contra la prisionera.

Solo le venía a la cabeza cuando su amigo perdió la vida - Era solo un  niño quien lo hizo - Entonces oyó el disparo, ni siquiera podría asegurar quien había sido si él con la pistola o ella con el rifle.

La terrible y cercana explosión de la granada había logrado que Octavius perdiera el equilibrio, lo que le había llevado a acabar con ambas rodillas en el suelo y un intenso y agudo pitido en los oídos. En esos momentos, estaba totalmente desorientado, por lo que mientras tanteaba a su alrededor en busca de la mesa, donde se asió para lograr incorporarse y recuperarse de la abrumadora y desconcertante explosión, entrecerró los ojos mientras miraba y escuchaba a su alrededor. La detonación había conseguido que el polvo acumulado durante años se pusiera en movimiento, y alzándose de allí donde había reposado desde hacia un tiempo incalculable, había creado una densa y opaca nube que lo cubría todo, privando al soldado de artillería del sentido de la vista. Además, las pequeñas partículas también habían alcanzado su garganta, y esta, molesta e irritada, lo obligaba a toser de forma fuerte y continua en un vano intento de deshacerse de aquella suciedad, reunida por el paso del tiempo, que se adentraba en su interior en cada bocanada de aire.

Cita:

El grito, ¿Hans?, que provenía de algún lugar cercano a su ubicación, llamó su alterada atención, así como la tos de algún otro soldado que debía permanecer no muy lejos de su posición, y que sin duda debía tratarse de Dieter a razón de las palabras que había escuchado. Nervioso, y con la cólera desapareciendo a pasos agigantados de su mente a causa de lo sucedido en los últimos instantes, Dietrich volvió a toser con fuerza, desprendiéndose de otro buen montón de polvo, antes de abrir la boca para gritar.

AQUÍ!! ESTOY BIEN, AYUDE A DIETER!!

El mero hecho de hablar ya habría sido lo suficiente molesto, pero gritar con tanta fuerza había sido un calvario, y cada minúscula parte de su garganta y pulmones se reveló ante aquel esfuerzo con un sinfín de intensos aguijonazos de dolor. Pero todo y eso, Octavius solo se permitió un leve gruñido de dolor, y, orientado gracias a la posición de la mesa, clavó su mirada en el lugar donde había aparecido la reencarnación del mal. Su pistola volvía a estar alzada, apuntando, y aunque no veía apenas nada, tan solo esperaba una señal, quizás un sonido o un leve movimiento en aquella densa polvareda antes de volver a disparar.

Durante unos tensos segundos, y mientras el polvo volvía a descender a su posición anterior, aclarando levemente la biblioteca, Octavius se sintió perdido y acobardado, pues aquella ira que hacia unos segundos le había permitido enfrentarse a aquello, había desaparecido por completo, y ahora, el terror volvía a renacer con renovadas fuerzas, recordándole con una claridad dañina, al ser, a la cosa que se estaban enfrentado. Asustado, y algo aliviado, comprobó que la criatura no estaba allí donde había aparecido, al parecer sustituida por enorme agujero ocasionado por la granada. Pero sin perder la tensión, todo y la ausencia del enemigo, el soldado siguió con la vista los destrozos, y finalmente su mirada se detuvo a las puertas de allí donde estaba la entrada al despacho. Hans Müller estaba allí, en el umbral y con su fusil en la mano, y tras él se podían intuir varias sombras, seguramente algunos más de sus compañeros.

NO ESTÁ AQUÍ, PARECE QUE SE HA MOVIDO!! – les gritó, todo y el punzante dolor que aquello conllevaba, alertado por sus instintos y sensaciones, percibiendo que aquella maldad no había sucumbido ante aquel ataque y que seguramente andaría al acecho. – ESTAD ATEN… - pero sus palabras, sus avisos, cesaron de repente, interrumpidos por un nuevo alarido de la criatura que procedía, sin lugar a dudas, del despacho.

Con esa información, Dietrich vaciló unos instantes. Podía correr en ayuda de sus compañeros o podía huir, buscar una escapatoria mientras estos se enfrentaban a aquella cosa. Ambas opciones cruzaron su dolorida cabeza en apenas una fracción de segundo, y mientras que el honor y quizás la razón le decían que no debía abandonar a aquellos hombres, su sentido de supervivencia, al cual siempre había sido fiel, le gritaba clamorosamente en contra, incitándole a la huida y señalándole lo imposible de acceder al despacho a causa del derrumbe, ofreciéndole un esperanza que quizás no fuera tan remota, pues si podía alcanzar la salida mientras el mal estaba ocupado, a lo mejor, entonces… Reacio a mostrar reflejada su decisión, observó la estancia aún dominada por el polvo, y buscó alguna salida. De la entrada al recibidor hasta el despacho, el suelo había sucumbido, desaparecido casi por completo dejando al descubierto el piso inferior, pero el resto parecía estar más o menos en condiciones, por lo que aún quedaba una puerta, aquella por la que habían accedido a la biblioteca. Aquella parecía ser la única opción, descartando la idea de saltar al piso inferior, y Octavius no tenia mucho tiempo más para pensar, así que decidido, encaminó sus acelerados pasos hacia allí…

Salid de ahí!! Corred!! – volvió a gritar, con la mirada fija en Hans, mientras señalaba la puerta por la que se decía a huir. – Vamos!! – agrego, aplacando así a la pequeña y casi apagada vocecilla que le recriminaba el haber decidido no ir en ayuda de sus compañeros.

Acordaos de decirme también qué haceis.

Hans Müller escuchó claramente las fuertes toses procedentes de la biblioteca. No pudo reprimir un suspiro de alivio, sensación que se incrementó cuando le llegaron, altos y claros, los gritos de Octavius Dietrich haciendo saber que se encontraba bien. Sin embargo, la situación dentro del despacho se había complicado, al comprobar que la campesina había arrebatado su rifle a Franz Grüber.

Experimentó un instante de vacilación, dudando acerca de su proceder para con aquella mujer ahora armada, instante en el que se superpusieron el grito de advertencia de Octavius, desde la biblioteca, y el sonido de cristales rotos así como los gritos del engendro aún vivo, desde la sala contigua, sala en la que estaba Karl Ziegler.

Sin tiempo para la reflexión, actuando de un modo casi mecánico pero consciente de que la prioridad era matar a la criatura, algo imposible con aquel conato de rebelión por parte de Alexeva, descargó un fuerte culatazo con su rifle en la nuca de la campesina.

La situación era muy complicada y, a cada segundo que pasaba, algún nuevo dato la hacía aún más difícil de abordar. La campesina parecía dispuesta a dar más problemas de los que ya tenían quizás movida por su propio instinto de supervivencia o por un trazado plan que venía mascullando desde hacía tiempo y cuya oportunidad había encontrado con los últimos acontecimientos. Por otro lado había algunos hombres que parecía no haberse recuperado del shock causado por la granada, aunque le aliviaba escuchar a Dieter y a Octavius en la biblioteca - Parece que no está todo perdido -

No le alivió tanto sin embargo escuchar las noticas de Octavius de que la criatura se encontraba en paradero desconocido. Podían haber pasado mil cosas con ella, pero sus alaridos anunciaban que no había dicho su última palabra, por decirlo de alguna forma. De pronto Karl escuchó unos cristales romperse a su espalda. Sólo había dos cosas de cristal que hubiese visto en esa habitación: un armario y la puerta que daba al distribuidor. Enseguida comprendió la situación aunque deseaba que fuese un efecto retardado de la explosión.

Movido por un subidón de adrenalina se giró 180 grados con la bayoneta perpendicular a su cuerpo a la altura de la cintura. Rápidamente pudo confirmar sus peores temores. Tan solo a unos pocos metros de distancia pudo ver la extra sombra entre el polvo, esperando amenazante en el umbral de la puerta que comunicaba la sala de ocio con el distribuidor. Por un momento el sargento se quedó sin respiración mirando fijamente al ser. Tan pronto como pudo reaccionar grito al aire - ¡¡Está aquí!! - Era algo evidente, pero su deber era avisar al resto por si se les había pasado por alto la nueva posción del enemigo. Seguidamente, si dejar de sujetar firmemente el rifle con la mano derecha, sacó su pistola con la izquierda y le propinó algunos disparos a la criatura.

El sargento aguantó en su posición tapando el paso al horrendo ser, tratando de ganar el máximo tiempo posbile para que los demás pudiesen seguir las indicaciones de Octavius. - ¡Venga, moveos!.... Nos deberíamos haber ido anates... -

Luego de la explosión, Pieter se tapó el rostro para protegerse del polvo producido por la explosión de la granada. Luego bajó un poco el brazo para ver mejor que había sucedido. Al ver a la prisionera quitándole el arma a Gruber le entró una ira tremenda. Él ya había vaticinado que la presencia de los prisioneros terminaría siendo un problema. Se olvido de su otro enemigo, y no necesitaba las ordenes que le dió su superior para actuar contra la prisionera. Vio como su hermano le pegaba un culatazo a la sublevada, y se dispuso a disparar con su fusil.

Con una ágil finta Alexeva se hizo con el fusil de Grüber y, todavía confundida por el ruido de la explosión y el caos subsiguiente, se lanzó por la puerta del despacho hacia la polvorienta atmósfera de la biblioteca intentando saltar el boquete del suelo.

Grigori no sabía cómo, pero ahora empezaba a verlo todo claro. Súbitamente se dió cuenta que ése era el momento que podría aprovechar para salir de allí e intentar salvar el pellejo. La reacción de alexeva le había sorprendido en un primer momento, no se esperaba de la pequeña campesina ese arrojo guerrero, y por eso la admiró, aunque no fué nunca su estilo.

En medio del caos, los disparos, los gritos y las explosiones, se decidió a escapar sin que le viese nadie de esa casa, ya fuese humano o aberración. No tenía tiempo ni ganas de hacerse preguntas sobre el posible origen de "aquello" o su relación con los cuentos de su abuela.

-¡Ahora!-

Se levantó con decisión y se dirigió ágilmente hacia la salida de la mansión, hacia su pasaporte hacia la vida.

Dieter también se había fijado en la que parecía ser su única vía de escape o al menos, la más segura. Sin dejar de apuntar a la puerta del despacho, prepado para disparar si aparecía aquello.

-¡Vamos, vamos, vamos!.-gritó apremiando a sus compañeros para que salieran de aquella ratonera.

Aquella criatura se movía con una agilidad sorprendente. Antes de que el sargento pudiese hacer nada, estaba a su lado. Entonces, sintió el cálido y pestilente aliento de la criatura en su nuca, justo antes de que se abalanzase sobre él. (Karl: Defensa dificultad 14)

Octavius retrocedió hasta la puerta que comunicaba la biblioteca con el recibidor por el que habían entrado en la casa y la abrió invitando a sus amigos a seguirle. Al otro lado, volvieron a sentir el rugir de la tormenta. Alguna explosión lejana les advertía de que fuera, aquel infierno al que llamaban guerra persistía.

Y mientras en aquel pequeño despacho, Hans intentaba frenar el intento de rebelión de Alexva asestándole un culatazo con su arma. (Hans: tira "combate". Alexva: tira defensa). Pieter le dispara con su fusil (Pieter tira ataque con fusil; Alexva: tirada de defensa) mientras que Grubber, sacaba su pistola para descerrajarle un disparo a bocajarro (Grubber: tira "ataque"+2. Alexva: otra tirada de defensa).

Grüber se había dejado llevar por el pánico, en circunstancias normlaes nunca hubiese disparado contra un ser humano, pero esto no era normal. Desenfundó su pistola y disparó una sola bala contra la que había sido su prisionera hasta que le atacó y le quitó el rifle.

Solo se le pasó una frase mientras la pistola descargaba su letal contenido - Mejor tu que yo.

Sin tiempo para la reflexión, actuando de un modo casi mecánico pero consciente de que la prioridad era matar a la criatura, algo imposible con aquel conato de rebelión por parte de Alexeva, descargó un fuerte culatazo con su rifle en la nuca de la campesina. Pero apenas un segundo después, un disparo resonó en sus oídos.

La bestia avanzó rápido amparada por la oscuridad. Su oscuro color era el camuflaje perfecto entre as sombras de la casa y el polvo levantado. Cuando un relámpago iluminó ligeramente la habitación a través del distribuidor, Karl solo pudo ver con asombro como aquella bestia caía sobre él con las fauces abiertas y la enormes garras prestas. - ¡¡CORRED!! - Es todo lo que le dio tiempo a decir.

Con la puerta abierta, y los persistentes aullidos de la tormenta, aplacados esporádicamente por las incesantes explosiones de la guerra, resonando en sus oídos, Ocatvius observó el recibidor por el cual habían accedido al tiempo que varios disparos estallaban a su espalda. Alertado por ellos, pero sin tiempo a verificar el resultado o el por que de estos, pero con le temerosa y seguramente acertada idea de que se debía a la terrorífica criatura, el soldado de artillería atravesó la puerta, encaminando sus pasos hacia la puerta por la cual habían accedido a la mansión. Un rápido vistazo a su espalda le confirmó la presencia de Dieter, pero a parte de él, ninguno de sus compañeros parecía haber decidido seguir sus pasos.

Algo indeciso, pues el recuerdo del frío exterior clamaba ahora con fuerza, Dietrich alcanzó y alargó la mano hacia el pomo de la puerta y la abrió ligeramente, lo suficiente como para asomar su mirada al helado jardín.

Puede que el frío acabe conmigo, pero sin duda será menos doloroso que morir bajo las fauces de esa malvada criatura.

Cansado, y tras su veloz examen del exterior, Dietrich se volvió hacia Dieter, a la espera de que este lo alcanzara y, con suerte, alguno más de sus compañeros hiciera lo mismo.

El campesino ruso hizo caso omiso de los gritos que daban unos y otros. Lo único que le importaba era poner tierra de por medio entre ese monstruo y su piel, le costara lo que le costara. Vió como el soldado Octavius también se moría por salir de esa trampa mortal, así que siguió sus indicaciones de huir lo más rápidamente posible. Tiempo habría luego para sobrevivir a la ventisca. Si lograba escapar de allí, tendría más posibilidades de vivir si lo acompañaba ese soldado raro.

-¡Espere soldado!-

Le gritó Grigori a Octavius, rezando para que los demás aguantasen lo suficiente para salir del alcance de esa horrible casa y sus moradores.

Alexeva se dio cuenta con angustia de que cogiendo el fusil alemán podía había cometido el que podía ser el último error de su vida. Retrocedió encongiéndose, intentando defenderse de sus captores.

El sargento sientió un sudor frío bajar por su espalda cuando la criatura se abalanzó sobre él, pero consiguió reaccionar con rapidez suficiente para evitar su mortal abrazo. Las poderosas garras de la criaturas apenas alcanzan a rozarle causándole una herida leve en la espalda. Se giró, enfilándolo con su bayoneta y tapàndo el paso de aquel monstruo hacia sus compañeros.

"-¡¡Está aquí!!...¡¡¡Corred!!!"-gritó.

Alexva consigue apartarse del culatazo de Hans, pero los disparo de Grubber y Pieter la coge desprevenida provocándole una fea herida en el vientre y otra en el brazo. Al borde de la muerte y en un intento desesperado por salvar la vida, la mujer se levantó y salió corriendo hacia la puerta.  No sin dificultades consiguió salvar el boquete que había en el suelo, al otro lado de la puerta de la biblioteca y se aproximó hacia la zona donde estaban Dieter y Octavius.

Grigori, sorprendido por el imprudente acto de la mujer, decidió salir corriendo en la misma dirección.

Con la puerta abierta, y los persistentes aullidos de la tormenta, aplacados esporádicamente por las incesantes explosiones de la guerra, resonando en sus oídos, Octavius observó el recibidor por el cual habían accedido al tiempo que varios disparos estallaban a su espalda. Alertado por ellos, pero sin tiempo a verificar el resultado o el por que de estos, pero con la temerosa y instintiva idea de que se debía a la terrorífica criatura, el soldado de artillería se dispuso a atravesar la puerta, decidido a encaminar sus pasos hacia el portón por el cual habían accedido a la mansión.

Cita:

Un rápido vistazo a su espalda le confirmó la presencia de Dieter, así como el causante del grito por el cual se había detenido, Grigori, el cual parecía haber sorteado el boquete y corría, junto a Alexeva, hacia su posición. Pero a parte de ellos, ninguno de sus otros compañeros parecía haber decidido seguir sus pasos, y aquello lo apesadumbró, ya que seguramente ninguno de ellos podría enfrentarse a aquel ser con la fortuna suficiente como para salir victorioso. Con dicha convicción enmarcada en su rostro, Dietrich clavó su mirada en ambos prisioneros, y para su extrañeza y preocupación, no le costó divisar la sangre que manchaba las ropas de la campesina, así como las heridas de bala que la obligaban a moverse de forma dificultosa e insegura. Intuyendo más problemas, como si no tuvieran suficiente con la presencia de aquel endiablado ser, alzó su pistola y apuntó a la supuesta campesina, ahora poseedora de un rifle.

Maldita sea, no te muevas ni un paso más y tira el arma!! - gritó, cabreado y preocupado, mientras su mente barajaba algunas hipótesis acerca de lo ocurrido hacia unos segundos y las intentaba relacionar con lo que ahora era capaz de ver. La mujer estaba herida, empuñaba el arma de alguno de sus compañeros, y de estos, ninguno de ellos había logrado salir de aquel pequeño despacho, por lo que, lo mirase como lo mirase, la tal Alexeva salía mal parada de las pocas posibilidades existentes. Sin poderse permitir un breve y valioso tiempo para preguntar o dudar acerca de lo ocurrido, Octavius desvió su mirada, por un instante, al rostro de Dieter, como si aquel hombre pudiera confirmarle sus sospechas, pero no siendo así ya que creía que él tampoco había visto nada, y muy reacio a arriesgar su vida ante aquella mujer armada, apretó el gatillo antes de clavar su mirada en el segundo de los prisioneros.

Atrévete a coger ese arma y haré lo mismo contigo. – pensó, con el rostro endurecido y desafiante, mientras le otorgaba a aquel hombre la posibilidad de salvar su vida, de correr hacia ellos y lograr salir de aquel lugar. - Un solo gesto que me haga dudar será suficiente.

Dieter, vamos, larguémonos de aquí! - afirmó, decidido a salir de aquel terrorífico lugar, mientras invitaba al soldado a salir de la biblioteca mientras él vigilaba al segundo de los prisioneros, a la espera de si este decidía correr o luchar.