Partida Rol por web

No está muerto...

Prólogo

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03/10/2013, 07:57
Narrador

El sol empieza a asomar entre los edificios grises de la gran ciudad. Los adultos comienzan sus aburridos y extraños rituales y James sabe que es el mejor momento del día para conseguir unas monedas. Los siempre torpes currantes ahora están adormecidos, lentos de manos y sesos. En una parada de autobus, apenas visible entre el gentío, el chaval mete la mano en un amplio bolsillo de chaqueta para palpar el negocio del día.

Un movimiento inesperado del pardillo hace que la cartera de cuero caiga al suelo. Jimmy respira aliviado cuando ve que el hombre no se ha dado cuenta de nada. El chico se agacha para recuperar su premio pero en medio del bosque de piernas una mano pequeña y delgaducha se cruza con la suya, atrapando el billetero y desapareciendo con él.

Una chica muy morena y descalza, aun más pequeña que James, corre con su legítimo botín. No es que pegarle a una niña por unos dólares sea su estilo, pero incluso la calle tiene sus normas, y esa cartera le pertenecía a él. Además, James creía conocer a todos los "jugadores" de este barrio, y esta desconocida despierta su curiosidad.

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03/10/2013, 09:22
James O'Donell

James persigue a la chica

"Mejor que sea yo el que le enseñe las normas y no algún sarnoso Italiano"

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03/10/2013, 19:23
Narrador

Para ser un niñita es rápida, pero Jimmy no es ningún cojo. En un momento la perseguida y el perseguidor salen de las calles concurridas y se adentran en una zona que el chico conoce bastante menos. Sorprendido, el chaval piensa que nunca había hecho este camino antes. Lo único que le dice su agudo sentido de la orientación es que tienen que estar muy cerca de los muelles.

James no se equivoca. Antes de girar una esquina el olor al fétido carburante de los barcos le golpea. Cuando dobla la calle ve el ancho rio, con sus cargueros y gruas enormes hechas para mover cajas casi igual de enormes llenas de esas cosas que los adultos llevan, mueven, venden y compran. Alcohol y tabaco, probablemente.

Antes de que pueda alcanzarla, la chica desaparece entrando en un portal. James va detrás, pero cuando llega solo ve un pasillo con unas cuantas puertas cerradas.

Al final del pasillo hay algo más... Una luz rojiza que sale de un ventanuco justo pegado al suelo. Tiene que ser un sótano cuya ventana o respiradero dé a este pasillo.

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04/10/2013, 01:42
James O'Donell

James se detiene malhumorado

Qué diablos se ha pensado esa mocosa, la próxima vez que la vea se va a enterar

James mira hacia atrás por si viene alguien y se dirige con toda la curiosidad del mundo a inspeccionar de donde proviene la luz, con pasos cortos pero amortiguados, algunos dirían inseguros, él no, es demasiado orgulloso.

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04/10/2013, 08:16
Narrador

Silenciosamente, James se acerca hasta poder ver mejor el supuesto sótano. Mientras recorre el pasillo no deja de pensar que si una de las puertas se abriera mientras él está en el fondo, quedaría atrapado. Como superviviente que es, evalúa todas las salidas y decide que cabría por el ventanuco si quisiera entrar.

Lo cierto es que el respiradero no le llega ni a la rodilla, pero es bastante ancho. La luz rojiza proviene de varias velas y la sala subterránea es tan extraña que le parece más una capilla que una habitación. Pero no es un lugar cristiano ni judío ni de ningún tipo que haya visto antes. En una pared puede ver un símbolo grabado bien grande. Es un dibujo complicado lleno de triángulos cuya forma James no entiende del todo, pero su mente lo memoriza sin esfuerzo.

Debajo del símbolo hay una especie de palangana de metal, y en el suelo hay unas incrustraciones de piedras rojas y verdes con pinta de valer tanto dinero como todo el tabaco de los muelles.

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04/10/2013, 15:33
James O'Donell

James sonríe y se toma un momento para escuchar si hay alguien allí abajo.

Vaya suerte...

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04/10/2013, 21:42
Narrador

Acercando un poco la cabeza pero sin asomarla por el ventanuco, el chico escucha con atención.

El único sonido es un goteo continuo, como un grifo abierto allá abajo. De alguna forma, la cadencia del agua resalta el silencio más que romperlo. James está bastante seguro de que no hay nadie en ese extraño sótano.

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05/10/2013, 13:58
James O'Donell

Que diablos esas piedras ya son mías

James empieza a bajar y saca de un bolsillos su pequeña navaja, con la que pretende despegar las piedras del suelo

 

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06/10/2013, 22:04
Narrador

El chaval se desliza por el hueco estrecho sin problema y llega hasta abajo con un sonido amortiguado de caída.

La sala es amplia, circular  y oscura. Cuatro velas iluminan los extremos más alejados, mientras que el centro permanece en penumbra. El techo es demasiado alto como para que se pueda ver bien con luz tan escasa, lo que crea una extraña sensación. James casi podría creer que está al aire libre, de no ser por el aire cargado y la sensación de presión de las paredes.

Tres columnas interrumpen la monotonía, sin ningún orden lógico. A la izquierda hay una especie de mesa de piedra y junto a ella hay unos barriles y cajas de madera que parecen vacíos. A la derecha, la pared luce el símbolo tan extraño hecho con triángulos cruzados. Debajo del símbolo hay una palangana muy sucia y, ahí, en unas incrustaciones en el suelo, las piedras preciosas.

Si la luz fuera mejor, James se daría cuenta de que las gemas forman un dibujo en el suelo. Las rojas, sus favoritas, son los ojos de una bestia desproporcionada con la boca abierta llena de colmillos. Sin embargo, tirado sobre el suelo con la navaja en la mano, esto se le escapa.

Con poco esfuerzo consigue las dos grandes piedras rojas, del tamaño de una canica gorda, y una verde más pequeña. El resto de las piedras son diminutas, y por tanto muy difíciles de sacar con la navaja. Además, ya tiene todo un tesoro...

James se da la vuelta para salir con su tesoro y se da cuenta de que es una parte del plan que no había planificado. La ventana está a algo más de dos metros de altura. Ahora que lo piensa, Jimmy no ha visto ninguna puerta en toda la habitación y eso contribuye a ponerle nervioso. Ese sitio parece una ratonera, y él es el raton.

Antes de empezar a pensar fríamente y buscar una solución sencilla, James necesita unos segundos para luchar contra lo que los adultos llamarían un ataque de pánico.

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08/10/2013, 00:54
James O'Donell

Piensa James, piensa

Se repetía una y otra vez el pequeño Jimmy mientras una mano dentro de su bolsillo jugaba con las piedras y la otra se secaba el sudor de la frente.

A ver, que es lo que tenemos aquí, unos barriles, unas cajas, la palangana ... vamos a intentarlo.

Jimmy intenta hacer una columna con los barriles y las cajas para lograr salir otra vez, en el caso de ser necesario también tendría que echar mano de la palangana, pero la dejaría para el final, estaba un poco asquerosa.

 

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09/10/2013, 21:34
Narrador

Para su horror, Jimmy descubre que las cajas de madera están, además de vacías, podrídas. Jamás soportarán su peso. Los barriles, su única salida, parecen demasiado pesados para él pero...

No sin esfuerzo, el chaval consigue tumbar uno de los barriles. Lograda la hazaña, llevarlo rodando hasta debajo del ventanuco es pan comido. Necesita toda la fuerza salida de su desesperación para volver a poner de pie el tonel. Su corazón bombea como loco, a partes iguales por el miedo y por el esfuerzo físico. ¿Cómo una barrica vacía puede pesar tanto?

Al fin lo consigue. Tras encaramarse, alcanza la ventana sin problemas y se escurre por ella. De vuelta en el pasillo, que parece agradablemente fresco en contraste, James, sentado en el suelo, dedica unos segundos a recuperar el resuello.

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14/10/2013, 10:52
James O'Donell

James abre un poco su mano y sonríe al ver el brillo de las piedras.

Se levanta del suelo y sale corriendo a la calle para mezclarse con la gente.

Ahora solo tiene que pensar a quien le pueden interesar las piedras.

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25/10/2013, 02:31
Narrador

A pesar del pegajoso calor de estos días de verano, nada más salir a la calle James agradece salir del edificio y respirar la brisa del rio. Incluso si el olor contiene aroma a carburante y desechos.

El chico se sorprende de que en esta calle no haya gente entre la que mezclarse. A apenas dos manzanas, la ciudad parecía repleta de currantes madrugadores caminando hacia sus trabajos. El sol a medio asomar en el horizonte le dice a James que todavía es muy temprano. Todavía está amaneciendo; las calles aún conservan parte de las sombras de la noche. Las oficinas abren temprano, pero parece que esta parte de los muelles no tiene prisa en despertar.

James oye algunas voces (sabe que no muy lejos ya hay gente) pero toda su atención va al único poblador de esta calle desierta. Hay un coche aparcado discretamente entre unos contenedores muy cerca del borde que da al agua. El maletero está abierto, cerca del borde y un hombre muy muy moreno y musculoso está sacando algo de él...

...Al ver la carga del maletero, James quedó petrificado, paralizado por el terror. El miedo ni siquiera le dejó procesar la imagen; esa realidad pasó inmediatamente a ocupar el rincón más oscuro de su mente. Lo primero que el chico llega a sentir es el calor de su orina mojando los pantalones y la mirada amenazadora del hombre moreno, que de repente no tiene nada en las manos y ha dirigido toda su atención al chaval.

Sin poder evitarlo, James da un chillido agudo y penetrante. Un grito de horror por lo que ha visto (aunque ya no sea capaz de describirlo) y por lo que sabe que el hombre va a hacerle por haberlo visto.

Lo único bueno de la situación es que el grito libera la suficiente adrenalina como para romper la parálisis.

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27/10/2013, 02:50
James O'Donell

James intenta correr hacia donde hay más gente.

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02/11/2013, 22:04
Narrador

El chico corre, algo que sabe hacer, y el aire en su cara le ayuda a despejarse y secar las lágrimas que, ahora se da cuenta, corrían por sus mejillas.

Los pasos del hombre detrás suenan pesados y lentos, y sin embargo James sabe que se está acercando. Si le cogiera...

Dobla una esquina y unos brazos le agarran, inmovilizándole con una presa de hierro. James se revuelve, con un grito en la garganta que no llega a salir, y empieza a patear y forcejear.

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02/11/2013, 22:08
Ricks

"Tranquilo, chico, no te vamos a hacer daño".

Entonces James se da cuenta de que quien le agarro es alguien al que se encontró de frente al doblar la esquina. Los pasos a su espalda se detienen.

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02/11/2013, 22:10
Scumy

"Tú fuiste el del grito, ¿verdad? ¿qué pas..? Ey, le conozco, es Jimmy"

James no conoce al tipo más que de vista. Un Don nadie que trabaja en los muelles. Seguro que se acercaron al oirle gritar y...

"¡Eh! ¿Venías a coger al chico? Ya te daremos lo tuyo, negro. Aprenderás a meterte con niños blancos"

Los dos hombres que le han hablado, junto con otro tipo que venía con ellos, sacan porras o puños americanos de sus bolsillos y dejan a James para darle lo merecido a su perseguidor.

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03/11/2013, 11:46
James O'Donell

James se queda congelado unos pasos más atrás mirando la escena como quien mira a un perro rabioso atado.

Mientras todo su cuerpo le está diciendo que se vaya, que ahí hay peligro, una parte dentro de él le pide que se quede, quizá por la curiosidad por la violencia o por la tranquilidad de ver a su perseguidor tumbado y destrozado en el suelo. Aún así solo haría falta el sonido de alguien chasqueando los dedos o el claxon de un coche para que James emprendiera la huida.

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18/11/2013, 01:10
Narrador

Una parte de James disfruta al ver cómo han girado las tornas, pero la mayoría del chaval está simplemente demasiado asustado y mira como ausente. El tipo grandullón se defiende, pero los tres trabajadores de los muelles lo someten rápidamente sin dejar de llamarme cosas como "mono", "negro" y "salvaje". Jimmy ha visto muchos afroamericanos en su vida y sabe que ese tipo es distinto (parecido a un nativo americano, aunque un poco más oscuro); en todo caso a Scumy y su panda se les escapan los matices.

Justo en ese momento se oye la sirena de un coche de policía acercarse. Es la señal para largarse de aquí.

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18/11/2013, 09:23
James O'Donell

La sirena del coche de policía hace que James salga de su estado y empiece a correr. En un primer momento sin rumbo, hasta que en su cerebro empieza a disiparse el shock y comienza a reconocer las calles. James sigue corriendo hasta llegar a un pequeño parque cerca de su casa donde conoce un buen sitio para esconder las piedras. El otro día mientras iba por el parque observó que habían un par de ladrillos sueltos en un extremo, así que ocultaría dos piedras sin que nadie le viera detrás de uno de estos ladrillos y llevaría otra a negociar un buen precio.