En la oscuridad, y en el rostro sumamente inusual de un rinoceronte, es dificil notar cuando un perisodáctilo se sonroja. Rook daba gracias por ello; su cuerno no tenía la clase de propósitos indecentes que estaban insinuandose.

No podía derrumbar el tunel, si iban a escapar, iba a ser enfrentando a una legión de engendros... o quizás no. Roasty dio unos pasos hacia adelante, el gallo era peligroso, eso Rook lo sabía. Pero nunca lo había visto pelear como si de ello dependiera realmente su vida. Y siendo como era Roasty, el rinoceronte se lo creería si alguien le dijera que es capaz de erizar las plumas, encenderse en radioactiva luz dorada y lanzar rayos por las manos. Esperaba que fuera así, de lo contrario necesitaría un milagro para imponerse a aquella mole de carne.

Pero por el momento, no tenía nada que hacer. Sus superiores estaban hablando, y su plan había probado no ser adecuado. Tocaba esperar. 

Tras aceptar el desafío, el escuadrón Mayhem es escoltado por la horda mutante hasta el corazón de la guarida de los Strigs: EL FOSO.

Los Strigs viven para la confrontación marcial íntima y personal. Adoran la práctica de las artes marciales y desprecian las armas de fuego. Tampoco se las pueden permitir, la verdad. Pero la realidad es que las mutaciones y su cultura brutal han hecho de esta tribu subterránea unos de los habitantes más peligrosos de Nueva York por expeditiva aplicación de la ley de los más fuertes.

El Foso resulta ser un escenario circular fabricado con una plancha metálica no demasiado estable, rodeada por un cerco de alambre de espino y cables cortantes. Los contendientes son depositados en el centro de la plancha a través de una especie de montacargas muy primitivo. Una vez dentro, la horda Strig rodea el círculo y se desgañitan hasta que uno de los dos luchadores alza la sangrienta columna vertebral extirpada del otro. Sangre y muerte. Nada más. THE STRIG CREED.

Cuando Jimmy, Ruby y los Mayhem quedan en una suerte de palco, rodeados por los mutantes y contemplando desde las alturas el caos que generan los Strigs ansiosos de sangre de pollo, entran en escena los contendientes.

De un lado, con más de 180 kg de puro músculo, mutaciones por doquier y una especie de mazo de metal improvisado, el líder de los Strigs camina hasta el lugar en el que cimentó su leyenda. Es el Alfa. Sus hermanos menores le aclaman, pero entre las sombras murmuran a sus espaldas, anhelando el primer síntoma de debilidad. Es el destino del Alfa: conseguir la Corona, morir con la Corona. Pero El Maestro no tiene pensado ceder su reino pronto... 

De otro lado, con apenas 25 kg de plumas y ki asesino, un gallo de pelea que no teme a la muerte. Su mirada es pura determinación. No pierde un solo segundo en mirar a su escuadrón. Todos sus sentidos están centrados en su enemigo.

Se masca la tensión en el ambiente.

Sólo hay una forma de salir de ahí con vida.

Y depende de Roasty Jones.

Roasty ve pasar su vida ante sí.

Los momentos felices.

Los momentos tristes.

Las luces.

Las sombras.

Sus polluelos.

Daisy...

El corral.

Las llamas.

Los ojos color rubí en calaveras metálicas.

El sonido de las katanas desenvainar. SSSSSSSSSSSSHHHHSSS...

El crujido de huesos. ¡KRAK!

El baño de sangre. ¡SPLUTCH!

Luego, la mutación.

Y más tarde... LA GUERRA.

Roasty inspiró. El aire no era demasiado puro en el subterráneo. Daba igual. Hacía tiempo que daba igual.

Su rival era una mole de hueso y músculo. Un reto. Los tecnomariachis actuaban con protocolos de batalla. Eran letales, pero al entender de Roasty, demasiado lentos. Un rival vivo reaccionaba de forma más orgánica en un combate. No seguiría los dictámenes de una IA. Sería más impredecible. Y lo más importante: sangraría durante la pelea. Hacía demasiado tiempo que Roasty no se daba un baño en la sangre caliente de un enemigo. YA ERA HORA.

Observó a su rival gruñir y apretar su mazo metálico con impaciencia. Empezaba el combate.

Cerró los ojos buscando la quietud del espíritu. Fallar no era una opción.

Desenvainó sus espolones (SHANK!) y éstos tintinearon contra la plancha metálica. Matar o morir.

-Tú y yo, Daisy... Tú y yo...-, pensó Roasty antes de desatar su furia homicida.

MIENTRAS TANTO... 

Una figura encorvada camina con cierta dificultad al abrigo de las sombras chapoteando entre las aguas venenosas del subterráneo de Nueva York.

Casi ha perdido la fe en su búsqueda, hasta que un pequeño orbe luminoso capta su atención, oculto en un resquicio de la pared. Un dispositivo de geolocalización de la Resistencia.

La figura podría parecer satisfecha, pero lo cierto es que emite un gruñido al comprobar su hallazgo. Quizás llegue tarde. Pero no hay tiempo para lamentaciones...

...Sus compañeros le necesitan.

Maldita la hora en que pario aquel pozo infecto de fatalities y mortal kombats. Tragué saliva como si la mitad de mi vida fuese en ese pesado cuajo de babas y mocos, nos iba a tocar presenciar la gran noche de Roasty desde el otro lado de una valla de alambre de espino envuelto en luces navideñas y goteanzo fluzo rancio. Me arrepentía dolorosamente por no haberle hecho algo en condiciones al temerario mutante picudo, al que creé como homenaje a un gallo joputa que tenía mi tío Cletus en su granja cuando era un crío. El bicho se envalentonaba cosa mala cuando veía a un humano y había llegado a saltarme y picarme la mano izquierda, en cuyo dorso todavía guardaba su firma. Tu puedes puto Roasty...

- ERES EL PUTO PICO EMPLUMADO DE LA MUERTE, ROASTY. QUEREMOS LLAVEROS DE SUS COLGAJOS... Por el amor de Daisy, motherfucker, POR EL AMOR DE DAISY.- Le berreaba como un mantra desde nuestra posición. Algo en mi interior susurraba que resultase como resultase el combate, Roasty saldría ganando de todas todas. O cubierto con la sangre de su enemigo o partiendo al encuentro de la eternidad con su amada. Ese algo en mi interior no parecía saber que yo era ateo...

Aunque parezca un lujo en el interior de aquel escenario improvisado y mortal, los Strigs se las arreglan para incrementar el dramatismo del combate con una música siniestra que parece extraída de algún arcade de 16 bits sacado de la infancia de Jimmy. Entonces Jimmy comprende que, por alguna maldita razón, es la banda sonora de la primera entrega de Mortal Kombat... ¿¡Acaso no estaba pensando precisamente en eso en este instante!? 

Sea como sea, los Strigs aclaman el primer golpe de la maza de su alfa (KA-BLAMF!). El arma es tosca y muy pesada, pero podría aplastar fácilmente el cráneo de cualquier rival, como prueba el hecho de haberse hundido en la plancha metálica que sirve de tatami para el enfrentamiento. Roasty, por suerte, es muy ágil y lo finta sin problemas saltando hacia atrás. El gallo efectúa entonces una espectacular maniobra aprovechando el mástil del arma del rival, aún hendida en el metal, para recorrer el brazo del Strig y alcanzar su cabeza (TAP! TAP! TAP!). El Mayhem 2 picotea entonces el cráneo y el hombro de su rival, seccionando tendones con precisión quirúrgica (PA PA PA PAKAAAAAW!). El enorme mutante gruñe y trata de agarrar al gallo con sus enormes manos, pero Roasty se descuelga por la espalda del coloso rasgando con sus espolones (SSSSSSSHACK!).

El alfa emite un alarido de dolor (WAAAAAAAAAGHHH!!!)

La sangre mana en todas direcciones.

Los Strigs enloquecen. Un estado de excitación se apodera de la turba mutante.

Chipp, oculto tras la cabeza de su colega Rook, se tapa los ojos.

-Bellotas espaciales... ¡NO QUIERO MIRAR! ¡Ay! ¿Rook? ¿Quién va ganando? ¿Quién está gritando de dolor? ¡QUÉ ANGUSTIA!-.

Visiblemente nerviosa, la ardilla separa los dedos de una de sus manitas para atisbar cómo prosigue el combate. La sangre lo impregna todo, y Chipp empieza a sentir mareos.

-Sobreponte, ¡SOBREPONTE! ¡Por Roasty!-, Chipp hace un visible esfuerzo por controlar su respiración.

El sargento Sharp no puede contener la tensión. Casi parece gesticular cada golpe, cada finta.

-Vamos, Roast... Finta ahora. ¡ASÍ! Castiga esa rodilla. ¡ESO ES! Córtale el Aquiles, vamos.-. El zorro se percata de que existe una diferencia muy importante entre la técnica de Roasty y la brutalidad de los Strigs. Otro Mayhem lo habría tenido muy complicado, pero el gallo es una leyenda viva del escuadrón.

-Teniente, la música parece inspirarle. Hacía tiempo que no le veía tan concentrado. ¡Vamos, Roasty! Si alguien puede hacerlo, ese eres tú...-.

Sin perder una sola pluma, Roasty castiga a su rival por cada golpe errado de forma expeditiva y sanguinaria. El enorme Strig no ha perdido ni una pizca de su ferocidad pese a haber sufrido graves heridas. Sin embargo, el gallo se percata de que el alfa regenera sus tejidos con relativa rapidez. Es sólo cuestión de tiempo que logre conectar un golpe. Y entonces, Roasty podría estar en serios problemas. 

Hora de acabar el combate.

El gallo esquiva una acometida tan salvaje como burda efectuando un salto de unos cuatro metros de altura, evitando un placaje de su rival. Aterriza con elegancia al otro lado de la arena de batalla y se gira con lentitud hacia el mutante, aún incorporándose. Roasty extiende sus alas e inclina el cuerpo adoptando la letal pose del "Gallo Descorazonador". La multitud emite una cacofonía ensordecedora, intuyendo el desenlace de la confrontación.

El alfa de los Strigs emite un rugido aterrador y carga contra Roasty de frente. Esta vez no va a permitir que el gallo vuele por encima de él. Lo que ignora el brutal mutante es que Roasty no quiere huir. En su lugar, el Mayhem nº 2 carga también. A velocidad de vértigo.

Todo se resuelve en un segundo. ¡Pero qué sangriento segundo!

Roasty perfora el pecho del mutante, impactando como un proyectil avícola en su corazón. Lo que viene después, es todo un clásico. Roasty arranca su presa de la caja torácica y efectúa un salto acrobático hacia atrás, cayendo con la víscera con el estilo de un artista marcial consumado. Luego, observa al Escuadrón Mayhem un breve segundo antes de aplastar con su nudosa pata el corazón aún palpitante con un sonoro y viscoso ¡SPLUUUUUUTCH!

La sangre mana por doquier. El gallo está cubierto de ella de la cabeza a los espolones, pero no parece importarle.

Los Strigs aúllan de emoción ante tan soberbia muestra de talento homicida.

El combate ha concluido.

-NO TAN DEPRISA, POLLO...-. El coloso, aparentemente muerto en pie tras la salvaje operación a corazón abierto, reacciona con un asombroso y veloz bofetón que conecta con la cabeza de Roasty. El ojo izquierdo del gallo revienta del impacto.

-VENTAJAS DE SER MUTANTE, AMIGO... ¡¡¡TENGO DOS CORAZONES!!! ¡¡JA!!-. El Alfa agarra a Roasty como si fuese un muñeco y extiende sus alas. -¿¿TIENES TÚ DOS DE ÉSTAS?? QUÉ INJUSTO. YO NO TENGO NINGUNA... ¡COMPARTE!-. Con un sencillo gesto, el mutante amputa una de las alas de Roasty entre las catarsis colectiva de los Strigs, sorprendidos por el comeback de su líder.

-¡JA! ¡TOMAD! ¡DE RECUERDO! ¡SERÁ LO ÚNICO QUE QUEDE DE ESTE PÁJARO! ¡HACE TIEMPO QUE NO ME COMO UNOS NUGGETS TIERNOS!-. El gigante lanza el ala de Roasty contra la Teniente entre carcajadas. Luego, abre desmesuradamente su boca sembrada de dientes de sierra y devora a Roasty en cuestión de segundos a dentelladas en un sangriento espectáculo que su público aprueba con acalorados vítores.

-BIEN... POR DÓNDE ÍBAMOS... AH... SÍ... TRAED AL RINOCERONTE. QUIERO ESE CUERNO PARA ENSEÑARLE ALGUNOS MODALES A LA NIÑITA DE BROOKLYN... JE... JE... JE... 

Mientras los restos agonizantes de Roasty viajan por el esófago del líder Strig, el gallo abre su único ojo operativo. 

La oscuridad absoluta.

Presta atención a su entorno. Se dirige al estómago del engendro. Allí morirá machacado y disuelto en el jugo gástrico de aquella bestia. Sin duda, el mejor oponente que había conocido. Los Tecnomariachis le habían vuelto confiado. Un oponente vivo siempre guarda sorpresas. Adaptación. Improvisación. Con mutaciones de años y en una cultura como la Strig, el Alfa era, qué duda cabe, un prodigio de la naturaleza.

Roasty era épica de la naturaleza.

Si el mutante creía que había ganado, había cometido un error fatal.

Permaneció en silencio. Mente en blanco. Sólo escuchaba su entorno. Tenía un objetivo. Un objetivo palpitante.

TUM TUM

TUM TUM

TUM TUM

Ahí estaba. Cerca.

TUM TUM

TUM TUM

Roasty abrió su último ojo.

Picó. Y picó. Y picó. 

Muerte. Muerte. Muerte. MUERTE.

Sangre. Sangre. Sangre. SANGRE.

Escuchó el grito retumbar en la caja torácica. 

Picó. Y picó. Y picó. Y PICÓ.

Morir matando. Morir matando. MORIR MATANDO.

Dejó de picar.

La luz del exterior impactó en su cara.

Había horadado un túnel desde el interior atravesando el segundo corazón del mutante. No debió darle la pista.

Con dificultad extrema, emergió a la superficie.

Las heridas no importaban.

Los vítores no importaban.

Las miradas de sus compañeros sí importaban.

Alzó su última ala e hizo un saludo perfecto a su Teniente. Aun desangrándose, aun mutilado, aun bañado en sangre propia y extraña, EL PU*% ROASTY JONES SALUDÓ.

-Misión... JODI&%&$$&% CUMPLIDA... Señora...-.

Acto seguido, Roasty Jones cayó muerto sobre aquella plancha metálica.

Su último segundo de vida fue para su amada Daisy.

-Tú... y yo... Daisy... Tú... Y...-.

Seguí todo el combate emocionado, berreando por encima del coro de mutantes, animando a nuestro gallo favorito mientras mi corazón se aceleraba tan rápido como el suyo. No soy fan de los deportes y no soporto los espectáculos violentos, pero era nuestra vida lo que estaba en juego allí, y no podía dejar de desear ser uno con Roasty. Actuaba como Mickey en las pelis de Rocky, repitiendo los guantazos de nuestro campeón con mis brazos, y como depués haría el propio Balboa en las películas de Creed. 

Mi sangre era un flujo de adrenalina imparable, mis párpados habían casi dejado de existir, escondidos entre sus propios pliegues, forzados por la tensión de mis globos oculares: espejos para la danza mortal de Jones, el jodido pollo Terminator. Sus ojos dejaban estelas en el aire, reflejándose en el deforme cuerpo del líder, quien recibía a base de bien hasta que, en aquel lance frontal imposible, Roasty se convirtió en THE RICOCHET, abriéndose paso entre cartílagos, huesos, grasas y coso mutantes surgidos en un tiempo en que ningún científico quedaba con vida para ponerles nombre. Un cobete de plumas y furia, la digievolución definitiva del ayatolá del pollo frito. ¡¡¡SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!!! Aquella maravilla imposible nos había salvado de tests sobre resistencia de diodenos vía el cuerno de Rook. Nos había slavado de morir engu... lli...d... 

no
¡no!

¡No!

¡NO!

¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!

¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!

¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!

¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!

¿Un segundo corazón? ¿UN SEGUNDO CORAZÓN? ¿Qué coño estaba viendo cuando creé a aquel engendro? ¿Al puto Doctor Who?

Cerré los ojos con fuerza, notando como las lágrimas hervían tras mis párpados, forzando su camino hacia mis mejillas. Aquel puto animal ¡¡¡AQUEL PUTO MONSTRUO!!! se había tragado a nuestro salvador, a nuestro amigo, de un solo bocado. 

No podía creerlo... No...

¿Qué carajo?

¡¿QUÉ CARAJO?!

Roasty...

... Había sobrevivido...

...Había... Descubierto el emplazamiento de su segundo corazón... Y le había abierto una ventana que nacie podría volver a cerrar. 
Nuestro abanderado, nuestro héroe, nuestro campeón, manco y tuerto volvió a nacer ante nuestros ojos, llevándose al puto Maestro al otro barrio a picotazos, un fénix amorfo y precioso que se había ganado su montura en el Valhalla, pero prefirió aletear hacia un picnic eterno... Su infinita cita con Daisy... 

GOODSPEED! YOU ROASTY CHAMPION!

La teniente miró el sangriento espectáculo con una expresión reconcentrada, esforzándose por no delatar sus emociones. Su corazón galopaba en su pecho, mientras veía a su querido pollo asesino jugar con el torpe mutante y herirlo una y otra vez. Recién cuando le abrió el pecho y les exhibió su corazón todavía palpitante, Ruby se permitió relajarse un poco y una leve sonrisa asomó a la comisura de sus labios.

Fue como si fuese ella a quien le arrancaban el corazón del pecho y se lo aplastaban frente a sus ojos. Aunque un ligerísimo temblor en el extremo de una de sus cejas y una casi imperceptible tensión en su quijada fueron los únicos indicios externos, el contemplar la cruel muerte de Roasty la deshizo por dentro. Sintió la sangre aun tibia de su camarada salpicándole la cara, cuando el monstruo arrojó una de sus alas contra su pecho, pero no se movió un centímetro. Sintió como si una bayoneta se clavar en su vientre y se revolviera, enredando sus intestinos.

Pero aquella desesperación, como siempre ocurría en la teniente, no tardó en convertirse en la única emoción en la que terminaban todos sus procesos mentales. Una incontenible, insaciable, inabarcable y épica ira, como de las que sólo eran capaces los mismos dioses.

Se envaró y le devolvió el postrero saludo a Roasty.

“Descansa guerrero. Has cumplido tu jodido deber.”

Se agachó y, con dos dedos, tocó un charco de la sangre de su amigo y con ella se marcó sendas líneas en las mejillas, por debajo de cada ojo.

Levantó la cabeza y clavó una última mirada en su querido y desquiciado gallo de pelea.

“Si fuera capaz de llorar por algo o por alguien, lo haría por ti.”

Se puso de pie y miró a Lucius por sobre el hombro.

“Llévate al Armero de aquí. No mires atrás y no regreses a por mí. Es una orden.”

Giró la cabeza para mirar por encima de su otro hombro.

“Chipp, en cuanto Lucius y el Armero estén fuera de aquí, necesito Dinamita. Sí, has oído bien. Dinamita*. Rook, ¿me vigilas la espalda?”

Llevó sus manos atrás y, disimuladamente, cogió su cuchillo de energía de su cinturón.

“¿Quieres mi culo, hijo de pu74?” le espetó al monstruo, clavándole una mirada furibunda. “Ven a por él.”

Se lanzó hacia adelante, con un rugido que resonó en el cavernoso recinto y saltó con el cuchillo en alto, intentando alcanzar el corazón de repuesto del mutante, antes de que sus poderes de regeneración cerraran su caja torácica.  

Rook estaba agarrado fuertemente al barral que lo separaba del pozo durante toda la pelea, moviendo instintivamente el cuerpo como si fuera él quien estaba en el lugar de Roasty, esquivando y embistiendo. Con cada bamboleo de la mole que era su cuerpo, la estructura de metal sobre la que estaban parados crujía amenazando con desarmarse, pero el rinoceronte tenía su atención en otro lado.

Casi al unísono con el ICC, Rookie daba aliento a su amigo
—¡Por la derecha! ¡Si! ¡Cuidado a las 3 en punto! ¡SI! ¡SI!  ¡Castiga el esternón! ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡SIIIIIIIIIII!!!!!!!!!!!!!!11!!!uno!—

Rookie no era un gran amante del wrestling. Pero pocas cintas  habían sobrevivido a la guerra, y en aquel lugar cualquier entretenimiento era agradecido.Además el rinoceronte tenía una tendencia a adquirir manerismos de todo aquello que consumiera. 

Y de repente Roasty se equivocó.

—¡¡¡¡¡¡¡NOOOOOO!!!!!— gritó barritando. Mayhem 5 había apretado las manos tan fuerte que sin darse cuenta había arrancado totalmente la barra protectora que separaba esa sección del público de la arena.

Algo le pasó zumbando cerca del ojo, cuando miró hacia el centro del lugar, Ruby ya estaba ahí. Rook no lo dudó un segundo, con un brusco movimiento de espalda se acomodó a Peluche  y también se lanzó al centro de la arena. Cayó con un golpe brusco, dejando una marca en el suelo, y se lanzó en carrera hacia la teniente.

Rook, ¿me vigilas la espalda?

—¡Como siempre, Teniente!— afirmó poniendose literalmente espalda con espalda ante su superior. Los ojos del rinoceronte brillaban con furia. Rook solía mantenerse tranquilo, pero eso era solo porque cuando se enfurecía podía ser realmente destructivo y aterrador.

Rook había vivido buena parte de su vida en África, y eso significaba haber sobrevivido a jaurías de hienas, manadas de leones y emboscadas de cocodrilos. Una vez incluso se enfrentó ante la más agresiva de las bestias en todo el continente, un hipopótamo, y salió airoso. 

Todos esos recuerdos aparecían como flashes en su memoria, cuando Roasty atravezó el segundo corazón del lider mutante, pero antes de que pudiera reaccionar, el maravilloso gallo también los abandonó.

—¡DEMANDO QUE USTEDES MUGROSOS ENGENDROS ME TRAIGAN UNA CAJA PARA EL CUERPO DE MI AMIGO!— acentuó su furia con una poderosa exhalación a través de aquellas prominentes fosas nasales—¡Y SI LUEGO NOS INDICAN EL CAMINO A LA SUPERFICIE, QUIZÁS LOS DEJE QUEDARSE EN ÉSTE INFIERNO EN LUGAR DE MANDARLOS AL SIGUIENTE! ¡¡¡¡¡MUUUUUU!!!!— ¿Por qué había mugido? Era un misterio, los rinocerontes normalmente barritan. Quizás fuera cosa del ICC autor del comic, que sin nunca haber jugado a qué sonido hace tal o cual animal, y se dedicaba un poco a hacer lo que le diera la gana, o quizás aquel quejido que emitían los rinocerontes reales no tenía el dramatismo necesario para la ocasión, pero en cualquier caso, eso es lo que salio de la garganta de Rook. Un mugido poderoso, que retumbó en las paredes de la habitación. 

Cuando un rinoceronte cuasi berserker se te paraba en frente, es una situación que invita a reflexionar. Por ejemplo, como los dientes romos de un hervíboro, expuestos a causa de los labios prensiles que tienen la mayoría de los ungulados, deben ser en realidad un suplicio mucho peor que el morir rapidamente de un tarascón por parte de un depredador.

La muerte de Roasty parece hacer un click en el cerebro de la Teniente Rose. Aquella misión está resultando devastadora para el Escuadrón. Poner a salvo a Jimmy, enfrentarse contra aquella mole de metal nunca vista durante la guerra, perder la Brooklyn's Finest... Demasiada rabia. Demasiadas bajas. Demasiadas...

La amazona se lanza al ruedo escoltada por el más joven de sus soldados, el enorme Rook. El cadáver de Roasty queda a sus pies, mutilado, sanguinolento, con restos de corazón mutante aún en el pico. A estas alturas, ya debe haber reclamado el Trono del Infierno. Un buen soldado. Quizás no el mejor compañero, ya que la guerra le había trastornado. Pero jamás dejaba a uno de sus hermanos de batalla atrás.

Ruby aprieta los dientes mientras sostiene el cuchillo de energía y su rifle de pulso. Rood barrita de una forma algo peculiar mientras su Vulcan gira, lista para disparar.

Los Strigs, enardecidos por el violento espectáculo que han contemplado, sólo desean que prosiga el festival de vísceras y sangre. Da igual que algunos de los suyos caigan. Tienen suficientes en aquel pozo infecto.

Ambos Mayhem saben que es un suicidio en toda regla.

El sargento Sharp queda petrificado con el desenlace del combate. Pero en su mente sigue firme el propósito de mantener con vida a Jimmy. No importa cómo. No importa el coste.

-Roasty... Lo lograste, hermano...-, el zorro deja caer una lágrima abrasadora mientras mira fijamente los restos del Mayhem nº 2.

Observa a la Teniente saltar hacia la muerte segura y a Rook, totalmente ido tras la muerte de Roasty, y el zorro tiene que reprimir un impulso primitivo para no unirse a lo que es un suicidio total. Sólo le quedan Chipp y Jimmy. Y aún recuerda cómo dispara Jimmy... Su hermano de armas nº 2 ha dado su vida por ellos. Lucius no va a permitir que la Teniente y Rookie mueran en vano.

-Tsk... Estos mutantes... Hijos de su *&%$ madre... ¡¡¡McClusky, necesito explosivos en la pared norte!!!-.

El sargento Sharp carga a velocidad de vértigo de su rifle de francotirador y presiona un botón en su armazón. El rifle se recorta adoptando la modalidad asalto. El zorro agarra a Jimmy y sus ojos hierven de furia y adrenalina.

-Escucha, Jimmy. Y escúchame bien. Ese gallo ha dado la vida por ti. Por mí. POR NOSOTROS. Y vamos a abrirnos paso hasta salir de aquí, porque esos dos van a suicidarse si no lo impedimos. ¿ESTÁS CONMIGO? Porque si lo estás, quiero que te pongas la cinta estúpida que tenías antes, cojas tu arma y dispares como si no hubiera un mañana. Porque chaval, puede que no lo haya...-. El sargento da a Jimmy un golpe tan fuerte en el pecho con la palma de su mano que el joven parece sacudirse espantando el miedo que le paralizaba hasta ahora.

-¡Chipp! ¡¡¡AHORAAAAAAAAAA!!! ¡Por Roasty...! ¡¡¡MAYHEM!!! ¡¡¡AL ATAQUEEEEEEEE!!!-. 

-¡¡¡TOMAD, CABRO%&*!!! ¡¡¡TOMAD, TOMAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA*-, Chipp sufre un anticlimático gallo mientras grita poseído por una rabia asesina. Eso no impide que sus cartuchos de dinamita (*) empiecen a llover desde el cielo sobre la turba Strig.

La ardilla emite una perturbadora risa sardónica fuera de sí mientras comienzan las explosiones y, con ellas, los descuartizamientos. Entonces, para sorpresa de Jimmy, Chipp extrae de su chupa de cuero un arma extravagante como pocas: el lanzabellotas... 

Las miradas del dibujante y la ardilla se encuentran en ese momento. Chipp tiene los ojos asimétricos. Esto es: uno anormalmente grande y otro muy pequeño. ¡LA MIRADA CRUZADA DE CHIPP! ¡HA ENTRADO EN MODO BÉRSERKER! ¡¡¡LLEGA EL CAOS!!!

Chipp comienza a lanzar bellotas explosivas a los Strigs y a todo bicho viviente en el foso.

-¡¡¡JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAAAAAAAAAAAAA!!! ¡¡¡FELIZ NAVIDAD, GUSANOS MISERABLES!!! ¡¡¡JAAAAAAAAAAAAJAJAJAJAJAJAJAJAAAAAA!!! ¡¡¡Y PRÓSPERO AÑO NUEVOOOOO!!! ¡¡¡JAAAAAAAAAAAAAA!!!

La lluvia de bellotas explosivas siembra la muerte y la destrucción mientras la Teniente Ruby Rose y Rookie, espalda contra espalda, disparan a la turba de Strigs que tratan de alcanzarles en el foso. No es tan fácil cruzar el alambre de espino cortante desde el foso para los mutantes con una tormenta de fuego desatándose contra ti. Por el momento, la Teniente y el rinoceronte resisten apilando cadáveres contra los límites del escenario. Pero los cadáveres comienzan a apilarse, facilitando cruzar a los Strigs hasta ellos.

Los explosivos de Chipp parecen haber debilitado seriamente la pared norte del subterráneo...

El sargento emplea su pistola garfio para improvisar una tirolina desde el palco en el que se encuentran aislados Chipp, Jimmy y él. El garfio impacta con precisión quirúrgica en la pared norte. El zorro engancha el dispositivo a un poste y observa a sus dos compañeros.

-¡Pasaremos Jimmy y yo primero, Chipp! ¡¡Danos cobertura mientras nos desplazamos por la tirolina!!-. La ardilla deja de carcajearse y asiente con gesto desnortado, babeante.

Lucius se agarra a la tirolina cruzando su rifle de asalto por encima del cable y agarra a Jimmy. 

-Jimmy... No mires abajo.-.

El descenso dura muy pocos pero vertiginosos segundos cuando el zorro, agarrando a Jimmy como si fuese el Santo Grial, se deja caer por la tirolina. La adrenalina del momento, con los Strigs intentando llegar a ellos con potentes saltos, impele al zorro y al joven artista a desgañitarse con un grito liberador.