Partida Rol por web

Había pasado casi una semana desde que estuviste en el despacho del general Campbell. Por suerte, pudiste escoger a tus propios hombres, pero aún así, todo era precipitado. La llegada a China fue larga, y tuvisteis que hacer buena parte del paseo a pie para no levantar las alarmas de los japoneses.

Las afueras de Xi'An eran, en efecto un gran campo verde en el que podrías estar en una pirámide sin darte cuenta, la mayoría parecían montañas y era difícil diferenciarlas desde lejos. Para colmo todo estaba plagado de japoneses y seguridad. Habías decidido que era mejor ser pocos, así que solo habías partido con cinco desde casa. La putada es que de esos cinco hombres, uno eras tú y otro era un científico idiota y quejica del que tenías que tirar cada dos por tres. Le costaba seguir el ritmo, hacía mucho ruido, y como volviera a quejarse de los putos mosquitos no sabrías si podrías responder de ti mismo.

De todos modos, para bien o para mal. Allí estabais y el plan era claro. frente a vosotros se encontraba al gran pirámide de Xi'an. Podías reconocerla no solo por su tamaño, sino por el símbolo en la puerta, tal y como había predicho Myres, que indicaba que era un lugar sagrado y avisaba a los viajeros con la siguiente cita:

Los rituales de los ancestros son indestructibles y sagrados. Su poder es ilimitado. Su destrucción aún mayor.

Habíais estado dos noches vigilando y la zona estaba muy protegida. Los japoneses debían de guardar algo gordo allí dentro.

Lo mejor era esperar al cambio de turno. Dos de tus hombres de infiltración debía cargarse a los dos vigilantes de la entrada, y sustituirles el tiempo suficiente para que pudierais entrar el científico y tú. Todos los de tu equipo hablaban un japonés perfecto y si el hombre de infiltración conseguía que no le detectaran, quizá tuvierais una remota oportunidad. Los otros dos hombres vigilarían el perímetro y las comunicaciones, si las cosas se ponían feas te lo comunicarían y si no habíais encontrado rastro de armas nucleares, deberíais mandarlo a la mierda, aunque lo más seguro es que tuvierais que morir en el proceso.

No teníais mucha idea de que habría en el interior de la pirámide. Muchas eran laberínticas, otras se encontraban en completa penumbra, y quizá esta para colmo, estuviera plagada de esos jodidos amarillos. Ningún americano había entrado jamás, y vuestro mapas no eran más que la aproximación de un científico. Solo te quedaba desear que todo fuera bien... no tendríais una segunda oportunidad.

Los japoneses de la puerta comenzaron a hablar. Era noche cerrada, pero llevabais prismáticos que permitían ver en la oscuridad. Estabais completamente equipados. Era el momento. El cambio de turno comenzaba. El científico se revolvió nervioso detrás de ti, uno de tus hombres le sujetó para que no hiciera ruido.

Hice señas a uno de los hombres, al francotirador, para que se preparara para abatir a uno de los japoneses vigilantes de la entrada. Otro de los hombres, el experto en interceptar mensajes, debía acercarse lo suficiente como para acallar al otro vigilante si hacer ruido. Debía haber una sincronización perfecta.

Observé con los prismáticos a nuestro hombre avanzar hasta que estuvo a tiro de abalanzarse sobre el vigilante japonés. Levanté la mano con los dedos extendidos para dar la señal al francotirador… conté mentalmente hasta tres y cerré los dedos apretando el puño. Era la señal convenida y a la vez que el francotirador disparaba al vigilante de la izquierda, nuestro hombre se abalanzaba sobre el de la derecha disparándole con su pistola con silenciador.

Confiaba en que saliera bien… de ser así, los tres restantes nos aproximaríamos a toda velocidad hacia la entrada mientras el francotirador mantenía la posición y vigilaba el perímetro.

Todo pareció ir según el plan. Tus chicos hicieron el trabajo correctamente y el científico alcanzó a reprimir sus gritos y lloros. Todo iba bien. Avanzasteis hasta la puerta, pero al llegar vistes que no solo estaba cerrada. También requería un acceso táctil. El científico permanecía detrás de ti, jugando con su camisa y mordiéndose las uñas al mismo tiempo.

Mientras distribuía a los hombres para que ocuparan sus posiciones, indiqué al científico que examinara la cerradura. Oculté uno de los cadáveres de los vigilantes, y antes de ocultar el segundo junto al primero le corté el dedo índice y el pulgar, los envolví en un pañuelo para no mancharlo todo de sangre y dejar restos, y regresé junto al científico.

- ¿Cree que podremos abrir usando un dedo de aquel hombre? – pregunto en susurros indicando con la cabeza al cadáver de uno de los guardias. – Examine rápido esa cerradura, no quiero que salte ninguna alarma. -

El científico contuvo una arcada y asintió. Tardó menos de un segundo en revisar el resto de la cerradura. Con el dedo sería suficiente para entrar. Al cabo de unos segundos la puerta estaba abierta, y por primera vez en la historia del mundo, un americano iba entrar en la sagrada pirámide de Xi'an.

Revisé que las comunicaciones estuvieran bien. Dejé a los dos hombres apostados fuera fingiendo ser los vigilantes y al francotirador en el exterior, más alejado vigilando todo el perímetro. Si había problemas nos avisarían.

Indiqué a Myres que se colocara detrás de mí y que sólo avanzara cuando yo le indicara con el brazo… siempre movimientos rápidos y con cuidado. Y debía pararse a un par de metros detrás de mí cada vez que le ordenara acercarse. Si necesitaba espacio no quería toparme con el cuerpo torpe de un científico que me impidiera retroceder.

Con sigilo me adentré en el lugar apuntando al frente con mi arma y examinando con la mirada todos y cada uno de los detalles, quizá hubiera cámaras de seguridad, u otro tipo de alertas y no quería activar ninguna. El plan era entrar, revisarlo todo, colocar los explosivos y salir pitando. Si me topaba con cualquier enemigo dispararía a matar y preguntaría después. El silenciador se encargaría de amortiguar el disparo.

Un soldado se volvió hacia a ti durante una fracción de segundo.

- Señor, somos ya tres aquí señor, ¿No prefiere que vaya con ustedes, señor? - El militar mantenía posiciones, y permanecía con los ojos abiertos. Era uno de los que habías dejado en la entrada. No sabías si tenía curiosidad, sus intenciones eran buenas o solo era otro más en busca de acción.

- No, si necesitamos ayuda dentro les avisaré por radio. Ahora dos de ustedes deben aparentar ser los vigilantes, imagino que les extrañaría mucho ver sólo un vigilante… y nuestro francotirador puede vigilar la zona desde lejos y avisaros de si se acerca alguien. Es más seguro así. Si dentro preveo problemas o puedo necesitar más ayuda os lo comunicaré y entraréis cagando leches… Recordad el objetivo de la misión… si nos descubren y vamos a caer, hay que volar esto con esos japos dentro… ¿entendido? –

Dicho eso me adentré de nuevo en la pirámide con el jodido científico a mis espaldas. Mantenerme con vida y al gafitas también no iba a ser tarea sencilla.

El interior de la pirámide era laberíntico. Cualquier persona se perdería en su interior y nadie con un mínimo de claustrofobia podría permanecer en ese lugar más allá de unos segundos. Olía a humedad y no se oía ni un solo paso. Todo se encontraba en absoluto silencio.

Las paredes tenían dibujos y símbolos que el científico se esforzaba en fotografiar, y no había cobertura en los aparatos electrónicos.

Myres sacó un aparato cuadrado y comenzó a mirar confuso para todas partes, mientras trataba de orientarse. Se acercaba a las paredes y las miraba con cuidado.

- Venga, dése prisa… no tenemos todo el tiempo del mundo, ya sé que puede haber trampas y que esto es una pirámide, pero si los japos han pasado por aquí, dudo que hayan dejado trampas antiguas activadas… - azucé al científico y comencé a avanzar, siempre pegado a una pared y teniendo cuidado de dónde pisaba.

El gafitas tenía razón, podía haber trampas, aunque lo consideraba poco probable. Pero no podíamos perder el tiempo con sus aparatos, había que encontrar un modo de llegar abajo y descubrir qué ocultaban los japoneses.

Pese a que tratabas de tomar un rumbo a la hora de girar o torcer hacia un lado, el científico siempre hacía caso a ese dichoso aparatito que tenía en las manos. Aseguraba que guiándose por la energía podría llegar a encontrar el camino. No estuvisteis demasiado rato dando vueltas en círculo, llegando cierto punto al científico pareció encerdérsele una luz en la cabeza y consiguió comprender los símbolos que poblaban las paredes. Comenzó a buscar por el suelo, palpaba con las manos cada piedra hasta que al final encontró lo que buscaba. Se le cayeron las gafas de la emoción y resbaló durante un segundo mientras palpaba tratando de recuperar las gafas para recuperar su visión.

Finalmente, habíais encontrado el camino. El científico apretó la piedra que estaba en el suelo, era de un extraño color azul, como casi todo en ese lugar. La giró hacia la izquierda y la pared de vuestra derecha cedió para dejaros el paso hacia unas escaleras.

Las escaleras parecían descender hasta un punto interminable. Una iluminación artificial alumbrada todo el camino hacia abajo. Aún no habíais encontrado a nadie, y eso te mosqueaba un poco.

Myres decía que ibais en la buena dirección, estabais consiguiendo llegar hacia abajo, y el aparatito que llevaba indicaba que ibais por buen camino. Al fondo debía estar esa tecnología secreta que tenían los japoneses, o sino algún centro de mando o fuente de energía.

El disparo te pilló desprevenido. El científico se desplomó a tu lado con un balazo en la nuca. Parecía haberse realizado con un arma con silenciador, provenía de arriba, de la parte superior de las escaleras por las que habíais descendido. Dese allí, unos pasos se dirigían a gran velocidad hacia abajo.

Al abrirse la perta te inundó una oleada de calidez. No te sofocaba, pero contrastaba con el frío de la pirámide. Era un calor agradable. El ruido de la electricidad llegó hasta tus oídos. El interior era de roca como antes, y formaba una extraña sala circular, completamente bañada por una luz azul. A tu alrededor había varios científicos japoneses y algunos militares, estos últimos apuntaron a la puerta al verte entrar.

Entonces lo viste. El extraño secreto de los japoneses, el origen de la luz... En el centro de la sala había una especie de esfera azul eléctrica, que formaba rayos y formas eléctricos hasta crear un haz vertical de luz. Fuera lo que fuera eso... era lo que os estaba haciendo perder la guerra. 

Maldita sea. Me lancé instintivamente al suelo y me tumbé sobre las escaleras. De esa manera proporcionaría una superficie de menor tamaño a quien quiera que hubiera disparado.

Preparé mi arma, apunté y esperé. En cuanto cualquier cosa apareciese en mi objetivo dispararía a matar.

Mi cerebro trabajó a toda prisa. No tenía sentido que los japoneses usaran silenciadores dentro de su propia base, por lo que quedaban pocas opciones y ninguna me gustaba. Pintaba que había un traidor a bordo y me pregunté si alguno de mis hombres habría matado al resto y estaría viniendo ahora a por nosotros.

En circunstancias normales trataría de atraparlo vivo para interrogarlo, pero no eran circunstancias normales, la misión estaba en peligro y de mí dependía que se cumpliera sí o sí. Me mentalicé en disparar a matar, fuera quien fuera quien viniera.

Los pasos descendían a toda velocidad, cualquier rastro de sigilo había quedado atrás. No te dio tiempo a pensar en una estrategia, creíste que debías echarte al suelo, pero todo sucedió demasiado deprisa.

Ambos estabais preparados para disparar. Ambos tirabais a matar. En tu campo de visión apareció uno de tus compañeros, el soldado Lewis. El gesto fue instintivo, apretaste el gatillo. Él hizo igual. Ambos disparos acertaron el pecho echándoos hacia atrás. Durante un segundo os quedasteis sin respiración, el golpe había dado en el chaleco, pero aún así era doloroso. Estabais separados por apenas unos metros, cada uno tirado en el suelo.

El pecho me dolía, pero no era la primera vez que me disparaban y estaba acostumbrado a la incomodidad del chaleco. En esta ocasión me había salvado la vida.

Estando los dos en el suelo no tenía sentido tratar de huir escaleras abajo, eso sería darle la espalda y estar muerto. Tampoco tenía sentido hablar o negociar con él, así que apunté bien y traté de dispararle a la cabeza.

Lewis intento levantarse, pero tú fuiste más rápido. El disparo dio de lleno en el pecho de Lewis, aún protegido por el chaleco. Pese a todo, el soldado sufrió el impacto. Ahora estaba a tu merced, y aunque trataba de defenderse no tardarías en acabar el trabajo.

Caminé hasta la posición de Lewis y pisé su mano hasta que soltó el arma. La separé de su cuerpo con el pie escaleras abajo, no demasiado fuerte pues no sabía quién estaría abajo. Sabía que Lewis llevaba al menos otra pistola en el tobillo y un cuchillo así que sin dejar de apuntarle le desarmé por completo. Todo el equipo que llevaba lo había supervisado yo.

- ¿Quién demonios eres y para quién trabajas? - escupí. Estaba claro que era estúpido preguntar por qué.

Por un momento pasó por mi cabeza la imagen del resto de soldados del equipo y activé el comunicador. 

- Aquí Líder, repito, aquí Líder. Informe del perímetro. - dijo esperando obtener respuesta. O Lewis había acabado con sus dos compañeros o les había engañado fingiendo que venía a ayudarle a él y al científico.