Partida Rol por web

Tras un reparador sueño y mejor desayuno. Partís de Herberge dejando atrás a Dieter y su mujer atrás, os despiden con la mano. Vuestros sacos un poco más pesados, pues habéis recibido raciones extra de pan y queso seco para el viaje junto a mil bendiciones del posadero, agradeciéndoos una vez más haber salvado su hogar.

Al poco, el edificio y sus muros desaparecen de la vista hacia el oeste. Al este os quedan alrededor de 3 días de camino, a buen paso y con el tiempo de vuestra parte. 

Durante el primer día, termináis de recorrer el pesado camino de los pantanos, entrando de nuevo en el bosque de Drakwald al atardecer. El camino es ahora mucho más fácil y, siendo extraño, la tranquilidad del bosque sube los ánimos. No se escuchan sonidos, ni si quiera de animales correteando. Aunque agradable, tanto silencio en el temido bosque llega a ser inquietante.

El segundo día todo sigue igual. El tiempo está calmado, salvo por el frío viento del invierno que se acerca. El día está despejado y el sol atraviesa el techo del bosque por donde puede. Sin embargo, mientras coméis y descansáis al mediodía, sentados en unos troncos caídos convenientemente al lado del camino, algo se mueve de pronto junto a Ludwig.

No sabéis cómo ha llegado allí pero, junto al joven aprendiz, una muchacha, con la estatura de una niña de no más de 12 años, os mira sonriente mientras balancea sus pies, pues no llega a tocar el suelo sentada en el tronco.

Sus ropas son extrañas, un tres cuartos azul grisáceo, ribeteado en rojo con botones brillantes cubre lo que parece una armadura de cuero bien adornada y también tintada de rojo. Un cinturón sostiene pequeñas herramientas y lo que parece asomar de los lados de la chaqueta son dos pistolas de pólvora. Varias dagas cuelgan de distintas cintas. Las botas altas de cuero claro llegan casi hasta sus rodillas y un sombrero también azulado corona su cabeza, de él salen los mechones de su largo pelo rubio.

Sin dejar de sonreir, se quita el sombrero ceremoniosamente, dejándolo sobre su regazo mientras comienza a hablar. - Así da gusto, es mucho más fácil cuando me los encuentro ya muertos. -Su mirada va de uno a otro, guiñando el ojo de vez en cuando.- La verdad es que no me esperaba que pudierais con ello, pero eh, parece que sois unos tipos duros. Estoy segura de que nos veremos más adelante. En cuanto al símbolo chungo, será mejor que veáis a algún mago de confianza. Y respecto a lo otro, ya me lo agradeceréis cuando lleguéis a Middenheim. ¡Tened un buen viaje fortachones! - Termina alzando el sombrero con su brazo completamente estirado. Al ponérselo de nuevo, desaparece por completo frente a vosotros.

Ante la aparición de la desconocida, el primer impulso de Gerald fué asir la empuñadura de su arma corta, mucho más rápida y cercana que la espada bastarda que solía blandir. Mas poco a poco, mientras valoraba una posible amenaza proveniente de la muchacha, fue aliviando la presa sobre la empuñadura.

¿De que demonios está hablando esta chica?

Por sus palabras parecía que ella hubiera orquestado todo esto, incluso que les hubiera echado una mano, ¿dónde? ¿cuando?

Justo en el momento en que iba a realizar estas preguntas, la joven desapareció tan repentinamente como había aparecido, dejando al escudero con la boca abierta.

Mirando al resto, sólo acertó a articular un incrédulo - ¿Pero qué? - el mero hecho de escupir esas palabras le hicieron salir un poco de su estado de atontamiento.

¿Alguien sabe de que estaba hablando?

Casi cayéndose del tronco por el sobresalto, Ludwig miró extrañado a la Halfling mientras hablaba, musitando para sus adentros y preparando un misil mágico por si las moscas. Cuando la menuda mujer demostró ser amigable, el joven hechicero se calmó, aunque fuese un poco. 

Tras escucharla, y justo cuando iba a comenzar una larga serie de preguntas, la halfling desapareció frente a sus ojos, dejándolo con la boca abierta. 

Aclarándose la garganta, miro a Gerald, que había sido el primero en hablar.

Ha dicho que le facilitamos el trabajo... una cazarecompensas? 

Dejando la pregunta en el aire, se mantuvo pensativo. 

Ha desaparecido al ponerse el sombrero... una vez leí una novela con un tema similar, donde un halfling tenia un anillo que lo volvía invisible al ponérselo. Quizas siga aquí, vigilándonos...

No sientes magia una vez ella se ha ido. Sin embargo, justo cuando apareció y justo al irse, sientes que los vientos de la magia se han movido, pero de una forma que no habías visto nunca antes, con movimientos más intrincados. Si fue cosa suya, desde luego no es magia imperial, ni del caos.

El enano refunfuñó revisando sus pertenencias.

- ¡Halflings desapareciendo! ¿Qué es lo próximo, una alianza entre enanos y elfos? ¿Jugar a acertijos con dragones? ¿Árboles vivientes asediando castillos? Eso es literatura barata... pero de esa halfing no me fío ni un pelo de mi barba...

Realmente esperaba que no les hubiera robado nada.

- ¿Qué dijo del símbolo? ¿Cómo ha podido verlo?

Extrañado, consigo mantenerme sentado mientras la curiosa personaje suelta su retaila. Gruño varias veces ante el esperpento y justo cuando me voy a levantar para retenerla, desaparece. Mi cara se tuerce en un gesto de rabia contenida.

- Estas cosas solo pueden venir del caos... - Murmuro mientras hablan los demás. Al mencionar Gunnar el símbolo, saco rápidamente de mi petate las telas dónde había lo había envuelto con la piedra. Al desenvolverlo descubro que el medallón sigue allí, pero no así la piedra, que ha desaparecido. - ¿Se ha llevado la piedra? - Sorprendido les enseño el contenido a todos. - Me huele a herejía, no se a vosotros.

Ludwig niega con la cabeza

No, su magia no estaba tocada por el Caos, eso puedo asegurarlo. No se si sus intenciones serán buenas o malas, al igual que no se si su magia es... del todo limpia, pero desde luego no es caotica. 

El hechicero se levanta, quitándose las migas que han caído sobre su regazo tras la ultima comida.

Con total sinceridad os digo que no quiero quedarme aquí plantado mucho rato más. Apuesto a que la Halfling ha marchado hacia Middenheim, allí deberíamos buscarla

Recuperando la compostura, miró alrededor por si veía algún indicio de movimiento de la Halfling, inclusó se puso de pié de un salto cuando Johan declaró que la piedra había desaparecido.

La declaración de Ludwig le calmó ligeramente - es cierto que no parecía maligna, pero aún así no es grato que nos hurte tan descaradamente.

Supongo que aún hay muchas cosas que no entendemos - dijo asintiendo a la declaración del mago - cuanto antes lleguemos a Middenheim, antes podrán ayudarnos con este tipo de cosas que desconocemos.

Al terminar la frase, se dedicó a recoger su equipo de nuevo, con intención de retomar el camino con presteza.

-No me fío nada. Dijo algo de ver a un mago Gunnar, ¿una trampa? - Dice Johan asintiendo ante las palabras de los demás. - En Middenheim tenemos que tener los ojos bien abiertos... - Con esto, se levanta recogiendo sus cosas para ponerse en marcha de nuevo.

- ¿Qué clase de símbolo era ése? La magia no me gusta nada. Ni tampoco sé nada. Nada de nada. Déjasela a los magos y a los brujos. Vosotros sois los que sabéis. Yo sé de machacar huesos y los magos de dónde buscar magos, así que hagamos un trato: vosotros buscáis al mago y yo me preocupo de machacar los huesos de quien quiere machacároslos a vosotros.

El enano se echó fardos a la espalda, asió la vara que llevaba para caminar (es decir, un palo que se había apropiado durante el viaje), y comenzó a caminar dirección Middenheim.

- ¡Cuanto antes mováis el culo, menos posibilidades de que os lo pateen!

Y silbando una antigua canción de guerra enana, entrechocó las suelas de sus botas y el suelo.

Caminando tras Gunnar, el hechicero comentaba que ya tenían alguien a quien acudir en Middenheim.

Iba a Middenheim a ponerme al servicio del Maestro hechicero Johann... Por lo que parece, no tendré que cambiar mis planes. Deberíamos ir directos a hablar con él. 

Intranquilos, proseguís el camino. Mirando a los lados y hacia atrás, nada durante el resto del día os indica que puedan estar siguiéndoos. El bosque sigue demasiado tranquilo, los únicos sonidos que se escuchan son los de vuestras pisadas. Por la noche descansáis bajo un arco natural de piedras junto al camino que encontráis justo a tiempo cuando comienza a llover al anochecer. La lluvia es fría y acompaña al cambio de estación.

Música

Durante el tercer día de viaje, el cielo se mantiene cubierto por nubes grises que amenazan incluso con nieve. Para vuestra suerte, ni si quiera llega a llover. Al mediodía, el paisaje del bosque comienza a abrirse un poco y nuevos caminos aparecen a los lados, indicando que hay granjas, casas o aldeas cerca. Os acercáis a la capital indudablemente. Poco más adelante comenzáis a cruzaros con granjeros u otros viajeros más cargados que arrastran carretas.

Finalmente, el bosque se abre por completo, entrando en una llano rodeado de montañas, las faldas de las elevaciones de la cordillera central del Imperio. Y frente a vosotros encontráis la gran meseta sobre la que se alza Middenheim orgullosa pero visiblemente herida. La ciudad del lobo blanco, enorme y gris, se inclina sobre vosotros desde lo alto mientras os acercáis. Los daños provocados por las batallas son remarcables.

Las murallas de la ciudad están salpicadas por los duros impactos de los cañones del caos y plagadas de los cadáveres de los asaltantes herejes, que han quedado colgando de sus garras. Los puentes, más altos que ninguno que hayáis visto antes, fueron derruidos bien intencionadamente o bien por la magia del caos, y los trabajos para reconstruirlos todavía no han terminado. Habéis llegado por el puente Oeste, que no recibió tantas embestidas del enemigo. Aún así, la calzada es irregular y partes del puente se han caído y no han sido completamente reparados todavía.

Conforme ascendéis, más y más gente se une a vosotros, intentando entrar en la ciudad. Al aplanarse el puente y girar levemente, alcanzáis a ver la puerta. Una fila de gente espera su turno para entrar. Bajo la puerta, podéis ver un destacamento de guardias de la ciudad que interroga a toda persona antes de permitirles el paso. Algunos no se demoran más de unos segundos, con otros parece que algún tipo de proceso es necesario.

En la fila podéis ver gente de todo tipo. Desde granjeros cargados con los útiles que han usado todo el día hasta nobles con sus séquitos, pasando por familias burguesas y otros trabajadores. 

Johan asiente al ver la fila de gente en la entrada.- No me acordaba del toque de queda y el acceso restringido. - Les dice a los demás encogiéndose de hombros. - Ya hace meses que salí de la ciudad. Se que los locales no tenemos problemas para entrar siempre que estemos en el censo especial que se hizo. La verdad es que no se qué condiciones pondrán a los forasteros. En cualquier caso, no creo que desaprovechen unas manos tan útiles como las vuestras compañeros. - Sonrío, realmente lo pienso. Entonces me adelanto un poco y toco en el hombro al hombre que está frente a nosotros.

- Perdone, ¿sabe cuales son las condiciones de entrada?

El hombre mira un poco extrañado a Johan - Los ciudadanos no tenemos ningún problema para entrar, pero están siendo muy estrictos con los foráneos amigo. El lema que impuso el gobierno de la ciudad es: Solo la ayuda entra. -Repite el lema con altividad y voz grave, alzando sus manos.- La ciudad está hasta arriba de heridos y enfermos y lo que necesitamos son manos útiles. - Dice mientras os mira a todos, evaluándoos. - La situación no está para tirar cohetes recreativos de Nuln, no señor. El gobierno de la ciudad ya tiene suficiente con sus problemas, todo el que entre, debe tener un motivo mayor o aceptar algún oficio. Los guardias en la puerta os informarán mejor.

La sensación para Ludwig era agridulce. Sí, entraría con facilidad en la ciudad, pero a costa de darse a conocer abiertamente como hechicero en uno de los lugares mas retrogados del Imperio. Ya llamaba bastante la atención con su báculo, y si encima le dejaban entrar a él por ser un hechicero y no a otros refugiados, no se esperaría otra cosa que recibir la hostilidad del populacho.

Suspirando, espero junto a sus compañeros. Podría ser peor... podría ir acompañado de un elfo y no de un enano. 

Por fin habían llegado a los altos muros de Middenheim, era íncreible lo altos que parecían ahora, y lo cerca de desbordarse que estuvieron en la guerra contra el Caos.

Como veterano de esa guerra, no pensó que fuesen a impedirle el paso de ningún modo, y de la peor de las formas, tenía buenas cualidades, podría ser útil para la ciudad.

Gerald estaba, en resumen, bastante tranquilo con la "criba" que estaban realizando en la puerta.

El suspiro de Ludwig le sacó de sus pensamientos - ¿Todo bien? - le dijo mientras se giraba para mirarle directamente - Pareces nervioso.

En enano no se inmutó. Se limitó a seguir a sus compañeros a la inspección de los guardias. Y a mesarse las barbas. Mientras esperaba, se permitió sacar la pipa de tabaco y fumársela.

Nervioso... Bueno, he llegado a aprender que revelarse como lo que soy no suele ser la cosa mas adecuada en lugares como Middenheim... Su visión de la magia no es la mas progresista.  -Ludwig contesta a Gerald en voz baja, sin llamar la atención. - Pero por otro lado me permitirá entrar sin problemas en la ciudad. Imagino que si venís conmigo vosotros tampoco tendréis problema.