Partida Rol por web

Tratando de no mostrar miedo, Zaina sacó la baraja de cartas. La última vez que se encontraron, el hada le había herido el hombro, pero eso no era nada al lado de lo que le había hecho es "Esceptro" el año anterior. Y además, ella había conseguido hacer daño de verdad al hada. Le había herido lo suficiente para que su fuego se apagase y tuviese que huir. El Mago y la Sacerdotisa ya no estaban, pero había muchos más. Entre ellos la emperatriz, que además tenía un manantial a sus pies.

—Cuando nos vimos por última vez, te hice huir.– Le recordó intentando asustarla.– Y no serás la primera que encierro en una carta, puding de hada. Y todo eso yo solita, ahora somos siete del otro lado, un número mágico. Y cuatro de este. Como cuatro esquinas que nos protegen. 

Zaina no tenía muy claro que hacer, pero entonces se le ocurrió una idea. Despacio, movió la baraja hacia su bolsillo

—Libéralos y pelearemos sin trucos. 

Ander había tenido una idea, pero justo antes de que la llevase a cabo, Jess dijo aquello y causó que en el rostro del niño apareciera una enorme sonrisa. ¡Aquella idea era todavía mejor! Sin pensarlo dos veces alzó la pistola de juguete y apretó el gatillo. 

¡Fluooossshh!

¡De la punta de la pistola surgió un fuerte chorro de agua, como aquellos que se veían en la piscina en verano cuando todos se ponían a jugar como locos con aquellos rifles de plástico que llevaban depósitos enormes en forma de píldora! El chorro impactó directamente en el Hada de fuego, que gritó horrorizada.

—¡AAAAAAGGGGHHHH!

Se oyó un psssccchhh, y hubo una enorme voluta de vapor. Cuando se disipó un poco, pudieron ver que el Hada seguía brillando, pero estaba empapada y varias costras como de piedra marrón se habían formado sobre su piel naranja.

—¡Maldito crío! —siseó furiosa—. ¡Me las pagarás! ¡A por ellos!

Y se lanzó directamente sobre Ander, mientras los personajes de cuento avanzaban también para pelearse con el resto de la pandilla.

Esta asustada, pero no se podría perdonar si le pasa algo al más pequeño del grupo solo por no haberlo defendido. Pero ella no es de pelear mucho y sabe que no va a poder ganar como se enfrente a puño limpio. Es más, el hada naranja es de fuego así que si se enfrenta a golpes, acabará escaldada. Ya se sabe lo que dicen... "no juegues con fuego".

Pero alguna forma habrá de defender a Ander de la furia del hada de fuego. Abre los ojos al recordar las pelis de bomberos. Se saca la chaqueta y se interpone entre Ander y el hada naranja para atraparla con la chaqueta y lanzarla al suelo para hacerla rodar y aun con la chaqueta y así apagar las llamas.

Algo así como las mantas esas antillamas que aparecen en las pelis.

-¡Apágate!

La acción de Kate me sobresalta. Cómo echaba de menos mis vendavales, pero ya no funcionaban. Igual se le acabó la pila a la gorra, o algo así. Pero su idea molaba, lo de intentar apagar al bicho con la chaqueta. Eso nos dijeron en el cole, que había que intentar tapar el fuego antes de que se hiciese más grande... podía funcionar.

-¡¡Bien hecho, Kate!! - la animé entusiasmada. 

Esperé a ver si funcionaba su idea.

La idea de Kate era brillante, pero eso no implicaba que se quedasen de brazos cruzados esperando a ver si funcionaba o no. Los personajes de cuentos se acercaban y tenían pinta de ser peligrosos. Si no neutralizaban al momento al hada, tenían que pararlos a ellos. 
Zaina sabía muy bien las formas que había de apagar el fuego: agua, como la que tenía en el botellín, mantas, como lo que había hecho Kate y tierra. En su casa siempre se había apagado el fuego con agua y echando tierra sobre él, y allí otra cosa no pero había suelo o se caerían eternamente. La niña lanzó el botellín de agua a Robert, por si el plan de Kate salía mal y se agachó al suelo, clavando las manos en el suelo, imaginando o suponiendo que serían de tierra y de forma frenética se puso a lanzar, a modo de cucharón toda la tierra por entre las piernas, como si se tratase de un perro.

La niña dio las dos primeras paladas despacio, insegura de lo que había ahí abajo, pero pronto se convenció de que era tierra, tierra segura, a coger velocidad, convirtiéndose en un pequeño surtidor dirigido primero contra el hada, para aturdirla y facilitar a Kate su truco y luego contra los personajes de cuento, para cegarlos.

Kate no dejó que el Hada de fuego se lanzase sobre Ander. Sin dudarlo un momento, cogió su chaqueta (que pareció volverse de otro color y brillar un poquito, aunque no era fácil de decir con tan poca luz), y se tiró sobre la criatura naranja. Esta chilló y trató de apartarse, pero no le dio tiempo. Kate la sacudió con fuerza, tratando de evitar que se moviese tanto. Notaba el calor bajo el tejido, pero efectivamente no se quemaba. ¡La idea funcionaba!

Mientras tanto, Zaina se echó al suelo tras pasar su botella de agua a Robert, y aunque al principio le costó bastante, poco a poco consiguió un buen montón de tierra. No hizo daño a los personajes con aquello, pero sí le sirvió para ralentizarlos un poco. Y seguramente sería una buena arma contra el Hada, si se veían en la necesidad de usarla.

Enfurecida por haber visto frustrado su ataque, el Hada naranja escapó como pudo de la manta de Kate. Seguía viva y ardiendo, pero sus llamas parecían haber perdido intensidad. En su rostro podía verse que estaba muy furiosa.

—¡Empiezo a estar harta de vosotros! —chilló—. ¡Vamos, acabad con ellos!

Pero por si acaso, ella no volvió a acercarse a la pandilla. En su lugar, tomó una bocanada de aire y sopló con fuerza en dirección a Kate. La niña pelirroja se escapó a tiempo, pero pudo notar que el aire que el Hada le había lanzado estaba terriblemente caliente y consiguió quemarla en una pierna.

Mientras el Hada se peleaba con Kate, Caperucita se lanzó contra Jess. Sin dudarlo un momento, le propinó un puñetazo que alcanzó a la niña en un hombro. No le hizo mucho daño, pero dejó claro que aquello iba en serio y que no iban a dejarles escaparse por las buenas.

Alice, por su parte, se lanzó sobre Siobhan. La niña fue capaz de evitar el ataque por los pelos, pero el personaje de cuento la agarró de la ropa y las dos cayeron enzarzadas en un terrible forcejeo. Siobhan chillaba, mientras tiraba del pelo a su adversaria y esta intentaba morderla sin piedad.

El último en atacar fue Mowgli, que saltó sobre Robert. Este no tuvo tiempo de defenderse con su espada, y recibió un golpe bastante fuerte al caer al suelo con el niño salvaje encima, que le arañaba y gruñía como un lobo rabioso. La cosa se había puesto de repente terriblemente seria.

Ander aprovechó el momento. Era pequeñito y por eso el hada había ignorado que fuera un peligro. A pesar de haber usado la pistola como agua para apagar las llamas, había otras formas de hacerlo. Y habría que acabar con las llamas de una vez. Así que pensó que, como buen astronauta, podía hacer un apaño.

Los astronautas usaban unos sistemas de propulsión que eran como un gas para moverse por el vacío. Incluso en algunas pelis, como la de wall-e, había visto como se usaban bombonas de esas para apagar el fuego... ¡para apagar el fuego!

Ander se concentró, no podía fallar. Tenía que poner todo su empeño en conseguir apagar esas llamas, y ¡lo haría como un buen astronauta!

Zaina puso un montón de tierra en su  pañuelo y susurró en voz baja para que las hadas buenas le oyese. Esperaba que el jaleo impidiese que aquella polilla en llamas escuchase su plan.

—Dejadsela  caer encima. Eso le apagará— dijo lanzando una mirada cargada de intención al pañuelo lleno de tierra— La entretendré.

Sin esperar a ver si seguían su plan, agarró otro montón de tierra y lo apretó con fuerza para que se compactase antes de acercarse unos pasos y lanzárselo con fuerza al hada naranja.

—¡TOMA ESA, CARA FRESA!

El golpe de Caperucita me sorprendió, pero también me cabreó hasta el infinito. Puede que no pudiese usar huracanes, pero... ¡vaya si no sabía usar los puños! La miré como un perro rabioso a punto de saltarle al cuello.

-¡Ahora sí que te la has ganado, capuchitas! - y sin darle tiempo a reaccionar, se la devolví con todas mis fuerzas. 

Vale, pelearse no está bien, y si me viera el director del cole o mis abuelos me iba a ganar un castigo hasta que las ranas criasen pelo, pero es lo que había. Aquí la "amiga" colorada me empujó a ello. No empecé yo (silbo mentalmente).

La agarré del pelo, y tiré hasta que se doblegó de dolor. No soy yo de las que andan con remilgos.

El lugar se había convertido de pronto en un campo de batalla. Los golpes, tirones de pelo, arañazos y patadas se sucedieron entre los miembros de la pandilla y aquellas grotescas versiones de personajes de cuento. Siobhan, Robert y Jess se defendieron con uñas y dientes de las agresiones que recibían, mientras Ander y Zaina se concentraban en el Hada naranja.

John, Kate, Anette, Amber y Melhi observaban la escena aterrados, sin atreverse a hacer ni decir nada. Pero los efectos de la lucha se dejaban sentir. Jess y Robert estaban especialmente agotados, tendrían que sacar fuerzas de flaqueza si no querían que aquella Caperucita malvada y aquél Mowgli terrible les dieran una paliza. Siobhan aguantó el tipo como pudo, pero los mordiscos de la Alice maligna también le hicieron bastante daño.

Por su parte, Ander se concentró en disparar un chorro de espuma blanca hacia el Hada de fuego, y la alcanzó. El Hada chilló horrorizada y se sacudió aquella sustancia blanca como si le estuviera haciendo un daño horrible, pero entonces recibió en plena cara el proyectil de tierra de Zaina, mientras Kolda le descargaba encima el contenido del pañuelo.

Dolorida y furiosa, el Hada de fuego se volvió hacia Ander y Zaina. Ya no sonreía, y apretaba los dientes en una mueca de rabia incontenida. Tomó aliento una vez más y volvió a lanzar aquel soplido que calcinaba todo a su paso. Ander y Zaina se apartaron a tiempo, pero la bocanada ardiente consiguió hacerles un poco de daño.

El Hada dio una voltereta y lanzó una carcajada histérica. Parecía fuera de sí.

—¡No pararé hasta carbonizaros a todos! ¡Os convertiré en cenizas!

Zaina miró con rabia al hada y luego el montón de tierra que había a sus pies. Furiosa, se agachó y empezó a amasarla mientras aquella polilla enfurecida hacia cabriolas como una loca. Cuanto más se recrease en sus piruetas, más tiempo les daría de actuar... claro, que no podía decirse lo mismo de los personajes de cuento.

En lugar de moldear una bola con aquella tierra fresca para lanzársela, Zaina la agrupó toda y empezó a manipularla lo más rápido que pudo. No tardó en crear una extraña figura, ligeramente informe, con una parte abultada que parecía una cabeza de pájaro, con su pico y todo, sobre un cuerpo bulboso, con unas líneas que claramente querían simular unas alas y unas patas terminadas en puntas. Con un movimiento rápido de los dedos índice y corazón añadió un par de ojos. Si quería que su criatura de barro luchase contra el hada, tenía que ver por dónde iba.

Pero faltaba algo. La yaya Mirza le había contado historias de estatuas que cobraban vida, y quien hacía el hechizo, debía dar algo suyo. Sangre o pelo. De un tirón se arrancó unos cuantos pelos y los metió dentro de la figura antes de mirarla. Parecía un monstruo, pero era su aliado. Su creación. Su amigo... Y en cuanto alzase el vuelo, se lanzaría contra el hada.

— ¡Kalptisa! ¡Vete a por ella! Apágala— Zaina miro a Anette. Aún estaba preocupada por su futuro, pero si las cosas salían bien quizás... Quizás Kalptisa...— ¡Eres tierra y agua! No podrá contigo.

Esa Caperucita chunga estaba acabando con mis fuerzas, pero lo malo es que con mi paciencia también. En uno de esos empujones cogí tierra del suelo y se la tiré a la cara. Truco sucio, lo sé, pero ellos no eran tampoco legales, estaba claro.

En lo que se sacudía, les grité a los pasmarotes John, Kate, Anette, Amber y Melhi:

-¡Venga chicos! ¡Que estamos juntos en esto! Somos más que ellas, ¡¡y mucho mejores!! ESPABILAAAAD

A poco que pudiesen hacer, seguro que nos vendría bien.

Respiré un poco más, intentando coger fuerzas antes de encargarme de la Caperucita de nuevo. Busqué a mi alrededor algo que pudiese mejorar mi lucha, y recordé que llevo en los bolsillos una goma para atarme el pelo. La abuela siempre me iniste en que las señoritas deben de tener buen aspecto, y lucha porque vaya bien peinada. No le suele salir bien, me gusta mi pelo suelto, pero sí llevo la goma para contentarla y hacer de vez en cuando una coleta. 

La busqué rápido en el bolsillo, y la anudé entre el índice y el pulgar haciendo un tirachinas básico.

Busqué una piedra para tirarla.

-Vamos... como encuentre una piedra buena os vais a cagar.

Era buenísima con tirachinas.