Partida Rol por web

Durante las presentaciones, observas dos cosas que te llaman mucho la atención. Una de ellas, que donde miraba Holden era a una joven camarera, una chica de unos veinte años, con el pelo largo y oscuro, que sirve copas en la otra punta de la sala. De hecho, no parece muy buena camarera, ya que se mantiene sólo en esa zona.

Pero el otro dato que te alarma es ver que hay una persona no muy lejos de vosotros que os ha estado vigilando discretamente en el reflejo de un espejo mientras hace esfuerzos para no ser visto. Ni más ni menos que el detective Delaine.

Vaya... mucho cuervo entre tanta paloma... y algún buitre.

-Señor Abaldon, gracias. Sí, se encuentra... estable. -Sin dejar de observar (y procesar) lo que me rodea, ahora mi atención parece dirigida al progenitor, al que estrecho también la mano.- He de reconocer que tenía ganas de conocerle. Es usted una persona que levanta comentarios y rumores a su alrededor. Eso sólo ocurre con las personas interesantes por algún motivo, desde luego...

-Muchas gracias, pero los halagos son innecesarios viniendo de usted. Nadi es inmune a los rumores y su reputación de hombre que consigue lo que quiere sin que nadie se dé cuenta de qué era lo que pretendía le precede. No me malinterprete; le consideran un negociador experto y un hombre templado.-

Mientras charlas con Abaldon senior intentas apoyarte en el mismo espejo que Delaine para comprobar la zona que parece estar mirando. No ves a nadie allí que.. espera, espera. No mira a nadie de la zona de la camarera. Está vigilando a esa camarera. Cuando la chica abandona la zona para acercarse a otra, también alejada de esta, sus ojos la persiguen.

En cualquier caso, procuras concentrarte en la conversación, tus gestos huidizos pueden empezar a resultar demasiado evidentes.

-No sabía que fuese usted socio de esta logia..-

Polidori se sonrie por dentro ante la mención de "los halagos" de su interlocutor. Pero no responde. Sigue pendiente de la camarera, aunque sin desviarse de la conversación.

-Y no lo soy, Sr. Abaldon, estaba seguro de que lo sabía usted. Qué sorpresa. He venido como acompañante de una invitada de excepción, Sieglind Aarenhold, quien lo ha hecho en nombre del Club Cornell, al que ambos pertenecemos. Yo le pedí acompañarla, naturalmente, por eso me sorprende que usted creyera que pertenezco a esta Logia. Se lo pedí porque todo el asunto de Aisling Sturbridge ha zarandeado mi vida, y de qué modo, si tenemos en cuenta los últimos sucesos. Comprenderá que, si bien en un inicio las cosas podían llegar a resbalar a mi lado sin que llegara a reaccionar de ningún modo a ellas, ahora mismo no es así. Unos y otros me han implicado en ellas, sin desearlo. Pero, a fondo. Oh, sí. A fondo.

La mirada de William es ahora dura como un diamante negro, como un aerolito de un extraño mineral desconocido. Mate, aristada, acerada.

De pronto ese matiz se disuelve, hasta el punto que uno podría tener la sensación que sólo había imaginado esa dureza. La superficie de la oscura pupila se torna brillante, y las facciones se suavizan, apareciendo una sonrisa cortés e inofensiva de nuevo en el rostro del anticuario.

-¿Y usted? ¿Es hoy su día, Sr. Abaldon? En la Logia, me refiero. Estoy informado de que espera ser admitido en ella, y que lo será con toda probabilidad. Aunque no es el único. Lo que me pregunto es si no es posible que ambos sean admitidos. Se conocen, imagino. ¿son ustedes amigos, puesto que comparten intereses...?

De alguna manera, tus comentarios parecen molestar a Abaldon a pesar de su coraza. Decide, de hecho, ignorarlos, dejar un lacónico "Ah, de veras. No sé, no se puede estar al tanto de todo" en el aire e ir directamente al tema de su posible ingreso en la logia, como si ignorar los asuntos incómodos fuese para él natural, sea quien sea quien esté delante.

-Bien, espero ser admitido y la verdad es que es un lugar donde cualquiera estaría deseoso de entrar a pesar de que tan pocos puedan hacerlo.-

-Y se perderían tus suculentas donaciones.- remata Holden.

Michael suspira a la salida de tono, pero el bufido es insuficiente para que su hijo lo note, pues sigue interesado en sus cosas. Continúas la conversación por el mismo derrotero, confirmando que Abaldon ha dado los pasos necesarios para ser admitido pero no parece tener ni siquiera demasiado interés en el otro postulante. Sabe que se trata del doctor Wilson y que aporta un acceso interesante a fondos bibliotecarios raros, pero poco más.

-Con dinero siempre puedes obtener esos fondos igual.- se encoje de hombros, aparentemente cada vez más interesado en terminar esta conversación.

Tras su poco productiva conversación, Williams se aleja de los dos Abaldon, y se dirige hacia donde se encuentre en ese momento la camarera a la que Delaine está controlando. Tomará lo que sea que esté sirviendo, y con fingida torpeza producirá un encontronazo, quizá volque la bandeja, o la copa. El caso es que forzará cortésmente a que ella se ofrezca a que él la siga a las cocinas. Cosa que le interesa para poder hablarle a solas, sin la coaación del lugar.

No dejará de observar a Delaine y su reacción en todo el proceso.

La chica a la que Holden y Delaine examinaban desentona un poco. Cierto es que la mayoría de los camareros parecen becarios mal pagados, pero esta moza además parece poco entrenada en lo que hace. Muy poco entrenada. Delaine parece inquieto y parece deseoso de acercarse a los Abaldon, pero estos están hablando con un camarero que se les ha acercado a recoger las copas y al que ahora parecen interrogar por algo.

La chica tiene un aura complicada, adolescente, insegura. Pero en cualquier caso, no es sobrenatural en absoluto, salvo que lo oculte magníficamente.

Cuando le vuelcas la copa varias miradas se dirigen hacia vosotros. La chica se apresura a pedir perdón y cuando le sugieres que te lleve a donde puedas limpiar tus zapatos, se queda paralizada, escapándosele por un momento una rápida mirada.. a los Abaldon, que aprecen ignorar lo que ocurre mientras hablan con el camarero. Muda del susto, se queda quieta en el sitio, mirándote alternativamente a los ojos y a los zapatos.

-¿Y bien...? ¿Tiene que pedir autorización, señorita...? A.... ¿el Sr. Abaldon...?

Lo digo en voz baja, para que sólo ella me oiga. Al mismo tiempo hago un gesto claro con la cabeza, para que se mueva conmigo. No quiero quedarme aquí, quiero interrogarla donde no puedan vernos.

-¿Por qué no me dice qué está haciendo aquí exactamente...?

La chica traga saliva y empalidece tan pronto mencionas a Abaldon. Niega con la cabeza y titubea, pero mirando a su alrededor no parece encontrar cara amiga que la sostenga. Más bien al contrario, los demás invitados no parecen entender por qué no se disculpa ya por su torpeza. Por fin, asiente y guía el camino hacia fuera del salón, hasta el pasillo. Desde ahí, un corto paseo os lleva a la cocina.

-Ah.. hay gente dentro. Quizá prefiera hablar aquí a solas.- dice, deteniéndose allí. En el pasillo no hay nadie, pero desde luego no hay garantías de que no vaya a pasar por aquí alguien de camino a la cocina o de vuelta de ella.

Con su presencia imponente, pues aunque no sea un hombre especialmente robusto, incluso de expresión frágil, Polidori emana un aura de poder que no evita a menos de que no quiera, sigue a la camarera. Casi que la empuja, sin tocarla, sólo con su fuerza de voluntad y la convicción por parte de la mujer de que está atrapada.

En el pasillo se detiene con ella, y asiente. Sí, mejor ahllí que dentro de las cocinas, aquí existe riesgo, pero por lo menos ahora están solos. Él ha visto perfectamente la reacción ante el nombre de Abaldon, y la búsqueda infructuosa de apoyo. Nadie. Nadie a su alrededor en quien confiar, a quien intentar lanzar un mudo socorro.

Por tanto cambia su registro. Deja de ser tiburón, aunque sigue nadando a círculos a su alrededor, se convierte de depredador en compañero. ¿Quizá ambos son presas de peces mayores...?

-Está bien. Aquí podemos hablar. No intente engañarme, no soy un crío inexperto. He visto lo que estaba haciendo allí dentro, y quiero saber por qué, y por quién. No sea tonta, cuénteme lo que quiero saber. La están sujetando con una soga, sin amigos puede colgar de ella en cualquier momento. Quizá le convenga tener un aliado. Y a mi se me dan muy bien los marionetistas, los que tiran de las cuerdas...

Yo... yo.. no sé de qué me habla.

La frase pretende ser una afirmación, pero se convierte en interrogante sin querer ella. Duda, se muerde un labio. Espera algo. Está esperando algo, podrías jurarlo..

-Vamos.

La cojo por el brazo, con gesto duro y firme. Y entro en las cocinas con ella. Atravieso la dependencia, sin importarme que nos vean, sin importarme las caras de sorpresa. Busco la puerta de atrás, la de carga de mercancías, y salgo por ella, con ella.

Me sitúo en el callejón, y sigo avanzando con la mujer firmemente agarrada, hasta encontrar un lugar discreto, en la sombra, donde distingo la puerta, sin ser visto.

Si alguien viene tras ella, tras nosotros, lo veré, y no me verá.

Cuando haya encontrado ese lugar, la miro con intensidad. Y renuevo mi interrogatorio, repitiendo mis preguntas, esta vez sabiendo que no puede resistirse a contestarlas.

Entras en la cocina para encontrarte con dos empleados allí, un cuarentón de aspecto algo extraño, como deficiente o simplemente extraño y una joven rubia, muy atractiva. Ambos parecen sorprendidos, es lógico, por tu entrada, pero no hacen nada por detenerte y mientras ella recoge un par de platos fríos él se limpia las manos con un trapo, incómodo. La chica a la que arrastras les mira un tanto asustada pero no dice nada.

Abres la puerta del otro lado de la sala y llegáis así hasta el jardín trasero de la casa, con un camino de gravilla que lleva a la verja posterior, que tiene su propia puerta, imaginas que para la entrada de proveedores. No hay nadie allí, así que acorralas tu presa contra la pared y le preguntas quién es y qué hace aquí.

Ella no parece un rival ni siquiera lejano para tu mirada.

-Me llamo Tina. Tina Abaldon. Michael Abaldon es mi tío. Carly es una prima y me ha conseguido este trabajo. Nos lo ha conseguido porque mi amigo Albert está muy interesado en mi tío y mi primo. Albert cree que mi tío está en peligro. Aunque eso en realidad no nos importa mucho.-

Suelta todo esto temblando, tocándose una mejilla bien maquillada pero aún inflamada por un golpe, como puedes apreciar. Como la mayoría de aquellos a quienes sometes de esta forma, se detiene extenuada tras obligar a su cerebro a soltar lo que no desea confesar.

-¿Albert qué mas?

-¿Albert qué mas?

- Pi.. Pitrelli.-

-¿Por qué no os importa que esté en peligro?

- Porque mi tío Mike y mi primo Holden son dos hijos de puta de la peor especie- tras decir esto se lleva las manos a la boca como si llevase tiempo queriendo decir algo que le estaba prohibido.

-¿En qué tipo de peligro cree Albert que está?

- Cree que quieren matarle.-

- ¿Por qué te está observando el detective Delaine?

-¿Quién? No conozco a nadie llamado así..

La respuesta a esta última pregunta es sincera, pero ves cómo el efecto de tu mirada empieza a flojear. Para mantenerla tendrías que esforzarte algo más, pero no sabes si vas a necesitar de tus fuerzas más adelante.